Mago Universal: Encrucijada t...

Από EscuadrondeHeroes

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Un mal antiguo amenaza con destruir el tiempo y la realidad misma. Mago y Madame Universal son los únicos que... Περισσότερα

Mago Universal: Encrucijada temporal
Booktrailer
El ascenso del héroe
1. Cripto, el Vampiro Destripador
2. Las Hermanas Slytherin (Parte I)
2. Las Hermanas Slytherin (Parte II)
3. Lobizona (Parte I)
3. Lobizona (Parte II)
4. Xarkaxamum
5. Gigantes de Niflheim (Parte I)
5. Gigantes de Niflheim (Parte II)
6. Los llaneros magníficos (Parte I)
6. Los llaneros magníficos (Parte II)
7. Universales de presa
8. Fuera de tiempo
9. Guerra Gorqok
10. Dicotomía Universal
11. Yersinia sinistra pestilenza
12. Universales vs. Zombis
13. Bobbly el duende
14. El monstruo de sombras
15. La Biblia de la Oscuridad
16. Krimson Hill 2065
17. El fuego de la libertad (Parte 1)
17. El fuego de la libertad (Parte 2)
18. La encrucijada de Bobbly
19. Luz en la oscuridad
20. En el principio
21. Lord Máximo
22. In nomine Patris
24. Contra el tiempo
25. El asedio a K'un Dai (Parte I)
25. El asedio a K'un Dai (Parte II)
26. Redención
27. Asalto inesperado
28. El Refugio
29. Tiempo roto
30. Batalla por el Tiempo
Epílogo
Escena post-créditos
Galería de arte

23. Cacería profana

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Από EscuadrondeHeroes

Corrió sin aliento. Acababa de dar un salto desde Roma hacia París. Atravesó los suficientes tejados y aún no le perdía el paso a su perseguidora. Otro portal la había llevado a Berna, pero incluso desde allí consiguió interceptarla en el último portal a Berlín.

Reconocía las edificaciones en medio de su agonía. Odiaba estar alejándose en lugar de acercarse a su destino. Se suponía que debía llegar a Irlanda.

No recordaba cuánto tiempo llevaba corriendo de Letamus. En realidad no recordaba una parte de su vida en la que no huyera. Así había sido siempre desde hacía mucho tiempo. Pero no podía detenerse. No con el enemigo pisando sus talones.

Los tejados se hacían interminables en la gran ciudad alemana como testigo silencioso. Su respiración cada vez se tornaba más agitada y sus pulmones se llenaban con pesadez.

Sor Letamus no cedía.

La religiosa, con su mirada decidida y una implacable firmeza militar, saltaba entre los tejados detrás de su presa. No parecía cansarse.

La misteriosa mujer continuó la marcha. El techo se terminaba. La distancia con el siguiente edificio era abismal. Solo una idea pasó por su mente en ese instante, así que saltó. Aterrizó sobre un contenedor de basura, tronando la lata con el impacto.

Se abrió camino por el callejón más cercano. Tras cruzar una calle, se escondió entre cestas y escombros. Su corazón latía arrítmicamente. Solo rogaba no ser encontrada. Cerró sus ojos y esperó lo peor.

El trueno provocado por la caída de Sor Letamus en el contenedor la alertó. Se acercaba, podía sentirlo.

—Vamos, diablita —murmuró con cautela, cargando el arma entre sus manos mientras avanzaba—. Sal a jugar. No tengas miedo de que te regrese al Infierno. De todas formas, para ti debe ser como ir a la playa.

La mujer contuvo su respiración. En otros tiempos, se hubiera arriesgado a luchar desde el comienzo, a dar lo mejor de sí por sobrevivir. Pero reconocía que era una migrante en circunstancias diferentes. Huía desde hace semanas. Sin descanso. Sin energías. Sin poder. Se habían llevado todo de quien era.

La monja examinaba el terreno. Teorizaba destinos. Era un callejón sin salida, con paredes demasiado altas para un demonio que hasta el momento no había demostrado capacidad para usar sus alas. No podía estar muy lejos.

—Me he enfrentado a muchas criaturas de tu tipo en lo largo de mi carrera. Realmente creí que serías un desafío, causaste mucho alboroto con la apertura de ese portal, ¿sabes? —comentó mientras caminaba, con su arma lista—. Pero estás haciendo que esto sea aburrido y decepcionante. —Llevó la mano a su cinturón y extrajo una pequeña esfera—. Pero si así lo quieres, entonces estaré complacida de enviarte de regreso en un solo pestañeó.

Sor Letamus arrojó la bomba a la oscuridad del rincón. Entre un destello que iluminó el callejón por un segundo, una gran cantidad de humo comenzó a cubrir el sitio. Tan solo eso bastó para encontrarla.

Como si un láser rojo le apuntara, Sor Letamus descargó balas contra su objetivo. La mujer se acurrucó a tiempo y, desesperada, pateó un contenedor contra su cazadora.

La religiosa detuvo el cilindro con el pie antes de que chocara en su contra, lo que le dio el tiempo a la pelinegra de huir entre la bruma.

Llegado al otro extremo del perímetro, se impulsó de otro basurero y saltó directo a un barandal. Usó todas sus energías para llegar a la cima y continuar la carrera por su vida.

Entonces, la pistola de gancho se accionó y Letamus ascendió como una guardiana de la noche. Cayó justo en medio del camino. La pelinegra se congeló con la mirada severa de la religiosa, quien extrajo un bastón de su armamento y se le terminó por prolongar como una lanza, en la que una cruz coronaba el cetro.

—Fin del camino. Podemos hacer esto de una manera pacífica y te entregarás voluntariamente, o te regresaré con una cruz marcada en la frente. Tú decides.

La monja se había convertido en un verdadero problema. Debía actuar ahora. Del lugar de donde huía lo había perdido todo. Se encargaron personalmente de hacer de su vida una prisión de oscuridad.

Habían arrebatado su esperanza.

Pero le demostraría a Sor Letamus que una mujer sin esperanza, era una mujer sin miedo.

—No. Ya no más camino. Basta de huir.

Con el viento de la altura meneando sus cabellos oscuros, la mujer adoptó posición de combate. Letamus sonrió de medio lado con malicia.

—Que así sea.

Sus miradas chocaron por un instante, a la espera de quién atacaría primero. Letamus se mantuvo tan paciente como lo había demostrado hasta ahora. Esperaría a que su presa reaccionara por miedo, eso es lo que hacía un verdadero cazador.

El silencio aumentó como un punto tensionante. Ninguna se movió. Sin embargo la presión del momento se tornaba inquietante para la pelinegra.

Entonces decidió dar el primer paso.

Con una sorprende rapidez tomó la varita de su cinturón y la dirigió a su contrincante. Una bola de oscuridad salió disparada contra ella, y aunque Sor Letamus la evadió con un ágil movimiento, fue lo suficientemente potente para explotar la chimenea tras ella. La inminente explosión la hizo girar por el suelo. De un salto se puso de nuevo en pie y lanzó un golpe con su vara.

La pelinegra lo detuvo posicionando con firmeza su larga rama mágica. Ambas armaron chocaron una y otra vez. El golpe del metal producía un resonar incesante al golpear la vara, y ella unas chispas oscuras con cada ataque, en un espectáculo de luz y sonido intermitente que servía como única luz en la oscuridad del barrio durmiente.

Tras unos segundos de impecable enfrentamiento, un rodillazo de la religiosa hacia el abdomen de su contrincante la hizo retroceder. Gimió por el dolor, el aire se le vaciaba, lo que le dio el tiempo a Letamus de dirigir el siguiente golpe de su lanza a los pies de la presunta diablesa.

La mujer cayó. Su varita también; se deslizó por el tejado, al borde de caer del precipicio.

Letamus presionó el centro de su lanza, y se redujo a un pequeño bastón que guardó de nuevo en su cinturón.

Aún en el suelo, la mujer lanzó una patada al verla acercarse, pero Letamus la apartó con su pie, mientras en su mano sostenía una camándula.

Regna terrae, cantata Deo, psallite Cernunnos. —El techo comenzó a temblar, subiendo poco a poco su intensidad—. Regna terrae, cantata Dea psallite Aradia! Caeli Deus, Deus terrae.

Cuando una pequeña grieta se abrió, la criatura amplió sus ojos con horror. Luego pasó la vista a la orilla, su varita estaba demasiado lejos.

Humiliter majestati gloriae tuae supplicamus.

—¡Detente!

Tomó una teja del suelo y se la arrojó con firmeza. Había sido tan inesperado como para evitarlo. Letamus tambaleó con el golpe sin siquiera clamar, pero dándole la oportunidad a su presa de levantarse.

No obstante, se recompuso pronto, y de un puño certero le giró el rostro bruscamente. La mujer volvió a ella con un golpe de gancho, pero fue bloqueado con el fuerte brazo de la monja, luego llevó su otra mano contra ella y la obligó a girar el brazo entero, inclinándola en dirección al suelo y provocándole un dolor desgarrador. Con una patada al femoral, la arrodilló en una llave.

—Revela tu nombre, demonio —demandó con tenacidad.

—Estás demente, fanática.

En un movimiento arriesgado, lanzó su único pie libre al brazo que la retenía. Sor Letamus retrocedió.

—¡Suficiente! —Una voz masculina y autoritaria retumbó, sellando con su presencia la grieta al Infierno.

Ambas se giraron hacia el portal azul recién abierto en el cielo, de donde Mago Universal levitaba en su dirección, con su capa meneándose en el aire.

—Estás acabada —le murmuró Letamus con una leve sonrisa victoriosa.

—¿Qué está pasando aquí? —demandó saber, terminando de aterrizar.

La mujer observó al extraño visitante con confusión. Se mantuvo apartada.

—Si respetas los acuerdos, permitirás que envíe a este demonio de regreso al Infierno —expresó Letamus, firme—. Recuerda muy bien que la Orden de los Universales ya falló una vez al aliarse con Venatrix.

—Circunstancias desesperadas —explicó—. ¿Dónde estaba la Congregación para la Doctrina de la Fe mientras el mundo entero era asediado por la invasión? —Letamus calló. Mago murmuró por lo bajo—: Eso pensé. Y bien, ¿quién eres tú? —preguntó hacia la mujer de respiración agitada.

—Llegó aquí por una grieta interdimensional. Es un demonio —intervino Sor—. Yo misma vi sus alas, y si aún le queda algo de palabra a los tuyos, dejarás que termine mi misión.

—¡Jamás me enviarán de regreso! —exclamó con furia. Su mano se mantuvo extendida, y el frenesí de sus palabras avivó la magia que le permitió levitar la varita de regreso a su mano—. ¡Nunca!

Extendió la rama alargada. Una potente energía oscura los sorprendió. Mago actuó a tiempo y levantó un escudo. Para cuando lo deshizo, la mujer saltaba hacia otro portal.

—No interfieras otra vez —amenazó Letamus, antes de saltar por el tejado hacia el portal.

Mago las observó desaparecer, luego sonrió.

—Así que Praga... será interesante. ¡Bobbly!

Por el llamado de James, el colosal Templo Universal se hizo visible en las nubes con toda la imponencia de su antigua arquitectura. Mago ascendió de regreso a la puerta principal, y una vez la atravesó, desapareció como si nunca hubiera estado allí.

En las calles, el vagabundo que había sido testigo de aquella inexplicable locura dejó caer la dona mordida de su boca sorprendida.

—¿Y bien, Sir James? —lo recibió Victoria en su caminar—. ¿Qué sucedió allá abajo?

—Sin duda es una prófuga de la Dimensión Oscura, pude percibir su energía, pero hay una gran confusión aquí... y ahora debemos salvarla.

Excuse me? ¿Cómo es eso posible?

—Al parecer la Iglesia interceptó la brecha interdimensional, creen que es un demonio en la tierra, y ahora han enviado tras ella a Sor Letamus, una de sus más implacables Venatores.

