Macabra Tentación - 1.El Vínc...

By VeronicaGM

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Detrás de una leyenda siempre hay algo de realidad.Para entender la verdadera historia, debemos conocer todo... More

Elegia
Prólogo
Capítulo II
Capitulo III
Capitulo IV
Capitulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítlo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI

Capítulo I

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By VeronicaGM

Espero que os guste el primer capitulo de mi novela llamada El vínculo, y que sigaís leyendola y os enamore la misma forma que me enamoré yo conforme la iba escribiendo :)

La obra está registrada y publicada por lo que está prohibido su copia o reproducción. Todos los derechos reservados.

Podéis haceros con un ejemplar en papel en la página de Amazon, a un precio realmente bueno :D

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Capítulo 1

Londres, noviembre de 1862

Observé por última vez el vestido colocado minuciosamente sobre la cama; realmente era precioso. Poseía el color de los zafiros y estaba confeccionado en tela de raso y encaje negro. Hecho a medida por una prestigiosa boutique de la galería Burlington Arcade situada en la calle Piccadily, aquel lugar cubierto albergaba multitud de tiendas de moda, complementos y joyas, estas se encontraban repartidas a cada lado de un largo pasillo que atravesaba la galería, todo un referente que había comenzado a proliferar en el resto de Europa. Tan solo la gente adinerada de clase alta y la aristocracia Londinense podía permitirse comprar algo allí.

Ese era el regalo de mi padre con motivo de mi compromiso con Thomas, quería que estuviese radiante y que vistiese como toda una dama de la alta sociedad. Me era muy difícil hacerme a la idea de que a partir de esta noche sería una mujer comprometida; dieciocho años se consideraba una buena edad para casarse. Una mujer se preparaba desde el día se su nacimiento para ello, educándose y criándose para ese fin. Para casi todas las jóvenes su objetivo en la vida era casarse y digo para casi todas porque yo no me sentía preparada para ello.

Necesitaba a mi madre conmigo para que me diese la seguridad de que todo iba a salir bien, ella era el pilar de mi mundo y este se había derrumbado con su muerte dejándome sola y perdida... ¿Cómo saber si era lo correcto? Si casarme era lo que de verdad quería para mi vida, tan solo esperaba poder llegar a amar a Thomas.

Me miré en el espejo y observé cada parte mi cuerpo, casi sin darme cuenta este había cambiado. La niñez me había abandonado, ahora las curvas eran incipientes y mis pechos se habían desarrollado, aun me costaba un poco mirarme desnuda y me ruborizada al pensar que quizás resultase deseable para los hombres, para Thomas debía serlo en parte si quería casarse conmigo tras tan solo un año de nuestro primer encuentro, realmente me sorprendía que mi padre fuese el percusor de dicho compromiso. En los últimos meses me había contado que se sentía cansado y eso me hacía pensar que esa era una de sus razones para concederle mi mano. Agité la campanilla situada sobre el tocador y Doris no tardó en aparecer. Doris era nuestra ama de llaves, la encargada de dirigir al resto del servicio, llevaba toda la vida trabajando en nuestra casa lo que me había llevado a entablar una estrecha relación con ella, fue mi cuidadora cuando era una niña y un gran apoyo después de la muerte de mi madre.

En la planta de abajo se escuchaba el ajetreo que conllevaba la preparación de un gran evento como el de esta noche, pasos apresurados que iban de un lado a otro de la casa, a mi padre con su voz ronca y profunda indicar a cada uno de los empleados donde debían colocar cada cosa, la cristalería tintinear... hacía mucho tiempo que no se celebraba un fiesta en casa, con mi madre se había marchado también una parte de mi padre y siempre parecía estar triste y cansado, sin un aliciente por el que continuar viviendo, tan solo el trabajo le mantenía ocupado y solo desde que me había comprometido con Thomas parecía haber recuperado un poco de la felicidad perdida.

En pocos minutos Doris apareció por la puerta con su habitual vestido gris y su regordeta cara sonrojada. Parecía muy estresada.

—¿Qué desea señorita? —preguntó amablemente.

—¿Puede ayudarme con el vestido? —le pedí suplicándole con la mirada.

—Claro, pero no puedo demorarme mucho aún quedan muchas cosas por hacer y el tiempo pasa demasiado rápido —respondió regruñendo.

Seguidamente comenzamos con ardua tarea que suponía vestirme, capas y capas de ropa que finalmente terminaban en un ajustado corsé que apenas te dejaba respirar, por no hablar de la crinolina que te impedía caminar con normalidad. Algunas veces me preguntaba si las mujeres llegaríamos a usar pantalones al igual que los hombres, para ellos siempre todo era más fácil en cambio nosotras debíamos lidiar con todo lo importante, preocuparnos de ir siempre bien vestidas, cuidar de los hijos, hacerles felices sin importar si tú lo eras... marionetas a las cuales manipular a su antojo y yo apunto de comprometerme aceptando convertirme en una.

Finalmente también convencí a Doris para que me ayudase a peinarme, tenía el pelo demasiado largo y me costaba horrores cuando tenía que recogérmelo. Mi pelo era rizado y espeso y su largura se extendía más allá de mi espalda, Doris llevaba tanto tiempo lidiando con él que sabía perfectamente cómo hacerlo, normalmente siempre lo llevaba suelto y solía recogerme los mechones de los lados con un pasador. Con sus manos habilidosas recogió mi pelo en un elegante moño y dejó algunos mechones de pelo sueltos enmarcando mi rostro, remató la jugada colocando un bonito tocado de flores.

Cuando terminó me puse en pie para mirarme en el espejo, contemplé la imagen que este me devolvía y quedé sorprendida al ver lo bien que me sentaba ese vestido y lo bonito que había quedado el recogido.

—Está preciosa señorita, toda un dama —me dijo Doris observándome de arriba abajo—. He de irme aun me quedan cosas que hacer en la cocina.

—Gracias por su ayuda —le dije cogiendo sus manos entre las mías.

—No tiene que darlas es mi trabajo, ya sabe que siempre podrá contar conmigo —después de esas palabras se marchó dejándome sola de nuevo.

Miré el reloj colocado sobre la mesilla, aún quedaba una hora para que diese comienzo la fiesta, agarré la pequeña caja de madera que había sobre el tocador y la abrí, dentro se encontraba un conjunto de pendientes y gargantilla con zafiros del mismo color que mi vestido y que habían pertenecido a mi madre, mi padre me los había regalado por mi compromiso. Cómo el mismo dijo al entregármelos "Así tu madre también estará de alguna forma presente", me los coloqué y me miré de nuevo al espejo para observar como quedaba todo en conjunto. He de confesar que aquel vestido combinado con las joyas me hacía parecer más adulta, dejando un poco de lado mi aspecto aniñado y dejando paso a mi parte más femenina.

Salí de mi habitación, baje las escaleras y me dirigí al lugar donde se celebraba la fiesta, observé sorprendida lo bien que había quedado todo, cada rincón de la estancia estaba decorado con cientos de flores y velas encendidas que se reflejaban en los cristales de la enorme lámpara de araña que colgaba del techo creando hermosos destellos en las paredes, todo estaba en su lugar correcto y a tiempo. Los sirvientes estaban terminando de colocar las últimas sillas a cada lado de la sala para que quien prefiriese permanecer sentado lo hiciese. El músico, uno de los mejores de Londres contratado para que tocase el piano durante la velada se encontraba ya organizando sus partituras y acomodándose en su lugar de trabajo. Me sentía feliz al ver que aquella sala que mi madre había creado expresamente para sus fiestas volvía a llenarse de luz y vida después de tanto tiempo sin usarse, de alguna forma me sentía más cerca de ella.

Mi padre apareció detrás de mí.

—¿Te gusta hija? —preguntó sacándome de mi burbuja, le miré y pude ver en sus ojos un brillo especial.

—Sí, está precioso, ya no me acordaba de lo especial que era este lugar —afirmé sonriendo.

—Deja que te vea —cogió mi mano y me hizo girar sobre mi misma—. Estás preciosa hija, mírate ya has dejado de ser mi niña —pude ver lo orgulloso que se sentía de mí a través de esas palabras.

—En el fondo sigo siéndolo, esto solo es un atuendo que me hace parecer más mayor —bromeé divertida, el rio alegremente.

Aquel compromiso parecía que de verdad le había devuelto parte de la alegría perdida y eso me hizo pensar por un segundo que quizás si fuese lo correcto casarme con Thomas.

Le indiqué al músico que empezase a tocar y en pocos minutos empezaron a llegar los invitados, los cuales fueron recibidos con una copa de vino. Apenas conocía a nadie casi todos eran amigos de mi padre y de Thomas, clientes del bufete y gente de la alta sociedad de Londres. La sala no tardó en llenarse y todo el mundo parecía estar disfrutando.

Me mezclé entre la multitud y me paré a saludar a la esposa del Varón Olsen, uno de los amigos de mi padre y colega de profesión. El Varón era un amante del alcohol y no había día que no terminase borracho, su esposa en cambio, era una mujer entrada en carnes pero de un humor encantador y siempre vestía muy elegante: todo un ejemplo de buen gusto en moda. Me acerqué y los saludé con una reverencia.

—Buenas noches —la baronesa me devolvió el saludo con una amplia sonrisa.

—Buenas noches Emily, su padre ha organizado una fiesta estupenda, me alegra que al fin hagáis oficial vuestro compromiso —parecía realmente contenta por ello

—Gracias, padre consideró que ya era el momento oportuno para ello, y nosotros también estuvimos de acuerdo con esa decisión. —Contesté.

—Me gustaría poder charlar de una manera más extensa con usted pero debo seguir saludando a los invitados.

—Por supuesto, la dejo pues que ejerza sus obligaciones como anfitriona de la fiesta —nos despedimos con una rápida reverencia—. Con permiso.

El Varón ni siquiera se había fijado en mí, estaba pendiente de otras cosas como por ejemplo las jóvenes que se encontraban en el salón, estaba segura de que en más de una ocasión había mantenido relaciones con otras mujeres a espaldas de su esposa, pero eso no era asunto mío.

Me alejé y volví junto a mi padre que me observaba mientras sostenía una copa de vino tinto, le besé en la mejilla y me agarré a su brazo.

—¿Nerviosa hija? —Tomó un sorbo de vino.

—Un poco, hay mucha gente y muchas de ellas importantes. —Sonrió alegremente al escuchar mi respuesta.

—No te preocupes estás preciosa, además tú no tendrás que anunciar nada, lo hará Thomas, limítate a sonreír —tras esas palabras me apretó la mano.

Terminó de beber la copa y la depositó en una mesita cerca del piano que no cesaba de sonar. Yo también tocaba el piano desde pequeña pero me daba vergüenza que me viesen.

Mi padre era un hombre cariñoso que me adoraba, y todo lo hacía por el bien de mi futuro, según él Thomas era un gran partido para mí algo que solo con el tiempo se sabría, desde luego lo que si sería es la envidia entre las jóvenes de Londres, muchas estarían encantadas de estar en mi lugar, eso hacía que una parte de mí se sintiese orgullosa por estar comprometida con él.

—Discúlpame querida voy a saludar a unos amigos que acaban de llegar —me dijo y se alejó dejándome sola.

¿Dónde se había metido Thomas? Hacía rato que la fiesta había comenzado y no había ningún rastro de él. Estaba empezando a pensar que quizás se lo había pensado mejor y no apareciese, pero al girar la vista le vi abriéndose paso entre la gente, aunque le resultaba difícil ya que todo el mundo le paraba para saludarle. Estaba muy elegante con su traje nuevo y perfectamente peinado, al verme me sonrió desde lejos. Observé que venía acompañado de un joven que avanzaba junto a él con la mirada gacha, cuando al fin consiguió llegar hasta mí me beso en la mejilla después me observó durante unos segundos sorprendido, no estaba acostumbrado a verme tan arreglada.

—Estas preciosa querida —me rodeó con su brazo por la cintura.

Yo me limité a sonreírle, después desvié mi mirada hacía el joven que claramente le acompañaba y que seguía mirando hacía el suelo. Cuando al fin alzó la vista vi que tenía unos hermosos ojos claros de un color gris poco habitual, su tez era pálida y de aspecto suave, sus labios eran carnosos y tenía un bonito pelo castaño claro. Su belleza era extraña pero encantadora, durante un segundo nuestras miradas se encontraron, algo que hizo que me olvidase de todo lo que me rodeaba como si estuviese en un lugar diferente, ¿quién era ese joven?

—Emily él es James, acaba de llegar a la ciudad, ha venido por un asunto de negocios —me dijo Thomas sacándome de mis cavilaciones.

—Es un placer conocerla, Thomas me ha estado hablando de usted de camino a la fiesta —su voz era firme pero a la vez dulce y pausada.

—Es un placer conocerle James, espero que disfrute de la fiesta —le deseé dedicándole una sonrisa.

—Así lo haré, gracias por invitarme y por acompañarme desde el hotel hasta aquí Thomas —nos dedicó un reverencia y se alejó perdiéndose entre la gente.

Su belleza poco común no pasó desapercibida entre las jóvenes, en un momento había unas cuantas revoloteando a su alrededor.

—Querida dentro de un momento haré el anuncio de nuestro compromiso, mientras, tomemos una copa de vino. —Se alejó unos pasos para coger un par de copas que portaba uno de los sirvientes de la casa, me ofreció una y volvió a agarrarme de la cintura. Tomé un sorbo y decidí preguntarle más acerca de James, ese joven había captado mi atención desde el primer momento, sentía curiosidad por conocer más cosas sobre él

—¿Quién es ese joven? —le pregunté a Thomas.

—Olsen me pidió que fuese a recogerle al hotel donde se hospeda, supongo que es con él con quien tiene negocios pendientes. Según averigüé viene desde Francia a adquirir unas propiedades y quiere quedarse una temporada en Londres, debe ser alguien importante o alguien muy adinerado.

—¿Sabes a qué se dedica? —pregunté.

—Realmente no lo sé, no le pregunté ni hablamos de ello.

No le pregunté nada más, podía sonar un tanto raro que hiciese tantas averiguaciones sobre aquel desconocido. Era un joven apuesto y educado, las hienas se arrancarían los pelos unas a otras por conseguirle. Di un largo sorbo a la copa de vino y cuando levanté la vista me di cuenta que James me observaba desde la otra punta del salón, noté que me ruborizaba y desvié la vista hacia otro lado.

—Es la hora querida —me indicó Thomas.

Se adelantó dispuesto a hablar, se quitó el alfiler de su corbatín y lo golpeó contra su copa vacía para captar la atención de los invitados, acto seguido el piano cesó de sonar y todos centraron la mirada en él, mi padre se colocó junto a mí. James el joven apuesto dirigió la mirada hacia nosotros, su pelo claro brillaba bajo la tenue iluminación de la sala.

—Como todos sabéis esta fiesta ha sido organizada para anunciar una feliz noticia que yo mismo pasaré a comunicaros —agarró mi mano y tiró de mí obligándome a colocarme a su lado—es un honor para mí anunciar mi compromiso con la señorita Emily Darwin, hija del hombre más honorable que he conocido, el señor David Darwin. Gracias a él conocí a la mujer más maravillosa y encantadora del mundo y con la que dentro de poco compartiré mi vida, formaré un hogar y en el futuro una familia.

Como me había dicho mi padre no dejé de sonreír en ningún momento. Desde luego había sido un anuncio precioso, no sabía que significase tanto para él. La gente empezó a aplaudir sonoramente. Thomas me agarró y me apretó contra su pecho mientras nos llovían aplausos y felicitaciones por todos lados, acto seguido estrechó la mano de mi padre que sonreía orgulloso.

—Estoy orgulloso de ti hija, ahora sé que tendrás un buen futuro y estoy seguro de que seréis muy felices, ya lo verás, espero que me deis unos nietos preciosos. Tu madre también hubiese estado muy orgullosa de ti... —el semblante de mi padre se volvió serio y sus ojos se humedecieron; le abracé.

Mi madre murió hacia seis años, enfermó de tuberculosis. La echaba tanto de menos, su cariño, sus consejos, su presencia... Al pensar en ella no pude reprimir las lágrimas que empezaron a desbordarse por mis ojos, mi padre me limpió con su pañuelo como cuando era una niña y me caía jugando en el jardín de casa.

—No llores hija, ella te estará viendo donde quiera que esté y estoy seguro que se siente muy feliz en estos momentos.

—Lo siento, la hecho mucho de menos —Thomas estaba ocupado quedando bien con los invitados y ni siquiera se había dado cuenta de nada.

Me uní a él y la gente siguió llegando para felicitarnos, uno a uno atendimos a todos. El último en felicitarnos fue James, estrechó la mano de mi prometido y yo le ofrecí la mía en vez de un escueto agradecimiento. Me besó en la mano y noté que sus labios estaban fríos, llevaba unos guantes pero aun así el frío traspasó la tela. Fue un beso rápido sin apenas rozarme, pero su contacto hizo que me estremeciera.

