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—Mami, ¿Por qué estás triste?

Dos días habían pasado de la decisión que Lisa tomó, dos días caóticos en los que se preparó mentalmente para un viaje en tren con una cachorra que fue una santa y no hizo más que hablar con los demás pasajeros amablemente.

Como había supuesto y esperado, todo era un aventura para su hija y realmente no se había enterado de lo que estaba pasando realmente. No había preguntado por su tío, ni su abuela, ni porque no habían abandonado su hogar, Danielle solo tomaba su mano y sonreía, siguiendo a mamá a dónde sea.

Había amado la playa desde el momento en que llegaron en la estación de tren y una pareja de gaviotas sobrevoló cerca suyo, decía que era mágico y que quería ver el mar, porque allí vivía Ariel la sirenita.

Antes de enviarse a lo desconocido, Lisa había hecho una búsqueda de casas en su destino, ya sea alquiler o compra, no le importaba, ella solo quería conseguir un espacio para ellas. Sintió un hueco en el estómago cuando una familiar cabaña apareció en venta a un bajo precio.

¿Era conveniente o demasiado extraño que la casa dónde una vez huyó ahora sea suya?

Pero ahí estaba, pequeña y acogedora cómo la recordaba, solo que con un aire más solitario. Las plantas que un día regó se habían marchitado un poco, las ventanas que abrió para ventilar aquella vez se encontraban cerradas y empolvadas, hacía mucho tiempo que las dos adorables personitas habían dejado su hogar y nadie había venido a cuidarlo como merecían.

El vendedor, su hijo, parecía querer sacarse de encima el lugar, Lisa presentó todo lo necesario para comprar la propiedad pero al hombre solo le interesó el pago. Para el mediodía, la casa era suya.

Así que Lisa había llorado, de impotencia tal vez, felicidad también por su suerte, tristeza por los difuntos ancianitos y por su suerte también.

Danielle había correteado por todo el lugar, observando y maravillandose con lo nuevo, pero ahora estaba lista para su siesta y quería que su mami deje de llorar.

—Amor, ¿Recuerdas que hablamos de los sentimientos? —preguntó, sentándose en uno de los sillones tapados por una sábana, ya tendría tiempo de limpiar y poner todo en orden.

Como una adulta que de niña había sido criada para esconder lo que sentía al exterior, quería que su niña se convierta en una adulta que sepa que sus sentimientos importaban y eran válidos sin importar que.

—Si mami, ¿De qué color te sientes hoy? —su cabecita cayó en su hombro, sus brazos rodeando su cuerpo en un abrazo.

Para hacerlo más fácil de comprender, habían designado un color a cada emoción, amarillo era alegría, rojo era enojo, naranja era molestia, azul era tristeza y lila era cansancio.

—En este momento, siento un arcoíris, Danielle, mamá está sintiendo muchas cosas y lloró para liberar un poquito, pero tú no tienes que preocuparte. —aseguró, comenzando a mecerla en su abrazo.

Sabía que estaba cansada y estresada por el viaje, ella también lo estaba, pero su siesta era más importante y Danielle comenzaba a parpadear con pesadez.

—¿Quieres hablar de eso, mami? Yo soy toodoo oídos. —Lisa sonrió al oírla, Danielle copiaba lo que ella le decía y era tan tierno.

La acercó más a su pecho y beso su frente, olisqueando sus rizos mientras Danielle se acomodaba contra su seno. Habían hecho el destete al año y cinco meses, había sido difícil pero necesario, aún así la cachorra seguía aprovechando cada oportunidad para pegarse allí, entre su fuente de olor y su seno.

—No amor, pero gracias igual, te haré saber si quiero hablar, ¿Tú cómo te sientes? Cuéntame.

No la interrumpió ni ignoro en todo su relato, Danielle aseguraba que no estaba más que emocionada y feliz, que había estado confundida pero que le gustaba dónde estaban. Se durmió serenamente en medio de un balbuceo y Lisa se dirigió a alguna de las habitaciones, intentando evitar la del fondo porque se sentía extraño dejar a su hija dormir allí, o sea... La pequeña había sido concebida allí.

beach girls | chaelisa auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora