4: Artista callejero.

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—    ¿Crees que lloverá? —preguntó el artista mirando con temor el cielo, como si fuera un gato.

—    Seguramente si dibujas un par de gotas en el cielo, entonces lloverá. —respondí enfadada.

Cuando le pregunté a Liam quien era en realidad, el solo se limitó a sonreír y a responder «No lo sé, ni me interesa saberlo»; estaba segura de que él sabia lo que era y no me lo quería decir.

—    Posiblemente. Oye, ¿hoy quieres salir? —dijo mientras se giraba y me miraba con sus ojos color esmeralda.

—    ¿Me estás invitando a salir? ¿Por qué?

—    Desde mi ventanal, mientras pinto, siempre veo a las personas salir acompañadas… se divierten. —susurró mientras observaba el cielo.

—    ¿Nunca has salido con alguien de paseo? —pregunté confundida..

  La sonrisa que esta vez apareció en su rostro era honesta y sensible.

—    Cuando era pequeño, estaba tan concentrado en la pintura, escritura y dibujar que… al no encontrar a nadie que compartiera tanto deseo por esas cosas, me fui quedando solo. Aunque las chicas se acercaran a mi solo por mi físico, yo sentía que estaba casado con la pintura y no mantuve ninguna relación.

Liam, vivia por y para la pintura; lo demás no importaba nada. Tal vez, ese enorme deseo hizo que pudiera pintar cosas y hacerlas realidad cuando el quisiera. Tal vez, esa habilidad que tiene ahora, la pagó con toda su vida de soledad, donde su mundo solo es él y la pintura.

—    Sabes Liam, deberías apreciar un poco lo que hay a tu alrededor. No todo en la vida es pintura. —susurré observando su gran ventanal.— Solo debes encontrar a esa persona indicada que te haga sentir, como te hace sentir la pintura.

Me observó nuevamente, se sacó la boina azul de punto, que se había puesto y  me la puso en mi cabeza; sonrió y se levantó del suelo.

—    Me baño y salimos, te invitaré a un café. ¿Lo aceptarás?

—    Encantada.

  El caminó descalzo hasta su  baño, esquivando cada uno de los tachos de pintura y cuadros que estaban en el piso de madera flotante. Luego de unos minutos, después de bañarse y cambiarse, él apareció en la sala principal con una remera manga larga blanca; unos jeans grises y oscuros y unas zapatillas negras que le hacían juego con una boina de lana de punto que tenia, esta era ensanchada en la parte de atrás.

   No podía negar que era realmente guapo y mas cuando no tenía tanta pintura en su rostro; sus ojos verdes brillantes y su cabello color negro azache hacen que me sonroje de alguna manera.

—    Lamento que siempre me veas manchado de pintura. ¿vamos? ¿o quieres cambiarte?

—    No, así esta bien. —negué con la cabeza. —vamos.

 Mientras caminaba por la ciudad, me sentí algo celosa al ver que Liam llamaba demasiado la atención por su belleza. Él tampoco disfrutaba mucho que lo vean, es demasiado tímido.

   Me agarró de la mano firmemente como si fuera un gato cuando lo están a punto de bañar, supongo que no acostumbra tampoco a salir solo por las calles de Londres.

—¿Tengo algo en el rostro que me ven tanto? —me preguntó al oído, preocupado.

Solté una risita.

—    Tranquilo que no te miran por eso.

—    Comprendo. —dijo mas aliviado.

Por las calles había un chico de nuestra edad sentado pintando paisajes, vendía y sorteaba sus cuadros mientras las personas hacían un circulo alrededor de él para admirar como pintaba. Liam, al verlo formo parte de el público que lo miraba y pude ver como observaba detenidamente, como un niño observando a su compañero jugar videojuegos.

  Justo cuando nadie decía nadie, y todos se dedicaban a admirar; Liam fue el que primero abrió la boca.

—    Las luces en esta pintura están mal colocadas, debes observar la dirección de los rayos del sol. —comentó señalando el cuadro, donde el chico había pintado un bosque.

El muchacho se giró para ver quien era el que había opinado sobre su obra y cuando lo vio a Liam, se levantó de su pequeña banqueta y lo miró.

—    No se qué opinas, este cuadro esta perfecto y mi profesor lo miró detenidamente. Me dijo que no poseía ningún error.

—    Pues tu profesor no será un buen profesor, porque hasta la perspectiva es bastante mala como para venderlo.

Y allí estaba la honestidad de Liam, siempre te decía las cosas de frente cuando se trataba de pintura o dibujo, no le importaba como te cayeran las cosas. El muchacho rubio y de ojos color ámbar lo observó con mala cara, se notaba que el comentario de mi artista le había caído bastante mal.

—    Entonces, si criticas tanto. ¿Por qué no vienes y pintas algo, señor correcto? —dijo el chico entre dientes.

—    No tengo porqué pintar aquí si solo estoy opinando algo como parte del público.

—    ¿No ves el esfuerzo y la dedicación que le he puesto? ¡Me paso cuatro horas con cada pintura!

Decirle eso a Liam era como decir “estudié media hora para el examen, es mucho” y compararlo con tu compañero que dice “estudie tres horas para el examen, es poco”; sin duda Liam se quedaba mas de cuatro horas con cada pintura.

—    ¿Quieres que pinte? Tan solo dame un pincel y un cuadro en blanco.

—     Esta bien.

El muchacho le dio sus herramientas y él se sentó en la banqueta, comenzó a trazar líneas como si fuera un compositor con su piano; sus pinceladas eran tan suaves, rápidas y delicadas que te sorprendías con tan solo verlo.

   Con el paso de los minutos, el público y el otro chico se habían quedado con la boca abierta; sin duda, el sabía que estaba pintando pero no era consiente de que todos lo mirábamos; desde el momento en el que se sentó en ese banco, Liam se fue a otro mundo.

  Cuando dio la obra por terminada, él se levantó del banco y mostró la pintura, era el big Bang. El público no tardo en mostrar su admiración y los aplausos poco a poco se fueron escuchando en todo el lugar.

—    ¿Realmente, usted quien es? ¿es algún pintor extranjero? —dijo sorprendido el muchacho.

—    Solo soy yo. —susurró con una sonrisa. ¿Vamos Ada?

 Una mujer de veinte años se iba haciendo paso entre el público mientras gritaba —¡Espera!—.  Una mujer de cabello color dorado y ojos celestes que llevaba un apretado vestido negro, que marcaba su exagerada cintura.

—    Compraré esa pintura. Ponle un precio.

—    ¿Ah? —dijo el confundido.

—    Compraré tu obra de arte.

—    Lo siento, pero este cuadro es para Ada. —dijo mientras agarraba el cuadro que el había pintado y me lo ponía en mis manos.

La mujer se quedo estupefacta y aún no reaccionaba, ningún chico de su edad le había dicho que no le vendería un cuadro; no podía creer que en vez de ganar dinero se lo había dado a una chica.

—    Esta bien, entonces dime donde puedo visitarte para ver tus otros cuadros.

Liam le había dado la dirección de su departamento y luego me había llevado a un café francés que había en la zona. Cuando entré todo estaba decorado de una manera encantadora y se notaba el toque francés por los miles de cuadros con fotos de Francia.

—    Discúlpame Ada, siempre termino metiéndote en temas de arte. —dijo preocupado mientras observaba la pintura apoyada en el asiento que estaba al lado mío.

—    Mientras no me metas en temas de la mafia todo esta bien Liam; me gusta verte pintar.

—    A mi me gusta como me ves pintar. —dijo con una sonrisa.

La musa del artista.Where stories live. Discover now