Epílogo

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Thiago


El día siguiente fue duro... Tuvimos que empaquetar cada una de las cosas de mi hermana y guardarlas en cajas para decirles adiós. Mi madre se quedó algunas cosas, como su pijama, su peluche y seguramente otras cosas que guardaría en una caja para poder verlas siempre que se le hiciera insoportable echarla de menos.

Llevamos todo a la iglesia que estaba en la plaza central del pueblo y le dijimos adiós. Después, pasamos por el cementerio y le dejamos flores de colores sin poder ni siquiera hablar.

Cuando nos marchamos, me incliné y dejé una piruleta junto a las rosas.

—Para ti, Lu... —dije forzando una sonrisa—. Pero no te la comas hasta después de cenar.

Cerré los ojos y casi pude oírla reír como respuesta. Nunca me había hecho caso... Siempre que le daba una piruleta y le decía eso, me prometía que no se la comería, pero cuando bajaba a cenar tenía toda la lengua manchada de rojo.

No me quedé mucho tiempo, necesitaba marcharme y alejarme unas horas, estar solo y pensar... Tal vez me quedaría el fin de semana en Falls Church o iría a visitar a algunos de mis antiguos colegas de la universidad. Cualquier cosa con tal de salir de Carsville.

Cuando me senté en el coche después de despedirme de mi madre, miré hacia la casa de Kam.

Justo salía por la puerta y se acercaba hasta donde estaba mi hermano.

Se abrazaron y sentí una punzada en el corazón.

Sentí el papel arrugado de mi bolsillo, el mismo que le había quitado el día anterior en el castigo. Necesité volver a mirarlo... Como si no lo hubiese hecho ya montones de veces.

Alisé el papel y ahí estábamos los cuatro.

Taylor, Lucy, Kam y yo.

Era un dibujo de una foto que nos hicimos el día de su cumpleaños. Los cuatro sonreíamos felices y en él se veía que mis ojos buscaban los de Kam.

Ese día había planeado pedirle que fuera mi novia... Me reí solo de pensarlo. Novios con trece y diez años... Hubiese sido divertido.

Pero eso ya había quedado en el olvido...

Puse el coche en marcha y los miré por última vez.

Mi hermano apenas se giró, pero ella sí que me buscó con la mirada.

«Espérame, Kam... Espérame y el año que viene estaremos juntos...»

Eso había sido lo que le había querido pedir cuando la dejé en su casa la noche anterior.

Pero ¿a quién quería engañar?

Mi hermano se merecía a la chica dulce, divertida, guapa, talentosa e increíblemente inteligente que vivía en la casa de enfrente... Y ella se lo merecía a él.

A mí ya no me quedaba nada bueno que ofrecerle.
A mí... A mí ya no me quedaban fuerzas para poder luchar.

DÍMELO BAJITOWhere stories live. Discover now