Llámalo infierno © |COMPLETA|

بواسطة EleSimo20

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En cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro d... المزيد

ANTES DE LEER
SINOPSIS
¡IMPORTANTE!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
NOTA AUTORA&CRÉDITOS

Capítulo 9

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بواسطة EleSimo20

Capítulo 9

Narra Eduardo

El café ya está acabado pero no puedo moverme de mi asiento o despegar la mirada del celular. Llevo minutos mirando las fotos, preguntándome si esa mujer es Daniela, aun cuando la reconocí desde el primer instante. No me molesta ver que tiene un amigo, lo que pasa es que no la entiendo. ¿Por qué ella sí puede hacerlo?

Deslizo el dedo por la pantalla y compruebo que solo la fotografiaron saliendo del hotel y subiendo al coche del tipo. La destinación rumbo a la que partieron parece ser un misterio. Quizá los paparazzi no pudieron seguirlos. Quizá sorprenderla dejando un hotel en la compañía de un hombre fue todo lo que necesitaron para sacar conclusiones. El artículo deja entender que me puede estar engañando pero no hay pruebas contundentes así que no se atreven afirmarlo con certeza. No hay besos, ni siquiera están llevados de la mano.

Admito que de no haber reconocido el hotel —en el que trabaja como recepcionista—, habría tenido mis dudas. Confío plenamente en ella pero los hoteles sirven para muy pocas cosas...

—Ya estoy lista—avisa mi esposa, al volver a la sala de estar—. Supongo que nos vemos en la noche.

Tiene que irse a trabajar, por lo tanto no es momento de pedir explicaciones pero me cuesta posponer esto.

—Oye, deja eso —pide mientras avanza en mi dirección—. Necesito mi beso de despedida.

Pasa detrás de la silla en la que estoy y coloca sus manos en mis hombros. Cuando su cabello hace cosquillas en mi cuello, constato que se está inclinando hacia delante. Su mejilla rozando la mía me lo confirma.

— ¿Qué tanto miras?

Sigo sosteniendo el móvil, sólo tiene que mirarlo para comprobarlo ella misma. A cabo de unos segundos, sus manos se retiran de mis hombros y hasta la oigo retroceder un paso. Sus tacones golpean con torpeza la madera.

—Ayer saliste con alguien y te sacaron estas fotos. Son de ayer, juzgando por la ropa.

— ¿¡Y a mí por qué me persiguen!? ¡Yo no soy la estrella!

Esto ya lo hemos hablado, así que guardo silencio. Igual, hablándolo no lograré que dejen a un lado ese interés ilógico por todo lo que tiene que ver conmigo. Será su trabajo perseguir gente pero eso no me conmueve, odio que se metan en mi vida privada. Sin embargo... gracias a ellos acabo de descubrir algo sobre mi esposa.

—No pierdas tu tiempo con sus tonterías. Salí con alguien y porque es hombre, empiezan a inventar quién sabe qué. Ignóralos.

—Después de esto, tenemos una conversación pendiente. Pero la dejaremos para la noche. No quiero que llegues tarde.

Mis palabras son seguidas por sus pasos. De pronto la tengo delante y me sorprende su actitud. Está nerviosa. Bueno, también está molesta pero viniendo de ella, eso no es una sorpresa.

— ¿De qué se supone que debemos platicar?

—No me malinterpretes, no pienso preguntarte si tienes un amante. Lo que pasa es que mi amistad con Jacqueline causó tantos escándalos... y resulta que tú tienes un amigo hombre.

— ¿O sea que no estás celoso?

¿¡Por qué suena como un reclamo!? Y encima es lo único que escuchó de todo lo que acabo de decir... Si otra vez está de mal humor, mejor así la dejamos. Las peleas me agotan. Y ni me apetece iniciar el día de esta manera.

—Eduardo...

—No. No tengo motivos. Y a diferencia de ti, yo sí confío.

Soy un imbécil. Decir lo último es como echarle leña al fuego. Suspiro por mi imprudencia y rehúso su mirada. Ahora sólo me toca esperar que se desate la tormenta. Que reaccione de la manera en la que me acostumbró.

— ¿Me estás echando algo en cara? —escupe

—Déjalo así. Hablamos en la noche —me levanto de la silla—. Tenemos cosas más importantes que hacer que quedarnos a... discutir.

— ¡Deja de hacer eso! ¡Abriste el tema y lo hablaremos ahora mismo! ¡Me vale que esté llegando tarde al trabajo o que termine faltando! ¿Por qué insinúas que no confío en ti?

Su tono irrita mis oídos. Quiero exigirle que no empiece, sin embargo termino formulando una respuesta sincera. Pienso que se la debo después de tocar un punto tan sensible como la confianza.

—Por cómo te pones cada vez que una mujer se me acerca.

—El problema son ellas. Atraes a las peores-

—Cuidado con tus palabras. —le corto, alzando el dedo índice

—Estás defendiendo a Jacqueline. Claro. ¡Y me acabas de ver con otro pero me reclamaste los escándalos que te hacía por culpa de ella! ¿De qué me sirve que hayas renunciando a la amistad si la sigues mencionando, si sigues pensando en ella?

Esta mujer me...

—Está bien, pasemos a lo que vi aquí. —agarro el celular de la mesa y no es pequeña la sorpresa al notar que Daniela me lo arrebata

— ¡Puros inventos! —grita, arrojando el objeto contra la pared que tengo detrás

El gesto me deja en shock.

En primer lugar, aún no leyó el artículo. En segundo lugar, ¿qué reacciones son éstas? Si se pone así por unas imágenes que la comprometen a ella, no quiero ni imaginar lo que pasaría si serían unas fotos conmigo. Está cada vez peor.

— ¡Estoy harta! De todas formas... si llegara a engañarte, tú serías el único culpable.

Inspiro profundo pero esa opresión en mi pecho no desaparece. Aun así trato de guardar la compostura, de desconectar mi mente y de esperar a que pase lo peor. Es mejor no hacer caso a nada de lo que salga de su boca y no reaccionar a sus futuros arrebatos que podrían transformarse en violencia —porque a estas alturas, es difícil creer que no los habrá. Sólo me defenderé si será necesario.

La idea de largarme en este mismo instante es mucho más atractiva que quedarme y aguantar. Pero me consta que sería lo último que ella desearía. Por lo tanto descarto la posibilidad y prefiero quedarme... Quedarme y fingir que no duele. Por desgracia sólo consigo tener aún más presentes las emociones que invaden sin permiso mi ser, que queman todo en su camino.

— ¿Sabes qué? Se me hace que dimos con la solución. Debería buscarme a otro y olvidarme de ti y de todo lo que nos fastidia la vida. Tal vez encuentro a alguien con el que puedo ser completamente feliz y tú tienes el camino libre con tu querida Jacqueline. Y ya, todos contentos.

No es real... Esas idioteces no salieron de su mente, es imposible que se le haya ocurrido algo semejante. No sabe lo que dice, habla sin pensar, eso es lo que pasa.

—Y déjame decirte algo. Acabaste con esa amistad pero de nada me sirve tu sacrificio, es obvio que esa mujer sigue siendo muy importante para ti.

— ¡¡¡Ya!!! ¡Cállate!

En respuesta, me fulmina con la mirada. Y aunque por unos momentos todo se congela, puedo predecir que algo igual o peor está por venir. Puedo notar la ira burbujeando en ella, tratando de apoderarse de sus extremidades; su pecho subiendo y bajando, sus dedos tensándose, su semblante también... Veo ese brillo en sus ojos, que sólo anuncia desastres. Más le vale que no...

Mis sospechas se hacen realidad aún más rápido de lo que esperaba. Interrumpe mis pensamientos. Me veo obligado a tratar de inmovilizar sus brazos, que ya no tienen control o piedad. Sin embargo, no consigo evitar cada uno de los golpes. Está muy agitada, me golpea el pecho, el cuello, la cara, todo lo que está a su alcance. Todo ocurre con una velocidad inimaginable.

