❝ 𝐋𝐎𝐒𝐓 𝐈𝐍 𝐅𝐈𝐑𝐄 ❞...

De Charismiellachan12

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[a bnha fanfiction] todoroki shoto x fem!reader ❝ Por que si no estás de mi lado, estás en mi contra. ❞ ... Mais

𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗜𝗡 𝗙𝗜𝗥𝗘

𝐎𝐍𝐄 | 𝐓𝐎 𝐊𝐈𝐋𝐋 𝐀 𝐇𝐄𝐑𝐎

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De Charismiellachan12

Lo supo desde el inicio.

¿Qué sabía desde el inicio?

Que fue mala idea ofrecerse para liderar el sur junto con Monoma.

¿Por qué?

Por qué carecía de números. Sabía que los emboscarían y que perderían. Probablemente, los rebeldes asesinarían a sus subordinados. Les sacarían las tripas, los degollarían y luego, quizás colocarían sus cabezas sobre los edificios de Osaka. A ellos (él y Monoma) los torturarían, les arrancarían los ojos con alfileres, les destrozarían las extremidades y luego los dejarían vivos.

¿Vivos?

Sí, porque es peor seguir vivo con todo lo que han vivido que morir.

¿Morir?

Exacto, porque justo ahora quisiera estar muerto y dejar de sufrir.

¿Sufrir?

Efectivamente, por que sufre constantemente. Ojalá pudiera arrancarse el corazón. Todo es culpa de él, de su estúpida dopamina y de su amor.

¿Amor?

Sí, su dulce y jodido amor que lo llevó a estar en ese infierno.



















Una vez más, Shoto cayó al suelo. Matsui soltó una carcajada ante la debilidad del héroe y se atrevió a acercarse más para propinarle otro golpe. La punta de su bota le sacó el aire en los pulmones, su cuerpo se estremeció y una lágrima de dolor resbaló por su mejilla mugrienta.

— ¿Qué pasa, héroe? — se burló y colocó su suela sobre la espalda del muchacho bicolor —. ¡A penas fueron dos golpes!

La estruendosa voz del grandulón Matsui hizo eco dentro de los oídos de los demás. Neito Monoma, a pesar de que sus rodillas estaban cada vez más cercanas al suelo, no lo pensó dos veces e intento correr hacia su amigo tirado en el suelo. Fue tonto de su parte, porque mordió el polvo también. Ayu se acercó al rubio para ayudarlo a ponerse d epie mientras Jaek iba en dirección a Matsui y al condenado Shoto Todoroki.

— Suficiente, Matsui — declaró Jaek. El grandulón levantó una ceja, consternado por las órdenes, pero no obedeció.

— ¿Y tú quien eres para impedirlo? — cuestionó.

— Estoy a cargo de este escuadrón y por ende, soy tu superior — habló con determinación —. Haz lo que te digo o si no...

— ¿Vas ir a acusarme con nuestra señora?

— No, le diré que fuiste tú quien dio las coordenadas de la Muralla.

Matsui se sorprendió, trago saliva audiblemente. Su compostura cambió significativamente y Jaek supo que lo había dominado. El grandulón chasqueo la lengua con molestia antes de levantar el pie. Volvió a darle una patada a Shoto y su superior lo apuñaló con su mirada. Matsui se alejó con una sonrisa burlona. Jaek se encargó de ayudar al pobre héroe tirado en el suelo. Lo agarro del brazo con fuerza, le dio un fuerte tirón que lejos de ayudarle, solo lo hizo ensuciarse más el rostro.

La fuerza de sus piernas se había desvanecido, de cierta manera, la de todo su cuerpo. Le dolía respirar. Ni siquiera había notado en qué momento había comenzado a temblar, casi como si estuviera sufriendo de hipotermia. Lo curioso del caso es que no había utilizado su don desde hace tres días, tiempo desde que perdió la batalla en Osaka y su gente fue masacrada.

— Está ardiendo en fiebre - logró escuchar.

— ¿Y eso que? — preguntó una voz femenina. La única mujer dentro del escuadrón.

— Significa que puede morir, Ayu — espetó el líder, Jaek. Shoto aún permanecía con los ojos cerrados, esperando a que el dolor y el ardor de su cuerpo se desvaneciera en algún momento.

— ¿Y?

— No podemos permitirlo.

— ¿Por qué no? ¡Es uno de esos sucios héroes!

— Ayu...

Hubo un breve momento de silencio en dónde Shoto se perdió entre la agonía y el sonido de su corazón. No pudo evitarlo, pero las lágrimas resbalaron por sus ojos. El hoyo en el pecho no le permitía pensar con claridad ¿Hace cuánto había ingerido alimento? ¿Bebido agua? ¿Realmente había perdido la batalla en Osaka? ¿No volvería a ver a Midoriya ni a Bakugo? ¿A ninguno de sus amigos? ¿Tampoco a su padre? ¿A sus hermanos? ¿Ni siquiera a su madre?

