Capítulo 1

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Me cuesta horrores levantarme. Ayer me quedé hasta bien tarde leyendo, pero es que no puedo evitarlo cuando un libro me engancha de verdad. Mi agenda mental me recuerda, que tengo que subir hoy la reseña del último libro que me he leído, por lo que para que no se me olvide, porque soy un poco como la Dory de Nemo, lo apunto en un post it y lo dejo pegado en la pantalla del ordenador.

Abro mi armario y elijo algo sencillo para el primer día de instituto. Se ha levantado una mañana fresca, por lo que acabo eligiendo un jersey de punto oversize en tono lavanda, una camiseta de manga corta abajo, por si luego tengo calor, y mis vaqueros negros. Converse negras de bota, melena morena recogida a toda prisa en una coleta, y listo. Tengo el tiempo justo de desayunar sino quiero ir al instituto en el autobús con la pequeña Hannah y los mellizos. A ver, que adoro a mis hermanos pequeños, pero hoy precisamente necesito llegar al instituto con Cam y con Liam.

Hoy no va a ser un día fácil. Enfrentarse al primer día de un nuevo curso es mucho mejor con una amiga a tu lado, pero como yo tengo la misma suerte que una pera, dícese ninguna, pues lo voy a hacer junto a mis hermanos mayores y después de lo que ha pasado este verano, los necesito más que nunca.

¿Sabéis esa sensación cuando todo va bien, pero sientes en lo más profundo que hay algo que no cuadra? Pues eso es lo que me pasaba a mí con Layla. La que hasta el final de curso pasado era mi mejor amiga, o al menos eso pensaba. Layla llegó nueva al instituto hace un par de años, era bastante tímida y creo que pensó que acercarse a una de las nerd del instituto era lo más adecuado. Todo cambió el año pasado cuando mi hermano Liam pasó a ser el quarterback del equipo del instituto. Él tiene casi diecisiete nos llevamos poco más de un año, y no es porque sea mi hermano pero es una de las mejores personas que puedes tener en tu vida. Siempre ha sido bastante flacucho, pero desde el momento en el que entró en el equipo su cuerpo comenzó a cambiar, convirtiéndose en un auténtico pibón.

Eso también lo notó Layla, ya que desde ese momento empezó a querer venir a casa más a menudo, a querer que hiciéramos fiesta de pijamas, tardes de peli o cualquier cosas que se le ocurriese, con tal de estar cerca de Liam. Aunque creo que también Cam entraba en la ecuación.

Cameron, mi hermano mayor es el capitán del equipo de hockey sobre hielo del instituto, y está bueno a rabiar. A ver, que es mi hermano, pero también tengo ojos en la cara.

La cosa es que aunque lo tenía delante, yo no veía que solo era un medio para un fin. Cuando Liam le dijo bien claro a Layla que no iban a tener nada, desapareció. De un día para otro pasamos de estar todo el día juntas a ni querer mirarme cuando coincidíamos en clase. No contenta con el vacío que me hacía, fue promulgando cada secreto que yo le había contado, dejándome en muchas ocasiones siendo el hazmerreír del instituto.

Cuando todo esto llegó a oídos de Liam, juro que casi lo expulsan. Ella se limitó a poner cara de niña buena frente al director y a otra cosa mariposa.

Este verano ha sido de lo más tranquilo, centrada en mi familia y en mis libros. Subiendo reseñas y entrevistas a mi cuenta de bookstagram. Me ha tocado cuidar de mis hermanos pequeños cuando a mamá le tocaba volar, e incluso Cam me ha dado clases de conducir. Mi familia es un poco caótica, algo inusual en los tiempos que corren, pero es la mejor del mundo. Tengo seis hermanos, Camero y Liam, son mayores, luego voy yo, los gemelos que cumplen catorce años en Marzo y la pequeña Hannah que cumple doce años en Mayo.

Desde que mis padres se conocieron en el viaje de graduación de mi padre, no han vuelto a separarse. Julia, mi madre es piloto comercial, española de nacimiento, americana de adopción, como le gusta decir. Ella pilotaba el avión que llevaba a mi padre y a sus amigos, para España y uno de los descansos, se miraron y surgió. A mi padre le gusta contar, que mi madre no pudo resistirse a sus encantos, pero sin embargo fue él, el que la interceptó en el aeropuerto para darle su número de teléfono.

Siempre habían querido una familia grande, los primeros llegamos bastantes seguidos, pero nos llevamos muy bien. Los mellizos llegaron para poner todo nuestro mundo patas arriba. Y Hannah, mi pequeño bebé, llegó sin esperarla, para enamorarnos a todos. Es la princesa de todos y sabe ganarse a todo aquel que se propone.

—¿Ya estás lista, enana? —comenta Cam, mientras acaba el último bocado de su tostada.

—Déjame llenar mi vaso de café y cuando quieras nos vamos. —Le contesto, mientras me acerco al mueble de la cocina donde tengo mi café mocca instantáneo para ocasiones como esta.

Sirvo la leche en un cazo para calentarla, y mientras espero a que hierva para echarla en el vaso térmico que me regaló Liam por mi último cumpleaños, lleno de estrellas de colores, miro por la ventana de la cocina, que da a la parte trasera de nuestra casa. Durante unos minutos dejo que mi mente tome el control. No da miedo reconocer que estoy asustada. Siempre me ha costado hacer amigos, y pensé que mi amistad con Layla iba a durar para siempre, pero parece ser que fui suficiente.

Noto la mirada de mi hermano sobre mí. A pesar de que con los mellizos me llevo los mismos años que con Cam, él y Liam siempre han sido mis mejores amigos. Tengo más confianza con ellos que con cualquier otra persona, incluso que con nuestra madre. Pero hay cosas que no quiero contarles aunque a ellos no les importe escucharlas, como me han dicho en más de una ocasión.

Cuando tengo mi café listo, me despido de papá que está intentando que Hannah se tome su desayuno. Al salir de casa me doy cuenta de que Cam y Liam, esperan al final de la escalera que da acceso a nuestra casa, en lugar de subirse al coche de mi hermano mayor. La casa de mi familia inicialmente era una especie de hotel de lo más coqueto. Pertenecía a unos amigos de mis abuelos, que cuando se jubilaron lo pusieron en venta al no tener hijos que se hicieran cargo del negocio. Mis padres se enamoraron de ella y ahora es nuestro hogar. Es inmensa; siete habitaciones, tres baños, sótano, y rodeada de jardín por todas partes. No cambiaría mi casa por nada del mundo. Adoro las tardes de lluvia, cuando cargada con una buena manta, un café y un buen libro, me siento en el porche trasero.

Tiene dos entradas, una lateral para los coches, que dan acceso a un pequeño aparcamiento lateral y por el que llegas al jardín trasero donde está nuestra piscina y la delantera, que al estar la casa en una pequeña colina, tiene una escalera que da acceso a la acera. Para mí es como vivir en una casa de cuento.

—¿Hoy no vamos en tu coche, Cam? —No da tiempo a que mi hermano me responda porque el Ford Bronco azul de Connor Sullivan, frena delante de nosotros.

Si antesestaba nerviosa, ahora creo que me tiemblan hasta las pestañas. Connor es elmejor amigo de mi hermano Cameron, juegan juntos en el equipo de hockey, y esun verdadero encanto, el yerno que toda madre querría tener. ¿Sabéis quienlleva enamorada de él desde que era una enana? No sé qué me gusta más si esosojos azules que me recuerdan a las aguas de un mar profundo, ese hoyuelo que sele forma en la mejilla izquierda cuando sonríe, o esa maravillosa sonrisa queme vuelve completamente loca. Quizá sea su manera de tratarme, tan dulce. Pero niyo soy para él, ni él es para mí.

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Espero que disfrutéis de esta historia tanto como yo al escribirla. 

La de la foto es Zoe.

Si quisieras, te bajaría la lunaWhere stories live. Discover now