Capítulo 53

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SED DE VENGANZA: 

Estoy familiarizada con los villanos que viven en mi cabeza, me ruegan para que no los mate aunque ya esté muerta. Soy más grande que mi cuerpo, más fría que esta casa. Soy más malvada que mis demonios, más fuerte que estos huesos. Y todos los me niños gritaban: "Por favor, para, me estas asustando". No puedo evitar ocultar esta horrible energía. Joder, tienes razón, deberías tenerme miedo. ¿Quién tiene el control?


—¿Entonces qué sugieres que hagamos? ¿La buscarás con tu novio más tarde o nos sentamos a esperar? —preguntó Katherine a mi lado, quien de forma descarada miró a nuestro alrededor.

Esa mañana me encontraba sentada en mí pupitre del salón de clases, esperando por la llegada del profesor quien extrañamente seguía sin aparecer.

Le hice una señal a Kate con el dedo para que dejara de hablar, a pesar de que no me podía concentrar en la conversación no la quería escuchar diciendo cosas como esas en medio de la clase. Los siguientes días luego de la fiesta de Halloween transcurrieron con una extraña tranquilidad que me erizaba la piel. Félix me seguía manteniendo informada sobre los escasos mensajes que recibía por parte de Sidney, quien seguía sin aparecer.

Pensaba en ella y en su hermana con regularidad, preocupada por lo que pudieran decir o hacer, ya que ninguna de las dos me lo iba a dejar fácil. No era una tarea sencilla y no iba a respirar tranquila sabiendo que seguramente estaban planeando una satisfactoria venganza contra mi hijo.

Por el momento mi riña no iba a estar dirigida hacia Sidney; mi problema era con Samantha, a quien quería asesinar si no decía la verdad, por lo que debía dejar a la primera tranquila si quería concentrarme en la segunda.

Cuando volví a centrarme en Katherine, ya que llevaba rato divagando en mis pensamientos, me di cuenta de que su mandíbula se encontraba abierta y sus ojos expectantes ante la multitud de personas estaban de par en par.

Todos se abrieron camino vociferando y dejaron que un repartidor vestido de azul se acercara por el pasillo hasta nuestro lugar. Entre sus manos llevaba un jarrón de cristal con una gran cantidad de rosas blancas sumergidas en agua.

—¿Alguien de ustedes es la señorita Becker? —preguntó el repartidor, parado en medio del salón.

Con rapidez me señalaron y tuve que asentir con la cabeza para no quedar mal.

Después de eso este extendió una libreta donde tuve que firmar.

—¿Podría decirme quien envió esto? —me dirigí ante él, llena de curiosidad.

—Disculpe, señorita, pero no poseo tal información. De todas formas puede consultar la tarjeta que envía la floristería y comprobar.

No tuve tiempo de preguntar más nada, ya que a una velocidad casi sobrehumana el repartidor colocó sobre la mesa las flores y luego se giró sobre sus talones como si estuviera huyendo.

Con el rostro pálido saqué la nota que estaba pegada a uno de los tallos y le lancé a Katherine el jarrón sobre el regazo. Después de eso me puse de pie para recoger mis cosas y salir del aula antes de que comenzaran las clases.

Me temblaban las manos y necesitaba tomar aire para poder pensar.

Era la segunda vez que recibía dichas flores. Rosas blancas que me estaban robando el aliento y que no me dejaban respirar. Tal vez era obra de Samantha, me estaba jodiendo la psiquis para frustrar mi vida como le encantaba hacerlo, aun así no tenía sentido. Ella no conocía esa clase de cosas sobre mí como para poder asustarme.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now