—¿Quiénes? —inquirió con una gran expresión de duda.

—Venatores, un equipo élite de cazadores adiestrados por la Iglesia. Se dedican a la deportación de demonios al Infierno. Su existencia es uno de los secretos más resguardados del Vaticano.

—Estoy muy confundida. Creí que las intervenciones de la Iglesia habían terminado luego de las Cruzadas.

—¿Sabes? Es curioso, porque eres del ochenta y ocho. Dos años después, la Congregación para la Doctrina de la Fe creó a la Orden de los Venatores como respuesta a la evolución y dominio que los demonios fueron tomando en la tierra. El cardenal que los fundó, Patrick Miceli, pactó un acuerdo contigo. —Madame fue tomada por sorpresa—. Universales y Venatores serían aliados en la lucha por mantener al mundo protegido y en orden. Así ha sido durante años.

—No me sorprende... pero no veo por qué debamos trabajar separados cuando ambos podemos interceptar a la criatura y regresarla a la D.O.

—Infierno, Dimensión Oscura... cualquiera de los destinos es una pesadilla para la persona equivocada.

—¿Qué trata de proponer, darling?

—No quiero cometer una equivocación de la que pueda arrepentirme. Cuando las intercepté, noté algo diferente en ella —explicó con detenimiento—. Sabemos que todos los enemigos que hemos enfrentado durante estos meses han sido enviados por Máximo, pero ella... no parecía tener intenciones hostiles, sino defensivas. Tenía miedo. Pude sentirlo. Ni siquiera me conocía, no puede tratarse de un subordinado de Máximo.

—No lo sé, darling... Máximo es listo —rechazó Madame—. Recuerde lo que pasó con Bobbly. Puede ser uno de sus trucos para infiltrarnos.

—Temo que sea así, pero también temo cometer un error. No sé qué hacer.

En ese momento, alguien aclaró su garganta para llamar la atención. Bobbly se acercaba con pena.

—Si el amo Mago y Madame Victoria me permiten, Bobbly cree poder ayudar.

—Lamento que tuvieras que escuchar eso, pero tú entenderás, pequeño, debemos ser precavidos —respondió Victoria.

—Bobbly lo entiende... no es fácil volver a confiar en alguien de la Dimensión Oscura después del gran error de Bobbly. —Bajó la mirada, achantado, y jugó con sus dedos mientras movía un pie.

—¿Qué venías a decirnos? —le recordó Mago.

—Oh, sí... Bobbly estuvo en el palacio de Máximo desde que comenzó a planear sus movimientos. Bobbly vio a muchos de sus esbirros. Si muestran a Bobbly la mujer de la que hablan, creo que Bobbly puede ayudar.

—Es ella. —James proyectó una luz en la que se mostró a la pelinegra—. ¿La conoces?

Bobbly se acercó, intrigado. Observó la figura de la mujer durante varios segundos, luego se giró de regreso con una negación.

—Bobbly nunca la vio en el palacio de Máximo.

—¿Entonces crees que se trate de alguien más? —preguntó James.

Bobbly asintió, llevando sus manos al pecho.

—La Dimensión Oscura es un sitio horrible, puede que ella solo quisiera escapar. Aunque, Lord Máximo es impredecible... Bobbly no sabe qué pensar en esta situación. Lo siento.

Mago se giró a Madame.

—Me sigue pareciendo una terrible idea —insistió Victoria.

—¿Qué decisión tomará el amo Mago? —preguntó Bobbly, ampliando sus ojos en curiosidad.

James soltó un largo suspiro.

—Espero no equivocarme con ella.

—No lo sé, darling, aún desconfío.

—No quiere decir que le perdonaremos inmediatamente su condena. Será interrogada primero. Le daré el derecho a la duda.

—Sé que tiene un buen corazón, Sir James, pero hablamos de la Dimensión Oscura... no podemos permitir que abusen de nuestra confianza otra vez. —Apartó la mirada—. Lo he apoyado en muchas cosas, my dear, —dijo, dándose la vuelta—, pero quiero que sepa que lo que pase de aquí en adelante, será su responsabilidad.

Mago, aunque dolido ante aquello, asintió en silencio.

—Asumo el compromiso.

—Entonces, ¿a dónde debemos ir? —retumbó la voz del Ojo Universal.

—Praga, República Checa.

—Curso fijado.

El movimiento fue veloz y casi imperceptible. Lo sintieron como un ligero empujón.

—Muy bien, la estrategia es simple. Debemos interceptarla antes de que Sor Letamus lo haga —expuso James.

—Si dice que es una cazadora entrenada, y una de las mejores, no será tan sencillo como suena —respondió Victoria.

—Objetivo localizado, señor. ¿Desea que la teletransporte al Templo? —preguntó el Ojo.

—No. Aún no sabemos sus intenciones. Bajaré y hablaré con ella. Entenderé si no deseas venir conmigo —dijo Mago a Victoria.

—No, sí voy. Quizá más de cerca pueda cambiar de parecer.

Mago asintió en conformidad.

La mujer continuó corriendo por los techos de Praga. Se detuvo por un momento a tomar un respiro. Estaba exhausta, malherida y posiblemente con un hueso roto tras su pelea con la cazadora.

El aire agitándose tras ella la alertó de problemas. Tomó su varita y se preparó.

Una luz escarlata a su espalda trajo a Madame Universal. La mujer se sobresaltó, Victoria la observaba con desconfianza.

—No deseo pelear contigo. Déjame ir —expresó sin bajar la varita.

—Por suerte para usted, my friend, hay alguien que aún pretende darle una oportunidad.

Con una mirada de confusión, percibió el centellear de una luz azul del otro lado.

—Tú otra vez —dijo mientras retrocedía—. ¿Qué es lo que quieren? ¡¿Por qué no me dejan en paz de una maldita vez?!

—Créeme, soy el menor de tus problemas. Podemos hacer esto fácil si cooperas, yo solo quiero saber quién eres y qué es lo que haces aquí.

—La monja intentó algo similar, hechicero. No te va a funcionar.

—Yo no soy ella. Puedo sentarme a escuchar con calma. —Mago cruzó sus piernas mientras levitaba, sentado en el aire—.Tengo todo el tiempo del mundo.

Un campo de energía escarlata se alzó alrededor de ellos. La mujer lo vio con nerviosismo. Tan rápido como surgió, así se mimetizó con el ambiente, sumiéndolos en la invisibilidad ante los ojos del exterior.

Se giró hacia Victoria, se mantenía cruzada de brazos. Solo levantó una ceja con la que la escaneó de pies a cabeza.

—Que no te aterre su mirada. Hoy ella es el policía malo.

La pelinegra se volteó de regreso a James, lucía apacible y totalmente dispuesto a escucharla. De repente una tetera y un juego de tazas aparecieron frente a él.

—¿Té? —le ofreció mientras recibía el pocillo entre sus manos—. Es de yodré galtheana.

—Bueno, parece que no tengo otra opción —dijo al fin, y una taza voló también hacia ella.

—¿Cómo es tu nombre, forastera? —interrogó Mago.

—Ada... sin hache.

—Muy bien, Ada sinache. ¿Qué eres tú?

—No... quiero decir... —Buscó las palabras con el movimiento de sus ojos—. Soy un hada, pero también me llamo Ada, pero sin hache.

—¿Un hada? Interesante... Sor Letamus dijo que vio tus alas de demonio.

—He pasado cientos años prisionera en la Dimensión Oscura, ¿crees que el color de mi cabello y mis alas eran así? —se defendió, dejando la taza de nuevo—. Por supuesto que no. La energía oscura me transformó en esto... una aberración, un insulto a mi especie.

—Lo siento, Ada.

—Me conocen como Ada Reich, hada guerrera del reino de Marwia.

—Marwia... me suena. Eso está en El Refugio —reconoció James—. ¿Es tu hogar?

