14. Lo que el corazón realmente quiere

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Capítulo 14.

—¡Chicas! Hoy es el día. El día en el cual la cafetería Luigi's deja de ser una cafetería para ser una cafetería y restaurant.

Todas las muchachas nos dabamos miradas extrañadas y sobretodo, confundidas. Los chicos estaban de igual manera aquí pero por alguna razón el señor Luigi los había excluido.

Pero la respuesta vino más rápido de lo esperado.

—¡Chicos! Ustedes van a descansar por ahora y a observar a las cocineras ¡cocinar!

Cada cosa que salia de su boca era mucho más emocionante que la anterior. Y era un poco estresante.

Los chicos asistieron lentamente y se ordenaron en un lado de la habitación, en cierto modo huyendo de lo que venia. De pronto, las puertas del café se abrieron de par en par y una mujer, con un mono suelto y una camiseta sencilla, entró a la habitación y se llevo todas las miradas por alguna razón y antes de entrar completamente en sus manos apareció un pequeño aparato que alzó al aire y de pronto una alarma sonó, al ver por los ventanales del establecimiento, un auto flamante y de lujo se encontraba estacionado al frente de la puerta. Genial, más adinerados.

La mujer quitó sus gafas y unos grandes ojos azules radiantes iluminado todo seguido por su brillante sonrisa.

—¡María!

El señor Luigi gritó abalanzándose a la mujer, fundiéndose en un abrazo.

—¡Luigi! Mi Luigi, cuando llamaste no pude haber estado más feliz y ahora que estoy aquí, estoy más que feliz.

Era un poco incómodo estar en esta escena, en la cual estos dos se apachuchaban como si de marido y mujer se tratara. Y no por el señor Luigi sino por la mujer aka "señora Luigi". Luego de una sesión de abrazos y besos, al fin recordaron que un grupo de chicos estaban ahí presentes y se dignaron a hablar.

Chicas, ella es María Houston. Dueña de pizzerias Houston, y la primera cocinera de ellas.

—Chicas... preparense y mentalicen que, de ahora en adelante ustedes estarán a cargo de el éxito o el fracaso de el restaurant Luigi.

Sin presiones.

...

—¿Cuánto tiempo tiene que estar en el horno?

Tiff había preguntado lo mismo unas diez veces en el último minuto.

—Quince minutos.

Y yo la había respondido la misma cantidad de veces.

María indicó lo que teníamos que realizar en un discurso rápido y se retiró luego de eso con el señor Luigui a su oficina. Quedamos un poco confundidos y perplejos ante la situación ¿Teníamos que preparar una pizza con sólo una explicación? Al final, lo único que teníamos que hacer es estirar la masa, que ya estaba anteriormente preparada, y colocar el relleno; ahora esperábamos que estuviera lista.

Nos encontrábamos en el mesón del local en donde se servía las órdenes. No había clientes porque la tienda estaba cerrada por "remodelación"; esa fue la excusa del señor Luigui. De igual manera, creo que si estábamos remodelando, porque para bien o para mal, ahora eramos restaurante. Si todo salía bien.

Escuché la puerta trasera abrirse, ya que el chirrido era estruendoso, para luego cerrarse incluso más fuerte. Supuse que no era alguien que trabajaba aquí porque ya todos conocíamos a la puerta y a sus respectivos trucos para evitar el ruido. Divisé una rubia cabellera ligeramente desordenada pasar rápidamente por un lado de la cocina, no pude estar más descontenta por eso. Rodé mi rostro hacia otro lado, esperando que no me notará con la esperanza de que mi cabello recogido lo despistara, y Tiff tenía las cejas levantadas con una sonrisa divertida.

Amor por conveniencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora