Capricho Agridulce » h.s

بواسطة EnchantedHazza

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Samantha, una joven exitosa que logró conseguir lo que se propuso como meta al entrar en la universidad, sueñ... المزيد

El Tiempo
Trailer
Prólogo.
Capítulo 2: Plan C
Capítulo 3: Emborracharse
Capítulo 4: Negación
Capítulo 5: Palpitar
Capítulo 6: Inconveniente
Capítulo 7: Síntomas
Capítulo 8: Acuerdo
Capítulo 9: Soporte
Capítulo 10: Ascenso
Capítulo 11: Revelación
Capítulo 12: Familia
Capítulo 13: Inestable
Capítulo 14: Alegría
Capítulo 15: Histeria
Capítulo 16: Fragmentos
Capítulo 17: Luchar
Capítulo 18: Realidad
Capítulo 19: Intento
Capítulo 20: Caos
Capítulo 21: Acepto Parte I
Capítulo 22: Acepto Parte II
Capítulo 23: Llamadas
Capítulo 24: Reencuentro
Capítulo 25: Cenizas
Capítulo 26: Dilo
Epílogo.
Capítulo Extra: La princesa, el duende y el búho
Galería Hily (Sarry)
Galería Hily Parte II
Galería Familia Sarry
Playlist de la historia
Libro II en mi perfil

Capítulo 1: Invitación

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بواسطة EnchantedHazza

Las personas se levantaron de sus asientos y aplaudieron. Una amplia sonrisa apareció en mi rostro y como era usual, me coloqué a un lado del escenario extendiendo el brazo a mi lado derecho para darle crédito a quienes habían tocado junto a mí durante lo que llevábamos de noche. En cuanto finalizaron los aplausos, bajé mi brazo y pude percatarme de como el padre de la novia, el cual había sido el encargado de contratarnos, se acercaba en mi dirección. Me acerqué hasta el borde del escenario inclinándome un poco para poder escuchar lo que diría.

—Excelente trabajo, señorita Di Pietro—expresó con una gran sonrisa. —Mi hija está encantada con su voz, me preguntó que de a donde había sacado a semejante cantante.

Ambos reímos.

—Muchas gracias, señor.

Ser cantante de bodas había sido uno de mis sueños desde pequeña, aunque era una licenciada en diseño gráfico y tenía mi propia empresa de organización de eventos, no podía separarme de aquel hobby que me llenaba el alma. Ver la alegría, el amor y la dulzura con la que se trataban las personas en cuanto bailaban lo que yo cantaba, era mágico.

Aunque era cierto que en las bodas habían dramas, ya que me topaba con uno o dos cada cierto tiempo, procuraba hacer algo para evitar que el momento se arruinara por completo, y en conjunto con mis fieles compañeros músicos, intentábamos tocar un ritmo movido para hacer olvidar o por lo menos despistar a los invitados del incómodo momento. Más de una vez, la fatigada novia se había acercado a mí al final de la velada para agradecer aquel gesto desinteresado y que había sido de gran ayuda.

—¿Podría pedir una canción en especial? —pidió el señor Murray, levemente avergonzado, volviendo mi atención a él. —Quisiera bailarla con mi hija.

Le devolví la sonrisa asintiendo.

—No será ningún problema.

Luego de que en un susurro me nombrara la canción, me enderecé y me di la vuelta para darle las instrucciones a mis compañeros, para que minutos después, me encontrara cantando You've got a friend de James Taylor.

Todos los presentes miraban con ternura la escena que se mostraba ante ellos, padre e hija bailando con un brillo especial en sus ojos, y es que era algo que incluso daba ganas de llorar. A lo largo de mis experiencias como cantante, trataba de descifrar el cúmulo de emociones que los embargaban, logrando suponer, entonces, que era una mezcla de sentimientos en donde las lágrimas deseaban salir para demostrar cuanta euforia inundaba el cuerpo.

Sin embargo, debía confesar que sentía cierta tristeza (y algunos casos envidia) ya que siempre había soñado con tener un momento como aquel. Como cantante de bodas, y a mis 25 años, estaba cansada de admirar escenas cómo aquellas sin poder vivir una por mi cuenta, y aunque en ocasiones la novia no bailaba con el padre, lo hacía con el abuelo o hermano. El problema conmigo era que mi padre había muerto hacía ya unos años, nunca conocí a mis abuelos ya que le dieron la espalda a mi padre cuando mi madre se embarazo de mi, los abuelos por parte materna habían fallecido incluso antes de que naciera y lamentablemente, era hija única. Además de todo esto, hasta el momento no me había topado con el hombre indicado; con aquel que pudiera decir: Este es el hombre con el que quiero compartir el resto de mi vida, y estoy segura que él también quiere hacerlo. Porque el matrimonio era algo recíproco, estaba segura que existían tantos divorcios debido al afán de las personas por casarse.

Cerré los ojos con fuerza y decidí concentrarme en entonar bien la canción y no dejarme llevar por los sentimientos que me embargaban en ese momento.

En cuanto terminé de cantar, los aplausos volvieron a inundar el gran salón de fiesta, di las gracias por permitirnos compartir una noche tan especial con ellos y luego de felicitar a los novios y desearles lo mejor, (y dentro de gritos eufóricos por parte de los invitados), mis compañeros comenzaron a recoger los instrumentos para poder retirarnos.

—Aquí tienen su paga—el robusto señor Murray extendió un cheque frente a mí. —Ha sido una noche espectacular, muchas gracias.

—Gracias a usted por querer contratarnos—tomé el cheque con gentileza.

—Agradezco haberme topado con ese folleto en la cafetería, de no haber sido así, mi hija me hubiera matado por traer a su primo Frank con su banda de mala muerte.

Solté una carcajada negando con la cabeza.

—Debe apoyar más a sus familiares, señor Murray.

—Si ellos no demuestran acciones para apoyarlos, ¿qué puedo hacer, hija?

Volvimos a reír y luego de compartir otro par de palabras, el señor Murray se retiró para volver con su mujer mientras que yo me acercaba a los chicos.

—Pago listo—agité el cheque para que pudieran ver el pequeño papel y ellos silbaron felices en respuesta.

—Hay que ir a celebrar—comentó Brandon, el baterista, acercándose a mí. —¿Qué les parece ir a un club esta noche? —propuso dirigiéndose al resto del grupo quienes ya habían terminado de guardar todo en sus respectivos lugares.

—¡Me parece genial! —exclamó Jane, una de las guitarristas, logrando que los demás también se acercarán y formáramos un pequeño círculo.

—Conozco un club aquí cerca, esta recién inaugurado—comentó Jasper, uno de mis vocalistas y violinista.

—He escuchado que es muy bueno.

Brandon y Jasper chocaron las manos.

—Chicos, se supone que nos llevarían a casa, ¿y qué pasa con los instrumentos?

Miré a Patricia, la más joven de nosotros y quien tocaba el bajo.

—Pueden dejarlos en mi camioneta y luego las llevo a sus respectivos hogares—respondió Jasper encogiéndose de hombros.

—¿Estás bien con eso? —preguntó Jane dirigiéndose a Patricia. Ella pareció pensarlo un poco para después asentir.

—Bien—sonreí. —Entonces está decidido, esta noche iremos a divertirnos.

Los chicos se entusiasmaron y se apresuraron a bajar todo del escenario para irnos lo más pronto posible.

A última hora decidimos que debido a nuestra elegante vestimenta era mejor no ir a una discoteca, estar en un lugar cerrado donde bailabas con tu pareja y todo el resto de las personas que estuvieran alrededor era incómodo, pero ahora imagínense agregarle a eso un traje de etiqueta o un vestido largo, no era lo que realmente queríamos; además de que estábamos un poco agotados por la tocada. Sin embargo, el lugar al que nos había traído Jane era realmente agradable, contaba con un karaoke y la decoración era muy linda. Las mesas tenían en su centro envases transparente de vidrio los cuales contaban con una vela encendida en su interior. Las paredes parecían estar hechas de bambú y desde la entrada podíamos percibir el delicioso olor de la pizza.

—¡Jasper va a cantar esta noche! —exclamó Jane eufórica mientras nos dirigíamos a una mesa lo suficientemente amplia como para que estuviéramos los cinco con comodidad.

El aludido río negando.

—Cante lo suficiente esta noche, ¿por qué no subes tu al escenario, Paty?

La pequeña se sonrojó y, sin mirarlo, respondió que ella no cantaba.

Patricia tenía 18 años, trabajaba con nosotros ya que así podía ayudar a pagar su educación, siempre había creído que tenía un enamoramiento hacia Jasper, pero este la veía solo como una amiga.

Luego de tomar asiento, ordenamos una pizza extra grande y unas cuantas cervezas. En cuanto llegó nuestro pedido, abrimos nuestras bebidas y tomamos un gran sorbo.

—Un brindis—dijo Brandon levantando su cerveza dirigiéndola al centro de la mesa. —Por lo bien que salió esta noche y por las que faltan.

Chocamos el pico de nuestras botellas y comenzamos a devorar nuestra cena entre bromas y anécdotas.

Pasadas las dos de la mañana, sentía como la cerveza comenzaba a hacer estragos en mi organismo. No podía parar de reír viendo como Jane y Brandon trataban de seguir la letra de una canción de rap. Jasper los apoyaba con gritos de aliento mientras que Patricia, la cual se encontraba a su lado, escribía en su teléfono.

Di otro sorbo a mi bebida sintiéndome tan ligera y divertida como siempre me sucedía cada vez que me alcoholizaba y comencé a escanear el lugar. Mi mirada se posó en una rubia que reía escandalosamente con sus amigas no muy lejos de donde yo me encontraba.

—Oh no—me quejé bajito creyendo reconocer a la mujer.

Estaba segura que ella había estudiado conmigo en la secundaria.

Hice una mueca y volteé la cara hacia el lado contrario cuando ella pareció reconocerme.

Que no se acerque, que no se acerque, que no...

—¡Samantha Di Pietro! —exclamó con su irritante voz.

Maldije por lo bajo provocando que Jasper riera y que Patricia me mirara confundida. Le sonreí levemente para tranquilizarla y con la mejor cara que pude colocar, me giré para enfrentarme a mi vieja compañera.

—¡Dios mío, el tiempo pasa volando!

Su explosiva forma de ser siempre me había caído mal, y nunca logré descifrar el por qué.

—Ana—asentí. —Sí, ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos.

—¿Me lo dices a mi? Si mal no recuerdo fue en el viaje de graduación.

—Si—hice una mueca al recordar.

Odié mi viaje de graduación. Me la pasé la mayor parte del tiempo sola en el cuarto de hotel despechada ya que me había enterado de otra chica con la que me había engañado mi ex novio. Si pudiera regresar en el tiempo lo habría disfrutado más, ningún hombre merecía mis lágrimas.

—Así que dime, ¿irás a la reunión de ex alumnos?

Fruncí el ceño al escucharla.

¿Reunión de ex alumnos?

—¿De qué hablas?

—Antier me llegó un correo, era una invitación en la que decía que estaban organizando una reunión para todos los chicos y chicas de nuestra promoción, seguramente no has revisado porque tengo entendido que aunque les costó conseguir las cuentas, se lo enviaron a todos.

Intenté recordar cuándo fue la última vez en que revisé mi correo personal, y en realidad tenía bastante tiempo que no lo hacía.

—No lo he revisado—aseguré. —De todas maneras, no sé si vaya a poder ir.

—Oh vamos, ni siquiera sabes cuándo es—pateó el suelo con su pie provocando que alzara una ceja en su dirección. ¿Por qué tenía que ser aún tan inmadura? —Estoy segura que muchos te quieren ver, será divertido, una fiesta muy bien preparada por lo que me comentaron.

—Bien, haré todo lo posible por asistir entonces.

Sinceramente, solo lo decía para quitármela de encima.

—¡Genial! —ella aplaudió acercándose a mí para darme un corto abrazo. —Escucha, te escribiré por Facebook para concretar, debo volver a mi despedida de soltera.

Bien, eso no me lo esperaba.

—¿Te casas? —pregunté asombrada.

Ana era una de esas chicas que aseguraba que el libertinaje, y no las relaciones duraderas, eran lo mejor para no sufrir y tomar lo mejor que te ofrecían las "relaciones".

—¡Sí! —exclamó en un tono muy agudo molestando mi tímpano. —Tenemos un año estando comprometidos, mira—alargó su brazo y colocó su mano prácticamente sobre mi nariz.

El anillo de diamante brillaba con intensidad ante mis ojos.

—Vaya, eso es... genial, te felicito.

—¡Muchas gracias, querida Sam! —recogió su brazo y agradecí la distancia.

—De acuerdo... —titubeé. —Será mejor que regreses chica comprometida, tus amigas me deben estar odiando por tenerte aquí retenida.

Ella rió asintiendo.

—Irás, ¿cierto?

—Sí, está bien, ¿te veo allá entonces?

—¡Por supuesto! Nos vemos después—asentí, y en cuanto estuvo lo suficientemente lejos, solté un bufido.

—Eres la reina de las más agradables, Sam—se burló Jasper comenzando a reír.

—Es que no la soporto—me sinceré.

—¿Y por qué no quieres ir a esa reunión? —preguntó Patricia dejando su celular a un lado.

Suspiré tomando otro trago de mi cerveza.

—Perdí el contacto con muchos de mis amigos, no creo que me vaya a sentir muy... a gusto.

—No seas tonta, Sam—comentó Jasper sonriendo en mi dirección. —Mientras haya comida gratis, es más que suficiente para disfrutar de una reunión.

Una risa sincera se escapó de mis labios.

—Lo pensaré—finalicé para luego volver mi atención a mi otro par de amigos quienes bajaban del escenario riendo entre ellos.

Transcurrió media hora más después de la "aparición" de mi compañera cuando decidimos que era momento de irnos a nuestras casas. Agradecía el hecho de que el día siguiente era domingo.

Decidimos que dejaríamos los instrumentos en la camioneta de Jasper y luego los recogeríamos. Él se ofreció a llevar a Patricia y a Jane ya que ellas no tenían auto, mientras que Brandon y yo nos fuimos en nuestros propios vehículos.

Una vez dentro de mi auto, solté un suspiro recostando mi frente sobre el volante.

Reunión de ex alumnos.

Hice una mueca al imaginarme ese reencuentro. No había conservado a mis amistades luego de que nos graduáramos y nos separáramos para ir a la universidad, ¿Qué tan incómodo sería eso? Yo apostaba que mucho.

Sacudí mi cabeza y me enderecé en mi asiento. Era momento de volver a casa...

Logré llegar al estacionamiento de mi edificio en una sola pieza, lo cual agradecí y luego de cerrar el auto con seguro me dirigí a la planta baja. Oprimí el botón del ascensor y mientras esperaba, me quité los altos tacones que había usado durante todo el día como una guerrera.

Las puertas se abrieron ante mí y con los ojos a punto de cerrarse por su cuenta, entre arrastrando los pies para luego introducir la llave en el panel y así poder marcar mi piso. Cuando el ascensor se volvió a abrir, me encontré de frente con la puerta de mi apartamento y como pude logré introducir la llave en la ranura y abrir. Cerré la puerta a mis espaldas con candado y luego de prender las luces de la sala me tiré sobre mi cómodo sofá de cuero.

El silencio taladraba mis oídos y ese sentimiento de... soledad comenzó a embargarme.

Tenía días, incluso semanas que no me sentía así, pero el encuentro con Ana me había puesto un tanto melancólica, y más aún al enterarme que estaba comprometida y a punto de casarse.

¿Por qué todos parecían tener una vida tan perfecta mientras que yo me sentía tan... sola?

Recordé entonces lo dicho por la rubia y antes de que me pudiera dar cuenta, ya me encontraba abriendo mi laptop la cual descansaba sobre mis piernas, mientras abría el explorador e intentaba recordar la contraseña de mi correo personal...

Después de cinco intentos y varias maldiciones de mi parte, logré iniciar sesión y comencé a revisar los mensajes que tenía. La mayoría eran sobre ofertas de viaje, tiendas virtuales de ropa, ofertas de empleo y otra cantidad de correos inútiles, hasta que vi uno que llamó mi atención.

"Promoción 35". Era el asunto del mensaje.

Llevé un dedo a mi boca para poder mordisquear mi uña mientras esperaba que la invitación cargara.

En cuanto la abrí, comprobé las palabras anteriormente dichas por Ana, la fecha del evento estaba pautada para el próximo sábado en uno de los salones del hotel más caros de la ciudad. Me percaté que pedían confirmación de asistencia. Salté esa parte y pude ver las fotos de cada uno de los alumnos que estaban adjuntas y con los cuales compartí varios años de mi vida.

Aunque me había desligado de la gran mayoría (por no decir en su totalidad) de mis "amigos" de secundaria, gracias a Facebook sabía que muchos de mis ex compañeros ya estaban casados o con parejas, otros tenían bebes, algunos ni siquiera se encontraban en el país y otro tanto andaba... desaparecido. O así les decía yo ya que no sabía nada de ellos desde que nos graduamos.

Un puchero se formó en mis labios al recordar nuevamente lo sola que me sentía. Tal vez reencontrarme con mis compañeros me haría bien... pero por otro lado, no quería compartir con un grupo al cual ya no consideraba parte de mi vida. ¿De qué íbamos a hablar al vernos? Seguramente cada uno se iba a elogiar a sí mismos parloteando sobre lo "maravillosas" que eran sus vidas. Esa era otra de las razones por las que no quería ir, ¿escuchar a un grupo de adultos jóvenes hablando sobre sus éxitos ya fuesen reales o inventados? Mirar caminar a una tortuga era más interesante.

Volví a mirar la lista de invitados y cada vez que veía una foto intentaba recordar quién era cada uno.

Me sorprendí al ver a uno de los nerds convertido en un chico con un buen futuro como modelo por delante si es que se lo proponía. Ben Johnson, era el típico nerd con lentes y delgada contextura, sin embargo, había tenido un aire de galante ya que a diferencia de muchos como él, su cara estaba limpia de acné. Aún así, siempre fue un joven muy introvertido y eso no le atraía a muchas mujeres.

Pasé a mi ex y a sus zorras tan pronto como los vi en la lista, y no pude evitar sentirme decepcionada ya que por un diminuto segundo pensé en la divina posibilidad de que no los hubieran invitado.

Otra que me sorprendió fue la capitana de las porristas. ¡Estaba increíblemente gorda! Por ahí había leído que tenía un problema de tiroides, pero no sabía que le había afectado tanto así.

Seguí bajando y riéndome de lo ridículo que muchos se veían en las fotos que habían adjuntado, pero mis risas cesaron en cuanto vi la foto que habían puesto de mí en la lista. ¡Era una de mi primer año en la universidad! Salía horrible en esa foto, seguro la habían escogido a propósito. Hice una mueca reteniendo las ganas de golpear la pantalla de mi laptop, la pobre no tenía culpa de los desgraciados de mis compañeros.

Continúe en mi examen exploratorio, hasta que mi vista se posó en el que solía ser el capitán del equipo de fútbol y el hombre más divinamente ardiente de la secundaria.

Harry Styles.

Dios, seguía tan guapo como lo recordaba. Yo era una de las que suspiraban a escondidas cuando veía como sus hoyuelos se marcaban al sonreír. Era una combinación entre tierno y sexy que me hacía temblar. A pesar de mi enamoramiento platónico por él, nunca llegue a conversar con el chico de rizos, y la principal razón de aquello es que era el típico mujeriego y el que se divertía al humillar a los demás.

Recuerdo que una vez trató tan mal a una chica, la cual al parecer quería escribir sobre él en el periódico escolar, que la pobre se fue desconsolada a llorar por las malas palabras que le dirigió muchacho. Nunca entendí como muchas caían rendidas a sus pies cuando Harry las trataba como la mismísima mierda.

En cuanto finalicé de ver la lista y sin aceptar o rechazar la invitación, dejé la laptop sobre la mesa de vidrio frente al mueble donde me encontraba. Sin si quiera pensar en el caro vestido que cargaba, me tumbé lentamente hacia atrás recostándome en el mueble sin tener las fuerzas necesarias como para levantarme nuevamente y dirigirme a mi habitación. Cerré los ojos y dejé que el silencio me adormilara y se encargaran de llevarme a la inconsciencia.

Malditas resacas.

Sentía las venas de mi cabeza bombear y la boca tan seca como si hubiera pasado una eternidad en el desierto.

—¿Por qué tuve que despertar? —murmuré a la nada misma y traté de incorporarme.

Un leve mareo se presentó en mi sistema y como pude me levanté en cuanto me pasó.

El vestido sobre mi cuerpo se sentía más pesado de lo que recordaba y mis sentidos estaban tan nublados que casi me llevaba por delante la mesa de vidrio donde se encontraba mi laptop.

Un quejido se escapó de mis labios y me dirigí a mi habitación para tomarme una pastilla y así poder medio recuperarme. Luego de eso, me adentré en el baño decidida a quitarme el olor de borrachera que cargaba encima con una apetecible ducha. Era increíble la poca resistencia que tenía al alcohol.

A la hora del medio día ya estaba más consciente y me sentía menos basura. Miraba un poco de televisión mientras comía un poco de sopa que había preparado con intención de calmar mi malestar, cuando mi celular sonó.

