Segunda parte (precuela)

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Tienéh, de Cardonón, sobrino del Rey Sino, de Cardonón, había sido el encargado de comandar el ejército enviado desde los Reinos Elfos de Eleanor a detener lo que estaba ocurriendo en aquél lugar. Durante el Cuarto Concilio de los elfos, las Altas Estirpes de Assëe, Avanissián, Cardonón, Quivarén, Menedhrassé y Firindair decidieron reunir un gran ejército para invadir las Tierras de Lusituria, un grandioso continente al oeste de las Islas de Eleanor. En los últimos tiempos una poderosa fuerza había crecido allí… Aquéllas eran unas tierras ya exploradas hacía milenios por los elfos, pero salvo por algunos de la Alta Estirpe de Laentis-Anne, al norte, estaban deshabitadas. Desde un tiempo atrás, en aquella extensa jungla imperecedera habían surgido unas criaturas muy extrañas. Era como si algo hubiera alterado aquel lugar, y hubiera evolucionado toda una familia de animales en cuestión de unos pocos miles de años. Aquello había sido asombroso. Los estudiosos de la Alta Estirpe de Cardonón los habían denominado reptiles, pues eran una forma animal diferente a todas las demás que existieran en aquel mundo hasta entonces. Muchos de esos animales habían emigrado, y ahora podía encontrárseles en otras regiones del mundo, pero los que quedaron en las Tierras de Lusituria eran los más sorprendentes. Algunos medían cientos de veces la altura de un elfo, los había herbívoros, carnívoros y carroñeros, algunos eran muy fieros y otros no comportaban peligro alguno. Algunos eran muy veloces, y a muchos de ellos era mejor no acercarse. Aquello había sido insólito, no era posible que toda aquella vida surgiera de la nada, así que los elfos habían llevado a cabo varias campañas para explorar el lugar, catalogar aquellas bestias, y saber qué había ocurrido.

Ninguna había vuelto. Y ahora Tienéh comprendía perfectamente el por qué. Habían navegado desde Athrol, el mayor puerto al oeste de los Reinos de Eleanor, en la isla de Beck-Romain, hacia occidente, atravesando el estrecho que daba lugar al Mar de los Cetáceos, arribando así al norte del continente de Lusituria. Allí vivían algunos elfos, a lo largo de aquellas costas, en pequeñas ciudades bajo el gobierno de Epea, hija de Anne, Primera de Laentis-Anne. Ellos ahora vivían atemorizados, pues los reptiles los acechaban continuamente. Había unos con cuerpo bípedo, capaces de levantar armas y ofrecer duros combates. Los llamaban por allí saurios. Eran unos tremendos lagartos con forma humanoide, ¡capaces de pensar! Se organizaban bien, logrando representar una seria amenaza para aquellos elfos. Y habían comenzado a aparecer en los últimos pocos miles de años…

Tienéh fue inspirador de juglares por todos los Reinos Elfos a lo largo del tiempo por su conocimiento de la magia, algunos decían que a la altura de Edön, Primero de Cardonón incluso. Estaba decidido a descubrir qué había ocurrido en aquella basta jungla, así que envió diferentes patrullas de batidores, y a la espera de noticias permaneció en la ciudad de Ei, en la costa septentrional del continente. Organizó varias batidas en diferentes direcciones, ordenando a cada una que fuera enviando un elfo de regreso cada cierta distancia para ir informando. El último debía alcanzar la costa al otro lado del continente y regresar. A cada grupo Tienéh lo dotó con un presente, objetos hechizados cuya posición aparecía marcada en un enorme plano que tenía de toda la Tierra de Lusituria. Un anillo, un colgante, una pluma, una cuchara y una piedra.

Cuando regresaron los primeros no reportaron mayor cosa, después, aquéllos que habían ido más lejos dijeron haberse encontrado con algunos saurios en el camino. Los que portaban la pluma y la piedra dijeron que el combate había sido duro. Los últimos incluso que algunos saurios montaban unas bestias enormes. Pasó el tiempo, mientras el grueso del ejército continuó a la espera en la costa. Los siguientes guerreros elfos llegaron, algunos con malas noticias también, pero sin indicios de nada sólido. Tienéh tenía la esperanza de que alguno regresaría con información… Las semanas se hicieron meses, y los emisarios iban trayendo las mismas nuevas. Algunos de ellos jamás regresaron, y debieron esperar mucho por noticias de aquellas regiones. Las marcas que aparecían sobre el tremendo mapa se fueron acercando a las costas opuestas del continente. Los que llevaban el anillo, que habían marchado hacia el este, dijeron haber cruzado las montañas a salvo, pero la jungla que se extiende hasta la costa por allí pareció ser más tranquila. Los del colgante fueron los que tardaron más en llegar a su destino, pues debían recorrer la distancia más larga. Tras cruzar las montañas, continuaron hacía el sureste, hasta alcanzar los glaciares donde acaba por allí aquella vasta región del mundo. Pero al parecer los saurios no habitaban ambientes tan helados. Los de la pluma recorrieron la extensa jungla que llamaban de Andränia, dejando la cordillera al noreste, para alcanzar la costa opuesta a la ciudad de Ei, después regresaron. Aquellos que portaban la cuchara alcanzaron las altas montañas que se yerguen al suroeste del continente, pero al otro lado se extiende el Desierto de la Piedad, y allí nunca hubo nada, así que emprendieron el camino de regreso. Los que se llevaron la piedra siguieron la costa más septentrional de la Tierra de Lusituria, hasta alcanzar su extremo más occidental. Ellos fueron los primeros en regresar.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2013 ⏰

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