Café con Miel

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Recuerdo el día.
Casi no desayuné.
No existía...y el apetito tampoco.

Deslicé la comida al perro mientras le decía a mamá que todo estaba delicioso.
La invitación del arrepentimiento estaba sobre la mesa. De sello un beso marchito.

Había llegado hacía unas semanas, o meses. No recuerdo bien.
El alcohol coloreaba garabatos en el calendario cada noche.
Los tragos gritaban en agonía su nombre.
Era renacer cada mañana dispuesto a morir abrazado la barra noctámbula.

No existía el tiempo.
Mucho menos el futuro.
Solo quedaban recuerdos estancados, amarillos en polvos de óxido mecánico.
Las manecillas se habían obstruido por aquel último beso en la frente.

No quería ir.
Solo arruinaría la atmósfera.
Quería verla, besarla por última vez con la mirada...a lo lejos...como siempre.

Incluso sentados en la misma mesa, siempre estuvimos en diferentes épocas y galaxias.
Ella me miraba como todo...y yo como algo.

Eran esos labios que no te dejaban despedirte al trabajo.
Devoraban tu alma en besos, estampando su firma en una carta remitida al arcoiris.
Pero mis ojos solo veían en blanco y negro.

Tomé la chaqueta llena de cenizas fúnebres y caminé hasta el cementerio.

No entré.
Estuve quieto en una esquina observando la velada.

Todos estaban en el jardín.
Podía escuchar las risas adornadas en hipocresía de las señoritas.
Fragancias carentes de besos genuinos en los cuerpos que habitaban se repartían en el verde terreno.
Era un cliché de ensueño.

Los niños correteaban ríendo por mi lado.
Creí que se burlaban de mí:
un bufón con orgullo estropeado, vestido en actitud patética.
Era un domingo en la tarde.
Era mi muerte.
Permítanme vestir así.
¡Maldita sea!

Las copas impactaban entre sí sus débiles cuerpos, humedecidas, goteando por la fría champagne. Era erótico.
Sonidos de armonía y deseos falsos coqueteaban los oídos de los invitados.

Una señora acariciaba con un pañuelo las esquinas de sus ojos.
Las lágrimas y el rímel no se hablaban, y mucho menos en fiestas.
La melancolía la había abrazado como una vieja amiga.
Recuerdos enterrados parecían invadir su frágil miocardio.
El banquete, los votos, aquella noche, él. Eran memorias envenenadas en el sabor afrodisíaco del pasado.
Era un abismo vicioso dónde el futuro no existe y el presente se dedica a aferrarse a un pretérito imperfecto con momentos de éxtasis. Era definir el tope de felicidad subyugado a una tumba del calendario. Me reía irónicamente de mi propio estilo de vida.

Unas rosas blancas se enraizaban en las columnas del Beso de Cupido. Otras, se enamoraron en los broches de los caballeros cercanos al altar, vigías de mi ejecución y espectadores de lo que consideraba un teatro hundido en mi sarcasmo y dolor.

Las damas, con sentimientos y rostros igual de maquillados, se miraban con envidia.
Maniquís movidos por joyas y promesas.
Mentes simples, guíadas por sus horóscopos en busca de una felicidad depositada en tarjetas de créditos y vacaciones paradisíacas.
Eran amores de un dólar que no valían un centavo.

Una alfombra blanca algo despreocupada expandía su cuerpo por toda una ruta, la cual, al unísono de una orquesta, comenzó a sentir pasos tímidos en su espalda.

Sí...era ella.

No podía explicar como lucía. Describir sería una condena injusta al límite.
Definir tal paraje, tan solo le restaría belleza y perfección.
Se veía incluso más hermosa que desnuda y follada en las mañanas o preparando el desayuno vestida con mi playera al ritmo de Elton John.

Jamás olvidaré esa sensación.
Era la muerte jugando a la ruleta rusa con mi corazón, prisionero suicida de una guerra perdida.

Cada paso desaceleraba el tiempo,
marchitaba las nubes,
angustiaba al suelo,
entristecía las flores...era un apocalipsis en disfraz de boda.

Sus miradas, su sonrisa, su ilusión,
fracturaban en fragmentos infinitos el mosaico de nuestro pasado.
Miles de piezas de formas ambiguas se repartían en cada uno de mis fallos detallados por fecha, acción, dolor y decepción.
Era evidencia del homicidio premeditado del que fui autor.

Creí que me buscaba, quise verla perdida aunque fuese por un instante imperceptible de duda.
Sin querer aceptar ser el único náufrago en pleno desierto.

Ya era demasiado tarde solicitar ayuda a Dios. Solo pedía en súplicas desesperadas no escuchar la respuesta mientras sus manos se hospedaban cálidamente en otras.

Lentamente sus labios comenzaron a moverse. Solamente serían locutores de la utopía que sus pupilas recitaban al observarlo. Extrañaba esa mirada, profeta de un amor puro, sin manchas ni filtros vintage.
Era inverosímil a mi ser que jamás la volvería a sentir dedicada a mí.

Quise gritar. Quise ser egoísta. Siempre lo fui...por eso la perdí.

Me quedé en silencio, agonizando.
Ella no merecía manchar su vestido con mi sangre de bohemio arrepentido.
Ya había clavado demasiadas espinas en su corazón. No más. Romper a quién solo me reconstruía, fue el peor de mis pecados.

Un "acepto" sentenció mi muerte.
Los aplausos llovían junto a pétalos perfumados. Otros más tradicionales, lanzaban arroz sobre los protagonistas. Yo, solo pude obsequiar un suspiro derrotado a la distancia.

Y así fue...
Han pasado 37 años desde que la vi comprometerse a alguien más... y aún extraño sus mañaneros... abrazos, las caricias y "Te amo" sin restricciones cuantificadas.
Cada verso y poema que su cuerpo me componía, cada tarde de terraza en el columpio imaginando un futuro señalando al cielo, acariciando su cintura, oliendo su cabello...

A veces la espero... otras también.
Hoy... miro su foto mientras sueño despierto...culminando siempre mi delirio psicodélico hundido en el sabor del perfecto café con miel que sus exquisitos labios dejaron en la tonalidad de un beso...extraviado en mis recuerdos.

A los lectores:

Primero que todo quería disculparme por tanto tiempo sin actualizar. Han sido unos meses algo complicados tanto en mi país como en casa.
Además estoy trabajando en una pequeña historia y se ha llevado la mayor parte del poco tiempo que dedico a escribir.
Sobre el poema quiero decirles que lo escribí hoy mismo, sin inspiración. Solo fue puromas ganas de escribir. Han sido unos meses algo monótonos.
Sé que estoy lejos del nivel que merecen, así que trataré de seguir mejorando gracias a sus consejos.
Espero que en mensaje que les quise transmitir os haya llegado. Valoren los detalles, los esfuerzos, el tiempo, la atención, antes de que alguien más lo haga por ustedes. Su sinceramente suyo F3Myers

Motivos de Sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora