Capítulo 37.

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Capítulo 37| Bandera blanca.

Lionel Herrán:

Manejo por la autopista sin control, escuchando las bocinas de los demás coches, molestos por mi estúpida manera de andar por las calles de Nueva York.

Una llamada entrante me hace desviar la mirada y con una sonrisa la descuelgo al ver que se trata de Antonella. La escucho reír y a algunas voces por detrás, imaginándome que se tratará de los chicos.

—Mi corazón— le digo para que se centre en mi ya que por algo me ha llamado. Son las seis de la tarde y el día de hoy no me ha alcanzado para verla ya que he vuelto al trabajo y la oficina está hecha un caos.

—¿Vas a venir a cenar? Bash está preparando pasta— es lo que dice y pongo una mueca cuando sé por adelantado que no va a gustarle mi respuesta.

—No puedo, pequeña, estoy liado— toco la bocina para que un auto se mueva de mi camino.

—¿Liado con qué si ya has salido de la oficina?— cuestiona.

—Tengo otras cosas que hacer.

—Lionel— riñe— dime las cosas claras para que pueda entender.

Suelto un suspiro justo cuando llego a mi destino, le digo que espere y pido que abran las rejas que me dan paso a la casa. Me esperan en la puerta de entrada y desde dentro del coche les hago una seña para que esperen.

—Estoy en mi casa.

—Estás en tu casa— repite— ¿y no te da tiempo venir a cenar?

—Estoy en mi casa por que debo de hablar con Irene y no sé cómo resultarán las cosas— le suelto ya al fin y la línea se queda en silencio— Debo acabar lo que tengo con ella de buena forma por que si no su padre me jode, Antonella.

—Respecto a ese tema siento que hay cosas que aún no me has dicho con claridad— dice.

—Lo haré cuando llegue el momento— ruego a que entienda y no vaya por ese camino por que ahora, justo en este momento, no puedo permitirme estar mal con ella— Ahora tengo que irme, dime que lo entiendes.

—Entiendo que debas de hablar con ella por todo esto que está pasando, se merece una explicación.

—Gracias.

—¿Te espero para dormir?

Sonrío aunque no pueda verme y tomo mi teléfono en manos.

—Siempre.

—¿Que no vas a decirme que me amas?

Suelto una carcajada.

—Dímelo tu, ¿o quieres que te recite como se lo confesaste a tu padre?

—Idiota.

Bufo.

—Te amo, Antonella.

No tengo que escuchar uno por su parte por que se que está ahí.

Me lanza un beso que disfruto y bajo del coche. Saludo a las personas que pacientemente me han aguantado todos estos años y pregunto por mi esposa. Se encuentra en la sala de estar, sola y con un tazón de palomitas de maíz mientras ve una película.

—Hola— saludo y se exalta.

La reacción que espero de ella es que se lance encima de mi y me golpee, que me grite y se enfurezca, pero no lo hace.

—¿Como estás?— me acerco a ella lentamente y me dejo caer a su lado. Me mira.

—¿Que haces aquí? pensé que estarías con tu novia— suelta, venenosa y ahí estaba la reacción que estaba esperando.

El Mejor Amigo De Mi Padre. Where stories live. Discover now