20. "Tensión"

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El camino de vuelta al apartamento es tenso y no es precisamente debido a que toda la ciudad esté llena de ángeles rondando. Mikhail apenas ha dicho una palabra desde que salimos de casa de Emily y yo no me he atrevido a romper el silencio que se ha instalado entre nosotros porque no tengo cara para hacerlo. No cuando Kyle -el hermano de Emily- no dejó de acercarse a mí. No cuando estoy segura de que él sabe lo que ocurrió entre el hermano de mi mejor amiga y yo hace ya bastante tiempo.

Mikhail se mantuvo invisible a los ojos de Emily y su familia durante todo el tiempo en el que nos encontramos en el lugar, así que no pudo hacer demasiado para intimidar al chico que no dejaba de intentar charlar conmigo.

No voy a negar que fui educada con Kyle todo el tiempo, pero también traté de poner la mayor distancia posible entre nosotros. Él, sin embargo, de alguna u otra manera se empeñó en mantenerse en ánimo conversador y amable.

No sé qué mosca le ha picado. No solía ser así conmigo. A decir verdad, después de aquella fatídica noche -que no quiero ni siquiera recordar-, no me había dirigido la palabra más de lo indispensable.

Emily justificó el comportamiento de su hermano diciendo que actúa raro desde hace ya un par de semanas, cuando terminó definitivamente con su más reciente novia. Mi amiga no dejó de disculparse por él, como si realmente hubiese tenido la culpa de la insistente actitud de su hermano. Como si lo hubiese obligado a comportarse del modo en el que lo hizo...


La mañana y la tarde entera se me fueron como agua entre los dedos en casa de Ems. Había olvidado lo cómoda que me siento alrededor de su madre y de lo reconfortante que es hablar hasta el cansancio de las cosas más triviales.

Mi amiga preguntó por Mikhail una vez dado el momento de hablar sobre nuestras casi inexistentes vidas amorosas, y fue el único momento en el que él dejó de estar alerta a la calle para mirarnos. Cuando escuchó cómo le dije que siento algo por él, me regaló una sonrisa arrogante y volvió su atención al barullo que, seguramente, sentía en el exterior.

Cerca de las seis de la tarde me despedí de Emily y su familia y emprendimos el viaje camino a casa.


Mikhail no ha hablado en lo absoluto desde entonces; a pesar de que ahora estamos solos y todo mundo puede verlo. Sé que se ha vuelto visible porque la gente voltea a verlo mientras avanzamos -por no decir que son las mujeres quienes se lo comen con la mirada-.

No me mira. Si no fuese porque avanzamos el uno junto al otro, diría que ni siquiera tiene la más mínima y remota intención de estar cerca de mí. Una mezcla de coraje, frustración y desesperación se ha apoderado de mis huesos, pero me las arreglo para no hacérselo notar mientras que nos abrimos paso entre los peatones que transitan a nuestro alrededor.

Mantengo mi expresión tan relajada como me es posible mientras camino y procuro tener los ojos fijos en la calle que se extiende delante de nosotros para así no tener qué mirarlo. Apenas puedo concentrarme, sin embargo. El ambiente denso, aunado al intenso malestar que me provoca saber que Mikhail está molesto, apenas me permiten funcionar correctamente.


Puedo visualizar el edificio donde vivo desde esta distancia y me encuentro deseando correr para acortarla y volver a la seguridad de mi habitación. Hay algo aquí afuera que no deja de ponerme los nervios de punta y con cada segundo que pasa, aumenta su fuerza.

Acelero el paso. Mi corazón late a un ritmo suave y constante, pero me siento ansiosa desde que abandonamos la casa de Emily. Un agujero se ha abierto paso en mi estómago desde hace un rato y, por acto reflejo, miro hacia todos lados cuando una ráfaga de viento me golpea de lleno.

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