Capítulo 3

24.2K 1.7K 645
                                    

KAMI

Aquel día no podía ser peor. Nunca pensé que volver a ver a Taylor y Thiago pudiese afectarme tanto, pero lo había hecho. Cuando salí del instituto horas más tarde todo el mundo hablaba de lo mismo: de lo guapo que era Taylor, de lo sexy que era Thiago y de lo tremendamente excitante que era tener a los hermanos Di Bianco caminando por los pasillos del instituto de nuevo.

Ni siquiera me enteré de lo de Thiago hasta que no choqué con él en el pasillo. Al verle de cerca me había quedado sin palabras. No me extrañaba que todas las chicas estuviesen como locas..., estaba guapísimo. Los años lo habían bendecido con un cuerpo espectacular y un rostro que muchos matarían por tener; aquel sentimiento que había empezado a surgir cuando aún era pequeña se avivó como un fuego abrasador cuando lo tuve delante. Su mirada, fría como el hielo, me dejaba claro que no querían verme ni en pintura, ni él ni su hermano, porque, aunque Taylor había coincidido en dos clases conmigo, había pasado olímpicamente de mí. Se había mostrado simpático con todo el mundo e incluso había vuelto a encontrarse con viejos amigos del colegio, que lo acogieron con los brazos abiertos, pero a mí ni siquiera me había sonreído, ni una sola vez. Eso dolía.

Durante la hora del almuerzo tuve que soportar cómo hablaba con todos y con todas y cómo a mí apenas me miraba. Los chicos del equipo de baloncesto eran nuestros amigos, solían sentarse en la mesa que había junto a la nuestra y, aunque las chicas solíamos ponernos en una esquina y ellos en la otra, aquel día todos hablaban con todos y Taylor era el centro de atención.

—¿Sabéis por qué han decidido volver? —preguntó Kate sin quitarle los ojos de encima a Thiago, que estaba sentado en la mesa de profesores con los cascos puestos y sin intercambiar ni una palabra con nadie. Taylor, por el contrario, seguía siendo el chico divertido y sociable que recordaba. Con todos menos conmigo, claro.

—¿Kami? —me preguntó dándome un codazo—. Eran vecinos tuyos, ¿no?

—Y lo vuelven a ser —contesté apartando la bandeja que había frente a mí sin ser capaz de pegar ni un solo bocado.

—¡Joder, pues tienes que contárnoslo todo!

—¿Contar el qué? —contesté fastidiosa. Aquel día no me salía ser simpática. Quería irme a casa y no pensar en nada más.

—Pues no sé, sé buena vecina y acércate a su puerta con una tarta de esas que te salen tan ricas.

Por un instante me imaginé haciendo eso mismo. Pasaría la tarde haciendo mezclas, mediciones, creando el color perfecto de glaseado para hacer la mejor tarta que me hubiese salido jamás. Iría a su casa y todo quedaría en el pasado. Comeríamos tarta, ellos me alabarían porque, no es porque la haga yo, pero mi tarta de zanahoria es la mejor del condado, y volveríamos a ser tan amigos como antes de que se marcharan.

Me dio tanta tristeza pensar que eso nunca iba a llegar a pasar que me levanté sin darme cuenta.

—¿Adónde vas? Aún queda media hora antes de ir a clase.

—Tengo que entregar unos papeles en secretaría... Os veo en mates.

Me marché de allí casi corriendo y me quedé el resto del recreo escondida bajo las gradas, dibujando.

Por suerte Taylor no estaba en matemáticas conmigo, él iba a la clase avanzada con el resto de los cerebritos que querían estudiar carreras como ingeniería o medicina. A mí por el contrario me iban más el arte, las películas, la música...

Por suerte, las últimas dos clases pasaron rápido y, como los entrenamientos de animadora no empezaban hasta el día siguiente, podía marcharme temprano a casa. Pero mientras me acercaba a mi coche, recordé que debía pasarme por el club para ayudar a mi madre con no sé qué estupidez. Saqué mi móvil del bolso y vi que me había mandado un mensaje.

DÍMELO BAJITOWhere stories live. Discover now