Con flojera y sin más opciones tuve que dirigirme al muro de la cocina, donde lo había dejado, para poder contestar.

—¿Si?

—¡Jefa! —exclamó la voz de Nicolás, mi asistente, provocando que alejara el aparato de mi oreja. —¡Necesito que se acerque cuanto antes a la dirección que le voy a pasar, tiene que venir a ver...!

—Nicolás, ¿por qué gritas? —lo interrumpí con una mueca en mis labios. —Dios, no tienes idea lo mal que me siento, además hoy es domingo.

—Perdóname—pidió avergonzado. —Sé que es domingo y conozco tus responsabilidades los fines de semana, pero me acaban de llamar para ver los salones de boda que estábamos esperando por respuesta.

—¿Hablas de los italianos? —pregunté ahora más entusiasmada.

—Así es, Sam.

—Oh Dios—musité emocionada.

Llevábamos meses intentando hacer negociaciones con los dueños de esos maravillosos salones de estilo victoriano, varias novias e incluso quinceañeras querían un salón como ese, pero aquellos italianos eran más tercos que cualquier persona que hubiera conocido.

—Mándame la dirección, salgo para allá en quince minutos.

Luego de compartir otras palabras con Nicolás de que era exactamente lo que le habían dicho los dueños, dejé el celular sobre el mesón de la cocina y me dirigí al cuarto para cambiarme.

Luego de tres horas de reunión, logramos realizar la negociación, y sinceramente, no podía estar más complacida.

—Ha sido todo un placer—le dije al socio mayoritario del lugar extendiendo mi mano, la cual él aceptó, para estrecharla con la suya.

—Le cedo nuestro lugar favorito, señorita Di Pietro, espero que lo cuide —advirtió.

—No se preocupe, lo deja en buenas manos—asentí con una sonrisa.

—Feliz tarde y felicidades.

Se despidió tanto de Nicolás como de mí, y luego se dirigió a la salida. En cuanto desapareció de nuestra vista, me volteé para mirar a Nicolás y ambos gritamos para después abrazarnos.

—¡Lo logramos! —exclamamos al mismo tiempo y comenzamos a reír como locos.

Teníamos tanto tiempo intentando convencer a los dueños de hacer un trato con nosotros, que haberlo logrado finalmente se sentía como la mejor hazaña realizada.

—Necesito arreglar las citas con las novias y las quinceañeras que más tiempo llevan esperando—dijo mi asistente emocionado mientras sacaba su celular del bolsillo de su elegante chaqueta. —Esta semana estamos full de citas con los floristas, restaurantes y demás, así que arreglaré la reunión para el sábado y hablaremos con John para ver si podemos ofrecerles un pequeño descuento por...

—Espera, no sé si el sábado podré asistir.

Nicolás dejó de teclear y levantó la mirada en mi dirección.

—Tengo anotadas las fechas de tus compromisos con las bodas, y en ninguna aparece que debas ir a cantar este sábado.

—No es eso—me crucé de brazos. —Es que, tengo una reunión de ex alumnos, o algo así, entonces...

—Entonces... ¿vas a ir?

—No sé—me sinceré.

—Bueno, mejor no hago las citas para este sábado, ¿las dejo para el domingo?

—Que sea en la tarde, por favor.

Él asintió retomando su tarea con el celular.

—Ya que no estaremos ocupados el sábado, me preguntaba si podría tomarme el día, tengo un compromiso importante y lo quería hablar contigo después.

—Claro—sonreí comenzando a caminar hacia la salida del lugar. Nicolás me siguió. —¿A dónde vas? Si se puede saber.

—Mi prima Alaska hará un babyshower por su primer bebé y quiere que esté ahí para ella y otras ridiculeces que ya no recuerdo—rodó con los ojos, pero mantenía una sonrisa en su cara. —No soporto a sus amigas, pero ella está muy ilusionada.

Mi cara se iluminó al escuchar la palabra "bebé".

—Oh Dios, que ternura—comenté deteniéndome a un lado de mi auto que estaba estacionado junto al de Nicolás. —¿Ya saben el sexo? Seguro el padre quiere que sea varón.

—No, y el padre es solo un infeliz que huyó en cuanto mi prima le contó acerca de su embarazo—bufó. —Apenas tiene diecinueve años.

—Oh, lo siento mucho—musité acercándome a él. —Pero estoy segura que a tu prima no le hace falta un idiota que esté a su lado, ella es muy fuerte por todo lo que me cuentas y estoy segura que será la mamá más dulce y dedicada de este mundo.

El pelirrojo sonrió por mis palabras.

—Gracias, Sam—asintió. —A veces me recuerda a ti, ¿sabes? Ambas son muy dulces y luchan por lo que quieren.

Bajé mi mirada avergonzada.

¿Cómo seguía avergonzándome por este tipo de cosas a mis veinticinco años?

—Gracias—le sonreí. —Tu familia debe estar muy emocionada—comenté decidida a dirigir la atención a otro tema.

—Oh, eso sí—rió. —Aunque a papá le afectó un poco la noticia al principio, ya todo está en orden.

—Menos mal ya todo está bien—suspiré. —Dile a tu prima que debe tener mucho cuidado los primeros meses, son vitales para el buen desarrollo del bebé, nada de emociones fuertes, mi amiga Cata tiene un embarazo algo complicado por no cuidarse los primeros meses.

Nicolás soltó una carcajada.

—¡Hablo en serio!

—¡Lo sé! —exclamó aun divertido. —Mira la convicción con que lo dices, está grabada en todo tu rostro.

Golpeé su hombro a modo de broma y él rió.

—Ya, pero hablando en serio, apuesto lo que sea a que tú serías una mamá perfecta.

Sus palabras, por más inocentes que fueran, calaron hondo en mi corazón.

—Si crees que halagándome tanto vas a conseguir el domingo libre también, estás equivocado.

El pelirrojo rió una vez más por mi advertencia y luego de intercambiar un par de palabras sobre las reuniones del día siguiente, ambos nos despedimos y nos montamos en nuestros respectivos autos.

Mientras conducía en dirección a mi departamento, me puse a pensar en lo maravilloso que sería tener una familia que apoyara tus decisiones y compartieran a tu lado los mejores momentos de tu vida... Familia que yo no tenía.

Solté un suspiro frenando el auto al estar frente a un semáforo en rojo.

Hay muchas personas que dicen odiar a sus familiares, pero apuesto lo que sea a que siempre acuden a ellos en caso de apuros o incluso cuando se sienten solos. Por mi parte, no tenía una familia si quiera para odiarla. Los pocos tíos y primos que tenía ni siquiera vivían en el país, a la familia de mi fallecido padre no la conocía y a mi madre la veía una vez al mes o tal vez menos, y era así porque no soportaba la actitud de perfecta y calculadora que mostraba al estar conmigo. Cada vez que terminaba con alguna de las visitas que le hacía, me juraba que no trataría a mis hijos de la manera que ella lo hacía conmigo, haría acopio de las lecciones de mi padre y trataría de educar a mis hijos tan bien como él lo había hecho conmigo, los amaría tanto y se los demostraría de tal manera que estaba segura y me pedirían un poco de espacio.

Reí al imaginarme la escena, y fue cuando las palabras de Nicolás retumbaron como una clase de eco en mi mente.

"Tu serías una mamá perfecta".

La luz cambió a verde.

"Mamá perfecta".

Arranqué el auto.

"Mamá".

Entonces, como si de un bombillo sobre mi cabeza se tratara, todo en mí se iluminó, e incluso podría jurar que escuché a los ángeles cantar aleluya.

Frené el auto de repente logrando que varios cláxones sonaran a mis espaldas.

—¡Eso es! —exclamé fuerte y claro. —¡Quiero ser mamá!

—¡Y yo quiero que conduzcas bien! ¡Loca!

Ignoré las palabras del hombre que pasó a mi lado y luego arranqué reanudando el tráfico.

Ahora la cuestión era... ¿cómo me convertiría en madre?

¡Ajá! Buenas, buenas♥

Bueno, espero que en este capítulo hayan aprendido un poco sobre la vida de nuestra protagonista y sus sentimientos, el por qué de tooodo lo que pasará a lo largo de la historia y espero que hayan prestado atención, ya que lo salió en este capítulo será vital para entender lo que se viene.

¡Espero de todo corazón que lo poco que han leído les esté gustando! Como siempre, agradecida por su apoyo y escribiendo con mucho amor para todos ustedes♥

Un beso enorme♥

Canción agregada al playlist de la historia: Stronger (What Doesn't Kill You) - Kelly Clarkson

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