Capítulo 22: Sebástian

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—Ya falta poco para empezar de nuevo con mi trabajo, a decir verdad, lo estaba extrañando, estar todos los días acostada y sin hacer nada, pronto me volvería loca. Odio el sedentarismo —se dijo Bianca a sí misma, mientras se encontraba en la cama acostada —. Espero que este cliente sea diferente, no sea un gordo o viejo asqueroso.

Llegan las seis, y la luna se estaba empezando a apoderar el cielo azul, poco a poco la luz desaparecía para que la oscuridad reinara. Bianca ya tenía la vestimenta lista, así que se la empezó a colocar, un vestido con escote tipo u de color rosa, el cual dejaba su espalda al descubierto, de una manera muy sensual, tanto que hasta el propio aire dudaría en no tocarla. Se maquilló de una manera muy sencilla, pero gracias a su cara angelical logró ocultar la falta de pigmentos. Y como si no faltara, eligió unos grandes tacones tipo pump que resaltaban el vestido y la ayudan a verse un poco más alta. Era un cambio muy radical, se veía mayor de lo que realmente era, pero hermosa, como un joven en sus quince años. Sin decir más subió al cuarto y se dirigió a la puerta con gemas de rubí. Bianca ya había pasado por la de plata y la de oro, tan solo le faltaban dos puertas más y sería libre. Con delicadeza abrió la puerta, entró y la cerró, para su sorpresa no se encontraba nadie dentro, «¿Y el cliente?» Pensó al no ver a nadie, pero a los pocos segundos un hombre entra, su respiración se veía un poco acelerada y se encontraba sudado, seguramente estaba corriendo. Mientras el desconocido cerraba la puerta ella lo detallaba más a fondo. El hombre se volteó y dijo:

—Disculpe señorita, no fue... —pero antes de terminar la frase se detiene, su boca queda medio abierta y la observa fijamente. Ninguno de los dos dice nada, parece que el silencio es capaz de responderlo todo.

El hombre desconocido era de piel blanca, aunque no pálida, cabello de color castaño, un poco alborotado, labios rojizos y de altura de un metro setentaicinco; pero algo en él era llamativo, y fue lo primero que Bianca pudo observar, se trataba de su mirada, esos hermosos ojos color gris. Estos proyectaban una sensación de calma e inocencia, pero a la vez mostraba una persona determinada, con fuerza de voluntad.

—Mi... nom... bre... es... Sebástian —dijo el hombre nervioso.

Como Bianca también se encontraba nerviosa solo le tendió la mano y optó por no decir su nombre.

—¿Eres... Bianca, cierto?

—Si... —respondió ella mientras seguía perdida en su mirada.

De nuevo el silencio los atrapa, la tensión se apodera de todo, y sus temperaturas suben al instante.

—¿Si quieres nos ponemos más cómodos? —aconsejó Sebástian.

—Esto hizo que Bianca se colocara más nerviosa y su cara se ruborizara aún más.

«¿Qué me esta pasado? ¿Por qué mi cuerpo no responde? Esto nunca me había pasado, ni con un cliente ni con Amor. ¿Qué tiene este hombre? ¿Que hizo que mi cuerpo se tambaleara?

—¡Me refiero a sentarnos! ¡Disculpa si lo malinterpretaste! —dijo apenado. Su cuerpo se tambaleaba por culpa del nerviosismo.

Los dos se sentaron y Bianca aún se encontraba con la mirada agachada y las manos entre sus piernas. Para ella era extraño, nunca se había comportado así con un cliente, el sentimiento de pena nunca había surgido de esta forma. Una manera imprevista, según pensaba ella. Con mucha vergüenza levantó la mirada y dijo sus primeras palabras:

—Disculpa... Esto jamás me había pasado con un cliente... Dame unos minutos y te atenderé.

—Tranquila, no vengo para eso —comentó con una voz suave y segura. Ya no era la misma de antes.

—Bianca lo mira asombrada y le pregunta:

—Entonces, ¿Para qué has venido?

—Sé que te sonará raro, pero no vengo a tener relaciones con las jóvenes que trabajan aquí —hizo una pausa y prosiguió —. Vengo para estar con alguien que me escuche y me entienda. Como les tengo que pagar, sé que la joven se quedará conmigo hablando, aun así, no quiera. Algunas lo toman mal, ya que piensan que les estoy haciendo perder su tiempo, pero no es así, solo les pido que convivan conmigo por un tiempo determinado y me escuchen.

Secuestro Experimental ©Where stories live. Discover now