—Era. —Bajó la mirada—. Nuestra aldea fue atacada por un hechicero oscuro del Medievo. Asesinó a muchas de mis hermanas ese día, quienes quedamos vivas fuimos encerradas en la Dimensión Oscura... y no tienes idea de lo que le hacen a las hadas en ese lugar. —Cruzó sus brazos, intentando calmar los escalofríos que le provocaba el solo recordarlo.

—Me puedo hacer una idea.

—No... no pretendas saberlo. ¡Yo vi a todas mis hermanas ser ejecutadas frente a mí! —exclamó con lágrimas en sus ojos—. ¿Sabes lo que hizo ese desgraciado? ¡Las pasó por la guillotina! Una muerte definitiva hubiera sido mejor. Pero no. Él les cortó lo más preciado... sus alas, y luego las envió a una fosa donde fueran torturadas hasta el desangro. Después... las pocas que quedaron vivas fueron arrojadas a El Abismo, como alimento para las bestias.

Mago vio por el rabillo del ojo a Victoria. Estaba tan consternada como él.

—Ada... yo... lo siento mucho.

—Ya no importa. Estoy aquí, intentando escapar de un terrible destino, pero ahora ustedes y esa maldita monja fanática me quieren muerta o, peor, enviar al Infierno.

—No son de mi interés ninguna de aquellas opciones. Me presento. Soy James Jerom, Mago Universal, Hechicero Protector de la Tierra de este tiempo. Esa mujer que ves allá. —Señaló—, es Madame Universal. También Hechicera Protectora.

—Y yo, desde luego, soy la amenaza.

—Depende. ¿Cuáles son tus intenciones en esta dimensión?

—Solo quiero regresar a mi hogar, volver a El Refugio, en Irlanda, por eso iba para allí antes de encontrarme con la cazadora. Solo quería ir a un lugar donde pudiera estar protegida y en paz. Las criaturas mágicas tenemos ganado ese derecho desde que tu antecesor, Caballero Universal, nos prometió protección.

Mago asintió.

—Puedo asegurarte aquello. Serás bienvenida de regreso en El Refugio. Hablaré con los centauros.

—Igual no importa... no hay un lugar donde ninguno de nosotros esté a salvo... él ya viene —contestó con terror.

Victoria se acercó, cruzaba una sorpresiva mirada con James.

—¿Quién? ¿Quién viene? —intervino Madame.

—Lord Máximo. —De solo pronunciar su nombre, un escalofrío la asoló—. Hubo una revuelta en el Umbramundo... Himéreto Mondemis y al menos cincuenta de sus seguidores fueron sentenciados a una ejecución pública.

—¿Y qué más pasó? ¿Por qué sabes que ya viene? —preguntó Mago.

—Hay que ser listos para saber que trama algo grande. Últimamente los más poderosos de sus servidores han estado atravesando pasajes prohibidos a esta dimensión. Y cuando regresan... nunca más se sabe qué pasa con ellos. Después de la última ejecución, temí lo que pudiera seguir sucediendo allí. Cobré algunos favores, y logré regresar a esta dimensión por un pasaje clandestino que me costó casi toda mi magia. Tuve que atravesar muchos peligros para llegar aquí.

—Esto no me gusta nada... —susurró Madame—. James, no sabemos qué tan cierto sea lo que dice.

—Sea lo que sea, tiene información importante que nos servirá en nuestra lucha contra Máximo. La necesitamos.

—Escucha, rojita, puedo ser lo que quieras acusarme, pero una cómplice de un tirano como Máximo, jamás.

El escudo se reveló de repente, por milésimas de segundo una y otra vez. Del otro lado, Sor Letamus atacaba con sus armas.

—Nos encontró. —Retrocedió Ada, y, desesperada, buscó por dónde escapar.

—Escucha, tienes dos opciones. Vienes conmigo y me comentas más sobre todo lo que sabes, y, tal vez, solo tal vez, puedas unirte a nosotros en nuestra lucha contra Máximo —le propuso Mago, ganándose una mirada asesina de Victoria—. O, puedo dejarte aquí a la deriva de Soreya Letamus, y te puedo asegurar que no es de las monjas que dan regalos y abrazos.

—Me voy con ustedes, solo quítamela de encima.

Mago sonrió de medio lado. Con un susurro desvaneció el escudo.

—Entrega a la criatura, Jerom. Última advertencia —amenazó con sus armas listas.

—Cometes un gran error, Soreya. La criatura que cazas no es un demonio. Y, por lo tanto, queda fuera de la jurisdicción de los Venatores.

—Vi sus alas. No puede ser otra cosa.

—Sí... no siempre las cosas son lo que parecen. Ese portal que atravesó no venía del Infierno, sino de la Dimensión Oscura.

—¿Y aún así piensas dejarla libre? ¡Es una amenaza a nuestra dimensión y lo sabes! —exclamó sin bajar sus armas.

—Al fin alguien de acuerdo —apoyó Victoria.

—Asumiré completamente la responsabilidad de sus actos —aseguró Mago.

Madame le lanzó una mirada de desaprobación. Incluso Ada Reich se mostró sorprendida.

—Está bien... si lo pones en esos términos, que así sea. —Enfundó sus armas de regreso en el sorprendente arsenal de su cinturón—. Daré el reporte a la Iglesia.

—Lo agradezco.

—Buena suerte, Jerom. —Dio una escaneada a Ada mientras tomaba su arma de cuerda—... la necesitarás.

—Buen viaje, Letamus.

Soreya Letamus asintió y, accionando su arma de cuerda, abandonó el techo para perderse en la noche.

—Gracias por lo que has hecho —dijo Ada—. Sé que no es fácil entregarle tu confianza a cualquiera.

—Estoy poniendo mucho en riesgo contigo, Ada —contestó mientras abría un portal al Templo—. No me defraudes.

Mago fue el primero en atravesarlo. Victoria avanzó, aún cruzada de brazos. Se detuvo justo frente a Ada.

—James confía en ti, pero yo aún no lo hago —aseveró, firme en su mirada—. Quiero que sepas que te estaré vigilando. Comete un solo error, y yo misma me haré cargo de enviarte de regreso.

Madame se apartó hacia el portal. Solo Ada quedó. Lo pensó por varios segundos, pero no tenía otra opción. Era difícil querer demostrar cuánto valía cuando la presión era tan alta.

No podían juzgarla por su pasado, pero sí por lo que hiciera de ahora en adelante, y se aseguraría de no fallar.

Sin más, cruzó el portal.

Lord Máximo bebió desde su imponente trono de metales finos la copa recién servida. La degustó con fascinación antes de dirigir su mirada a los cuatro seres en reverencia ante a él.

—Ustedes me conocen muy bien. No soy un hombre que da segundas oportunidades... pero reconozco que, entre todos mis peones, ustedes fueron los más destacados en sus objetivos. Tuvieron ambición y propósito, y admiro tales cualidades. Espero que el tiempo que pasaron en Las Fosas les haya servido de recordatorio por si me vuelven a fallar.

—Su majestad Lord Máximo, hemos aprendido la lección —respondió Cripto, cubierto de cicatrices y nuevamente pálido como muerto.

—No volveremos a fallar con James Jerom —correspondió Cascabelea Slytherin.

—Pagará con sangre lo que nos hizo —aseguró Serpetina.

El rostro de ambas brujas se había desfigurado desde su último encuentro con Mago Universal en su cabaña, cuando arrojó sobre ellas el brebaje caliente que preparaban para azotar a Salem.

—Y James Jerom deseará nunca haberse convertido en Mago Universal —afirmó Barón Ekkovrish, con su rostro oculto bajo una máscara de pájaro de la Peste Negra.

—Sus promesas son música para mis oídos, damas y caballeros —celebró, alzando su copa—. Saben su misión, conocen el objetivo. La quiero viva o muerta. Cualquiera de las dos opciones le traerá agradables recuerdos al mago. Ahora largo, diviértanse con Adara Jerom.


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