Capítulo XVIII

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—Belmont, idiota— trato de apartar su rostro para poder saltar del carrito y respirar libremente — ¿Qué diablos está pasando aquí? — digo tomando una bocanada de aire y arrodillándome en el césped. Otro susto así y juro que mejor vuelvo a mi habitación.

Mi corazón no puede aguantar tanta intriga, les juro que, si hubiera sido un guardia o peor la cara de mi tío, no me hubieran sacado de ese canasto si no era llorando o suplicando clemencia.

— Unos duques sobornan al equipo de limpieza para dejar los canastos y luego nos toca ir por ustedes, olvide que estás de novata hoy— Lo escuchó decir mientras ayuda a Tamira a salir cargándole en brazos.

Gracias al destino, no solo es Belmont. Hubiera sido algo incomodo el tener solo al ex de mi amiga aquí, pero otros ocho chicos están ayudando a sacar a las demás y ocultando los carritos entre los arbustos muy lejos de... ¿dónde estamos?

— Dime por favor que no las olvidaste.

— ¿Cuándo te he decepcionado, Tamira? — No puedo evitar levantar mis cejas al ser cómplice de la conversación entre ellos dos...no sé porque terminaron, pero quien sabe. Unas ganas intensas de gritar "cuando terminaron" me invaden, pero es de sabios callar, dicen. Belmont saca de su traje unos antifaces muy elaborados, estamos a penumbras, en medio de lo que parece ser el bosque de Blanca Nieves, pero puedo distinguir cómo parecemos una especie de brujos con nuestras vestimentas. Todos de un color oscuro y formal, parecemos una clase de banda de rock apocalíptica, a punto de reunirnos en circulo para conjurar.

— ¿La fiesta es de disfraces? — le preguntó a Tamira aún en el césped helado, muy delicioso, por cierto. Me tiende un antifaz de encaje con perlas doradas al rededor.

— Es un baile de máscaras, de súcubos e íncubos— puedo notar su emoción y superioridad en su rostro antes de ocultarlo con su antifaz, con pequeñas plumas al rededor— Y levántate, que arruinas mi vestido.

— ¡Hepsi kirli! — exclama Stephen, mirándome furiosa de arriba a abajo.

—Felicidades también— le respondo con duda al no saber si me ha insultado— ¿qué dijo? — susurro discretamente a mi amiga que está dándole ligeros golpes a la falda de mi vestido, quitándole los pedazos de grama y tierra.

—Oh, que se nos hace tarde— ella toma mi muñeca después de que todas las chicas se encuentran listas para otra ronda, ahora Belmont y un chico más nos lideran hasta llevarnos a una especie de cámara subterránea. Estoy muy segura de que a este punto ya nos encontramos fuera del castillo y eso eleva mi emoción y mi preocupación a la vez.

— ¿Sobre qué dijiste que era la temática?

—Sexo— me responde Belmont lanzándome una mirada intensa.

—Súcubos e íncubos, demonios que se infiltran en tus sueños

—Para tener relaciones sexuales contigo— interrumpe de nuevo el pejelagarto, ahora sonriendo y guiñando un ojo. Le voy a tirar un zapato...

—Olvide que eres experto en eso aunque no hayas podido hacerlo aun en la realidad, Belmont— algunos se quedaron en silencio, incluyéndome al tardar en entender, mientras otros llenaron el corredor de risas ante las palabras de Tamira.

Él se dio por vencido con una sonrisa y siguiendo el camino. Estamos en una especie de túnel con paredes y techo rocoso con lámparas pintando todo de un amarillo incandescente.

— ¿Adónde estamos? — rompo el silencio, incómodo para mi

— El castillo y el colegio no es ni la mitad de todas estas tierras— habla un chico pelirrojo al lado mío— Un salón antiguo yace abandonado al final, ahora es nuestro salón personal, la seguridad es muy poca aquí y está lo suficientemente alejado como para no ser escuchados.

Estuve a punto de seguir indagando en el tema y saciar todos los vacíos, pero al salir del túnel, un edificio de piedra y madera estaba totalmente iluminado. La hiedra había casi ocultado toda la estructura, llenándolo con pequeños brotes de flores al rededor. Habían colgado lámparas entre postes improvisados para distinguir el camino y cerrado las ventanas para no llamar mucho la atención.

Era altísimo, posiblemente de dos o tres pisos. Un cuadrado perfecto pero amplio en medio de varios árboles y esculturas olvidadas. ¡Es como un cuento de hadas! El pequeño castillo olvidado estaba algo deteriorado, sin contar algunos muros prácticamente destruidos, rodeando casi toda la construcción.

—Queridos demonios, hemos llegado al averno— exclamo el pelirrojo extendiendo sus brazos y caminando hacia la entrada. Había cuatro chicos más esperándonos, ayudando a las demás a caminar con sus altos tacones sobre la vereda.

— Espera a ver el interior— un escalofrío me recorrió al sentir las palabras de Belmont, su proximidad me había puesto nerviosa, clavando mis pies en el suelo. Al segundo se había acercado a Tamira para llevarla en brazos a la entrada con baldosas de piedra.

Por una vez en mi vida sentí que hice algo bien. Traer zapatos converse, rojos y un vestido así para un baile puede que se vea algo mal, pero mis queridos nunca me fallan. Corro sin retener mis impulsos hacías las puertas de madera y después de varios intentos fallidos para tratar de abrirla. Espere el código secreto que se tenían guardado mis acompañantes hasta que al fin estas se abrieron.

La música pronto invadió mi cuerpo, con las luces estallando en mi rostro todo se veía maravilloso. El piso era de cuadros, similar a un tablero de ajedrez, las paredes altas, decoradas con cintas y tulipanes en forma de cascada, pero lo más impresionante era el techo. Bueno mejor dicho la falta de este, podrías apreciar las estrellas con solo alzar la cabeza, existía un segundo piso con un barandal rodeando todo. Era impresionante.

— ¿Te gusta?

— ¿Bromeas? Es alucinante, gracias— abrazo a mi amiga. No estuviera aquí sin ella.

—Agradécemelo luego ¿Por qué no vas a la mesa de aperitivos? — señala una esquina y sin pensarlo me dirijo a ella, tratando de cruzar las oleadas de personas. No está en exceso lleno, pero si muy concurrido de altezas por aquí, con vestidos excepcionales y trajes elegantes. No había visto tantos tonos de negro y colores fríos desde Halloween.

Y no se diga la comida, una torre de chocolate llamo mi atención, de parte de un ponche lleno de humo y varios aperitivos...raros. Cosas en forma de ojos y dedos sangrientos, sé que es comida pero que creatividad. Y algo transparente y largo...oh no. No quiero saber si eso es lo que creo que es.

— ¿La chica nueva? — una voz grave me hace tirar la fresa a un gran lago de chocolate.

— Si, la nueva chica que ahora tendrá que ver cómo rescatara su fresa — me rio con mis propias palabras o no sé si es por el chico alto hablándome. Todo su cuerpo grita "denme un sobresaliente por ser perfecto" con ese traje puesto. Ay, no ¿de dónde me salen tantos pensamientos impuros?

— Fue mi culpa, permíteme enmendar mi error— él se inclina para tomar un cubierto e ir por mi fresa perdida. Su esmoquin es completamente oscuro, con una capa rojo escarlata y máscara a juego, haciendo resaltar unos preciosos ojos claros...unos que ni en mi vida tendré. ¡Gracias ancestros! No puedo evitar fijarme en unos de sus anillos, mientras observo cómo sus ágiles dedos recuperan mi fresa.

Recuerdo el que llevo puesto en mi cuello, y no sé cómo mis ojos viajan hasta su cabello. Unos mechones rubios se rebelan contra su peinado usurpando una parte de su antifaz.

— ¿Chris? 

En una escuela de Princesas "Accidentalmente"Where stories live. Discover now