Capítulo 6: Confesiones

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Finalmente Giselle pudo irse a casa, aunque ahora ya no sintiera la calidez de un hogar debido a todo lo que le estaba pasando, y para Amber era lo mismo, ambas estaban inquietas y se les notaba el nerviosismo y la necesidad de hablar. Olivia, sabiendo que era importante, alegó que Giselle debería estar muy cansada y que sería mejor que Amber la acompañase; y apenas dieron un paso dentro del dormitorio, Amber se lanzó contra Giselle bombardeándola con preguntas.

-¿No me estarás tomando el pelo? Mira Giselle que yo soy muy sensible a estas cosas.

-Claro que no.

-No puedo creer lo que me pasa, y no te culpo por creerme tampoco pero al menos me gustaría que no pensaras que te estoy hablando de una jodida broma.

-¿¡Qué pretendes que haga!? ¿Qué acepte de golpe que mi mejor amiga tiene sueños a lo Freddy Kruger? Por Dios ¡hasta marcas tienes

-Pues no, no lo sé, solo es algo que odio por qué lo desconozco y no lo puedo  controlar, así de simple. Solo está ahí todo el día esa tediosa plaza, ese estúpido castillo y esas horribles personas, todo me manipula, me vence.

De repente Amber hizo un ademan que pudo haber parecido gracioso en otras circunstancias y señaló a Giselle como si fuera el anticristo, luego se puso la mano en el pecho y habló en unos susurros horrorizados. 

-Espera –Amber casi gimoteó- ¿tus sueños no estaban ambientados en épocas antiguas? ¿Algo así como la edad media, o moderna?

-La edad media, de hecho, pero eso no te lo dije.

- ¡No!

Más susurros, esta vez entrecortados y lágrimas melancólicas que se escapan del rostro de la querida pelinegra.

-¿¡Qué te sucede?!

-Gis, creo que es hora de que te diga la verdad, algo que nunca ha sabido nadie porque es muy grave.

La chica solo asintió desconcertada por aquella imagen que le estaba dando Amber, ella nunca le  había ocultado nada; era como un libro abierto, pero al parecer se le había olvidado que como todo libro tenía que leerse entre líneas y buscar su verdadero significado.

-Giselle, mi abuela… Ella siempre nos hablaba de cuentos imaginados por ella, cuando era pequeña me parecían increíbles –lanzó una carcajada amarga que sonó como un quejido ahogado- y todo estaba bien, pero ella no, y eso yo no lo sabía. Poco a poco nuestros padres fueron alejándonos de Grace, nos habíamos llegado a querer tanto que yo hasta la llamaba por su nombre, ella fue enfermando y mis padres nos dijeron que fue por esa razón y por supuesto que yo le creí porque era  muy pequeña; pero me llego a afectar demasiado y me volví introvertida, fue ahí cuando te conocí.

Amber tomó una pausa y Giselle cerró los ojos y recordó, se conocieron cuando eran muy pequeñas y a Giselle le había llamado tanto la atención esa cabellera negra y esos  ojos tristes de su pequeña y nueva vecina.

La tarde era cálida, el cielo se estaba pintando de un hermoso matiz naranja y era perfecta para jugar, pero ¿con quién? una pequeña Giselle se encontraba pateando una piedra mientras vagaba por las calles que rondaban su casa cuando alcanzó a divisar a otra niña; lo primero que le llamó su atención fue su larga, negra y brillante cabellera, ya que su cabello era castaño muy claro (además de corto) al igual que el de casi toda su familia. Se acercó lentamente a la otra niña y por lo que pudo ver, supo que se encontraba triste, Gis pensó que era porque no tenía con quien jugar y no necesitó pensar más, disminuyó toda la distancia que había entre ellas y le habló.

-¡Hola!

La otra niña se sobresaltó, al parecer no la había escuchado llegar. Volteó en su lugar sin levantarse aún y la miró recelosa.

El placer de soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora