Un Nuevo Comienzo

CelesteTapiaGmez által

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Toda historia tiene un final... pero en la vida, cada final es un nuevo comienzo. Que la historia termina al... Több

Dedicatoria
Epígrafe
Prefacio
Valentía
Un Ángel
Similares
Mil Mariposas.
Resignación
Noche De Chicas
Corazón Roto
Amor De Madre
¡ Feliz Cumpleaños!
¡Hogar, Dulce Hogar!
¡ A Divertirse!
Dia De Muertos
Llévame A Casa
Equivocaciones
Me Soltaste
Mi Angustia.
Un Karaoke Lleno De Emociones
Una Historia De Amor
Noche De Confesiones
¡ Sorpresa!
Una Visita Inesperada
Baile De Navidad
¿Qué Hiciste?
Noche Vieja.
¿ Quieres Ser Mi Esposa?
¿Caminamos Juntos?
Luna De Miel.
¡Vas A Ser Papá!
Epílogo
LA ÚNICA EXCEPCIÓN

Una Madre Nunca Abandona.

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CelesteTapiaGmez által


Capitulo adicional

La puesta del sol en el horizonte —junto con algunas nubes de tormenta —se comienza apreciar desde la hacienda de los Montero. Sin duda las cosechas van a salir buenas este año. Y de esa manera, van a poder salir todos juntos en vacaciones, que ya les hace falta.

Isabel observa a su hija jugar con los demás niños de los empleados de la hacienda. Su cabello rubio al igual que el de su padre le cae hasta los hombros.

Las gallinas huyen de los niños para que no les hagan daño, al igual que los patos y perros.

— ¡Mamá!—Le grita la niña al percatarse de su presencia. De inmediato corre a su encuentro y le extiende sus brazos para darle un fuerte abrazo —. Ven a jugar con nosotros.

—Evangeline —le comienza a decir en un tono cariñoso. Con sus manos le cepilla el cabello —, ya es un poco tarde para jugar —con su mano libre apunta el horizonte —. Mira, el sol ya se está poniendo.

—Solo un juego y ya —hace un puchero a modo de chantaje.

—Ni tú, ni yo —la abraza por un lado —. Hoy en la noche vamos a salir tú padre y yo.

— ¿Salir a dónde? —la niña la mira con temor a su madre. Ellos no acostumbraban salir muy a menudo. Ella sólo los había visto salir en la noche como tres ocasiones solamente. Pero cuando salían, se le ponían los nervios de punta —. ¿Es necesario?

—Muy necesario —añade con una sonrisa —. Se trata de una cena muy importante para tu padre —la rubia la mira confundida —De negocios. Y si todo sale bien —sonríe con emoción —, podremos ir a la playa este año.

— ¿Puedo ir yo?

—No puedes corazón, sólo es para adultos —la niña baja la mirada. Ya tenía nueve años, ya no es más un bebé para que la sigan excluyendo de todas esas cosas.

—Angie —le grita Ricardo, el hijo de los administradores del lugar. A sus diez años su rostro había cambiado mucho. Él es su mejor amigo desde que eran bebés —, ¿Ya no vas a jugar?

—Por hoy los juegos han terminado —responde Isabel por ella —. Mañana será otro día —ambos niños se encogen de hombros con desilusión —. Y además se avecina una tormenta.

—Está bien, mañana nos vemos Angie —se despide antes de dirigirse a su pequeña casita.

—Tengo una sorpresa para ti —le susurra su madre al oído.

— ¿En serio? —Isabel asiente con la cabeza. Le alegra ver a su hija feliz —. ¿Y qué es?

—Primero debes darte una ducha y prepara tu ropa de dormir.

— ¿Eso que tiene que ver con la sorpresa?

—Te la voy a dar cuando ya estés lista para dormir —sonríe un poco —. Antes de salir con tu padre.

La rubia corre lo más rápido que le permiten sus pies hasta llegar a su casa. Ansia ver la sorpresa que le tiene preparada su madre. Se da una ducha placentera, se viste con un bata morada y se recuesta de inmediato en la cama.

●●

Llevan veinte minutos en los cuales no ha dejado de llover. Tal parecía que se fuera a caer el cielo. La rubia abraza su oso de peluche al escuchar un trueno. En eso la puerta de su habitación se abre y por ella entra su madre. Isabel puesto un vestido rojo con un poco de escote. Su largo cabello ondulado lo lleva suelto. Sus labios están pintados de carmín.

—Estás hermosa mamá —la adula la niña con una enorme sonrisa.

—Se agradece el cumplido —le deposita un beso en su mejilla —. Pero también mi belleza la llevas tu —le da un golpecito en la nariz —saca de la manga de su vestido una pequeña cajita —. Y creo que usted y yo tenemos un asunto pendiente —se la entrega.

— ¿Qué es? —pregunta la niña ansiosa.

—Ábrela y verás.

Emocionada ve que en ella se encuentra una hermosa bailarina de porcelana que se encuentra sujeta a una base, adornada con mariposas.

—Está hermosa mami —se inclina para darle un fuerte abrazo —. Muchas gracias, pero. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo?

—La vi en un aparador el otro día. Y de inmediato pensé en ti.

—Mamá —murmura la niña en un tono más serio. El semblante le cambia por completo —. No salgas.

— ¿Y que tu padre vaya solo?

—Entonces que ninguno salga de la casa.

—Hija, ¿Por qué te asustas cada vez que salimos de noche? —eso es algo que siempre ha intrigado a Isabel. Desde niña tiene esa fobia cada que salen de noche —. ¿Alguien te hace daño? —esa es una pregunta que no la deja dormir últimamente. Teme que alguno de los empleados la lastime.

—Nadie me hace daño.

— ¿Y entonces?

—Me da terror que ya no vuelvan —el abandono, así de simple. Ese es el temor de una niña de nueve años.

—Evangeline —la carga para mecerla entre sus brazos —. Una madre nunca abandona, siempre está al pendiente de sus hijos.

— ¿Nunca me vas a dejar?

—Jamás —le promete —. Siempre voy a estar a tu lado.

●●

Se levanta de la cama, coge un suéter el cual se echa encima de inmediato y sale de su habitación. Camina con sumo cuidado, ya que no quiere que nadie la escuche.

Al momento de pasar por la habitación de sus padres, comienza a sentir un terrible estremecimiento. Con sus pequeños nudillos llama a la puerta.

Nada.

Ni una sola voz, ni un solo ruido provienen de adentro.

Gira el pomo de la puerta y alcanza a ver que la cama sigue hecha, nadie ha dormido ahí. La niña respira con dificultad, no es algo normal que sus padres lleguen a esa hora a dormir. Nunca habían tardado tanto.

Temerosa decide echar un vistazo a la sala que es el lugar de donde provienen las voces. Escondida entre las sombras logra vislumbrar al ama de llaves, Rosario. A su nana Mercedes y otros miembros de la casa.

Las mujeres se encuentran llorando, aunque la niña no comprende el motivo.

— ¿Y el patrón? —pregunta la madre de Ricardo con expresión afligida. —. ¿Cómo se encuentra?

—Ya les he dicho que él se encuentra bien —la niña voltea a ver a la persona que dijo aquello. Se trata de un oficial de policía —. Solo unos golpes, pero nada de gravedad...

—Me refiero a como ha tomado la noticia.

—Aun no lo sabe —confiesa el oficial —. No se ha dado la oportunidad.

— ¿Y cuándo se lo planean decir?—le grita al oficial con pánico —. ¿Por qué él va a comenzar a hacer preguntas?

—Hay que esperar a que salga del trance.

— ¿Y Evangeline? —la niña se sorprende cuando la escucha decir su nombre.

— ¿Qué pasa con ella?—pregunta el oficial con curiosidad.

— ¿Cuál es el momento correcto de decirle a una niña que su madre ha muerto? —interroga la esposa del administrador.

La niña palidece al escuchar eso. Poco a poco se vuelve a perder entre las sombras sin parpadear siquiera.

Una madre nunca abandona...

Su madre la había abandonado. No había cumplido su palabra. Evangeline pierde el conocimiento con el recuerdo del último abrazo que le dio a su madre.

●●

Los ojos verdes deEvangeline no dejan de mirar con nostalgia la lluvia que cae por la ventana. Hacetres días que su madre murió, y no ha podido levantarse, ni siquiera para comer.No tiene apetito alguno.

Lo que más le duele no es sólo la pérdida... Sino la ausencia de su padre. Él no ha pasado por su habitación desde el día del accidente. Y lo peor, se le fue negada la visita al velorio.