—Gracias por su felicitación James, siga disfrutando de la fiesta —le dijo Thomas de forma seca, claramente no le gustó que le ofreciese la mano.

—Es lo menos que puedo hacer después de invitarme —le respondió con tono sarcástico.

La música comenzó a sonar de nuevo, dulce y elegante, James aún permanecía frente a nosotros, cuando la señora Olsen se acercó.

—¿Me prestas a tu prometido? —Preguntó sonriente—. Mi esposo está demasiado borracho para bailar —aseguró agarrándole del brazo.

—Desde luego, pero tráigalo de una pieza —ella rio de forma pícara.

—Enseguida vuelvo querida —se alejaron en dirección al medio del salón donde las parejas habían comenzado a bailar al son de un vals. Allí nos quedamos James y yo solos, sin saber que decirle permanecí en silencio mientras nos mirábamos.

—¿Le apetece bailar Emily? —tras su pregunta este me ofreció su brazo al que me agarré sin pensarlo mucho, solo era un baile, no creía que Thomas se enfadase por eso.

Nos mezclamos entre el bullicio que daba vueltas sin parar siguiendo el ritmo de la música y al que nosotros nos unimos también. No dijimos ni una palabra en el proceso, me daba vergüenza hablarle, pero si no lo hacía seguro que él me preguntaría primero, y yo quería saber más sobre él. ¿Qué tenía aquél joven que tanto me atraía si apenas le conocía? Ni yo lo sabía.

—Dígame James ¿se quedará por mucho tiempo en Londres? Thomas me comentó que está buscando una casa aquí. —me miró y tardó unos segundos en responder, segundos que se me hicieron eternos contemplando sus ojos... Esos ojos eran misteriosos y poseían un brillo extraño. No debía fijarme en él de esa manera, pero era algo que no podía evitar desde que había entrado en mí casa.

—Así es, quiero comprar una casa pero me gustaría que estuviese a las afueras, me gusta la tranquilidad y por supuesto un carruaje para desplazarme al centro de la ciudad cuando me apetezca visitarla.

—Sin duda Londres es un sitio interesante que visitar, hay múltiples monumentos y lugares que ver. Como ha podido comprobar la gente es agradable, además ha causado bastante interés entre las jóvenes.

Me di cuenta que algunas nos miraban y cuchicheaban entre ellas, seguro que me estaban criticando por bailar con él estando mi prometido allí. La envidia era un sentimiento habitual últimamente hacia mí, pero me daba igual, estaba bailando con el apuesto joven extranjero mientras ellas solo podían mirar y desear estar en mi lugar para abalanzarse sobre el pobre muchacho, sin mencionar que pronto me casaría con otro de los jóvenes más apuestos de la ciudad.

Seguimos bailando al son de la música, todo hay que decirlo era un bailarín excelente.

—¿Y usted Emily, a qué se dedica? —me preguntó.

—Bueno, ayudo a mi padre a administrar esta enorme casa, desde que murió mi madre, he de hacer las funciones de las que ella se encargaba cuando aún estaba viva —se me encogía el corazón cuando me acordaba de ella.

—Vaya, lo siento mucho Emily, no sabía que hubiese muerto —pude ver un verdadero halo de tristeza al pronunciar esas palabras—. Sé lo que es perder a un ser querido.

—No se preocupe James, ya no duele como antes hablar de ella, aun así, se me encoge el corazón cuando la recuerdo, era una mujer increíble ¿sabe?, muy querida por la comunidad.

—No lo dudo, solo hay que escuchar cómo habla de ella para saberlo y estoy seguro que también era una mujer muy hermosa al igual que lo es usted.

No supe que decir, tan solo me ruboricé. Nuestra conversación estaba convirtiéndose en una conversación demasiado íntima, nunca me gustó hablar de esos temas con nadie, pero en cambio con él todo salía de forma natural. No entendía que me pasaba con aquel muchacho de mirada misteriosa. Busqué a Thomas con la mirada y vi que estaba a pocos metros de nosotros, seguía bailando con la señora Olsen, disimulando un poco desvié a James de la zona de baile hasta toparnos con él.

—Cambio de pareja señora, devuélvame a mi prometido —se produjo el cambio de pareja, James me miró con una sonrisa como si supiese lo que había tramado para dejar de bailar con él. Terminó bailando con la señora Olsen.

Thomas me condujo fuera del salón hasta llegar al recibidor de la casa y comenzamos a bailar aunque apenas se escuchaba el piano desde aquí.

—Al fin estamos solos, ¿qué tal lo estás pasando querida? —me preguntó.

—Bien, ha resultado ser una fiesta de lo más entretenida, me sorprendió tu discurso, nunca me habías dicho todas esas cosas tan bonitas —su cara se transformó en un poema, pero esa era la verdad y no creo que fuese por timidez ni nada parecido.

—No digas tonterías todo lo que dije es verdad solo que no encontré la ocasión para decírtelo en privado, ahora ya sabes todo lo que significas para mí.

No me convenció su respuesta pero le di un voto de confianza y me quité la idea de la cabeza de que solo había sido un discurso preparado para la ocasión.

—Tenemos que fijar la fecha de la boda, había pensado que podríamos celebrarla en primavera.

Solo quedaban cuatro meses para primavera, me pareció algo precipitado, apenas tendría tiempo de prepararlo todo.

—¿No crees que es demasiado pronto?, eso es en apenas cuatro meses, no sé si podré organizarlo todo en tan poco tiempo.

—No quiero esperar más para que seas mi esposa Emily, complacerme y celebremos la boda en primavera —me acarició el pelo y la cara, esa era su forma de pedírmelo por favor, que más le daba esperar un par de meses más que menos.

—Está bien Thomas, se hará como dices en primavera —claudiqué dedicándole una falsa sonrisa de aprobación.

Thomas me apretó con fuerza contra él y nos fundimos en un beso aprovechando que nadie nos veía. No solíamos besarnos en demasiadas ocasiones ya que normalmente estaba trabajando y en contadas ocasiones salíamos o estábamos a solas en casa, pero aprovechaba cualquier momento en que lo estábamos para hacerlo.

—Deberíamos volver, mi padre nos estará buscando —le dije.

Me di la vuelta dispuesta a volver al salón pero me sorprendí al ver que James se encontraba apoyado en la puerta acristalada del salón y me observaba detenidamente, intenté no mirarle pero me fue imposible su presencia me resultaba demasiado atrayente... Thomas llamó mi atención al cogerme de la mano, fue solo un segundo pero al volver la vista James ya no estaba, había desparecido.

Aun algo confusa y sin mediar palabra comencé a caminar en dirección al interior de salón, una vez dentro busqué a James con la mirada pero no le vi por ninguna parte, era como si de repente se hubiese esfumado...

—A quién estas buscando querida, tu padre está justo delante de nosotros —me dijo extrañado.

—Sí, tienes razón perdona —fue lo único que conseguí responder acto seguido mi padre se acercó a nosotros más sonriente de lo normal.

—¡Estáis aquí! Tengo algo que contaros. Thomas he estado hablando con James, me comentó que estaba buscando casa en Londres y le hablé de nuestra casa de las afueras, se mostró muy interesado en ella —nos contó de forma efusiva.

Esa casa llevaba vacía seis años, el mismo tiempo que mi madre llevaba muerta, desde ese día no habíamos vuelto a ir allí. Tenía demasiados recuerdos para nosotros pero si ahora James la compraba y la adaptaba a su gusto quizás no doliese tanto volver algún día.

—Es su oportunidad para venderla si conseguimos convencerle —respondió Thomas muy entusiasmado por una posible venta que por su puesto le reportaría una cuantiosa comisión.

Hemos quedado mañana por la tarde para tomar una copa y hablarlo con calma, debemos pensar en un precio razonable para ambas partes.

—Bien, el alcohol ayudará a convencerle —respondió Thomas de forma graciosa, algo que hizo reír a mi padre.

—Y ¿dónde se encuentra nuestro posible comprador en estos momentos? —preguntó Thomas.

—Estaba cansado según me dijo así que se marchó hace un rato.

—Una pena me hubiese gustado hablar con él de este tema.

—Con calma Thomas, todo a su debido tiempo, algo me dice que venderemos esa casa —concluyó poniendo su mano sobre su hombro y dándole unas palmaditas.

Que grosero por su parte marcharse sin despedirse de los anfitriones; pensé. En parte me sentí molesta por ese detalle algo que no debería pasar ya que apenas le conocía y solo había hablado con él unos minutos. Ese joven había acaparado demasiado mi atención esta noche y no pensaba dedicarle ni un segundo más de mis pensamientos.

