16 Master

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Valentina
 
Al día siguiente, le dí a la cocinera un par de días libres para que Juliana pudiera tener pleno conocimiento y dominio de la cocina antes de la cena. Trabajó incansablemente preparándose y yo ayudaba en lo que podía. Como de costumbre, Juliana escuchaba música  mientras trabajaba, y cada vez que miraba, sus sensuales caderas que bailaban al ritmo de la música. Me volvía loca.

Yo picaba y molía agresivamente los ingredientes, lo que pensé que me ayudaría a sacar mis frustraciones, pero sólo me dejaba concentrarme en mis pensamientos. A pesar de haber decidido que esperaría a que ella sacara a relucir nuestro futuro, había estado a punto de decirle lo que sentía cuando bailamos en la gala. Pero me acobardé.

Maldita cobarde.
Y ahora, nos quedaban poco más de veinticuatro horas de acuerdo a nuestro trato. Y luego volveríamos a Santa Isabel, y claro, tal vez la vería por ahí, pero la idea de cualquier tipo de romance empezaba a sentirse más lejana.

Ella lo diría si quisiera estar conmigo, ¿cierto?
Pensé que mis propias esperanzas eran lo suficientemente obvias. Incluso había dejado caer que seguiríamos juntas cuando Eva y Sandra vinieran de visita.
Así que tal vez eso no es lo que ella quiere.

Pero cuando bailamos, nos sentimos tan conectadas, es como si encajáramos perfecto, a un mismo ritmo, con un mismo sentir. Y luego, cuando volvimos a la mansión esa noche, tuvimos sexo. Divino, mientras estuvimos en la bañera las dos nos dimos cariño.

 
Tal vez en realidad ella está en esto por el dinero.
No es que deba culparla. Todo había sido idea mía.

Bien hecho, idiota.

-Valentina, su voz me sacó de mis pensamientos. -Eso está muy picado. Puedes parar.

Miré las hierbas que había estado picando como una loca. Eran prácticamente polvo.

-Oh, mierda. Lo siento, dije. -¿Las he estropeado?

-No, respondió Juliana mientras paraba su boca para besarme. Como siempre, sus labios eran suaves y dulces. -Gracias, lo haces muy bien, susurró, y me perdí en sus ojos y sus hoyuelos.

Decidí entonces tratar de disfrutar del tiempo que nos quedaba juntas en lugar de pensar en su final.
 
 
Juliana
 
Se acercaba el final del día, y el siguiente sería nuestro último día juntas. Si realmente iba a ser así, quería que nuestra última noche fuera especial. Después de una cena de salmón con jugo de limón, varios mariscos con unas verduras asadas, me puse algo de mi lencería de encaje más atrevida mientras Valentina se ocupaba de algunas cosas para el trabajo.

Cuando ella entró en la habitación, yo estaba posando en la cama con un camisón rosa y negro con bragas a juego.

-Wooow. Se quedó boquiabierta.

-¿Te gusta? Le pregunté.

-Mucho, dijo mientras se acercaba.

Me senté de rodillas en la cama y le mostré su estuche de travesuras, ese que había traído entre sus cosas,  comencé a desabrochar su camisa de pijama. Valentina puso una sonrisa traviesa y una de sus manos viajó suavemente a mi mejilla y me acarició la cara con el pulgar. Le miré a los ojos que pasaron a un azul intenso en segundos mientras desabrochaba el último botón, y no rompí la conexión durante varios segundos.

-Te echaré de menos.
Valentina se inclinó y me besó apasionadamente, luego me tomó en sus brazos y me recostó suavemente en la cama. Llevó sus labios a mi cuello y comenzó a bajar. Luego bajó hasta el final de la cama y me levantó la pierna, dándome un beso suave como una mariposa en el tobillo. Fue subiendo por la pantorrilla, la parte interior de la rodilla y volvió al muslo.

MienneWhere stories live. Discover now