Ojos negros: parte 4

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Dicen que los polos opuestos se atraen.

Melanie nunca se había creído aquella frase a pies juntillas, pero ahora no la ponía en duda.

No había más que verlos, a ella y a Amir.

Le resultaba imposible saber cómo había sucedido, pero el caso era que ella, una chica americana de piel blanca como la nieve, se había enamorado, poco a poco y sin darse cuenta, de Amir, un chico musulmán cuyas costumbres, religión, piel e incluso lengua eran diferentes a los de ella.

Melanie comprendía ahora aquel vacío en el pecho, aquel dolor en el corazón cuando él la había estado ignorando; comprendía ahora que se hubiera sentido tan bien, casi como si renaciese, cuando él se disculpó por fin. Incluso comprendía por qué ella, en un principio, lo había defendido de Kyle y sus burlas. Había creído comprenderlo antes, pero estaba equivocada.

Hasta ahora.

Desde el instante en que él la había besado, Melanie sabía que todo lo que había ocurrido, lo bueno y lo malo, se había debido a una conexión especial que los unía a ella y a Amir: amor.

¿Quién sabía si no habían estado destinados a enamorarse desde el principio? ¿Quién sabía si existía el destino? ¿Y qué más daba eso, de todas formas? Lo importante, lo único que merecía su atención, era que se habían enamorado. Amir y Melanie. Un chico árabe y una chica estadounidense.

¿Y qué había de malo en ello?

Ninguno de los dos conseguía verlo, pero, por desgracia, sus compañeros del instituto no pensaban lo mismo.

Tras el mejor fin de semana de sus vidas, el cual habían pasado juntos, yendo al cine, a cenar o quedando simplemente en un parque para charlar, ambos acudieron a clase como cada lunes.

Sólo que, esta vez, no consiguieron traspasar las puertas.

Llegaron juntos. La casa de Melanie se encontraba a medio camino entre la de Amir y el centro en el que estudiaban, así que el chico fue a buscarla para ir paseando juntos y comenzar la semana con buen pie. Por el camino, y haciendo caso omiso de sus creencias y la educación que le habían inculcado en su país, Amir se atrevió a tomarla de la mano y no tuvo reparo alguno en besarla en mitad de la calle, a expensas de todo el mundo… Incluso de su familia.

Melanie se sentía afortunada por constituir la razón por la cual Amir prefería dejarse la religión en casa. Si quería besarla, lo hacía. Si deseaba acariciarle el rostro, lo hacía. Si ansiaba abrazarla, lo hacía. El resto no importaba.

Y así fueron avanzando hacia el instituto aquella fatídica mañana de lunes en que sus vidas cambiarían para siempre.

No lo vieron venir hasta que oyeron los gritos. Al girar la esquina de la calle en la que se situaba el centro, los dos dirigieron sus miradas hacia la puerta de entrada…

 … Para encontrarla bloqueada por sus compañeros de clase, que se habían unido formando una barrera para impedirles el paso. Y no sólo eso: portaban pancartas en las que se leían eslóganes racistas y marginales, en clara referencia a ellos dos.

A Amir ibn Raschid y Melanie Carter. El “moro” y la “apestada”.

Y en cabeza, cómo no, se hallaba Kyle Johnson. El nuevo rey.

Aún a varios metros de la entrada al instituto, Amir y Melanie se detuvieron en seco. Ambos, sin saberlo, pensaron en hacer lo mismo: escapar. Apretándose muy fuerte las manos, los dos se miraron. Ojos negros como el carbón, profundos como pozos, oscuros como noche sin luna. Ojos verdes como la hierba, brillantes como las estrellas, relucientes como esmeraldas.

Ojos negros [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora