5

43.4K 1.2K 29
                                    

Me sentía aturdida.

Me sentía... no sé, extraña. Como si repentinamente pudiera verme a mí misma desde otro ángulo.

Pude verme corriendo por los pasillos, luego chocando contra algo y caer. Desde el suelo me veía pálida, con los ojos desorbitados hasta más no poder. Un gesto definitivamente desfigurado en mi rostro.

Yo aún seguía de rodillas en el suelo viendo como aquel chico volvía a agazaparse y tanteaba el suelo en busca del delgado bastón blando que descansaba a mis pies. Una vez en sus manos, acomodó sus lentes oscuros y volvió a dibujar la burla en sus labios. Todos a nuestro alrededor miraban expectantes. Yo seguía inmóvil. Sentía como si la gravedad me pesara en esos momentos, pero entonces, en medio de aquel silencioso pasillo una voz extremadamente calma y varonil se hizo escuchar.

—Lamento no haberte visto —exclamó con cinismo y fingido lamento

—Yo... —pero se giró sin darme tiempo a disculparme siquiera; todo el pasillo volvió a tener vida mientras se alejaba sin tropezar con nadie más, eso hizo que me sintiera peor.

La estancia volvió a cobrar vida mientras todos desaparecían. La campana sonó una vez más a modo de advertencia.

—¡Demonios! —grité con frustración mientras me ponía en pie y corría hacia el salón en el segundo piso.

Los escalones los subí de dos en dos con cuidado de no caerme y no tropezar con nadie más. En realidad no tropezar con él. Al fin llegué al aula 487 con los pulmones quemándome por el esfuerzo, y solo quería matarme. Desde una de las rendijas de la puerta pude ver al profesor escribiendo su nombre y el número de cátedra en la pizarra. Mientras maldecía, retrocedí unos pasos hasta llegar a la pared y dejarme caer. Tras segundos de seguir maldiciendo me crucé de piernas exhalando un suspiro de frustración.

—¿Cuál es tu excusa? —escuche decían, yo continuaba con la vista en la puerta— ¿Tienes alguna? —insistieron cuando no respondí; de mala gana giré mi rostro en dirección a la voz y no podía creer lo que veía.

—Yo... —fue todo lo que pudo salir de mi garganta. El mismo chico. Se encontraba sentado en una de las bancas con las piernas extendidas cuan largo era, un gran morral oscuro descansaba de mala gana a sus pies.

—¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? —preguntó burlón con su cabeza girada en dirección a la puerta, volví a abrir la boca.

—¡Lo lamento, en serio! —grité de pronto apoyándome en mis rodillas arrastrándome hasta llegar a él.

—¡Tú! —exclamó pasando de la sorpresa al enojo y por último a la burla una vez más, entonces, sin explicación alguna comenzó a reír con malicia.

—¿Qué te causa tanta gracia? —lo ataqué frustrada, el continuó riendo, esta vez a carcajadas; presa de la furia y la vergüenza comencé a sentir mis mejillas arder.

—No puede ser...—dije llevando mis manos al rostro para asegurarme que efectivamente había calor allí.

Si Pudieras Verme (#1)Where stories live. Discover now