Mercedes —la nana de la niña —no la ha dejado sola en ningún momento. La ha vigilado durante todo ese tiempo. Sabe que ha sido un golpe duro para ella.

— ¡Pare por favor! —ambas se voltean a ver al escuchar voces afuera de su habitación. La niña sonríe con ilusión. Su primera sonrisa en días. Se trata de su papá.

—Es mi papi... —la rubia brinca de la cama con una sonrisa de oreja a oreja. Preparada para darle un fuerte abrazo a su padre.

Pero esa felicidad dura lo que el agua en una mano. Nada.

La puerta se abre con fuerza y entra su padre dominado por la ira. Ella instintivamente se hace para atrás con temor. Nunca lo había visto de esa forma.

— ¡No la toque! —grita la madre de Ricardo al entrar a la habitación llena de pánico —. No le haga daño por favor.

— ¿Que sucede? —pregunta Mercedes mientras refugia a la niña entre sus brazos. Por la cara del patrón, teme que intente agredirla.

—Quiere echar a la niña a la calle.

— ¡Pero es que se ha vuelto loco! —ella aprieta aún más a la niña para protegerla de su progenitor.

— ¡Quiero que ésta mocosa desaparezca de mi vida! —comienza a tirar todas las cosas de la habitación —. ¡No quiero tener nada en ésta casa que me recuerde a ella!

—Pero a dónde va a ir... —susurra Mercedes con el semblante blanco —. Tan solo tiene nueve años.

—Eso no me interesa —toma la bailarina de porcelana y la arroja a la pared.

— ¡No! —grita la niña con dolor al ver los pedazos sueltos. Era lo único que le recordaba a su madre. A su último momento a solas —. Se trataba de un regalo de mi mamá.

— ¡Y eso que me importa! —ella se encoge de hombros ante el tono de su padre —. Y ahora —apunta a Mercedes —. Averigua como, pero para mañana no quiero ver a esta niña en mi casa.

— ¿Papá por qué dices todo eso? —le pregunta la niña entre lágrimas.

—Por qué no te quiero ver en mi vida —ella se acerca para poder abrazarlo, gran error. Pues su padre la toma del cabello y la arroja al suelo —. ¡No te vuelvas a acercar a mí! ¡Estúpida cría!

Dicho eso, sale por la puerta. Dejando un pequeño corazón roto de dolor. Un corazón que aún no se había repuesto de una pérdida que tuvo que enfrentar otra.

●●

La niña mira el campo y los animales con la boca abierta. Nunca había estado en ese lugar antes. Su tía Glenda le acaricia el cabello con suavidad.

— ¿Qué opinas? —Evangeline sabe a lo que se refiere. Su nuevo hogar —. Sé que no es una hacienda...

—Es perfecto —la niña sonríe un poco. Su primera sonrisa en días.

— ¿Te sientes mal? —Glenda se agacha para verla mejor. Tiene los ojos de su hermana Isabel.

—No, solo...

— ¿Qué ocurre?

Las lágrimas comienzan a bajar por las mejillas de la rubia. No había podido llorar desde lo de su padre.

—Tengo miedo.

—Siempre da temor empezar algo nuevo en la vida —la rubia niega con la cabeza.

—Tengo miedo de que ustedes también se vayan... A que se cansen de mi presencia.

—Evangeline —la mujer morocha la acuna entre sus brazos —, nunca me voy a ir de tu lado, nunca te vamos a abandonar. Las familias no hacen eso.

—Mi papá...

—Tu padre se encuentra mal de la cabeza —la niña se limpia las lágrimas con el dorso de la mano —. Y estoy segura que dentro de poco va a recobrar la cordura y te va a venir a buscar.

—Pero mi madre rompió su promesa —s le quiebra un poco la voz —. Ella dijo que una madre nunca abandona... y ella me dejó para siempre.

—Ella no se ha ido —el sol comienza a iluminar el campo —, sino que vive en nosotros... Vive en mí, vive en ti —le consigue sacar una sonrisa —. De ahora en adelante voy a ser una madre para ti.

La niña mira a su tía y luego a la casa, que ahora en adelante sería su hogar. Su nuevo hogar.

—Supongo que es un nuevo comienzo... —Susurra con un brillo en sus ojos.

Olvasás folytatása

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