Normal

42 8 11
                                    

--Mierda... me destrozó-- Pensé mientras bebía un trago amargo, y un poco de whisky.

El insomnio había subyugado mi intimidad por tercer jueves consecutivo. Mis párpados se sentían esclavizados;
a la vez que una respiración, rústica en suspiros entrecortados, calmaba la ansiedad de una ausencia incompleta.

...

Espinas en pensamientos y emociones imperfectas usurparon mis sábanas. Cada cambio de lado movía un pesar interior, imitando la herropea de un condenado.
Incontables letras desprovistas de poemas y renglones, susurraban entrometidas la causa de mi ebriedad...y mi muerte.

No resistí más.
Así que bebí hasta apaciguar sus voces.
No funcionó.
Volví a beber.

...

Un asalto (homicidio) a "bizcocho armado" fue el veredicto del corazón.
Sí. Suena tonto. Lo fui.

Una lata de sardinas había sido la asignada al caso.

Los escenarios y testigos del crimen esa noche, se excusaron escépticos detrás de unas bromas y dulces, y roces, y conferencias...de versos... húmedos...
Sin querer queriendo, me había metido en un gran poema.

...

Dejó pistas, sí...
y huellas... y un desastre sin precedentes... Tardaría meses en reconstruir mi suciedad.
Mi pocilga se notaba vacía.
Faltaban piezas y desorden.
Me sentía enfermo, inútil.
Podía percibir a ratos, incluso, los hilos hipócritas de un Dios bipolar orquestando el diseño de episodios inmarcesibles a pie de reloj... ¡Maldito viejo!

...

Fue ella.
Así, sin verbos conjugados ni adjetivos antepuestos a su rostro.
No tenía dudas.
...

Sí.
Un desvelo de ojos negros y esencia almibarada, hospedó su etéreo descanso a mi lado esa madrugada.

No pregunten.
Ni yo sé cómo terminé en la habitación #10.

Recuerdo el raciocinio claudicando ante la decadencia.
Infinidades de epítetos, y profecías y coplas buceaban en mi cerebro al compás de su respiración...y mi apnea.
Fue perfección, aún estando vestida.

...

El tiempo se estacionó en la nívea piel de sus mejillas.
Podía transcribir, sin inexactitudes históricas, la autobiografía de cada segundo fallecido en caricias por su espalda, y cintura, y alma.
No deseaba desnudez.
No esa noche...No en ese instante.

...

Quería empaparme en su tiempo; y escuchar sus sueños e inseguridades mientras los hacía míos, al menos por unos ratitos.
Deseaba fumar de ella,
y buscar heridas y lunares; fotografiar
su sonrisa cuando narraba su galería de momentos; quería su música y sonido... su arte de existir.

...

Y nos dieron la doce y la una,
las dos y las tres... Y terminamos bajo la manta. La abracé por detrás... y fue entender, que la poesía, para ser poesía, no necesitaba ser escrita.

...

Miles de perfumes policromados inmolaron los pocos pensamientos lúcidos aún existentes en mí.
Era cálido. Sinestésico. Me sentía seguro. Lucía como el sitio perfecto a dónde ir cuando el diablo tocase mi puerta.

...

Dormimos así como una hora, y de cierto modo, fue mejor que haber hecho el amor.
Poco a poco, a un tic-tac maldito y uniforme, el alba removió emociones al despertador, dictaminando la génesis de una nueva fecha...

...

Debía marcharme.
Parecía fácil...y lo fue.
Era raro.
Las despedidas nunca lo son.
Tomé mi abrigo. La besé en la frente y atravesé la puerta. Miré hacia atrás. Seguía casi dormida.
Revisé mis bolsillos, y mi cartera y mis llaves en la salida del pasillo.
Todo figuraba en orden.

Llegué a casa el viernes y me senté a crear.
...
Y ahí entendí.
No estaban.
Había caído como un niño pequeño aprendiendo a andar.
...
Me lo robó todo... ¡Dieciséis poemas sin copias! ¡Y mi alma!
¡Joder! ¿¡Saben lo que cuesta escribir todo eso!?
¡Se hubiese llevado mi dinero o mi anillo pero no mis poemas! Y lo otro tampoco.

Registré en cada cajón de mierda, en mi vacío, en mis métricas y predicados. Nada.
Solo quedaba un desvelo, un beso marchito y una botella de whisky.

...

No podía hacer mucho.
Estaba jodido.
Bebí... y rompí mi promesa de no escribir sobre ella... Aunque supongo que estaba sobrio cuando lo dije.

Motivos de Sombras Where stories live. Discover now