Capítulo 2

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Una vez que oí como se cerraba una puerta al otro lado del pasillo, bajé a hablar con mi tía, la cual estaba poniendo el lavavajillas.

—Cariño, ¿necesitas algo?

—Sí, que me expliques porque no me habías dicho que vendría Jason a casa. —Solté un poco furiosa.

—Verás, sabes que he estado haciendo largos turnos en el hospital. —Mi tía trabajaba de enfermera en el hospital de la ciudad y tenía unos horarios muy locos. Podía trabajar una semana entera y a la siguiente nada de nada, incluidos turnos de noche. En esta ocasión, había estado haciendo turnos de noche y hoy había llegado de madrugada, teniendo sus días libres esta semana. —Me llamó Rose para pedirme un favor. Resulta que estaba teniendo problemas económicos y que el propietario de su alquiler le había exigido que o aceptaba las nuevas condiciones del alquiler o los echaba a la calle.

—Y entiendo que con nuevas condiciones te refieres a pagar mucho más de lo que pagaban. —Asumí.

—Efectivamente, Rose ha prescindido del contrato ya que era inviable para su situación seguir con ese alquiler, además en su anterior trabajo no estaba a gusto. Trabajaba muchas horas por poco dinero. —Rose trabajaba de camarera en un bar. Era una mujer muy extrovertida y habladora, me caía bien. Siempre que venía a casa traía algún regalo o alguna comida casera, cosa que agradecíamos, mi tía no era una experta cocinera. —Así que dejó su trabajo también y se ha ido en busca de algo mejor. Quizás una nueva vida. —Suspiró. —Se ha marchado a Edimburgo puesto que tiene allí una prima que le va a buscar trabajo. Pero puesto que Jason tiene aquí su equipo de futbol y su trabajo a tiempo parcial, piensa que él debe seguir con sus rutinas mientras ella busca una solución.

—Madre mía, espero que le vaya bien en Edimburgo... —Dije pensando en lo mal que lo estaría pasando. Sin casa y sin trabajo.

—No te preocupes, es una familia que ha pasado por mucho, igual que nosotras. Saben como afrontar los problemas con una sonrisa en la cara. —Dijo mi tía con una media sonrisa, mientras seguía pensando en sus cosas.

Sí, era verdad que nosotras también habíamos pasado por mucho. Mi madre había fallecido en un accidente de tráfico cuando yo tan solo tenía 4 años. Había sido madre soltera, pero siempre había estado apoyada de su hermana y su madre. En nuestra familia éramos todas mujeres, no un solo hombre. Mi "padre" por llamarlo de alguna manera, no había querido ser parte de mi vida al enterarse del embarazo, así que mi madre decidió seguir adelante sin él. Tras el accidente, mi tía se hizo cargo de mi con la ayuda de mi abuela, aunque ahora estaba ya muy mayor y un poco enfermiza. Mi tía había sido mi madre, cuidándome, alimentándome y dándome todo el cariño que me habría dado mi verdadera madre. Pensaba muchas veces en ella, miraba sus fotos, pero siempre había estado agradecida y contenta con mi vida, puesto que había sido una niña feliz, era muy pequeña para tener constancia de las cosas.

Ayudé a terminar de barrer la cocina mientras hablábamos de nuestras cosas y subí a mi habitación. Estaba un poco cansada de la intensa mañana y, dejando la puerta abierta, me tiré de lleno en la cama. Era algo que solía hacer a menudo. Lo único que esta vez al hacerlo aplasté a mi gato el cual estaba escondido debajo de una almohada, así que gritó o maulló, como hacen los gatos, y salió de debajo de la almohada con las uñas preparadas para el ataque. Mi almohada de plumas por alguna extraña razón, se rompió y salieron todas las plumas desperdigadas por el aire.

—Mierda Pelusa, no te había visto. —Le dije al gato mirándolo con pesar. —El gato saltó de la cama justo en el momento que una cabeza se asomaba por la puerta entreabierta.

—¿Has luchado contra una gallina? —Preguntó Jason riendo.

Lo miré sorprendida, ahora también cotilleaba habitaciones ajenas. Acto seguido lo fulminé con la mirada. No valía la pena decir nada. Seguramente tendría la cabeza junto con la cama llena de plumitas.

El chico que vive en mi casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora