Primera historia absurda: Erick,Gio, collejas épicas y una madre con mala leche.

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Todos sabemos que cuando se tiene un hermano pequeño, SIEMPRE, esa pequeña parte de tu familia te intenta robar todo. O quitar con la excusa de “Hay que compartir”.

De acuerdo, pues si le añades que ya vives en tu propia casa (con tu hermano pequeño de chupóptero ) y tienes ya más de 20 años…pues como que no es muy agradable que tu madre venga a TU casa a poner SUS normas.

Es verdaderamente exasperante. Pues ahí no acaba la cosa, os contaré el infierno que pasé el día que mi hermano Gioele me hizo la encerrona de llamar a nuestra madre para que se quedase por más de un día.

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 Me había despertado, era un sábado. Así que lo hice bien entrada la mañana, no iba a madrugar un día libre. Sería de tontos.

Todo era maravilloso, la casa estaba en silencio. Entré al baño para ducharme y luego bajar a desayunar algo.

Y así hice, bajé las escaleras con la mayor sonrisa del mundo…eso hasta que vi el canoso pelo de mi madre. Y por siguiente su cara de pocos amigos.

-  -       ¡Madre de dios, Erick! ¿Tú crees normal que te levantes a las 12 de la mañana? 

Dijo mi madre con tono autoritario y entrecejo fruncido. Yo…yo simplemente me limité a suspirar mientras bajaba los pocos peldaños de escalera que me faltaban. Dejándome invadir por el horror, aún más de lo que ya estaba al ver las maletas de mi madre en la entrada.

Me giré aún en shock para preguntarle casi balbuceando.

-         - Dime que no te vas a quedar más que hoy, mamá…

Mi madre sonrió de forma siniestra, asustándome aún más.

-      -   Así es, mi pequeño Erick. Me quedo durante un mes.

Quise morir, quise que una papaya de titanio tirada por David Guetta me reventase la cabeza y poder irme de esa horrenda estampa.

UN MES  DE MI MADRE EN CASA. Dios, tan solo pensar la de cosas que me pasarían me hacían poner la piel de gallina.

   ****************** Horas después ***********************

Se acercaba la peor hora del día, LA COMIDA. En las pocas horas que llevaba ya mi madre en casa habían pasado cosas que no le desharía ni a mi peor enemigo.

Para empezar, había tenido que ponerme el jersey de las navidades pasadas. Con lo que odiaba al maldito jersey rojo con Rudolf. ¿Por qué las madres se empeñan en comprar estos odiosos jerséis con renos de nariz parpadeante? SON INSUFRIBLES.

Pero…la cosa no acaba ahí. Ya me ha gritado un “A la meeeesaaaaaa.” Es decir, la tortuosa comida con mi madre empieza ya.

        La chillona voz de mi madre volvió a resonar, esta vez al lado de mí. Dándome empujoncitos por la espalda, guiándome hasta la mesa.

-       -   Erick, siéntate en la silla para comer.

Dijo mi madre con tono seco y autoritario. Pero no quería, ¡joder! Quería sentarme en el sofá para comer delante de la tele. Pero NOOOO. Ella quería que me sentase en la silla. Por lo cual me crucé de brazos, arrugando el entrecejo y poniendo morritos.  Es decir, en una posición la mar de infantil. Pero en ese momento me daba igual, estaba harto de que me mangonease. Por lo cual pasé de ella. Quedándome de pie.

Mi madre al ver que no le hacía caso, optó por repetir la misma frase con el mismo tono.

-Erick, siéééééntate en la silla.

Dijo esta vez más irritada. Pero como buen chico tozudo de la familia Ristretto le hice caso omiso. Haciendo que mi madre cada vez se exasperase aún más.

-Erick, he dicho que te sientes.

Seguí ignorándole, aguantándome la carcajada.

-Erick, Erick…no te lo diré más veces…

Cada vez mi madre se ponía más cabreada. Más y más, haciéndome aún más difícil la tarea de aguantar las carcajadas.

Esta vez, se puso delante de mí. Mirándome a los ojos, levantando la cabeza para llegar.

-ERICK, TE HE DICHO QUE TE SIENTES EN LA PUTA SILLA DE UNA MALDITA VEZ.

Abrí lo más que pude los ojos, sorprendido por el tono y las palabras que había dicho mi madre. Nunca la había escuchado decir un taco, y menos a mí. Por lo cual, tuve que guardar el orgullo en el bolsillo del pantalón y sentarme para comer los raviolis que tenía delante de mí, en un humeante plato lleno hasta las tachas.

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Y, eh, eh, eh.  Frena. Que la historia no acaba ahí. Tsshhh…

Lo siguiente me  gusta más, sobre todo por lo que le pasó a mi hermano Gio.                                                            

************Una hora después de la disputa***************

Yo aún seguía comiendo, ya que mi madre estaba empeñada en que estaba demasiado flaco.

Las madres italianas y sus obsesiones con el peso de sus hijos.

Cuando yo estaba disponiéndome a meter otro tenedor hasta arriba de raviolis en mi boca, entró el causante de todo esto. Mi odioso hermano Gio. Pensaba que mi madre le iba a recibir con el típico besuqueo de madre. Pero no, sorprendentemente lo primero que hizo al entrar en la cocina fue darle una colleja. La cual se escuchó en toda la casa.

No pude aguantar, escupí los raviolis ya un poco masticados sobre el plato en un ataque de carcajadas. Seguido de una caída al suelo, y la consecuente mirada de advertencia de mi madre.

La cara de Gio era un poema, no entendía nada. Y con voz de niño bueno le preguntó por qué le había pegado mi madre.

A lo que esta respondió:

-         Porque eres unpiccolo bambino viziato (pequeño niño malcriado en italiano), has llegado una hora tarde. UNA HORA, GIO. UNA MALDITA HORA. Corre a sentarte para comer. YA.

Gio, con cara de miedo corrió hasta la mesa. Lanzándome una mirada suplicante. A lo que yo hice caso omiso y continué comiendo.

Cuando volvió mi madre, con otro plato igual de grande que el mío para Gio…su cara se puso aún más ruda. ¿Qué ocurriría ahora?

Ella, rápidamente me sacó de dudas.

-GIO, ¿QUÉ HACES AÚN DE PIE? ¿NO TE DIJE QUE TE SENTASES?

Mi hermano empalideció, poniendo una voz de niño pequeño a punto de llorar. Respondiendo rápido con un dedo acusatorio hacia mí.

-Mami, Erick tiene mi silla. ES MI SILLAAA MAMIIII.

Dijo poniendo un piquito que indicaba que iba a llorar en breves.

Lo siguiente que vi fue la mirada de cabreo superior a mi madre, la cual dejó rápidamente el plato en la mesa. Levantando la mano más próxima a Gio. Dándole otra sonora y dolorosa colleja.

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Gracias a esto, Gio ya no utiliza el comodín de “llamar a mamáparajodertevivoduranteunasemanaentera”. Hay ventajas de ser el mayor, al fin y al cabo.

Historias absurdas, entre hermanos atípicos.Where stories live. Discover now