1. Un despertar ajetreado

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—¡Vamos, Rodri, despierta ya!

Rodrigo distinguió la voz de Óliver a la vez que sentía como alguien le zarandeaba del hombro. Intentó abrir los ojos, pero sus párpados parecían sellados. No conseguía recordar dónde estaba, ni qué día era. Lo último que recordaba era que habían dejado al caballero Dónegan en la enfermería, gravemente herido tras su combate contra Balkar.

¿Acaso había sido todo un sueño?

Cuando consiguiera abrir los ojos, ¿se encontraría en el dormitorio de la fortaleza de Gárador o en su litera del internado?

Su cabeza le decía que sí, que todo había sido un sueño y ahora se levantaría y tropezaría con las zapatillas de Sergio, la mochila de Álvaro o el cuaderno arrugado de Óliver, con los deberes a medio terminar. Luego se arrastraría hasta el baño y seguramente terminaría con el pijama todo salpicado, porque Óliver tenía la buena costumbre de tapar los grifos con chicles.

Pero algo en su interior deseaba que no fuera así. No estaba preparado para abrir los ojos y comprobar que sus amigos Darion, Aixa, Vega y Noa nunca habían existido, ni tampoco Karintia ni la fortaleza de Gárador. Solamente pensar esa posibilidad le hacía sentir un profundo desasosiego, a pesar de que para él y Óliver sería mucho más sencillo si todo hubiera sido producto de su imaginación.

Tenía que reconocerlo. Aún no estaba preparado para abandonar Karintia. Si todo había sido un sueño, prefería dormir un poco más, al menos hasta conseguir acabar con Arakaz y devolver la paz a sus amigos.

—Como no te despiertes ya te voy a meter una rata dentro del pantalón —dijo la voz de Óliver, haciendo que Rodrigo se levantara de un salto. Por fin consiguió abrir los ojos y miró a su alrededor, sin comprender lo que ocurría. Por una parte sintió alivio al comprobar que Darion y las chicas estaban ahí, al lado de Óliver. También le tranquilizó comprobar que se encontraba en el dormitorio de la fortaleza, y no en el internado. Sin embargo, algo extraño estaba ocurriendo.

Todos los escuderos de Gárador, chicos y chicas sin excepción alguna, estaban allí apiñados alrededor de su litera, mirándole con expresión extraña. Algunos parecían preocupados, pero otros mostraban una sonrisa suspicaz. Lo más inquietante era la mirada triunfal de Kail, que parecía tremendamente satisfecho por alguna razón. Eso no podía significar nada bueno.

—¿Qué ha pasado? —consiguió preguntar finalmente.

—Te has quedado dormido —le explicó Aixa, intentando hablar con naturalidad pero sin conseguir disimular su desconcierto.

—No se ha quedado dormido —dijo alguien— ¡Yo lo he dormido con mi poder!

Rodrigo tardó unos segundos en descubrir quién había dicho eso. De hecho no lo distinguió hasta que el chico volvió a hablar. Era Aarón, uno de los amigos de Kail, bajito y regordete, con cara de creerse muy listo.

—¡Qué raro! —se burló el chico—. ¿No debería haberme dormido a mí mismo? ¿O es que soy más poderoso que Arakaz?

—¡No te confíes, Aarón! —le dijo Kail entre risas—. A lo mejor es que el Espejo del Poder estaba un poco sucio, y por eso no reflejaba bien.

—¡Callaos la boca! —les reprendió Nayara, una chica de diecisiete años. Luego se volvió hacia Rodrigo. —¿Entonces qué significa esto? ¿Puedes o no puedes reflejar los poderes?

Poco a poco comenzó a recordarlo todo. Adara se había presentado en el comedor a la hora de la cena para contarles lo ocurrido a todos los escuderos. Dijo que había sido elegida como nueva maestre porque Balkar los había traicionado y había muerto a manos de Dónegan. También les contó que Rodrigo había sido la primera persona que había conseguido resistir al poder de Arakaz, gracias a su propio don. Durante diez o veinte minutos no paró de elogiar el valor y la astucia que él y sus amigos habían demostrado, haciendo que todos ellos (tal vez con la excepción de Óliver) terminaran rojos como tomates. Luego, en cuanto Adara se retiró del comedor, todos los escuderos se abalanzaron sobre ellos y los bombardearon a preguntas, pero la dama Porwena ordenó que cada uno volviera a su sitio. Por eso, en cuanto terminaron la cena todo el mundo siguió a Rodrigo hasta el dormitorio, incluso las chicas. Entonces, viendo que no había otra forma de satisfacer la curiosidad de sus compañeros, él y sus amigos comenzaron a relatar todo lo que había sucedido desde que descubrieron la traición de Balkar.

Rodrigo Zacara y el Asedio del DragónWhere stories live. Discover now