Narrador omnisciente:
Enfermería de Hogwarts, 30 de octubre 1993..
— A tenido suerte de que el suelo estaba suave – habló Ron.
— Mejor dicho, a tenido suerte de que Dumbledore amortiguó la caída – corrigió Theo.
— Se ve muy pálido, ¿creen que esté bien? – cuestionó Pansy.
Harry lentamente abrió los ojos y tomó sus gafas.
— ¿Qué pasó? – preguntó.
— Bueno, los dementores te atacaron..¡Dumbledore se puso furioso y eh, díselo tú, Ron! – dijo Neville.
— Dumbledore expulsó a los dementores, tú te desmayaste y ibas a caer, pero, Dumbledore amortiguó la caída...y tu escoba... terminó rota – habló Weasley afligido.
— ¿Y el partido? – preguntó Harry, ahora con nervios.
— Hufflepuff ganó – respondió Pansy – Digorry se dió cuenta muy tarde que habías sido atacado y quiso posponer el partido...pero, fue un partido limpio y Mcgonagall no aceptó.
Y Harry sin saber porque, se imaginó la sonrisa y felicidad de Malfoy. Y de seguro las pestes que debe de estar hablando de él.
Quiero que cuando pienses en mí, lo hagas sabiendo que aunque no me necesitas, me quieres sin lugar a dudas en tu vida.
Hoy luces tan hermosa como siempre.
— Fred Weasley.
Hermione le sonrió a lo lejos al pelirrojo, estaba fascinada por todos los poemas que Fred le enviaba día tras día. Ella estaba enamorada, y estaba harta de tanto pensar en Fred y su tal vez "amor imposible". Ella deseaba hablar con él y confesarle sus sentimientos.
— No sé porque no sólo se dicen: estoy enamorado de tí...– comentó Draco tras ella, todos iban de camino a la primer visita a Hogsmeade.
— Lo dices cómo si tú lo hubieses hecho así... – se burló la castaña – ¿te recuerdo la cita esa entre Digorry y tú?
— Ay, no lo hagas – le dijo Draco en medio de una risa – fue horrible.
— Se nota – rió Granger y recibió un leve empujón del rubio.
La salida a Hogsmeade fue estupenda para todos, excepto para Harry, que al escaparse de Privet Drive nunca recibió la firma de tío Vernon y nadie querer hacerlo; no pudo ir.
Lupin lo había invitado a su oficina y habló con él sobre el encantamiento patronus. A las seis de la tarde casi a la hora del banquete de Halloween, ya todos los de tercero estaban llegando a la torre de Gryffindor, aunque; había un problema.
— ¿Qué ocurre? – preguntó Harry y Ginny se volvió hacia él.
— ¡La señora gorda ha escapado! – exclamó ella y Ron que venía justo atrás de Harry jadeó.
— ¿Escapó?, ¿Pero cómo? – cuestionó Potter.
— Si Ginny supiese te lo diría, ¿no creés, Potter? – dijo la voz cautelosa y ronca de Draco.
Harry rodó los ojos y no le contestó. Digorry, que estaba curioso por saber que ocurría, se acercó a su novio.
— ¿Qué ocurre, Dray? – habló y Harry miró su nuca con algo de recelo.
— La señora gorda escapó – contestó – nadie sabe que ha ocurrido, ni siquiera los de segundo y primer año. Es todo muy extraño.
— ¡Habrán paso! – gritó Dumbledore y todos se apartaron, Harry nunca lo había escuchado tan furioso – ¡debemos buscar a la señora gorda, señor Filch!
Tras de él, iban con paso rápido Mcgonagall y Snape.
Peeves que estaba al lado de la señora gorda, se acercó a Dumbledore.
— Tiene vergüenza de hablar, señor director – dijo – no quieren que la vean. Es un desastre de mujer, la vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor. Estaba gritando algo terrible – la voz de Peeves desprendía alegría – pobrecita.
— ¿Dijo quién lo ha hecho? – preguntó Dumbledore en voz baja.
— Si, señor director – respondió Peeves – se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? – dió una vuelta y dirigió una sonrisa a Dumbledore – ese Sirius Black tiene un genio insoportable.
Esa noche todos los Gryffindor tuvieron que quedarse en el gran comedor, Harry y Ron, se acostaron cerca de Fred y George. Bueno, y de Malfoy y Granger.
— Los dulces son lo mejor, Fred – murmuró Hermione – pensé que mentías cuando me lo dijiste.
— Yo nunca miento, nena – habló Fred y ante el apodo, la castaña se ruborizó.
Draco reía en voz baja cada que veía como Hermione se sonrojaba, y esto le molestaba a Harry, pues; el rubio estaba tras suyo.
— Podrías callarte, Malfoy – dijo dándose la vuelta, y aún siendo consciente, sus labios casi tocan los de Draco – eh...
— ¿Qué diablos te pasa, cara rajada? – dijo Draco y se volvió hacia el otro lado.
Potter se sonrojó ante esto y decidió continuar hablando con Ron. Quién observó toda la escena con incredulidad.
Los días habían pasado y así llegó la siguiente visita a Hogsmeade, Draco, Blaise y Hermione junto a Digorry se fueron en los primeros carruajes. Al igual que Ron, Theo, Neville y Pansy.
Harry, ya harto de perderse las maravillosas que le contaban los chicos, tomó su capa de invisibilidad y se encaminó al pueblo. Los gemelos que sabían perfectamente que era él, lo tomaron de sus brazos y lo llevaron a uno de los pasillos del castillo.
— Ahora, Harry, únete a los chicos grandes – dijeron.
— Quiero ir a Hogsmeade – mencionó Harry.
— Lo sabemos – dijo George.
— Por eso, te tenemos un regalo por adelantado, Harry – dijo Fred.
Sacando algo de su abrigo, Fred se lo entregó a Harry, era un pergamino, cuadro y muy desgastado. No tenía nada escrito y Harry pensó que era una broma de los gemelos.
— Esto es la clave de nuestro éxito – mencionaron.
— Pero...si no tiene nada – dijo Harry.
— George, haz los honores – indicó Fred y George con su varita en mano y con la punta en el mapa dijo:
— Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas – e inmediatamente en el pergamino comenzaron a aparecer miles de letras y dibujos.
Entonces, Harry leyó:
Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta, presentan: El Mapa Del Merodeador...
Holiis, pequeña pregunta.
¿Quieren un poco de Wolfstar?