V

4.4K 652 64
                                    


V


Liona se mantuvo tranquila, se sentó junto a Lodovico cerca del Forjador de Rostros. Lo oía trabajar. Su oído se agudizaba cada vez más, permitiéndole oír esas gotas rebeldes de cera de vela ensuciando los suelos. Pensó que, quizás, podría acostumbrarse a eso, a llevar una falsa máscara en su rostro y vivir una vida de silencio, tal y como lo había hecho su amado durante esos años, pero no pensaba rendirse tan pronto, ella había prometido devolverle la identidad aunque tuviera que dar su vida, aunque tuviera que darlo todo. Ella le daría un rostro.

Se aferraba a la mano de Lodovico con fuerza, tratando de distraer sus pensamientos, de ver si podía ser como él y sentir algo a su alrededor, desde aromas hasta la propia visión, como su amado podía hacer aún sin ojos, nariz o boca.

—La niña debería entender que cada uno reacciona de diferente forma ante las pérdidas —dijo El Forjador, manipulando la arcilla en sus manos—, pocos son quienes consiguen adaptarse a su condición, adaptarse hasta poder ver a su manera, de sentir aromas y de comunicarse.

»Debes saber que tú, sumida en tu desesperación, cayendo en la locura, nunca podrás ser lo que él es.

Liona no respondió, solo se quedó quieta en su lugar, pensativa, pero cada pensamiento era dirigido hacia sí misma, entrelazándose hasta volverse solo nudos sin motivo ni final.

—Todo quien pierde su rostro se ve atraído hacia mí, y quien lo ha perdido con anterioridad y fue ayudado por El Forjador es quien los guía en su camino. El destino te ha traído hacia mí, niña.

El Forjador tardó tres días en crear aquella máscara de barro, hierbas, metal y sangre, para cuando se lo colocó a Liona, ella ya estaba dudando de lo que era o no correcto, de lo que debía hacer. Él sabía que un alma como la de ella, rebelde e inquieta, haría lo imposible por recuperar su rostro, y que eso estaba ligado a la locura, la desesperación y la propia oscuridad. Lo único que podría hacer era visitar al Ladrón y robarle el rostro cuando este se distrajera, pero no conocía a nadie que lo hubiera conseguido o que, simplemente, hubiera salido con vida de allí.

Los Ladrones de Rostros eran conocidos como seres crueles y egoístas, mientras que los Forjadores eran conocidos como seres amables y altruistas. Los Forjadores habían abandonado todo pensamiento de recuperar sus propios rostros, dedicando sus vidas a la creación de máscaras que imitaran los gestos y reacciones humanas, brindándole a los demás la posibilidad de llevar una vida normal, aunque no sea con su propia imagen.

Le indicó a Liona y Lodovico cómo llegar hasta el Ladrón, por dónde podrían entrar y en qué momento era conveniente actuar y, a pesar de que les pidió que tuviera precaución, que trazaran un plan conveniente dado las circunstancias actuales de ambos, Liona insistió en partir en ese momento. Podía ver, podía hablar y podía sentir gracias a la máscara de barro que imitaba un rostro humano con todos sus gestos, e insistió en ver cuál era su nuevo rostro a pesar de que el Forjador le recomendó esperar unos días para ello, su mente debía acostumbrarse a la falta de la antigua imagen para acostumbrarse a la nueva, mas ella lo ignoró, acercándose a un viejo y empolvado espejo. Sus cejas eran finas, su rostro era delgado y aparentaba mucha más edad de la que en verdad tenía, sus ojos se veían tristes y su nariz, antes aguileña, parecía una verdura ancha. Sintió asco de su propia imagen y se decidió, más que nunca, a recuperar su propio rostro.

Viajaron en una góndola recorriendo los canales, ya era el atardecer otra vez, por lo que Liona disfrutó del bello paisaje que brindaba Venecia, con el sol reflejándose en las lagunas. Debía admitir que su vestido le molestaba bastante, por alguna razón ya no quería vestirse como hombre, quizás por culpa de ese falso rostro que la afeaba. Quería volver a ser esa chica bonita que fue, así que un vestido de doble falda, con pliegues watteau y petillo acordonado, se sentía a gusto. Una nueva peluca empolvada se encontraba en su cabeza, cubriendo su corta cabellera castaña, y a su lado se encontraba Lodovico con las mismas vestimentas que noches atrás, diferenciándose solo por una máscara similar a un rostro humano.

El Ladrón de RostrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora