Alba (Fulgor I) ✔️

Galing kay Moon_Lizz

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¿Qué pasaría si todo lo que creías una leyenda se volviera real? Nahomi, una joven que nació con el don de l... Higit pa

Dedicatoria ✿
Epígrafe
Introducción: La lunática
Prefacio
1. La invitación
2. La figura sombría
3. Las emociones
4. Día uno
5. El libro de páginas en blanco
6. El asesino
7. La casa del lobo
8. La amenaza
9. El precio del silencio
10. La prueba de pociones
11. La transformación
12. El calor de las razones
13. La manada y el círculo de la verdad
14. Ágape
15. Las pruebas
16. Incertidumbre
17. La espía
18. La única opción
20. Confesiones de camino
21. El punto de muerte
22. Protección
23. El traidor y el tic tac
24. Déjà vu
25. Espera interminable
26. Inocente
Epílogo
Agradecimientos

19. La carretera

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Galing kay Moon_Lizz



Para Elías.

Querido Elías, ¿recuerdas cuando era pequeña y te pregunte a donde iba la gente cuando moría? En esos momentos, lo más delicadamente posible, me explicaste que los muertos van a un lugar donde pueden descansar de los problemas de la vida. No estoy citando este recuerdo sin ninguna intención.

Debo irme, y necesito que entiendas que no tomaría esta decisión si me quedara otra opción. El mundo sobrenatural es maravilloso, pero como tal también tiene sus aterradoras malicias.

No me busques, por favor, lo único que te pido es que no me busques. A pesar de que no lo eres biológicamente, te consideró el único hombre al cual puedo llamar padre, necesito que, como mi padre, confíes en mí.

Prometo darte todas las respuestas cuando regrese. Espérame y no te angusties demasiado. Tú lo sabes; jamás te ocultaría algo si tuviera otra elección. Pero, muy lógicamente, te dejo el derecho a enfadarte conmigo en el tiempo en que me ausente.

Con amor, Nahomi.



El viento tibio de la carretera acaricia mis mejillas. Mantengo la mirada fija en los borrosos bosques que pasan ante mis ojos como sombras a velocidad máxima.

Maribel conduce el auto, la hermosa mujer posee reflejos buenísimos y pensamientos tan callados que me dan cierta tranquilidad mientras viajo a su lado.

Natán se ve preocupado pero firme. Revisa seguidamente su celular, en espera de cualquier llamada que podría indicar una falla en el plan. Pero, partiendo desde las dos horas que han transcurrido, desde que dejamos Alba, no ha llegado ni un pobre mensaje.

Ya pasan de las once, y la noche parece ofrecer una calma extrañamente sospechosa, pero, de manera favorecedora para todos, es un indicio de que el plan rumbea de buena forma. Si no hay noticias, no hay peligro.

La voz de los pensamientos de Maribel me regalan una copia parecida a lo que pudo ser su voz alta como persona. Ya que, desde su nacimiento, se le declaró una carencia completa del habla.

«¿Por qué no duermes un rato, amor?»

La pregunta va dirigida a Natán, así es como ellos se comunican, y yo me siento como una intrusa al no poder salir de su conversación.

—¿Crees qué sea un buen momento?

«Debemos estar preparados para todo, y un agni que lleva tres días sin dormir no es útil en una situación extrema. »

La sonrisa de Natán le da razón a las palabras de Maribel.

Los minutos pasan, y el repentino silencio en los pensamientos de Natán me señalan que se encuentra dormido; ahora su mente es un espacio nublado y de sonidos difíciles de etiquetar.

«¿Cómo estás?» La pregunta de Maribel me desconcierta por un momento.

Me acomodo sobre el asiento tratando de mantener mis piernas pegadas a mi cuerpo, acurrucándome y abrazándome a mí misma. ¿Acaso estoy asustada?

—No lo sé —admito sin vacilar.

«¿Asustada? ¿Preocupada? Creo que algo debes sentir.»

—Es que, aunque parezca un mal chiste, estoy tan acostumbrada a escuchar y sentir los pensamientos y sentimientos ajenos, que a veces no puedo distinguir los míos.

«Eso definitivamente significa que estás un poco desconcertada por los acontecimientos, pero no te preocupes, te protegeremos.»

—No tengo miedo —reveló con firmeza, pero dudo por mis adentros.

«Eso es totalmente admirable, si yo fuera humana y un montón de licántropos sanguinarios me estuvieran cazando, estaría llorando de miedo.»

Sonrió ante sus comentarios. Es un hecho que intenta consolarme.

—No lo considero algo admirable, al contrario, me siento ignorante.

«¿Ignorante? ¿Por qué razón? Me han dicho que tu mente es un prodigio. »

—No me refiero a la ignorancia por escasez de información necesaria, sino por mi actitud ante esta situación.

«No comprendo, ¿por qué no sentir miedo puede ajustarse a la etiqueta ignorante?»

—Porque debería sentir miedo, debería estar más preocupada. No se porque accedí a subirme a este auto para salvar mi vida, cuando eso significa que dejó a los demás sacrificarse por mí —decirlo en voz alta y sentirlo en el interior no me están ayudando a comprenderlo, solo me origina un sentimiento de culpabilidad.

«¿No aprecias tu vida?»

—Planeo hacer miles de cosas con mi vida, así que la apreció. Pero no soporto la idea de ponerla por encima de otras.

«Eres demasiado benévola, pero debes entender que nadie te ve como una ignorante que solo piensa en sí misma.»

—No necesito que los demás vean algo malo en mí, mi conciencia está realizando ese trabajo.

«Detenla entonces. Debes ser más considerada. »

Su reproche me toma por sorpresa.

—No comprendo, ¿por qué preocuparme por otros me vuelve desconsiderada?

«No denigres sus decisiones culpando a tu conciencia. Los miembros de la manada que están ayudando lo hacen por lealtad y otros, de manera aún más especial, lo hacen por amor.»

Su última frase me hace girar el rostro hacia la ventana y me ruborizo al pensar en él.

—Yo, aún no estoy segura de todo...eso —confieso dudosa y con esperanza de que me comprenda.

«¿Dudas del amor que Axel tiene por ti?»

—No es que dude de eso —reprocho — , aún me cuesta creerlo del todo.

La sonrisa de Maribel se asemeja a la de una madre sintiendo ternura por las dudas de su hija. Pensarlo me provoca un dolor agudo en el centro del pecho; nunca conocí a mi madre.

«Lo comprendo.» Me asegura después de meditarlo por un momento.

«Asumo que es muy difícil, y hasta alocado, el pensar que alguien sea capaz de amarte sin conocerte. »

¿Axel? ¿Amarme? Mi corazón traiciona mi calma al pensar en eso. Se que antes ya lo he pensado, meditado y hasta me hundí en ilusiones poco convenientes para mi mente pero muy sensatas para mis emociones. La idea de que él me ama se me ha planteado desde un principio, con insinuaciones muy directas plasmadas en esa primera conversación de verdades.

Aún con todas esas indisimuladas afirmaciones, y dejándome convencer por mi instinto de teoría, confesión y verdad; el amor de Axel sigue siendo una insinuación no declarada.

Mis tobillos duelen, como si mis huesos estuvieran quebrados y no poseen suficiente fuerza para levantarse.

La tierra se adentra en mis uñas, las palmas de mis manos se sienten alisadas por el polvoriento suelo debajo de ellas. Me arrastro sobre la tierra mientras trato de distinguir el lugar donde me encuentro.

Levantó la vista y sacudo la cabeza para quitar los mechones amarillos de mi cabello, que anteriormente estorbaban a mis ojos. Hay una silueta enfrente mío, pero no distingo quién es.

Me siento angustiada, aturdida y totalmente desesperada. Trato de llegar a él, debo llegar a él; siento que se muere, siento que su espíritu se desprende de su cuerpo. No puedo y no quiero aceptarlo.

Ahí está su silueta. Ahora es una completa figura y proyecta una imagen totalmente desconcertante para mi mente y destructora para mis emociones. Axel yace sobre la carretera, muriendo, sus ojos brillan con intensidad, de sus labios entreabiertos brotan líneas de sangre y respira ruidosamente.

Me esfuerzo aún más por llegar hasta él, tantos son mis anhelos que no distingo las voces que inundan el aire a nuestro alrededor.

Con muchísimo esfuerzo, él eleva su mano desde el suelo, haciéndome una señal de que me detenga. Y en sus labios, aunque su voz ya no se escuche, leo claramente las palabras: Corre.

Despierto.

Unas manos suaves acarician mi frente sudorosa. Y a la vez oigo murmullos.

—¿Hace cuanto está así? —murmura...¿Natán? Sí, es él.

«Unos pocos minutos.»

—¿Significa algo que una niña oráculo sude y murmure en sueños?

«La verdad no tengo idea.»

—Está despertando.

Abro los ojos. Es Maribel quién ha colocado mi cabeza sobre sus piernas y acariciaba mi frente en busca de saber mi temperatura corporal.

«Nahomi, ¿estás bien?»

—Estoy bien. —Ni siquiera mi voz suena convincente.

«Te dormiste solo un par de minutos, comenzaste a murmurar y me preocupé de que signifique algo malo.»

Su mente le ha dado en el clavo, pero, definitivamente no pienso decir lo que vi en voz alta. Me niego a recordarlo.

—No es nada. —Me excuso —¿Dónde estamos? ¿Cómo va todo? —Trato de cambiar el tema rápidamente.

«Hasta ahora todo marcha bien.»

Suspiro.

—Axel llamo. —La información de Natán me sobresalta completamente.

Su imagen moribunda regresa a mi cabeza.

—¿Cómo está él? —pregunto de inmediato.

El silencio de Natán aumenta mi nerviosismo, pero trató de apaciguarlos sabiendo que solo busca informar todo detalladamente.

—Todos están bien. —Me aclara —Axel llegará al punto de encuentro en la carretera del este y, según en plan, podremos hacer el intercambio.

Guardó silencio.

En realidad todo está saliendo más que bien. Cuando los líderes de la manada, Natán y Maribel, realizaron el plan hace un par de horas la situación era un caos. Brian y Ada se negaban rotundamente a alejarse del territorio agni por protegerme, Débora y Connor se sentían indignados al no poseer el apoyo de toda la manada, Axel aguardaba en silencio, empacado en sentimientos de decepción y una profunda pena. Hasta que, después de una discusión llena de opiniones diferentes, se logró un acuerdo:

Natán les recordó a todos que le debían lealtad a su alfa y a la manada, y que desertar de su deber era digno de un exilio permanente. Las opciones se redujeron y, de acuerdo o no, aceptaron ayudar.

La mejor manera de despistar a ella y sus seguidores, es separarse; ella tendrá que decidir a quién seguir. Claro que ese plan posee la debilidad de que los agnis tienen un sentido del olfato que les permite rastrear a alguien con huellas que posean días de antigüedad y ubicarlos aunque estén a varios kilómetros de distancia. Eso se arregló con una idea de Mery, la única amiga a la que confíe el plan, ella preparó una poción que le permite a mi cuerpo oler como un agni por cinco horas, lo suficiente como para alejarme de Alba sin dejar rastros.

Maribel insistió en que sería demasiado obvio que yo saliera del pueblo junto a Axel, o incluso Débora y Connor, por esa razón subí a un auto junto a ella y Natán.

Axel se dirigió solo hacia un pueblo que se encuentra a cinco horas de camino en auto, nosotros nos dirigimos al mismo lugar pero por un camino diferente. El plan es muy exacto: Si alguien sigue a Axel para atraparme, lo encontrará completamente solo y tendrá que contemplar otras opciones sobre mi verdadera ubicación. Si llegan al pueblo hasta el territorio de la manada, encontrarán a Ada y Brian haciendo guardia, sin mí, por lo tanto no perderían el tiempo haciendo una batalla inútil por una presa que no se encuentra ahí. Wilson me prometió cuidar a Elías y mis amigos. Y por último, Débora y Connor monitorean los movimientos de los invasores.

—Llegamos al punto de encuentro. —El anuncio de Natán me hace abrir los ojos grandemente.

Mi corazón late fuertemente, mis manos se sienten sudorosas y el momento más esencial del plan ha llegado: Debo irme, debo irme junto a él.

¿Acaso no he tenido una visión donde termina en una muerte horrible? ¿Cuándo he fallado en una predicción?

—Adelante. —Me anima Natán.

«Nosotros estaremos bien.»

Ni siquiera puedo responder. Abro la puerta y tambaleándome bajo del auto, siento a mis piernas flácidas y un agudo dolor de cabeza.

Veo una estación de servicio, con unos pocos focos que intentan iluminar la carretera.

El auto de Axel está aquí, estacionado y con las luces apagadas. Él está ahí, recostado sobre el capot ocultando sus manos en los bolsillos de su pantalón y tan intacto y guapo como hace un par de horas.

Mi miedo de verlo lastimado desaparece.

Su semblante relajado se convierte en alegre al verme.

Olvido la flacidez de mis piernas y corro a su encuentro. Como si hubieran pasado siglos desde la última vez que lo vi.Me hundo entre sus brazos apoyando mi cabeza sobre su pecho.

He tenido miedo estas horas, más ahora que se nos acecha un futuro que huele a muerte.

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Magugustuhan mo rin

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