27 de noviembre de 2014

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Las noticias me dejaron petrificada, con la mirada fija en aquella inmensa pero insignificante pantalla. Sentí terror, escalofríos, emociones que no podía ni describir. Aquella gente, huyendo, cuyos rostros no expresaban más que espanto me dejaban la piel hecha escarpias. Me levanté del sofá, aún con la angustia que recorría mi cuerpo y caminé a paso ligero hacia el teléfono, que en pocos segundos ya contorneaba con mis delicados dedos. Actué rápido, marcando a gran velocidad el número de teléfono de mi hermano, me mordía las uñas, presa de los nervios hasta que alcancé a oír el sonido de una alarma. Me estremecí, volteando mi cuerpo con delicadeza, hallando al fin el causante de tal ruido. «Oh, mierda» pensé, boquiabierta. Pude distinguir la figura de un teléfono móvil, no más grande que la palma de mi mano, tumbado en el lateral de un sillón. Golpeé la mesilla en la que se posaba el teléfono, furiosa y tratando de pensar con claridad, apartando un mechón castaño de mi cara. No me rendí, a pesar de que me temblaban las manos, conseguí marcar correctamente el número de mi madre. En aquellos instantes, el contestador era uno de mis peores enemigos.

Suspiré, escuchando por fin la casi inaudible voz de mi madre, algo que por dentro conseguía tranquilizarme.

-¿Mamá? ¿Qué está pasando y Matthew? ¿Dónde está? ¿Y tú? - alcancé a decir con voz acelerada y apenas sin aliento.

-Tranquilizate, Matthew está aquí, conmigo -contestó, mientras yo insistía en seguir hablando, lo cual fue inútil, pues de inmediato mi madre me interrumpió

-Estamos en la cafetería de siempre -sentenció.

No podía pensar con claridad, aunque lo intentara, no podía, los nervios podían conmigo. En mi rostro se dibujó una delicada mueca de amargura.

-Vale, e-enseguida salgo -finalicé, no convencida completamente.


- Cafetería de siempre, cafetería de siempre ... -daba vueltas por todo el piso, con la esperanza de que algo me hiciera recordar aquella cafetería, la puta cafetería de siempre ... Me encontraba allí, mirando a la nada, golpeando suavemente la superficie con la suela del zapato, mientras una insignificante parte de mí se dedicaba a pensar, pensar en la mierda de ... Levanté la mirada de golpe, dirigiéndome a gran velocidad a la salida, agarrando las llaves del coche, las cuales permanecían inmóviles en un pequeño cuenco junto a la puerta. A su misma vez, agarré con fuerza una chaqueta que colgaba del perchero. Con un veloz movimiento de muñeca alcancé abrir el pomo de la puerta y corriendo a zancadas hacia el diminuto y estrecho ascensor. Pulsando el botón "-1" que contenía la cajetilla de dicho elevador, comenzó a bajar con un movimiento brusco mientras yo me apoyaba en la puerta de este, dispuesta a salir lo más rápido posible de tal aparatejo.

Cuando llegué ni siquiera me preocupé en si algún vecino me atropellaba por andar corriendo en medio del garaje, en realidad, en ese momento no se me pasó ni por la cabeza tal situación.

Cuando pude distinguir la figura de un ford gris no lo dudé, apreté bruscamente el botón que contenía el llavero y contemplé como unas luces intermitentes tanto delanteras como traseras iluminaban el triste e inhóspito aparcamiento, junto con un pequeño "beep, beep" que hizo eco en toda la sala. Aparté toda la mata de pelo que tenía en la cara, mientras introducía la llave en la ranura que se hallaba bajo el volante. Los nervios me hacían pasar una mala jugada, mis manos empezaron a sudar desmesuradamente, mientras que mis piernas se encontraban totalmente paralizadas. Procuré calmarme «Cait, tranquilízate» supiro «He hablado con mamá, Matthew está con ella y parecía relajada. ¿De que tengo que preocuparme» De las noticias, de aquello me preocupaba, esa gente huyendo, despavorida, sin rumbo, con aquellas miradas en sus rostros, miradas que no expresaban nada, tan solo un inmenso vacío.