Mi padre y Thomas conversaban ahora sobre el precio al que debían venderle la casa y donde irían a tomar esa copa. Siempre tomaban las decisiones importantes juntos, Thomas solía aconsejarle en cuestiones económicas y financieras y mi padre se encargaba de tratar con los clientes y gozaba de buena reputación entre las gentes de Londres.

Nada más digno de mención sucedió durante la noche, la fiesta se alargó hasta altas horas de la madrugada y cuando por fin los invitados que quedaban se marcharon, me despedí de Thomas, según me dijo mañana por la noche estaría en casa después de la reunión con James. Me dio un casto beso en la frente y se marchó, había que guardar las apariencias delante de mi padre por respeto.

La casa estaba hecha un desastre, copas vacías y demás desperdicios se acumulaban por doquier por toda la sala, lo que quería decir más trabajo del habitual para el servicio. Volví a entrar en la sala para desearle buenas noches a mi padre, lo encontré sentado en una de las sillas que había esparcidas por allí.

—Me hago viejo —su voz sonaba cansada— ya no estoy para tanta fiesta.

Se notaba el cansancio en su rostro, últimamente estaba algo agotado y no había forma de convencerlo para que trabajase menos horas, era un trabajador incansable, siempre dispuesto.

—No digas tonterías padre, estás hecho un primor —dije para animarle dándole un beso en su cabeza casi calva. La muerte de mi madre fue un golpe muy duro para él, estuvo muchos meses deprimido y en ese tiempo su pelo se volvió más canoso y se le fue cayendo; ya solo le quedaban unos cuantos pelos en la parte de detrás.— Buenas noches padre.

—Buenas noches hija, que descanses yo haré lo mismo en breves momentos, lo necesito —me dijo mientras me alejaba.

Subí las escaleras que conducían al piso superior donde se encontraban las habitaciones. Aquella era una casa muy grande, en la planta de abajo se encontraba la cocina, un baño, la gran sala donde se celebraban eventos, un recibidor, un salón más pequeño donde solíamos comer y cenar, el despacho de mi padre y también las habitaciones de nuestros empleados a las cuales se accedía bajando un pequeño tramo de escaleras situadas en la cocina. En la parte de arriba había ocho habitaciones, un par de baños más y una gran terraza que ocupaba tres de las habitaciones decorada con unas mesas y butacas para sentarse.

Mi habitación se encontraba al final del pasillo de la derecha, accedí a ella y cerré puerta tras de mí, encendí el quinqué que se encontraba sobre la mesilla y todo quedó iluminado con la tenue luz que irradió. Mi habitación era bastante grande, la cama era del tamaño de matrimonio rodeada por columnas de caoba delicadamente talladas, un elegante dosel adornaba todo el conjunto. La puerta que daba a la terraza permanecía cerrada, el enorme tocador se encontraba en la pared que estaba frente a la cama, la cual se veía reflejada en el espejo ovalado colocado sobre el mismo, una alfombra persa daba el toque de color a la estancia. Tenía dos armarios llenos de ropa, cada mes mi padre solía regalarme un vestido nuevo y el primero de ellos se había llenado obligándome a tener que colocar un segundo armario.

Era muy tarde para molestar a Doris, seguro que estaba recogiendo en vez de irse a dormir, así que opté por desvestirme yo sola. Desabrochar el corsé fue toda una odisea, pero finalmente conseguí quitármelo. Me puse el camisón que se encontraba perfectamente doblado sobre la cama y me senté frente al tocador. Deshice el intrincado moño dejando caer mi larga melena pelirroja y lo cepillé bien mientras contemplaba mi rostro en el espejo, el cual reflejaba mi cansancio sobremanera. Me metí en la cama y justo cuando estaba empezando a dormirme, la imagen de James apareció de repente en mi cabeza. ¿Por qué me había impactado tanto aquél joven? ¿Qué tenía de especial que había captado mi atención? Supuse que fue su halo de misterio o el hecho de conocer a alguien totalmente opuesto a lo que estaba acostumbrada a ver en Londres, o quizás sus hermosos ojos que parecían sacados del mismo hielo, fríos y de un color gris casi de otro mundo... Nunca me había sentido así ni nadie me había atraído de esa forma. Para mí solo existía Thomas y debía respetarle, pero esta noche algo había cambiado en mí al conocer a James. Entre pensamiento y pensamiento me dormí. 

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