2. PERDIDO

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Un joven de pelo negro, complexión equilibrada con ojos verdes que en otra situación hubiesen inspirado confianza, ahora no emanaban más que desconcierto, miedo y angustia. Este se presentó con el nombre de Gilgamesh.

-Espera que? -Musitó el joven con cara sorprendida.

-Gilgamesh... -repitió el hombre para sí mismo interesado por tan extraño nombre. -Que nombre tan peculiar, sin ofender -aclaró soltando una pequeña risa.

-No, espere. ¡Ese no es mi nombre! -Exclamó confundido y algo enojado.

-Pero acaba de...

-Lo sé! -clamó irritado e interrumpiendo al hombre. -Pero mi nombre no es... ¿Gilgamesh? -el joven gimoteó mientras se apretaba la cabeza como intentando obligarse a hablar.

-Algunas veces las personas con amnesia dicen el nombre de una persona cercana creyendo que sea el proprio. -le explicó mientras ponía la mano en la espalda del chico delicadamente para calmarle. -No se preocupe, la memoria le volverá con el tiempo.

-No, no es... -susurró.

-Por ahora puede usar ese nombre, aunque si es muy peculiar. -ofreció una sonrisa alentadora mientras abría un armario cercano. -Use estas muletas para caminar. Vamos, la comida se enfría.

-Si... -afirmo desalentadamente mientras agarraba las muletas.

Encaminándose a la puerta sintió el flagelo que le provocaban sus heridas, al asomar su cabeza fue cegado por el azotante brillo del exterior; al forzarse a abrir los ojos se maravilló de la belleza observada.

Un bosque completamente inmaculado, la sensación era irreal. Había ya estado en otros bosques, pero este no podía paragonarse con esa maleza sin gracia; no sabia porqué el solo respirar ese aire lo hacia sentir mas ligero, la briza que acariciaba su piel, los colores tan vivos, cantos de aves que jamás había oído, el olor fresco y relajante del petricor le rezumaba recuerdos de su infancia que creía haber olvidado.

-De verdad este es un simple bosque? -pensó maravillado.

-Por aquí!

Despertando de su burbuja e olvidándose de su condición, dio un paso que le provocó gran dolor el cual por poco no lo derribó.

-¡Ah! -se quejó levantando la pierna y sosteniéndose las costillas. -Esto de verdad es horrible.

-Con cuidado, aunque puede moverse las heridas no desaparecerán fácilmente. -Siéntese. -Le ordenó el hombre mientras le ofrecía puesto en la mesa ya preparada para comer.

-Muchas gracias, señor.

-Llámame Fargan. -No tengo ningún problema con eso.

-No estoy acostumbrado a llamar a alguien mayor que yo por su nombre; ¿está bien si le digo señor Fargan?

-Que educado -mostrándose sorprendido. -Me parece bien, quiero presentarte a mi hija. Crishta, ven a conocer a nuestro invitado.

-Si... -afirmó mientras renunciaba a la seguridad de su escondite.

Mientras caminaba hacia ellos, Gilgamesh, no podía evitar notar los pequeños tropiezos que deba por culpa de su nerviosismo, tal era este que hasta evitaba ver directamente al joven herido; aunque de todos modos el aura tierna no la abandonaba.

-Ella es mi querida hija, se llama Crishta y tiene siete años -dijo cálidamente, arrodillado y con las manos en los hombros de su hija.

Era una linda niña de ojos celestes, labios rojizos y mejillas rozadas. Miraba a otro lado porque no podía sostener la mirada del que tenia delante, hacia su mejor esfuerzo para esconder el movimiento tembloroso de sus piernas, aunque no era suficiente; usaba un bonito vestido azul oscuro de mangas cortas y a pesar de parecer extraño tenía adjunta una capucha de color rojo que escondía su pelo.

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