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"Cinco minutos bastan para soñar una vida entera, así de relativo es el tiempo"


El péndulo se mecía suavemente, marcando un silencioso compás en la monotonía de la vida del reloj. Había visto cómo la vida pasaba frente a sus esferas, sin otro qué hacer que ser puntual y marcar su compás. Había acompañado a sus dueños en sus idas y venidas, viendo cómo sus vidas daban vueltas y vueltas; casi tantas como las de sus manecillas. Pero, como toda melodía, llegó a su fin; y el suyo se marcó con una solemne campanada. El péndulo dejó de mecerse y sus manecillas de girar; su tiempo se detuvo, pero la vida no decidió parar.

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