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6. En busca de ayuda

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Se había salido con la suya

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Se había salido con la suya. Otra vez. Otra vez, como siempre lo hacía.

La sangre me fluyó caliente en las venas. Joan sonreía como si nada hubiera pasado. Es más: como si hubiera tenido la mejor Navidad de toda su vida. Saludó a los demás y no pasó ni un segundo antes de que tomara una cerveza entre las manos.

Ian pareció notar mi expresión.

—Bueno... me voy yendo, voy a saludarlo y nosotros nos vamos a...

—¿Él se juntó con ustedes anoche? —pregunté de repente.

Ian se detuvo a medio paso, regresando levemente hacia mí y Jaz.

—Sí... —respondió, medio sin entender el porqué de la pregunta—. Llegó un poco tarde, pero sí.

—¿Con su coche?

—No... lo buscó Wallas. —Arqueó las cejas castañas—. ¿Por qué?

No respondí. Él sí se había ido con sus amigos y no había tenido que llevar el auto para que todos lo vieran. Creo que tuve las manos cerradas en puños antes de girarme e irme por la playa, cada vez más lejos de la gente y más cerca de la orilla. Sentí los pasos rápidos de Jaz detrás de mí.

—No le has hecho nada...

—¡Claro que sí lo hice! —estallé, volviendo mi atención a ella— Fui y saqué mi anillo y rayé ese estúpido coche con nombre de superhéroe y me reí aliviada de lo que le había hecho. Pero de nada sirvió, porque no sé cómo carajo Joan ha logrado arreglar esa pintura en un solo día, justo en Navidad —me detuve de golpe, dramáticamente—. Ah, sí, sí que lo sé... ¡porque a él nada le sale mal!

—Bueno, pero piensa en esto, Maia. —Jaz trató de tranquilizarme—. Seguramente ha tenido que pasar todo el día buscando a alguien que le arregle el auto, esperando a que lo hagan y, encima, pagarlo. —Se acercó para ponerme una mano en el hombro—. Creo que ya has tenido lo que querías.

Jaz sonreía con serenidad. Sí, podía ser que él tuvo que hacer todas esas cosas, pero... no era lo que yo quería. No me daba el gusto saber que gastaba dinero en vano, sino el hecho de verlo paseando a su preciado coche mientras sus amigos se burlaban del dibujo.

—Me parece que tiene un amigo mecánico —fue lo que dije. Y sí, era cierto: Joan tenía amigos por todos lados. Creía recordar a unmecánico que siempre le inflaba los neumáticos.  No me hubiera extrañado que le hayan echado una mano con su coche y que, muy probablemente, se lo hubieran hecho gratis. Pero no me imaginaba que podía lograrlo el día de Navidad, cuando todos están ocupados.

—Al menos le has dado un... susto —dijo ella—. Un mal sabor de boca, como él te lo hizo a ti. Puedes quedarte tranquila.

¿Lo que yo le hice a él fue como lo que él me hizo a mí?

Una noche de viernes vengativaWhere stories live. Discover now