Capítulo 42

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SENTENCIA DE MUERTE:

Te los has propuesto, soy tu crimen. Tienes tu dedo en el gatillo, pero tu dedo en el gatillo es mío. Asesinato perfecto, toma tu objeto. No le pertenezco a nadie, pero todos saben quien soy.


Me sentía preocupada, cansada y ansiosa por todos los acontecimientos que estaban sucediendo a mi alrededor. Se asemejaba más a una bomba de tiempo nerviosa, algo latente que tarde o temprano iba terminar por estallarme en la cara sin ver el momento o saber el porqué.

Era terca, cruel y despiadada. No quería ni necesitaba la ayuda de alguien para luchar contra mis demonios, pero estaba él, la persona que me había hundido en lo más profundo de la miseria humana y que sin embargo también quería de regreso.

Aunque no lo creas, seguía estando dividida entre mi mente, la razón y la moral. Entre lo que pudo haber sido y no fue; cosas que, para mi desgracia, no combinaban muy bien, ya que en realidad, yo no tenía moral.

Nunca la había tenido y me encontraba en un eterno de ciclo de caída libre, el cual quería fraccionar, romper para siempre y retomar la historia que se habían empecinado en terminar.

Para este punto tal vez estás pensando en que yo misma había arruinado mi vida, pero no, existían muchas más razones que Aiden por las que sentía un odio profundo y fundamentado por Stacy. Estaba él.

Aquel ser innombrable que había sido tratado como una mala mancha en mi vida y del cual habían firmado una carta a su nombre sin ninguna explicación.

Esa tarde, luego de la presentación, cuando me senté en el baño para rebuscar entre mis cosas, había aparecido una nota grabada con puño y letra. Frases que, más que una redención, en mi mente sonaban más como una amenaza.

Era un jodido juego mental en el que se aferraron con destruirme. La verdadera razón de todo mi odio tenía cada uno de sus sedimentos en él, o como me gustaba más llamarlo, el innombrable.

Ethan.

El producto confuso de una mente distorsionada.

La mancha que, según Stacy, nunca iba a poder borrar.

Me deshice de la nota, e incluso bromeé con Aiden de ello, aunque en el fondo estaba jalándome las greñas a mi misma porque nunca lo descubriera. Stacy ya no iba a abrir la boca, pero ¿y si alguien más lo hacía? Por un lado estaba Samantha, con quien tenía una guerra silenciosa de: si tú hablas yo hablo.

Ella conocía mi secreto y yo conocía el de ella. Si ella hablaba, yo la hundía.

Pobre ilusa, por más que quisiera no podía matarla, no aún. Primero debía obligarla a hablar y luego iba a tener que deshacerme de ella para remediar mis males.

Por eso le había pedido a Aiden que me llevara a casa de Stacy, necesitaba recuperar ese diario y saber que tanto tenía que ver Samantha en ello. Eran amigas de toda la vida, se conocían mejor que nadie y por lo tanto debía averiguar con qué podía encontrarme.

Ya era de noche cuando nos detuvimos en el bosque para caminar hacia la casa de la familia Torres. Por esa zona, las casas conservaban su aspecto colonial, mientras que las luces bajas y amarillentas iluminaban el camino.

Debíamos rodear los árboles hasta dar con la puerta trasera; si nos veían, debíamos inventar una coartada.

Por las calles de la ciudad se estaban comenzando a escuchar algunos rumores de que la mujer había sido reportada como desaparecida, a pesar de eso, la policía no había dado algún comunicado y todo eran rumores.

Mátame Sanamente Where stories live. Discover now