Capítulo 2: ¿Será él?

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Rápidamente, sus pies alcanzaron la estabilidad y avanzaron con osadía por el borde del techo de cemento donde dio un pequeño y calculado brinco, pasando así a la parte más inclinada y por ende la más vistosa de la casa, su objetivo de cada mañana. Se sentó con la respiración apenas agitada y con sus piernas recogidas a la altura del pecho y apoyó ahí su cabeza sin poder evitar suspirar; el viento estaba tan frío como era de esperarse que se encuentre por la mañana, no daba tregua y hacía a sus cabellos danzar descontroladamente, transmitiéndole al mismo tiempo esa tan ansiada  sensación de paz que ya no tenía durante las noches, ni durante el día. Inconscientemente dejó que sus ojos se cerraran frente a semejante escenario: árboles iluminados por apenas un halo de luz cubriéndolos, los primeros ruidos de la mañana, las tiendas abriendo, los niños despertando; ninguna de esas maravillas merecían verse solo con los ojos, debían sentirse aprehenderse, disfrutarse.

Y como todo lo que se disfruta y lo que no, ese sentimiento acogido en su alma por un pequeño momento que pareció eterno, tenía aplazarse hasta volverse a encontrar. La alarma del móvil avisó a Giselle que era hora de volver a su habitación, que era hora de dejar de ignorar el resto de la realidad con la que vivía, así que se levantó y mucho más relajada que antes se volvió hacia su habitación y sin tomar la menor atención  tomo la mochila que había preparado el día anterior para así encaminarse hacia el comedor y saludar a su querida familia.

Claro, si hubiera puesto un poco más de atención a su alrededor tal vez hubiese notado que no todo estaba en orden, tal vez se hubiera podido fijar en su ropa esparcida sobre la cama, o en las marcas debajo de su cama que parecían escondidas, pero no lo hizo, después de todo ¿Quién revisa su cuarto para ver si ocurre algo normal? Quizás alguien perseguido o paranoico, no alguien que está segura en su hogar y con la protección de su familia.

-¡Gis! ¡Gis!

-Hola Ian  ¿Cómo estás?

El pequeño niño sonrió a Gisela y agitó sus brazos lo más que pudo para llamar su atención y así conseguir los mismos de cada mañana.

-De acuerdo, te cargaré, pero no por mucho tiempo.

-Mas te vale que lo cumplas si no quieres llegar tarde al colegio.

-Lo sé, pero no es mi culpa que este pequeño sea tan adorable y juguetón, incluso lo es más que Sebastián.

-Espera a que te oiga y veras, es suficiente, dámelo y desayuna para que tú y tu hermano puedan ir juntos.

-De acuerdo, pero ¿Dónde está él?

Un ruido seco se escuchó proveniente del piso de arriba.

-Debe ser él que al fin se levantó –suspiro resignada pero son su fiel sonrisa en el rostro- nunca cambia.

Ambas mujeres se sonrieron al mismo tiempo que Sebastián, el segundo hijo de la familia, hacía su aparición frente a ellas con ese aire matutino que solo el poseía y lo hacía parecer tan único.

-Como siempre consintiendo al pequeño Ian ¿Qué hay de mí?

-Como siempre tan quejumbroso, pero te complaceré y en el colegio te daré muchos besos en la mejilla frente a tus amigos y tu amiga, una tal Cleo.

Su cara de espanto lo dijo todo.

-Mmmmm, ahora que lo medito, Ian necesita más amor que yo, así que les permito dárselo a él en lugar de a mí.

Todos trataron de sofocar su risa, por supuesto, ninguno lo logró. Así, entre risas y despedidas, salieron hacia el colegio para su primer día de clases.

-Sabes Giselle, no es por asustarte ni nada de eso, pero ¿no escuchas ruidos en tu habitación por eso de la madrugada?

La chica ni se inmutó.

-No, creo que los confundes, pero si abro la ventana en la madrugada porque el calor es insoportable ¿Tú no?

-Claro, lo haría si mi habitación tuviera una, tonta.

Giselle le pegó en el brazo levemente.- Tu comenzaste.

-Solo quería saber, además es mi deber como hermano protegerte de los posibles peligros por el que pueda llegar a atravesar mi hermanita.

La manera en la que él lo dijo y que le haya dicho <<hermanita>> la hizo sonreír abiertamente, Sebastián era menor a ella con poco menos de tres años y la trataba como hermana menor; y a pesar de tener solo quince años, su estatura y forma de desenvolverse en cualquier lugar lo hacían pasar como si fuera un muchacho de diecisiete años.

-Cambiando de tema, he oído que nuestros vecinos se mudan, la pareja que adoptó.

-¿En serio? Pues parecían felices allí.

-Sí, pero me han dicho que al parecer una desgracia pasada los hizo endeudarse hasta el cuello, y como no han terminado de pagarla han tenido que vender la casa a un precio muy bajo, pero los compradores le han dado más, le han dado lo que valía la casa.

-¿Cómo te enteraste de eso tan rápido? Arrugó un poco la nariz.

-Tengo contactos ¿Sabes? Yo si me comunico con los vecinos.

-Yo también-Dijo seriamente fingiendo desmedida indignación- a veces me saludan. Aunque me alegro por ellos, ya sabes, no por que tuvieran que vender la casa y eso, sino porque la persona que la comprara les diera el precio justo por ella.

-Seguro son ricachones ¿crees que tengan una hija de mi edad? Eso sería fenomenal, y a lo mejor también hay chicos para ti.

-Pues yo no tengo problemas-se rió internamente, no iba a ser malo empezar a ser amigable desde ahora con los vecinos, pero tampoco quería liarse con cualquier psicópata que se mude en su barrio-pero creo que a Cleo no le gustaría mucho.

Al chico le sorprendió la mención de ese nombre y fulminó con la mirada a su hermana, quien solo le guiñó el ojo como indicando complicidad.

-¡Eh! ¡Sebas! Una chica menuda, de pelo negro y ondulado con ojos grandes y bien definidos se acercaba.

-Creo que Cleo viene hacia nosotros, me quedare para saludarla.

-¡Claro que no harás eso! Shu, vete, tienes clases.

Giselle sonrió y caminó descuidadamente hacia el patio para su obligatoria primera formación de todos los años, al menos trataría de encontrarse con sus amigas. Ni si quiera acababa de llegar cuando escucho gritar su nombre.

-¡Gis! Cuanto te extrañé.

-Yo también, no nos habíamos visto desde el viernes ¿no?

-Tonta, es una eternidad ¡Ni si quiera sabes lo que me ha pasado!

-Vives a menos de una cuadra de mi casa, podrías habérmelo dicho cuando quieras.

-Pues bueno, tú arruinas todo, ahora ya no te cuento nada.

-Está bien ¿Qué increíblemente asombroso te ocurrió este fin de semana?

-Como soy buena amiga te contaré, pero escucha, ya sonó esa odiosa campana, te lo diré en clases a lo mejor tenemos suerte y algún maestro falta.

-De acuerdo.

Se formaron y el hombre que Giselle vio frente a ella la hizo palidecer, se parecía mucho al supuesto rey de su pesadilla de hoy; cerró los ojos e invocó fugazmente al hermoso recuerdo de su mañana, sacudió la cabeza y al abrirlos estaba el mismo hombre que había sido director desde hacía años, que bueno, solo había sido una mala pasada de su vista.

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Capítulo 2. Espero lo disfruten, no soy muy buena con los diálogos, asi que juzgenlo ustedes mismas. ¡Gracias por leer!:D

El placer de soñar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora