Nada Es Para Siempre

By AbyRodhez

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Katheryn Lander es una chica estudiosa, amable y algo introvertida. Es buena hija y amiga. Y una increíble n... More

Nada es para siempre
Capitulo 2: Viaje De Última Hora
Capítulo 3: Que Comience Mi Nueva Vida
Capítulo 4: Golpe De Amistad
Capítulo 5: Sin Anestesia
Capítulo 6: Segundo Round
Capítulo 7: Podría Ser Él
Capítulo 8: Tomando riesgos
Capítulo 9: Sueños compartidos

Capitulo 1: Un Deceso Mortal

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By AbyRodhez

Tenía un dolor de cabeza infernal. Todo me daba vueltas y me sentía terrible

- ¡Mamá! - grité desde mi habitación. En seguida el sonido de las pisadas apresuradas de mi madre subiendo las escaleras.

- ¿Qué pasa? - preguntó algo agitada por la carrera. La miré y noté lo hermosa que se veía, aún por las mañanas cuando nadie lo es.

Sus grandes ojos marrones en los que se pintaba una mirada de ternura que te hacía olvidar todo, su hermoso cabello dorado cayendo por su espalda en espirales, el aroma de su shampoo de frutas. Su cálida sonrisa, sencilla y preciosa. Su pequeño y delgado rostro de tez apiñonada. Ella era hermosa sin siquiera intentarlo. Era alta y esbelta, con ese encanto de las actrices de los años 50's. Era comprensiva, compasiva y dulce, me comprendía como nadie y siempre sabía qué decir para hacerme reaccionar o hacerme sentir mejor.

-Tengo un dolor de cabeza horrible, creo que hoy no iré al colegio - dije tumbándome de nuevo en la cama.

-Pero tienes que ir, tienes exmen - me levantó de la cama y me llevó hasta el closet.

- Pero mamá, aunque vaya no voy a concentrarme. En verdad me siento mal - me volví hacia la cama.

Mi madre se acercó a mí y tocó mi frente.

- Bueno, no tienes fiebre, así que no es nada grave - dijo levantándome de nuevo -. Ahora, tienes 10 minutos para arreglarte. Te conseguiré una aspirina y bajarás a desayunar - dijo sacando ropa de mi closet.

-Eres imposible – le planté un beso en la mejilla.

-Entonces lo sacaste de mi- dijo burlona mientras salía de mi habitación -. 10 minutos – habló desde las escaleras.

Me puse en marcha. Tomé la ropa que mi madre había sacado y me vestí. Me acerqué al tocador y me amarré el cabello en un moño. No tenía mucho que hacer conmigo. Era de tez apiñonada como mi madre, tenía ojos medianos color nuez, labios delgados, rosados y pequeños, nariz promedio, cabello ondulado color cobrizo con matices rojizos, estaba cortado en capas y la más larga se prolongaba hasta la mitad de mi espalda. Era delgada y de estatura sólo un poco más alta que el promedio. No era una chica vanidosa o con una autoestima elevada hasta el cielo, pero estaba bien conmigo siendo yo.

- ¡Katheryn! - me llamó mi madre desde la escalera -. ¡El desayuno está listo!

- ¡Ya voy mamá! – tomé mi chaqueta y bajé las escaleras.

Me senté a la mesa con el desayuno servido. Mamá era una gran cocinera y me encantaba desayunar con ella antes de que cada una empezara su día por separado.

- Está delicioso mamá - dije con la boca llena.

- Gracias cariño - esbozó mi madre con una sonrisa.

Hacía 3 años que mi padre había fallecido por un infarto y mi madre y yo nos permitimos derrumbarnos por un tiempo hasta que decidimos que era momento de continuar juntas. Ella era lo más importante para mí en todo el mundo. Era la única familia que me quedaba.

Subí a mi cuarto a cepillarme los dientes, arreglé un poco y después tomé mi mochila y bajé a la entrada.

- Me voy mamá – dije rodeándola con los brazos y le di un beso en la mejilla.

- Cuídate cariño. Nos vemos más tarde – dijo devolviéndome el beso.

Tomé las llaves de mi auto y salí de la casa.

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

- ¡Hey!, ¡Kat! - dijo Adriana devolviéndome a la realidad.

Adriana era mi mejor amiga desde preescolar. Con sus lindos ojos negros tan expresivos, el cabello lacio marrón que se prolongaba en una sola capa casi hasta su cadera. Era de tez morena, un poco más alta que yo y con un cuerpo de infarto, no esquelético como la mayoría de las chicas en la escuela, ella tenía curvas y gracias a su estatura le sentaban de maravilla.

Después de mi madre ella era lo único que tenía.

- ¿Qué pasa? - dije un poco aturdida por mis pensamientos.

- ¿Cómo sentiste el examen? - Adriana no era fanática de los exámenes, pero no era tan mala.