[...]


Cuando por fin vencí mis nervios y salí del garaje, no paré de apretar el acelerador. Me preocupaba el hecho de procurar algún accidente, por lo que mi mirada estaba totalmente fija en la carretera. Una carretera la cual no parecía tener fin, la angustia se apoderaba de mi poco a poco, la claustrofobia era algo contra lo que no podía luchar, maldito coche de tres puertas.


A lo lejos distinguí la cafetería. A pesar de haberme saltado un semáforo y dos ceda el paso, conseguí salir ilesa de mi conducción temeraria. Aparqué el coche de mala manera e incluso antes de frenar completamente ya estaba abriendo la puerta del vehículo para salir. Corrí hacia la puerta de la cafetería, abriéndola apresuradamente y vi a ambos, a mi hermano y a mi madre tomando un café mientras observaban las noticias en una microscópica pantalla rancia y mohosa. Suspiré aliviada y me dirigí hacia ellos.

- No volváis hacerme esto, por favor - dije casi hiperventilando mientras abrazaba a mi madre.

- No te preocupes cielo - me dio uno de sus cariñosos besos en la frente y luego abracé a mi hermano

- Siéntate. ¿Quieres algo? ¿Un café? - preguntó el. Negué ante lo del café pero en cambio le pedí si podría traerme un vaso de agua, a lo que asintió y caminó con paso firme hasta la barra.


-Mamá ¿Qué hacéis aquí? - pregunté y di un trago al vaso de agua que acababa de posar Matthew sobre la mesa

-Deberíamos estar en casa. ¿No has visto las noticias? - suspiró y dio un trago a su café, al final fue mi hermano quién contestó así que no aparté la mirada de él

- Cait, el peor lugar en el que podemos estar ahora mismo es en casa. ¿No te das cuenta? ¿No dices haber visto las noticias, todas aquellas imágenes? -no entendía a lo que se refería, me encogí de hombros y fue señal suficiente para que siguiera con la explicación.

-He cogido todo lo necesario - miro la mochila que estaba en el suelo, no me había fijado en ella cuando entré -Si nos quedamos encerrados en el piso, al salir nos encontraremos con esas criaturas, con todas las personas que hayan muerto en el edificio y serán muchas Cait - seguía sin entenderlo. ¿Personas que hayan muerto? ¿Y qué peligro supondrían? Están muertos

- No ... no te sigo Matth ... - contesté con voz cansada e inaudible.

- Cait. No se que habrás visto en la televisión, pero no estamos seguros aquí - No podía llegar a entender nada de lo que decía, sus palabras parecían siempre tan convincentes que me provocaban terror

- No puede ...

- No puede ser, lo sé, yo pensé lo mismo pero no es momento de seguir hablando, de verdad que no. Lo mejor es que salgamos de la ciudad, buscar un lugar antes de que esto vaya a peor, las ciudades serán las primeras en caer - miré a mi madre pero ella tan solo asintió, apenada. Empezaba a ver todo aquello con más claridad, pero aún no podía creerlo. Mi hermano se levantó, seguido de mi madre y luego de mi.

-Espera Matthew, estoy segura de que todo esto es una paranoia tuya. Estás generalizando, enserio. ¿De verdad es para tanto lo que quieres decirme?

Me agrró bruscamente del brazo, le lancé una mirada de asco por hacer aquello y volvió a hablar.

-Esas personas que has visto en las noticias no son personas -suspiro, como si todo aquello no me importara y convenciéndome a mi misma de que se está inventando gilipolleces. - Están muertos - a pesar de mi suma tranquilidad, esto último no me hizo nada de gracia.


My last memoriesWhere stories live. Discover now