Si no tardas mucho

Door sacodehuesos79

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Si no tardas mucho, te espero toda la vida. Esta pequeña escena, no tiene nada que ver con Seis Años y una... Meer

Si no tardas mucho
Someone like you
Down the rabbit hole
Say something

La paz de verte dormir

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Door sacodehuesos79

La definición de la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes.

Así que mientras la lluvia sigue cayendo a plomo en Miami, enfrentados en la cama de una habitación de hotel, Luis Cepeda y Aitana Ocaña intentan por todas las vías posibles buscar rutas diferentes para plantear su posible camino juntos.

Envueltos en los albornoces de cortesía del hotel, se observan y se devanan los sesos intentando encontrar la forma de arrancar.

En el fondo, Aitana se arregla de haber eliminado del tablero parte de la tensión sexual con el encuentro que acaban de tener. De esa forma puede concentrarse más.

Solo un poco más. Que Luis Cepeda en un albornoz blanco sobre una cama de dos metros con sábanas frescas no conduce sus pensamientos precisamente a la terapia de pareja.

Quizá deberían vestirse y salir. Pero si, como se imagina, acaban discutiendo, prefiere estar lejos de los ojos curiosos de otros clientes del hotel.

Podría llegar a convencerse de que esa es la única razón para no querer salir de la habitación.

Es sorprendentemente buena mintiéndose a sí misma, ha descubierto en los últimos años.

Y por extensión se ha vuelto extraordinariamente buena mintiendo a los demás, creyendo que lo que dice es verdad.

Pero en ese preciso momento, a miles de kilómetros de la gente que les conoce, con el sonido del aire acondicionado como única banda sonora mientras ambos alinean sus ejércitos, resulta más complicado ocultar la verdad.

Y también quiere saber. Y que él sepa

- ¿Quieres saber cuántos han sido?

Luis la mira serio y sorprendido porque ella quiera empezar precisamente por ahí si el objetivo es reconstruir algo y no acabar de enterrar sus cenizas tras un solemne funeral.

No tiene que preguntarle a qué se refiere exactamente.

- No- la respuesta es simple.

No quiere que se lo cuente. Lo sabe ya porque es imposible no saber. Porque ella es transparente y él la conoce lo suficiente para distinguir entre rumores, medias verdades y certezas.

No piensa ofrecerle un índice de las mujeres con las que se ha acostado en doce meses. No quiere que ella sienta la necesidad de contarle sus secretos.

Aitana alza la ceja incrédula porque ella si quiere. O por lo menos le gustaría confirmación de alguno de los rumores. Los que más le dolieron. Los que le hicieron sentir más absolutamente hipócrita por querer vomitar al leerlos mientras ella despertaba con otra persona.

- Pues ha sido más de uno, también más de dos, o sea probablemente no los pueda contar con los dedos de una mano- se aparta el pelo en un gesto tan suyo que Luis quiere gritar- pero no pasa nada.

No sabe qué coño está haciendo. Quizá quiera provocarle para que él cuente. Si es cierto lo de Bely Basarte o lo del trío con un par de seguidoras después de un concierto. Si realmente ha vuelto a verse con Irene, ese rumor le dio un especial miedo, o la ha cambiado por la rubia de la nueva edición de OT a la que le escribió una canción.

Pero Luis la conoce y se conoce y no va a entrar en el tema.

- Esa era la idea al separarnos ¿no? Nuevas experiencias- hace una pausa para recalcar la importancia de lo que dice a continuación. – Madurar.

Aitana disimula un bufido y se levanta insultada.

- ¿Alguna cosilla más no?, ¿cómo llevas lo de no decir lo que piensas en todo momento sin absolutamente ningún filtro Luis?

Una vez, hace no mucho tiempo, leyó una historia sobre relaciones en las que uno era siempre jardinero y el otro la flor a la que cuidar. Al conocer la historia la gente tiende a ponerse del lado del jardinero por entender que es el que más da en la relación, el que cuida, protege y alimenta. Pocos piensan que a veces si se riega demasiado a la flor esta puede ahogarse, o sentirse presionada por las expectativas del jardinero de crecer y embellecer su mundo.

Luis tiene la audacia de reírse.

- Mal, la verdad

Aitana no lo puede evitar y ríe con él.

No son perfectos.

Ni falta que les hace.

La bandera de los imperfectos y todo eso.

- Nuestro representante me odia.