- Pues... fácil- mentí. Durante todo el examen mi cabeza estuvo dando vueltas pensando en mi madre. Tenía una sensación extraña en el pecho y la aspirina empezaba a perder efecto, así que no logré concentrarme en el examen.

- Ash, eres una matadita presumida - dijo con un tono de burla en su voz.

Sonreí y traté de poner atención a la clase.

Después de el examen nos tocaba la clase de literatura del Sr. Stader.

El Sr. Stader era bastante joven para ser maestro, apenas unos cuantos años mayor que yo. Era un verdadero erudito, el graduado más joven de su generación en Yale. Era realmente guapo y extrañamente simpático.

Sonreí a medias ante ese pensamiento.

Justo cuando levanté la vista para ver al Sr. Stader la directora Donger entró al salón.

- Buenos días Sr. Stader, siento interrumpir su clase, pero ¿podría hablar con usted en el pasillo por favor? - dijo con tono de angustia en su voz.

-Claro que sí Srta. Donger - dijo él un poco confundido –. Chicos, repasen lo que está en el pizarrón. Ahora vuelvo – y ambos salieron del salón.

Todo el lugar se llenó de ruido inmediatamente.

- ¿Qué crees que haya pasado? - dijo Adriana volteándose hacia mí.

Me encogí de hombros.

- ¿Amenaza de bomba? - dije algo burlona.

-Eres hilarante Kat – dijo Adri rodando los ojos. Ambas nos miramos por un segundo y después nos reímos.

Adriana estaba a punto de articular una palabra cuando el Sr. Stader entró al salón.

-Srta. Lander, ¿podría venir un momento por favor? - dijo con un tono de frustración en su voz.

El salón se quedó en completo silencio de repente. Le di una mirada rápida a Adri de "¿qué pasó?" y ella me miró diciendo un "no lo sé" con sus ojos.

Me levanté de mi asiento y todas las miradas se posaron sobre mí mientras avanzaba hacia la puerta.

- ¿Hice algo malo? - pregunté desconcertada.

-No, no no no, claro que no- dijo la directora Donger.

-Es... otra cosa - contestó el Sr. Stader. Pude notar algo de tristeza en su mirada.

El efecto de la aspirina se había pasado y yo estaba poniéndome muy nerviosa con las miradas de los profesores.

-Entonces, ¿qué pasa?

-Es... tu madre - dijo el Sr. Stader.

- ¿Mi madre? ¿qué pasa con ella? – dije arqueando la ceja. La sensación que había sentido en el pecho toda la mañana se intensificó.

- Katheryn tranquila ¿está bien? Necesito que estés calmada – no entendía por qué decía eso. La última vez que me habían llamado de esa forma había sido 3 años atrás para decirme que a mi padre le había dado un ataque fulminante al corazón mientras iba de regreso a casa.

Los doctores habían dicho que al parecer tenía una condición cardiaca que no era fácil de diagnosticar y eso daba una alta tasa de mortalidad ya que no solía detectarse en un chequeo médico normal.

Mi cabeza comenzó a imaginar los peores escenarios después de ese día. Había desarrollado un pánico irracional a quedarme dormida y no despertar nunca más. Dijeron que la condición no era hereditaria, pero en mi cabeza todo podía salir mal.

La directora Donger hizo una pausa pequeña y lanzó un suspiro como queriendo tomar valor para lo que iba a decir después.

-Necesito que seas fuerte ¿sí? Tu mamá... - "No, no no no no no" pensé. Comencé a imaginar las miles maneras posibles en que podría acabar esa frase - ella tuvo un accidente automovilístico de camino a casa - dijo tocándome el hombro.

Me quedé en blanco. No supe qué decir o cómo reaccionar, las palabras se quedaban atoradas en mi garganta y no podía articular la única pregunta que en verdad me importaba. En lugar de eso opté por preguntar ¿Qué?

- No entiendo, ¿qué hacía camino a casa? – las palabras se arrastraban fuera de mi boca y no podía articularlas correctamente. Tomé una bocanada de aire e intenté hablar de nuevo – Ella... ¿ella está bien?

-Katheryn... - dijo la directora con pena en la voz. No podía escuchar lo que seguía. Los oídos me taladraban y sentía que en cualquier momento el mundo se vendría abajo y yo me iría con él - Katheryn, lo siento mucho. Tu madre... ella no sobrevivió. Los médicos hicieron todo lo posible, pero sus heridas eran muy graves... - todo se detuvo por un instante.

Todo parecía moverse en cámara lenta. No escuchaba nada, sólo podía escuchar los latidos de mi corazón y la voz en mi cabeza que me decía que nada de eso era verdad. Que no podía estar pasando otra vez. Que era un mal sueño e iba a despertar de repente con un gran dolor en el pecho y lágrimas en los ojos, así como se despierta de una pesadilla.

El mundo comenzó a girar de nuevo y la directora Donger me decía que si quería que llamara a alguien para que viniera por mí. Me tomó un momento volver en mí y poder responder que no.

-Puedes retirarte cuando lo desees, no te preocupes por nada – dijo la directora.

El Sr. Stader había desaparecido, supuse que se había marchado mientras yo estaba totalmente fuera de mí.

-Sí, quisiera retirarme ahora por favor – dije arrastrando las palabras de nuevo.

-Por supuesto, puedes irte – dijo la directora Donger. El Sr. Stader salió del salón con mi mochila en la mano y caminó hacia nosotras.

- ¿Te pido un taxi Katheryn? – preguntó la directora.

- No, mi auto está en el estacionamiento, estoy bien, puedo conducir.

-Te acompañaré al estacionamiento Katheryn ¿está bien? – preguntó el Sr. Stader dirigiéndose hacia las dos

-Sí, me parece muy bien – articuló la directora. Se acercó hacia mi y me dio un abrazo – Lo siento muchísimo Katheryn. Espero que encuentres consuelo y fuerza muy pronto – se separó de mí y me regaló una sonrisa con un toque de dulzura.

-Gracias directora – le dije con una media sonrisa en el rostro que terminó en una mueca cuando traté de reprimir las lágrimas que amenazaban con salir.

El Sr. Stader y yo caminamos en silencio hacia donde había aparcado mi auto. Nos detuvimos frente a él y el Sr. Stader se acercó a mí.

-Kat yo...

-No, Sam, por favor – le interrumpí – ya no más palabras de consuelo, no lo soporto – dije cerrando los ojos intentando contener las lágrimas.

Sam me atrajo hacia él y me abrazó de manera protectora. Sentí un recorrido de electricidad en mi columna vertebral y por un segundo olvidé todo. Las lágrimas que tanto había contenido comenzaron a rodar por mis mejillas. Sam me apartó un poco de él. Yo mantuve los ojos cerrados un poco más intentando parar el llanto. Sam limpió con sus pulgares las lágrimas que se habían quedado en mis mejillas y sostuvo mi rostro entre sus manos. Cuando abrí los ojos noté un poco de ternura en su mirada que me hizo sentir un poco mejor. Él me miró a los ojos y se acercó más a mí, me atrajo hacia él lentamente y comenzó a acercar su rostro al mío, nuestros labios estaban a sólo unos pocos centímetros de distancia, a esos escasos centímetro en los que sólo el aire podría pasar entre ellos.

- ¡Kat! – escuché la voz de Adriana a lo lejos. Sam y yo nos separamos apresuradamente. Me entregó mi mochila y se apartó un poco más de mí.

Vi a Adriana aparecer de entre la fila de autos y en cuanto me vio corrió hacia mí.

- ¡Katheryn! – me abrazó- ¡Oh por Dios! ¿estás bien?

- Yo me retiro, debo volver al salón – se despidió Sam – Lo siento mucho Katheryn, en verdad lo siento – se disculpó. Había un tono en su voz que me hacía saber que su disculpa no era por la muerte de mi madre.

- Sí, ammm, muchas gracias por todo Sr. Stader – dije con la voz más calmada que pude. Mi corazón iba a mil por hora, mi respiración era irregular y mi cabeza daba vueltas de nuevo. Era adrenalina pura la que sentía en mi rostro acalorado.

- Claro – dijo Sam

- Hasta luego Sr. Stader – dijo Adriana sonriendo. Sam le devolvió la sonrisa, me dio una mirada rápida de "lo siento" y se alejó hacia la entrada del colegio.

- Adriana ¿qué haces aquí? – dije algo confundida

- La directora Donger me llamó a su oficina y me contó lo que pasaba. Le dije que si podía acompañarte a casa ya que no creía que estuvieras bien y ella dijo que sí.

- Adri... – empecé, pero en seguida ella me interrumpió.

- No digas nada, sólo entra al auto. Necesitas ir a casa y estar tranquila, ¿sí?

Quería negarme, pero la verdad no tenía cabeza para conducir. No tenía cabeza para nada. Abrí la puerta del copiloto y me deslicé por el asiento. Sentía pánico, aún no podía creer nada de lo que estaba pasando. No de nuevo.

Recargué mi cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos. De repente las lágrimas comenzaron a salir una vez más. Mi respiración se aceleró, mi pecho comenzó a subir y a bajar muy rápido y no pude contenerme más. Comencé a llorar mucho, las lágrimas quemaban mis mejillas y me ardían los ojos, me faltaba el aire y mis sollozos se convirtieron en sonidos fuertes e incontrolables.

Adri puso su mano en mi hombro y comenzó a consolarme. No podía moverme, no podía pensar ni hacer nada, sólo podía llorar y llorar.

-Lo sé, lo sé. Shhh. Tranquila. Lo sé – decía Adri mientras tomaba mi mano.

Recargué mi cabeza en su hombro y seguí llorando mientras ella me llevaba a casa. A lo que quedaba de ella. Al lugar en el que sentiría el vacío más grande del mundo en cuanto atravesara la puerta.

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