Capítulo 4: Atrás en la culpa

12 4 2
                                    

Si ahora pudiera cambiarlo todo, volver atrás, Nadia habría aceptado, aunque hubiera significado vender su alma al diablo. Habría hecho cualquier cosa con tal de eliminar lo que había hecho y volver a estar con ellos, pero no podía.

Abrazada a su propio cuerpo en medio del concierto, Nadia pensó en cuánto se odiaba por haber aceptado aquella mano... Aquella mano que había cambiado todo.

Oh, cuánto la odiaba a ella también por ofrecérsela. Cuánto detestaba a Olivia por aquello. Si hubiera desconfiado... Las náuseas y la vergüenza se apoderaron de ella mientras retrocedía en su memoria.

Por unas razones u otras, aquel día estaban sola ella y Xenia. Los otros estaban enfermos o en el médico, pero la cosa se torció cuando su amiga la dejó sola cinco minutos. Mirándolo en retrospectiva, Nadia se avergonzaba por lo infantil de aquello, pero no había nada que hacer. 

Porque aprovechando su soledad, Olivia, una mocosa que se metía con sus amigos, se había acercado a ella a conversar.

Aunque la chica trató de cortar en seco aquello, Olivia siguió insistiendo. En algún momento de su diálogo, llamó raros a la pandilla. "No somos raros, solo diferentes", había replicado, a lo que Olivia se rió. "Ay, chica, qué equivocada estás. Ellos son realmente raros. Tú eres diferente: singular, sí, pero tienes potencial; ellos no". Nadia se había quedado helada, y no reaccionó hasta que Xenia volvió y espantó a la chica, que se fue no sin antes guiñarle un ojo, dejándola sorprendida y pensando en ello. ¿Potencial? ¿Diferente? ¿No rara?

Día tras día, la situación se fue repitiendo. Pequeños guiños, bromas, risas, chistes y demás en los que la incluía se fueron sucediendo. Por la complicidad con que la trataba, Nadia empezó a pensar que no era tan horrible, y hasta le caía bien. A veces sacaba el tema inocentemente en las conversaciones con los del S-Team. Ellos se ponían a la defensiva y actuaban extraños. Criticaban y se quejaban de Olivia, y Nadia empezó a molestarse. Lo que les había hecho no sería tan malo.

Así, un día se quejó con Olivia de sus críticas. "Qué hipócritas", le había dicho, aunque no parecía para nada molesta. Cuando le preguntó la razón, tan solo hizo un gesto vago con la mano, restándole importancia. "Llevas ya un año aquí", le había dicho Olivia. "Pero apenas conoces a gente, apenas has socializado gracias a tu querido grupito". A punto estuvo de decirle que el "grupito" se llamaba "S-Teams", pero se calló, por miedo a lo que pudiera decirle. "Te ayudaré a socializar, a hacer más amigos. Amigos de verdad", prometió. "Y pronto, muy pronto, descubrirás que hay personas en este instituto mejores que otras. Yo podría enseñarte a diferenciarlas", dijo, tendiéndole la mano.

Si Nadia hubiese sido más lectora, si hubiese visto alguna película, quizá hubiera sentido reticencia por la cita y se habría alejado. Pero apenas hacía otra cosa más que dibujar desde que el S-Team la había animado a que lo hiciera, y aceptó.

Si Nadia hubiese sabido que Jaz estaba tras ella, si hubiese notado su presencia antes de que al pobre se le cayera el vaso con el café que le traía como regalo para animarla por su tristeza continua de los días anteriores, quizá nada de eso habría pasado.

No le había dado importancia aquel día: ¿qué le importaba a Jacinto con quién se juntaba? Si fuera un buen amigo, se habría alegrado de ella por tener más gente con quien hablar.