Acaba sólo cuando la ira se consume. Me deja perplejo. Mi cerebro se empeña en reproducirlo una y otra vez, ya que no hay manera de digerirlo y de aceptarlo. Mi mujer no puede ser así. Mi relación no puede haberse convertido en semejante pesadilla. No, ya no aguanto más, mejor aquí la dejamos.

Al mismo tiempo que hago amago de abrir la boca, ella sale corriendo.

. . .

Entre entrevistas, grabaciones y más grabaciones, apenas si alcancé pensar en lo ocurrido esta mañana o reconsiderar mi decisión de separarme de Daniela. De hecho, apenas pude darme el lujo de sentir algo al respecto. Tuve que enterrarlo todo muy en el fondo de mi alma y centrarme en mi trabajo. Hoy más que nunca tuve que utilizar esas habilidades de mostrar emociones como si de verdad los sintiera.

Me dirijo hacia el estacionamiento, con una clara idea en mente. No quiero volver a casa. No sé en qué estado de ánimo vaya a encontrarla esta vez, además creo que no quiero verla. No estoy enojado, estoy... me siento herido y decepcionado. Quizá estoy exagerando, quizá mi capacidad de comprender sus actos es más limitada de lo que debería pero... Simplemente no puedo más. Lo volvió a hacer y eso me mata; cada vez que pasa, mata un poco más. Y aunque me encantaría creer que no volverá a suceder, estoy perdiendo la esperanza.

Me meto al coche pero no tengo intención de arrancar todavía. ¿A dónde iré? De seguro Jacqueline no me quiere ver ni en pintura y tampoco me agrada buscarla después de lo que le hice. Además debo mantenerme firme en mi decisión; ella ya no puede ser parte de mi vida. Con Luis he vuelto a hablar cuando descubrió lo de la cachetada y me pidió que lo buscara sólo cuando dejara de ser imbécil. Para él es inadmisible que esté con una mujer que actúa así. A pesar de su forma de hablar, sé que cuento con él pero no puedo ir a su casa. Mi presencia lo hará adivinar que estoy en problemas. Y no puedo contarle lo que sucedió hoy. No puedo contárselo a nadie. Por lo tanto, si no quiero que se sepa que hay problemas en mi matrimonio, debo volver a mi casa. Al fin y al cabo, nadie me obliga estar en la misma habitación que Daniela.

. . .

Cierro la puerta con cuidado y me quedo quieto por unos instantes, lo suficiente para concluir que el silencio es dueño del lugar. Mi llegada no pudo haber pasado desapercibida y aun así, no hay reacción alguna. Ni su voz, ni sus pasos apresurados, ni un solo movimiento que delate la presencia de un ser humano. Bueno, supongo que se le olvidó apagar la luz en la sala y en realidad no está ahí esperándome, tal como creí al estacionar delante de la casa.

Me encamino hacia el cuarto mencionado para apagarla yo pero enseguida veo a Daniela acurrucada en el sofá. Está dormida. Al parecer hoy el sueño la venció más temprano que de costumbre. Ah, vaya... trae puesta una camiseta mía.

Un gesto tan sencillo como éste instala la maldita confusión. Si tocó mis pertenencias y no terminó destrozándolas —como sucedió con el celular—, hasta se le antojó vestirse con algo mío, es evidente que se le pasó el enojo. Cabe la posibilidad de que quiera que lo arreglemos y una parte de mí empieza ser atraída por esa idea. Por la necesidad de dejarlo ir una vez más y esperar que en el futuro...

A lo mejor llevo parte de la culpa. A lo mejor el problema soy yo y debo aprender a lidiar con su enojo. Debe haber algo que no estoy haciendo bien, no estoy muy seguro de qué se trata...

«Si llegara a engañarte, tú serías el único culpable.»

¿De verdad opina eso? Entonces ¿¡qué estoy haciendo mal!?    

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