Armand tiene un par de amagos de infarto al mes con las declaraciones de Luis.

Y él es un hombre inteligente, que sabe que, en algún momento, esa forma de decir las cosas le costará algún disgusto.

Alguno más de los que ya le ha costado. De momento su talento excede con creces la incomodidad que provoca en algunos.

Intuye que en algún momento llegará alguien con un talento similar al suyo y un carácter más fácil de tolerar. Y entonces los estadios se convertirán en pequeños teatros y después en salas de fiestas. Está preparado.

Pero se niega a aceptar que eso mismo será igual para su vida amorosa. Que tendrá que pasar de un amor épico, a sexo sin amor, y acabar conformándose con un matrimonio vacío.

Aitana se vuelve a sentar en la cama y el albornoz se cae dejando al aire una pierna larga y pálida y Luis tiene el repentino antojo de fumar un pitillo para tener algo que hacer con las manos que no sea acariciarla.

Pero sus pitillos de emergencia, como llama al paquete semanal que se ha dado permiso a fumar, están en su hotel, a un par de kilómetros de allí.

Se pregunta si después de lo que acaban de compartir bajo la lluvia vuelve a tener permiso para tocarla sin avisar.

De alguna forma, mientras hablan del sexo que han mantenido con otras personas, no le parece apropiado tocarla.

- Nuestro representante me odia a mi también- confiesa ella apoyándose en el cabecero de la cama – sobre todo desde que he decidido hacer algo escandaloso como pensar por mi misma. Dice que si no fuese porque ya no estamos juntos creería que eres una mala influencia para mí.

Vuelven a cruzar las miradas, incómodos. E ahí la verdad. Ya no están juntos. Por el hecho de acabar de echar un polvo no están juntos. El sexo no elimina los problemas que tenían. No es una garantía de que todo aquello que no sea físico pueda funcionar entre ellos.

- No se imagina que eres una influencia para mi de todas formas- continúa con una sonrisa para borrar la incomodidad del momento- solo que no necesariamente mala.

Sin mediar palabra se dan la mano por encima de la cama. Luis observa sus manos unidas y traga saliva antes de volver a hablar.

- La semana pasada en Buenos Aires, cuando me dijiste que me llamarías...

- Lo hice porque pensé que estaba preparada para volver a intentarlo- confirma Aitana- pero no estoy segura si estaba con un subidón por que acababa de verte después de tanto tiempo.

La euforia es mala consejera.

- ¿Por qué creías que estabas preparada? ¿qué ha cambiado desde hace un año?

Tiene veinte años. Es dos años mayor que cuando le conoció. Sin embargo, la diferencia de edad entre ellos no variará jamás. Luis acaba de entrar en la treintena.

No se lo cuenta a Luis, ni se lo ha contado a nadie, pero su madre y ella tuvieron una tremenda discusión antes de empezar la gira. Aitana le echó en cara que criticase la diferencia de edad entre ella y Luis, cuando su padre y ella se llevaban ocho años también.

El argumento de Belén, bastante válido tuvo que reconocer a regañadientes, es que cuando ella se casó ya quería las mismas cosas que Cosme, a pesar de su edad. Quería asentarse y formar una familia.

Los veinte años de Aitana no son los veinte años de Belén. Su madre le dijo que quizá Luis empezase a pensar en tener hijos. Y aunque le contestó riéndose que a Luis ni tan siquiera se le había pasado por la cabeza lo cierto es que no tiene ni idea.

Qué pasa si le pregunta y le responde que sí.

Aitana no quiere tener hijos ahora y quizás nunca. Apenas ha dejado de ser ella una niña.

No tiene valor para preguntar.

¿Qué más ha cambiado desde hace un año?

Doce meses atrás sus carreras parecían seguir caminos muy distintos. Luis tenía su disco, su gira, pero nadie estaba seguro de cómo sería su futuro. Él mismo estaba preparado para ser flor de un día. Pero ahora todo el mundo quiere trabajar con él. Los nuevos concursantes, que podrían haberle eclipsado, quieren sus canciones en sus discos. Latinoamérica se enamoró de él. Con paso seguro y constante, como la tortuga del cuento, Luis está asentado. Declaraciones sin filtro aparte.

¿Y Aitana?

Aitana es joven y quizás haya pecado de ingenua, pero no es estúpida. Sabe el éxito que tiene. Que está llenando estadios. Que las marcas se pelean por que sea imagen suya. Que su música se escucha en todas las emisoras de radio.

Y también que no hay nada en todo eso que sea diferente de otras tantas que han venido antes que ella. Y pronto vendrá otra más joven, con más seguidores, igual de hermosa.

Y el globo se desinflará.

Hace meses que siente que el reloj va en su contra. Que tiene que encontrar lo que la hace diferente antes de convertirse en una más.

Porque con tan solo veinte años empieza a pensar que tiene fecha de caducidad.

Repasa mentalmente el resto de las razones que tan buenas le parecieron hace un año para pedirle un tiempo.

Ya ha vivido sola. Se alega de haber tenido esa experiencia. Pero, en verdad, a Aitana no le gusta nada estar sola.

Ya ha tenido rollos de una noche, y de dos, y de alguna más. Y está bien. Pero la complicidad no se genera en una noche. Y un par de orgasmos no hacen, necesariamente, que te sientas en casa en los brazos de otra persona.

Ha vivido sola, ha decorado un enorme piso, ha tenido orgasmos en ese piso y en otros que no eran el suyo.

Pero hasta que le besó hace una semana frente a un hotel en Buenos Aires no recordaba lo que era sentirse en casa.

- Te echo de menos- dice por fin, porque el resto de las cosas le da miedo verbalizarlas.

Luis aprieta la mano que retiene en la suya. No quiere contestarle que solo con eso no es suficiente porque ya le echaba de menos hace un año. Po una vez piensa un buen rato antes de hablar.

- Tal y como yo lo veo tenemos dos opciones. Pasar una semana juntos aquí en Miami y al volver a España seguir como hasta ahora.

Aitana empieza a protestar. No quiere seguir como hasta ahora. Hasta ahora ya pasó. Pero Luis no le permite continuar.

- O podemos dejarnos de mierdas y hablar en serio de si merece la pena volver a estar juntos.

Ella cree entrever que algo muy sutil ha cambiado entre ellos. Hace un año fue Aitana quien tomo la decisión de parar y quien creía tener en su mano la decisión de retomar en cualquier momento la relación. Ahora parece que es ella quien tendrá que suplicar si pretender volver a tenerle en su vida.

Olvida una cosa. Que Luis nunca suplicó. Se limitó a dejarle su espacio.

E ignora otra. Desde el otro lado de la cama, él está dispuesto ponerse de rodillas y pedir clemencia si ella sugiere que sigan separados.

- Tenías miedo de no experimentar cosas si seguíamos juntos- le recuerda.

Aitana piensa en el año pasado. Ha viajado, ha cantado, ha conocido gente. Ha probado bebidas y comidas nuevas. He escuchado músicas diferentes.

Sin embargo, todas esas cosas las podía haber experimentado estando con Luis. Jamás en los seis meses que pasaron juntos le hizo un reproche cuando salió con amigos, cuando viajó con su pandilla o cuando necesitó estar sola.

Jamás le reprochó su necesidad de espacio.

Luis es la persona menos celosa que conoce. Porque también es extremadamente generoso. Si quisieras dejarme lo harías, solía comentar encogiéndose de hombros. Hasta que lo hizo y le rompió el corazón, porque quería la libertad que él nunca, nunca le había arrebatado.

- Quería contártelo, cuando conocía a algún musico que sabía que tú admirabas, quería coger el teléfono y contártelo. El día que tuve que probar bichos en una comida para no ofender a un productor chiflado sabía lo que nos habríamos reído si te llamaba.

La entiende. Cuando acababa una canción quería enseñársela, pero no podía porque muchas hablaban de lo que sufría sin ella y de lo mucho que la echaba de menos.

- Aitana eso es la amistad. Fuimos amigos antes de ser pareja.

- Fuiste tú quien dijo que no podíamos ser amigos. Que si estábamos juntos a solas acabaríamos follando como...

La última palabra queda flotando en el aire entre ellos. La imagen de ellos dos embistiéndose contra una pared bajo la lluvia se les aparece diáfana.

Puto Luis y su manía de tener siempre la razón.

Retira la mano algo azorada.

Necesita cambiar el tema de conversación antes de avergonzarse intentando desnudarle otra vez. A juzgar por su mirada, él no opondría resistencia.

- ¿Sigues odiando a mis amigos? – pregunta, porque Aitana siempre ha sido un desastre para escoger los temas de conversación en situaciones de descontrol.

Luis frunce el ceño extrañado.

- ¿Quién te ha dicho que odio a tus amigos? Sigo hablando con Marta por WhatsApp de vez en cuando.

Lo sabe. Su amiga se lo confesó hace dos meses una noche que se pasaron con los chupitos de tequila. Básicamente hablaban de Aitana, de si estaba bien o si necesitaba algo, confesó Marta entre hipidos. Era su forma de enterarse de lo que no contaban las revistas de cotilleos. Si de verdad era feliz.

Cuidándola desde las sombras.

Pero no habla de Marta. Habla de sus otros amigos. Los que la conectan, inevitablemente con Vicente.

Esa fue la única vez que vio a Luis realmente enfadado. Cuando volvió a hablar con Vicente. La noche que bebió más de la cuenta y bailó con Sam y Raoul y se comportó en público como la adolescente que había jurado dejar de ser.

Algunos desaprensivos inundaron el Twitter de su madre con videos de aquella noche y comentarios fuera de lugar sobre Aitana. Y Luis pudo ver la decepción en los ojos de Encarna.

El daño causado a otra persona, en concreo su madre era, irónicamente, el único dolor que Luis le había reprochado, aunque ni tan siquiera fuera culpa de Aitana, sino de una sociedad enferma. Y el nombre de Vicente que nunca se había mencionado entre ellos desde un catorce de febrero había vuelto para ser utilizado como arma.

Nadie había dicho que él fuese perfecto.

- Cuando era pequeño mi madre solía decirme que no se podía montar en dos caballos con un solo culo.

La frase viene de la nada y Aitana reprime una carcajada sin entender al principio.

- Quieres seguir siendo la Aitana de Sant Climent que se divertía en las discotecas los viernes por la noche y se iba de viaje con sus amigos, quieres mantener la ilusión de que todo en tu vida es normal. Y quieres grabar en Londres en Abbey Road. Y está bien porque tienes veinte años. Pero los privilegios que tienes... que tenemos. – no termina la frase porque los dos lo saben. Tener privilegios conlleva responsabilidades.

Les ha pasado a todos, lo sabe, la fama les llegó de golpe sin darles tiempo adaptarse. Unos lo han hecho mejor que otros. Unos han perdido un poco la cabeza. Otros se negaron a aceptar que sus vidas han cambiado. La mayoría intentan navegar y mantenerse a flote.

De entre todos Miriam es el modelo en el que mirarse. Hábil en el trato con la prensa. Feroz al proteger a los suyos. Discreta en sus alegrías y sus penas. Sabia en sus promociones.

Y Luis no lo dice porque sospecha que, en el fondo, Aitana siente algo parecido a celos hacia Miriam, aunque quizá ni siquiera sea de forma consciente.

Ella fue la que sacó la música que quería sacar. La que conduce su carrera, al menos en apariencia con mano de hierro. La que dosifica su imagen.

Hay gente que cree que Miriam y Luis serían, en realidad, la pareja perfecta.

No entienden que son demasiado parecidos. La defendería con su vida, pero si tuviese que convivir con ella probablemente fuese él quien acabase matándola.

Siente que él también tiene mucho que aprender de Miriam.

- ¿Sabes que Miriam y Pablo ya no están juntos?

Aitana niega con la cabeza. Miriam no tuvo dudas de a quien declarar su lealtad tras la ruptura.

- Durante mucho tiempo yo tampoco. Cenábamos juntos todas las semanas. Trabajábamos juntos y ni una palabra. Y un día de repente me lo contó. Sin dramas. Me dijo que él se había cansado de tener que vivir escondido. Me preguntó si era lo que me había pasado a mí.

- ¿Y qué le dijiste?

Se han ido acomodando en sus lados de la cama hasta acercarse casi sin darse cuenta. Sentados, apoyados contra el cabecero, los albornoces de algodón ya se tocan, aunque aún no lo hagan ellos.

- Que mientras estábamos escondidos todo iba más o menos bien.

No sabe si creérselo. Mientras estaban escondidos ella era una adúltera, él un acosador. Cuando hicieron pública su relación ella se convirtió en una hipócrita que fingía sus sentimientos en nombre de la fama, él un viejo verde asaltacunas.

- Me daba miedo dejar atrás toda mi vida anterior, es cierto. ¿Recuerdas el viaje a Ibiza? Se me fue la cabeza. Nos ofrecieron el sitio, el barco. Pensaba que podía tenerlo todo, todo lo de Aitana de Sant Climent y Aitana de Operación Triunfo...era mentira. Y estaba enfadada con todos, conmigo y por alguna razón contigo.

Luis lo sabe. Los problemas ya habían empezado antes, pero al volver de aquel viaje las discusiones se convirtieron en una constante.

- Tiran de mi en todas las direcciones Luis, mis amigos, la discográfica, mi familia, la gente...tú.

Pero Luis dejó de tirar en su dirección hace doce meses. Ella eliminó la variable que la deslumbraba por ser también la que más brillaba

Se recuestan por fin enfrentados, sin tocarse aún, aunque Luis es incapaz de reprimirse y le acaricia el rostro justo donde está el lunar que ha besado miles de veces. Aitana cierra los ojos ante la avalancha de sensaciones que un simple roce le produce.

Siempre ha sido así, desde el primer día. Cuando aún no se atrevían a llamarlo amor y dos millones de mariposas se daban puñetazos en su estómago cada vez que él sonreía.

Eliminó la variable que le hacía sentir más, para bien y para mal.

- ¿Eres feliz?

No sabe si Luis se refiere a ese preciso instante, tumbada con él en dos metros de cama ocupando solo uno. Dos en el espacio de uno.

O si se refiere a su vida en general.

En ese preciso momento no puede ser feliz porque tiene miedo de volver a estropearlo todo.

En su vida en general hace tiempo que le informaron que lo tenía todo para ser feliz, que estaba cumpliendo todos sus sueños y su cerebro y su corazón no se han enterado de que se supone que debe ser feliz.

Porque a veces le cuesta respirar. Y eso no se parece mucho a la felicidad.

Solo sabe que respiró a pleno pulmón cuando Luis la besó en Buenos Aires, y su corazón se aceleró esta noche cuando la empujó contra una pared y su cerebro no ha parado de buscar formas de verle desnudo otra vez desde que entraron en esa habitación.

Así que se encoge de hombros por toda respuesta y en un arranque de inspiración lleva su mano al nudo del albornoz de Luis y lo deshace. Sin apartar la vista de sus ojos deshace también el trozo de tejido que mantiene su cuerpo cubierto y se pone de rodillas solo un instante para deshacerse de él antes de volver a tumbarse sobre las sábanas.

Luis la contempla fascinado. Se agolpan en su cerebro diez canciones que escribir sobre esos diez segundos en los que ella se convierte en todas las obras de arte de la historia.

Se deshace de lo que le queda de ropa y se muestra desnudo ante ella. La acaricia porque no puede no acariciarla, en cada curva. También ella pasea sus manos sin ningún pudor. Reconociendo el terreno que una vez fue suyo.

Saben que el sexo no es la respuesta a sus problemas. Pero en ese momento ni tan siquiera se trata de eso.

Necesitan ese momento de estar juntos, solo un rato, sin preguntas difíciles.

Acariciándose sin otra intención que mantener el contacto.

Aitana no quiere dormirse porque tiene miedo de que cuando se despierte Luis ya no esté. O que toda esa noche haya sido un sueño.

Pero el sonido de la lluvia golpeteando en los cristales y sus respiraciones pesadas la acunan y se le cierran los ojos a pesar de sus esfuerzos por mantenerlos abiertos.

Luis sonríe para si cuando ve como se le bajan los párpados y comienza un espectáculo completamente nuevo. Aitana dormida es una obra de arte por derecho propio. Le retira el pelo de la cara y pone sobre ellos una sabana ligera. No hace falta mucho más para la cálida noche de Miami.

Intenta quedarse despierto y nota como su propia respiración se va haciendo más lenta y los latidos de su corazón se espacian.

Paz.

No podrían arrancarle de allí ni a cañonazos. No sabe si han avanzado mucho o poco o nada esa noche. Pero no podría volver a apartarse, aunque quisiera.

Tendrá que buscar la forma de convencerla a ella y al mundo de que cualquier felicidad que obtengan estando separados es una felicidad a medias.

- No te vayas por favor- Aitana le agarra la mano que esta en esos momentos en su cadera y la retiene ahí para asegurarse de que no se marcha- mañana seguimos hablando.

Y Luis cierra los ojos y se permite un momento de felicidad completa. 

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