Pero al tiempo se dió cuenta de que, no solo Jacinto, sino todo el grupo la evitaba. Cuando habló con el chico sobre ello, le acusó de tratar de separarlos de alguien por algo. Celos, envidia, ¡qué sabría ella! Pero no tenía nada en contra de Olivia que ella supiera, ¿por qué razón se comportaba de esa manera? Jaz se le encaró, y demandó una razón por la que pensara así. Solo le pedía una. Cuando Nadia no supo contestar, le dijo si alguna vez se había preguntado cómo había conseguido tan rápido el psicólogo al que iba y que habían estado pagando entre los dos, si alguna vez se había preguntado cómo es que sabía tanto de bulimia y anorexia, si alguna vez se había preguntado cómo es que él había acabado siendo un raro, un marginado y con pocos, aunque tan buenos amigos.

Nadia tan sólo miró cómo su amigo se marchaba con lágrimas en los ojos. No le preguntó, pero no hacía falta: ya había entendido que él había tenido el mismo problema que ella, causado por, no algo, sino alguien.

Nadia al principio no habló con Olivia de aquello, pero poco a poco, su salud empeoró. Lo poco que comía era expulsado después, pero no por gusto, sino porque no se veía capaz de ingerir ningún alimento con toda la pena que llevaba en su cuerpo.

Sus padres notificaron el problema y empezaron a vigilarla más atentamente. Revisaron sus mensajes y se dieron cuenta de que era causado por una discusión entre un chico, Jaz, y ella, al que todos los días le suplicaba perdón. Él nunca contestaba, y llegaron a la conclusión de que era una mala persona que le hacía sentirse de aquella manera.

Y enviaron solicitud a su nuevo y último colegio.

El último día, Nadia habló con Olivia sobre lo de Jacinto. La chica esperaba molestia, indiferencia fingida quizá, pero no que con una expresión demoníaca le dijera: "Bueno, total ya te vas a ir... Sí, ¿qué esperabas? Era un idiota al que todos querían, yo solo quería lo mismo, así que le quité su popularidad a base de mostrar cosas... Vergonzosas sobre él. Habíamos sido buenos amigos antes, ¿sabías?". El horror de Nadia sólo aumentó cuando escuchó eso.

Cuando acabó de hablar, el timbre de salida sonó, pero Nadia, en lugar de ir hacia la puerta, corrió contra la corriente de alumnos que iba en dirección contraria. Una profesora la encontró cuando estaba a punto de llegar hasta Jacinto.

"¡¡Lo siento!!", chilló desesperada, mientras se retorcía del amarre de la bienintencionada mujer. "¡¡Jacinto, lo siento mucho!! ¡¡Chicos!!".

A la salida del colegio le esperaba una regañina de sus padres por aquello. Le dijeron que debía pasar página, que ese chico solo le había hecho daño y que por él se estaba cambiando de colegio. Ella solo les suplicó ir a verlos, volver hacia el edificio de su instituto para despedirse aunque fuera, pero ellos, tratando de ayudar, pero con enfado, no solo le prohibieron hablar con ellos, sino que eliminaron sus contactos de su móvil de manera irrecuperable, no sin antes bloquearlos.

Se había pegado varios días sin apenas probar bocado, sin mirarles a los ojos, ni siquiera a la cara. Porque ¿qué decirles, excepto que de no ser por ellos quizá no estaría allí?

El dolor, físico y psicológico, de Nadia era insoportable.

Pronto dieron las doce, indicando que el día había acabado, y que, por tanto, era Navidad.


Nota del autor:

¡Hola a todxs de nuevo!

Lo primero, agradecer a los que habéis seguido este relato y haberle dado una oportunidad :) Espero de veras que os haya gustado hasta ahora.

Y, lo segundo, solo advertiros que mañana no publico...

No creáis que es por ninguna razón, ¡para nada! Simplemente, pretendo publicar el último capítulo el día de Nochebuena. Un regalo para vosotros, por haberme acompañado en esto ;)

¡Muchas gracias y felices fiestas!

Navidad en "familia"Where stories live. Discover now