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He dormido bien por primera vez en una semana y seguro que es porque tengo pensado cómo forzar a Azel que reconozca lo qué es.

Me estiro en la cama y sonrío mientras planeo el resto de mi día. Debería comprobar si la universidad ha subido el horario del primer trimestre, los materiales que necesitamos y ha formado los grupos de estudio. Aunque Finn y Kadal ya me han contado cosas porque ellos van por el segundo año, yo seré una novata y estoy un poco nerviosa. Pero entonces recuerdo que tengo un "hermano mayor" y que, de la conversación que Finn espió, probablemente irá a la misma universidad que nosotros, ya que es la única en la zona, a media hora en coche de casa. Entonces se me borra la sonrisa y desaparecen las ganas de holgazanear en la cama.

Me levanto y pasó por el baño antes de bajar a la cocina en busca de café. Resoplo porque papá ha vuelto a vaciar la cafetera en el termo que se lleva al trabajo. Mientras preparo otro, escucho movimientos en la casa y sé que no los hace Brad porque las mañanas para él en vacaciones empiezan a la una de la tarde.

Mi alegría regresa cuando me sirvo el líquido humeante. Con la taza en la mano, me dirijo hacia la puerta abierta de la cocina y la sacudo arriba y abajo para que el olor inunde el pasillo.

Azel no tarda en aparecer. Le doy la espalda y meto la nariz en la taza para defenderme del perfume que lleva a todos lados y para dejar de ver que solo lleva unos pantalones cortos que no le dejan trabajo a mi imaginación, ya saturada.

No me dirige la palabra pero no me importa. Me siento y observo cómo se llena una taza y se deja caer en una silla antes de dar un sorbo. Al instante tose y el café le sale por la nariz cuando se levanta de un salto.

—¿Qué cojones, Leah? —Se limpia la cara con el antebrazo y coge la taza para olerla—. ¿Ajo? ¿Has puesto ajo en el café?

Suspiro resignada porque la prueba dos no ha dado resultado. Sorbo mi café y me relamo los labios a la vez que encojo los hombros.

—El mío no tiene ajo. ¿Qué tienes en su contra?

—¿Aparte del asqueroso olor, quieres decir? —Mi supuesto hermano se ha recuperado de sorpresa en un santiamén y se acerca a la mesa. Me quita mi taza de las manos y sonríe—. Suele gustarme en la pizza picante. Si lo quieres en el café, tómatelo tú.

—Entonces, ¿no te ha quemado la lengua ni nada? —interrogo, esperanzada aún.

Azel bebe de mi taza, después me saca la lengua.

—Lo siento, hermanita. Esforzate mejor.

Oh, lo haré. No lo digo en voz alta pero asiento con la cabeza. Cojo una manzana del cuenco que siempre está en el centro de la mesa y empiezo a pelarla con un cuchillo de carne. La prueba tres me va a doler un poco, pero en este caso, el sacrificio es necesario. Ni siquiera tengo que esforzarme para cortarme porque la hoja es tan afilada que no tarda en deslizarse de la fruta y cortarme la piel del dedo.

Suelto un gruñido, porque a pesar de haberlo hecho a propósito, escuece como demonios.

A mi lado, Azel entorna los ojos.

—Anda, qué mal te has levantado. Cortarse antes del mediodía es un pecado hasta en el Infierno —dice, y después cierra la boca de golpe.

La sangre se escurre por mi muñeca. Es un corte pequeño pero profundo. Levanto la mano en el aire y le hablo con educación.

—¿Podrías hacerme el favor de traerme el desinfectante y una tirita?

Para mi sorpresa, me hace caso. Me quedo con cara de idiota, observándolo alejarse por el pasillo en busca de las cosas que le pedí. O quizá ha huido para que no vea cómo se alargan sus colmillos y cómo el hambre de sangre transforma su hermoso rostro en el de un vampiro. Que camine tranquilamente bajo la luz del sol no es testimonio de que no sea uno porque cada experto que se ha documentado en los libros de fantasía y las series famosas sabe que ya no es de actualidad que los vampiros se levanten solo de noche.

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⏰ Last updated: Jan 29 ⏰

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Tu nombre al Ocaso por Beca Aberdeen y Haimi SnownWhere stories live. Discover now