Besos que curan [ADL #2] ✔

Von CMStrongville

4.2M 288K 34.3K

Kea es todo lo que Fidel no quiere: grosera, impulsiva y problemática. Entonces ¿por qué parece no poder saca... Mehr

SINOPSIS
PREFACIO
[UNO]
[DOS]
[TRES]
[CUATRO]
[CINCO]
[SEIS]
[SIETE]
[OCHO]
[NUEVE]
[DIEZ]
[ONCE]
[DOCE]
[TRECE]
[CATORCE]
[QUINCE]
[DIECISÉIS]
[DIECISIETE]
[DIECIOCHO]
[DIECINUEVE]
[VEINTE]
[VEINTIUNO]
[VEINTIDÓS]
[VEINTITRÉS]
[VEINTICUATRO]
[VEINTICINCO]
[VEINTISÉIS]
[VEINTISIETE]
[VEINTIOCHO]
[VEINTINUEVE]
[TREINTA]
[TREINTA Y UNO]
[TREINTA Y DOS]
[TREINTA Y TRES]
[EPÍLOGO]

[TREINTA Y CUATRO]

86.4K 6.4K 842
Von CMStrongville

La vida la ha golpeado, pero nunca la romperá.

LEO CHRISTOPHER
...


KEA

Estar con Fidel sigue dando miedo, sobre todo ahora que estamos manteniendo una relación a distancia. Después de que abrí mi corazón y le compartí mi alma, quedamos en volver a intentarlo. Ambos deseábamos retomar lo que habíamos tenido, aunque sabíamos que nunca había terminado en realidad.

A pesar de mis inseguridades, cuando él me dijo que se daría de baja en la universidad para quedarse conmigo, le pedí que no lo hiciera. No era tan egoísta. Sabía lo mucho que él quería comenzar a estudiar y yo no iba a ser quien se lo impidiera. No iba a interponerme en su camino a alcanzar sus sueños y cumplir sus metas. Aun así, después de su insistencia y mi resistencia, dijo que el próximo semestre vendría a estudiarlo acá y se quedó toda la semana restante de vacaciones conmigo. Fue... lo más cercano a la perfección. Esos días fueron absolutamente maravillosos. Pensé que nada podría estropearlo, excepto que sí hubo algo un par de días antes de que se marchara.

—Creo que deberías ver a un psicólogo —dijo una noche mientras estábamos acurrucados en su sofá. El tema salió de la nada y yo, por supuesto, tomé sus palabras de la manera incorrecta.

—¿Estás insinuando que estoy loca?

No sé en realidad por qué me molestó tanto su sugerencia, teniendo en cuenta que aquello era algo que había estado pensando durante varios días. Su brazo sobre mis hombros se tensó, pero no lo retiró.

—No. Estoy preocupado por ti solamente —pronunció con calma.

Aquello solo me hizo molestar más, porque era obvio que él no trataba de incomodarme y yo estaba haciendo una tormenta de un vaso con agua. Como siempre mi vena dramática salía a relucir.

—Pero sí crees que hay algo en mí —recalqué. Él dejó caer su cabeza hacia atrás y suspiró tratando de mantenerse sereno.

Pobrecillo. Yo siempre lo tenía al límite.

—Creo que... mejor terminamos de ver la película —murmuró vencido.

Sabía que estaba tratando de evitar continuar con el tema porque no quería tener ningún altercado conmigo. Y yo en cambio siempre estaba provocándolo, llevándolo al borde de la paciencia. No sabía qué me pasaba. No sabía por qué lo hacía, solo sabía que se sentía como algo inevitable. Casi como si necesitara pelear.

Mordí mi labio molesta conmigo misma y recargué mi sien sobre su pecho. Ambos regresamos la vista hacia el televisor y no volvimos a hablar hasta que se hizo demasiado tarde y tuvo que llevarme de regreso a casa.

—No quería molestarte hace rato —musitó cuando casi llegábamos a mi vivienda.

Solo escucharlo decir aquello me hizo cerrar los ojos con pesar. Era yo quien había hecho un drama de una simple sugerencia que hizo con la mejor intención y era él quien se disculpaba.

—No, yo lo siento. Creo que exageré con mi reacción. —Aplané mis labios en una fina línea y lo observé conducir concentrado—. Ya había pensado en hacerlo, pero supongo que tengo miedo —admití con una risa corta.

Sus ojos se encontraron por una fracción de segundo con los míos antes de volver a fijarlos en el camino.

—No tienes por qué. Es algo normal, creo. Mi mamá está yendo a uno —dijo como si nada. Aquello llamó mi atención.

Sabía que su relación con su madre había mejorado y yo... envidiaba aquello. Me alegraba de corazón, claro que sí, pero también sentía ciertos celos. Mi padre y yo continuábamos sin hablar más de lo necesario y me dolía. Quería arreglarlo, pero tenía miedo de estropearlo más si intentaba remendar las cosas. Se notaba que él había buscado ayuda para su problema con el alcohol y que esta vez la estaba tomando en serio.

Lo vi tamborilear los dedos sobre el volante y me pareció que lucía nervioso.

—Al parecer tenía depresión —continuó—. Me contó algunos de los temas que trata con su doctor... —Me miró por el rabillo de su ojo y volvió a concentrarse en la calle—, y unos de ellos me hicieron pensar en ti. No estoy diciendo que sufras lo mismo, pero no pierdes nada hablando con uno. Quiero ayudarte, Kea, pero hay ciertas cosas que están fuera de mi alcance. Hay cosas que no sé hacer o manejar... y necesitas a alguien mejor preparado.

Estiró su mano sobre el espacio que separaba nuestros asientos y entrelazó sus dedos con los míos antes de elevar mi mano y presionar un beso en el dorso, todo esto sin despegar la vista del camino.

—Te amo, Kealani. Por eso quiero lo mejor para ti.

Dos días después de eso se fue a la universidad y yo me quedé ahí pensando en sus palabras. Y aunque lo extraño como loca, en cierta manera me alegra que no esté aquí presionándome, exigiendo más de lo que puedo dar. Él siempre me empuja hasta el borde de mi aguante, pone a prueba mis límites. Me presiona y no me deja huir con cobardía cuando todo se vuelve demasiado intenso o intimo para mí. Y le agradezco eso. A pesar de que sería mucho más fácil para él solo rendirse conmigo, no lo hace. Está ahí para mí y me lo recuerda a cada instante.

Fidel es todo. Mi apoyo, mi compañero, mi mejor amigo. Es el chico al que amo y yo soy una maldita suertuda porque él me ama de vuelta. Me tiene paciencia, trata de comprenderme, de ayudarme... y yo trato de agradecerle y devolverle todo aquello que hace por mí. Yo trato de abrirme y él me escucha con calma, atención y cariño.

Hay personas maravillosas que llegan a tu vida como una luz. Cuando estás acostumbrada a vivir en la sombra, es algo apabullante y aterrador que llegue alguien y pueda ver con claridad todos tus defectos, imperfecciones y detalles que has ocultado por tanto tiempo del mundo. Es aún más enloquecedor cuando esa persona no se va. Cuando está ahí, incondicional, y te tiende la mano con la intención de ayudarte a salir de la penumbra.

Yo soy de las personas que no aceptan tan bien la ayuda. Soy egoísta, cerrada, terca y una cobarde total. Pero estoy aprendiendo a aceptar poco a poco que Fidel no se irá. Él no va a fingir que estoy bien porque es más fácil para mí simular eso. Él va a presionar mis límites y estará ahí para sostenerme si es demasiado y termino derrumbándome. Es por eso que confío ciegamente en él. Es por eso que no quiero decepcionarlo. Es por eso por lo que estoy dispuesta a recibir su ayuda y cualquier otra que crea necesaria. Es por eso que hoy estoy aquí, de pie frente al que sigue siendo su hogar.

—Kea, hola —saluda su madre al verme. Está sonriendo y parece tan sincera que no puedo evitar devolverle el gesto.

—Hola, Paty. ¿Cómo está?

—Bien, gracias. —Su sonrisa vacila un poco al percatarse de mi nerviosismo y abre la puerta de su casa un poco más—. ¿Quieres pasar?

Doy un paso hacia adelante y mi adentro en el lugar.

—Fidel no me dijo que vendría este fin de semana. No ha llegado todavía —expresa confundida. Sacudo la cabeza y comienzo a armarme de valor. Tomo una gran respiración y dejo a mis ojos vagar por la sala que ya es tan familiar para mí.

—No, no viene —digo en voz baja—. De hecho vengo para ver si puedo hablar con usted. —Mi voz termina siendo un susurro y dudo mucho de que me haya oído, pero entonces sus ojos brillan y su sonrisa vuelve.

—Por supuesto. —La ternura con la que pronuncia aquellas dos palabras hacen que me recorra un escalofrío. Señala al comedor con una inclinación de su cabeza y comienza a caminar hacia allá indicándome que la siga—. Fidel me dijo que era probable que vinieras, solo que no suponía que sería tan rápido.

Tomo asiento y ella continúa vagando por la cocina.

—Al parecer me conoce demasiado bien —digo apenas. Paty ríe.

—Mi hijo es muy observador —dice con voz suave, orgullosa—. Y tiene complejo de superhéroe. Quiere salvar a todo mundo sin importarle si él sale perjudicado en el proceso. —Su voz se rompe en esta última palabra y entonces carraspea para aclarar su garganta—. ¿Agua, café? —ofrece.

—Café está bien.

Coloca agua y café en su cafetera, la enciende y entonces viene a sentarse conmigo.

—Entonces... ¿de qué dices que quieres hablar conmigo?

***

Cuando salgo de casa de Fidel, el sol ya ha comenzado a ocultarse. Los ojos me arden y la cabeza me late de tanto reprimir las ganas de llorar. Ver a su mamá llorar, contarme todo lo que ha tenido que pasar y la culpa que la carcome por dentro por no estar siempre ahí para su hijo es suficiente para conmover a cualquier persona.

Puedo escuchar todavía sus palabras resonando en mi cabeza.

«Tengo miedo de nunca ser suficientemente buena para él.»

Me encamino a casa todavía pensando en todo lo que hablamos y siento el fuerte impulso de llamarlo y solo decirle cuánto lo amo. Fidel ha soportado ya bastante en su vida y todavía me soporta a mí. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo es tan fuerte?

¿O será que no lo es? ¿Será que es tan bueno en fingir como lo soy yo?

Durante largos minutos pienso en todas las cosas que he vivido a su lado, en cómo siempre parecía estar bien, cómo trataba —y sigue tratando— de ayudarme.

«Tiene complejo de superhéroe. Quiere salvar a todo mundo sin importarle si él sale perjudicado en el proceso.»

Me pregunto si desde un principio fue eso lo que le atrajo a mí: el tratar de salvarme. Y me pregunto si es por lo que todavía está conmigo. Si, una vez que me encuentre bien, creerá que su trabajo está hecho y se irá. Si pasará a buscar a su siguiente proyecto de salvación. Si es amor lo que de verdad siente por mí.

Sacudo la cabeza no queriendo pensar en esto. Son solo mis inseguridades hablando. Son mis costumbres buscando pretextos.

Visualizo mi casa a pocos metros de mí y me detengo en seco al ver el auto de mi papá. Ya ha llegado. El estómago se me hace nudos cuando una voz dentro de mi cabeza me dice que tengo que hablar con él y resolver las cosas.

Al entrar a casa, lo primero que escucho es un golpeteo en la cocina. Me acerco con lentitud a ese lugar y veo a mi padre de espaldas cortando verduras. Escucho el aceite chisporroteando sobre un sartén sobre la estufa y un delicioso olor enciende mis sentidos.

Tomo asiento en la barra y cierro los ojos al tiempo que tomo un respiro.

—Huele rico —me escucho decir.

El golpeteo se detiene y abro los ojos para ver al hombre frente a mí girarse para mirarme sorprendido. Trago saliva al darme cuenta de que es porque no le he dirigido la palabra en casi un mes.

—Es teriyaki —responde él sin dejar de mirarme.

Desvío la mirada a la barra, a mis dedos sobre ella, y asiento.

—Mi favorito.

—Lo sé.

El golpeteo regresa y la garganta se me cierra al ser consciente de algo. Tal vez sea una cosa tonta, pero mi padre ha hecho durante un mes las comidas que yo adoraba comer de pequeña.

Puedo recordar sentarme aquí donde estoy ahora y verlo preparar mi comida mientras yo cantaba, ansiosa por engullir los deliciosos alimentos. Puedo recordar cantar junto conmigo o a él escuchando con atención mientras yo le contaba mi día en la escuela. Puedo recordar a mi madre llegar mientras yo comía, besar mi mejilla y entonces regañar a mi padre por consentirme tanto.

«Es mi niña, puedo consentirla cuanto quiera», decía. Entonces miraba sobre su hombro y me guiñaba un ojo.

—¿Te acuerdas? —pregunto en voz baja.

No estoy segura de que vaya a saber a lo que me refiero, pero entonces asiente y mis dudas se dispersan.

—Sí —acepta. Se encoge de hombros mientras hecha la verdura cortada dentro del sartén. Se limpia las manos con un trapo blanco, pero no se gira a verme a pesar de que ha terminado—. Me hace sentir más cerca de ti —dice en apenas un hilo de voz—. Me hace sentir como si no te hubiera perdido a ti también.

Escucho su voz quebrarse, veo sus hombros temblar y entonces yo me echo a llorar presa de tantas emociones. Son tantas cosas las que siento en este momento que no puedo explicarlas. Solo sé que hay un gran alivio en mi interior. Dolor y alegría mezcladas, junto con el júbilo que se siente al encontrar algo que creías perdido.

—Pensé que yo te había perdido a ti —admito sollozando.

Siento sus cálidos brazos rodeándome y las lágrimas vienen con más fuerza. Un beso es presionado en mi coronilla y aspiro ese aroma que siempre ha pertenecido a mi padre y que me hacía sentir segura.

—Nunca. ¿Cómo puedes pensarlo? Sé que no he sido el mejor padre. Me he equivocado demasiado. Perder a tu madre me consumió, pero eres mi hija y te amo. Siempre lo haré. Siempre serás mi niñita.

Me abraza con más fuerza y yo lo dejo. Hoy no quiero alejarme de él. Hoy quiero sentir que todavía tengo a mi familia. Continúo llorando lo que parece una eternidad, hasta que mi padre me separa de su torso y besa mi frente.

—¿Quieres comer? —pregunta en voz baja.

La verdad es que no tengo hambre. Si fuera cualquier otro día, le diría que no e iría a encerrarme a mi habitación. Pero no es cualquier otro día. Es hoy, y hoy he decidido dejar de ser tan egoísta y pensar solo en mí.

Le sonrío y asiento sintiendo los ojos hinchados. Él también sonríe, se aleja y vuelve poco después con dos platos que se ven bien y huelen aún mejor.

Comienza a platicar en voz baja. Me cuenta cómo ha sido su día en el trabajo y algunas anécdotas graciosas. Yo lo escucho y me río y me siento aliviada. Le cuento que fui a ver a la mamá de mi novio y finjo no verlo fruncir el ceño, desconcertado ante la mención de Fidel.

Le cuento que se ha ido a otra ciudad a estudiar la universidad, pero que planea volver en poco menos de seis meses a continuar sus estudios acá. Me dice que tenga cuidado y yo me carcajeo, porque con Fidel no necesito tener cuidado de nada. Es él quien me cuida y protege. Se lo digo y él parece relajarse un poco.

Terminamos de comer, pero de todos modos continuamos hablando durante horas. Él me cuenta que sigue yendo una vez a la semana a reuniones de alcohólicos en recuperación. Yo le digo que quiero ir a ver a un psicólogo y él me apoya. Me dice que puede acompañarme si quiero, pero yo le digo que estaré bien.

Cuando es casi media noche, él bosteza y me dice que debe irse a dormir. Debe despertarse mañana a las cinco.

—Me alegra que hayamos hablado —dice besando mi frente y poniéndose de pie.

—Y a mí. —Le sonrío y él comienza a alejarse por el pasillo—. Te quiero —digo de repente.

Él se da la vuelta para verme y sonríe, sus ojos cristalizándose.

—Te quiero, hija.

Siento como si el corazón me creciera dentro del pecho de tanta alegría que siento. Es tan hermoso que duele.

Me voy a mi habitación y una vez que me tumbo sobre el colchón tomo el celular. Marco el número de Fidel y espero que no esté dormido.

Contesta al segundo timbrazo.

Hola, preciosa.

Escucho la evidente alegría en su voz y otra vez siento esa presión en mi pecho. Como si mi cuerpo fuera incapaz de retener tanto amor dentro y fuera a explotar en cualquier instante.

—Hola. ¿Cómo estás? —pregunto en voz baja.

Aquí extrañándote como loco. ¿Y tú?

—Feliz —acepto—. Hoy he hablado con mi papá. Ha sido... liberador.

¿En serio? Qué bueno. ¿Y qué dice?

—Sí. —Suspiro y fijo mi vista en el techo—. Pues le dije que quiero poner cita con un loquero. Digo, psicólogo. —Él ríe—. Estuvo de acuerdo y se ofreció a acompañarme.

Me alegro mucho, Kea —dice con sinceridad—. Estoy orgulloso de ti. Me hace feliz ver que te dejas ayudar y ya no te escondes dentro de tu caparazón.

—Mucho es gracias a ti —admito—. Me has ayudado más que nadie en este tiempo y... solo... te amo. —El silencio se hace en la línea y casi puedo ver sus ojos brillando con intensidad. No suelo decírselo demasiado seguido, pero eso no significa que no lo sienta—. Te amo demasiado, Fidel. Gracias por todo. No sé dónde estaría ahora de no ser por ti.

Lo escucho respirar con calma y froto mi frente esperando a que hable. Aclara su garganta después de algunos segundos y yo sonrío.

No sabes lo que te haría si te tuviera aquí —dice con voz áspera. Dejo escapar una risa y me tapo el rostro enrojecido a pesar de que sé que no puede verme—. También te amo, Kealani. Más que a nada.

Sonrío con ternura. Cuando colgamos algunos minutos después con la promesa de hablarnos al día siguiente, me siento cálida por dentro, feliz, agradecida, y me digo que la próxima vez que lo tenga a mi lado no lo dejaré dudar de cuánto lo amo en realidad.

Gracias a él, a su apoyo incondicional, a su persistencia y tenacidad, las nubes negras han comenzado a retirarse y mi vida por delante parece ser más brillante.

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

818K 41.9K 35
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
180K 9.7K 25
P R Ó X I M A M E N T E SIN FECHA DE ACTUALIZACIÓN.
316 60 19
Yenn Jones Estudiante de el Politécnico más prestigioso de todo Medellín es una adolescente simpática antisocial y muy bipolar que es burlada por los...
11.2K 995 6
"No soy el tipo de chica Que debe irrumpir bruscamente en una ocasión de velo blanco Pero tú no eres el tipo de chico Que debe estar casándose con la...