— ¡Maldita sea, Jaek! Lo hubieras dicho antes, imbécil.

Shoto logró abrir los ojos con dificultad y lo único vio fue el fango de la tierra, una desconocida para él. Todo se veía tan borroso que al final, se rindió y dio paso al riguroso espiral de la oscuridad.

































Jaek era conocido entre los rebeldes como un segundo líder. Fuerte y aguerrido, justo como tú. Por lo tanto, no fue muy difícil llevar cargando al Shoto desmayado cubierto de fango hacia la Muralla. Los rebeldes se sorprendieron al ver a Neito Monoma llegar apresado, con los grilletes en las muñecas y tobillos. Después del asombro, llegó la emoción. La gente comenzó a tirar lo que tuviera a la mano mientras el derrotado héroe caminaba por el sendero hacia su prisión. No era considerado como tal, pero para aquellos desdichados héroes que caían entre las garras de los rebeldes, era una auténtica prisión.

Monoma no se resistió, tampoco dijo nada y se sometió. Permitió que Ayu le colocará la cadena alrededor del poste de madera en la plaza principal para que todos pudiesen burlarse, echar sus palabras llenas de veneno sobre su cuerpo ensangrentado y adolorido ¡Y por supuesto, que no faltaron los golpes! 

— ¿En dónde está el otro? — cuestionó Hizuru. Ayu se encogió ante su inesperada presencia y se rascó detrás de su cabellera rubia.

— Jaek se lo llevó con Gran Yume — respondió, evitando el contacto visual con su superior.

Hizuru endureció su mirada, tratando de poner más nerviosa a su subordinada, pero no lo consiguió. Ayu estaba creciendo y ya no le tenía tanto miedo como antes. Sin embargo, aún tenía cierto poder sobre ella. Así que aguardó. Se cruzó de brazos y clavó sus ojos ennegrecidos sobre su pequeña silueta.

— ¿Quien es? 

Ayu se estremeció y se mordió el labio inferior. No la dejaría ir hasta que se lo dijera.

— Bueno...ciertamente no lo sé.

— ¿No?

Ayu negó con la cabeza. No era mentira. En realidad, no conocía a detalle. Solo sabía la información suficiente. Desconocía si Hizuru también. No quería meterse en un problema más grande.

— No — afirmó y añadió —. Solo sé que era importante llevarlo con Gran Yume.

Hizuru levantó una ceja. Para Ayu, fue más fácil echarle ese peso a Jaek que manejarlo por su cuenta así que con esa respuesta fue capaz de deslizarse lentamente detrás de su superior y alejarse de ella. Dejó a una comandante consternada por la decisión de su igual. La única forma de calmar su curiosidad fue dirigirse hacia el asentamiento de Gran Yume a indagar. 

Al llegar al lugar escarchado con nieve de noviembre y el cielo nocturno sobre la montaña, Hizuru se encontró con Jaek saliendo por la puerta. El joven solo pudo detenerse frente a la entrada, casi denegando el acceso. La mujer levantó el mentón.

— Yo sé quien es — aseguró ella —. ¿Por qué lo encubres?

Jaek observó el antebrazo de Hizuru y notó con rapidez el filo de la daga escondida. 

— Tú no decides quien muere o vive — respondió con calma —. Eso solo lo hace (Nombre).

— Cuando ella no está, yo soy quien dirijo.

— Yo también. Que no se te olvide, Hizuru.

La nombrada apretó sus puños con fuerza mientras le dedicaba una mirada de profundo desdén a su igual. Jaek se mantuvo neutral, sin dejarse intimidar por la energía de su opuesta.  

— Es un héroe — le recordó —. ¿Qué crees que dirán los demás cuando se enteren que estás encubriendo a un héroe?

— No estoy encubriendo a nadie — espetó.

— Entonces, lo mataré.

— Tú no harás tal cosa — objetó Jaek. 

Ambos soldados se pusieron a la defensiva. Si bien el muchacho tenía la ventaja biológica (porque Hizuru Mirune era muchas cosas, pero una persona con don no), aún así no quería permitirse una pelea en dichas circunstancias. Los debates dentro de una facción siempre termina mal y lo que menos quería era agregarte un peso más con el que lidiar. Estaba mal herido de una pierna. Le había tocado luchar contra Shoto y Monoma a la vez, lo que si bien, terminó con su derrota, se llevó algunas heridas.

— Tú más que nadie debes de saber lo que él significa para ella — murmuró Jaek, en un intento por convencer a Hizuru. 

Aquello solo la hizo enojar más. No era necesario que se lo recordaran. Ella lo sabía, conocía tus sentimientos como nadie y por eso, era mejor terminar con aquello.

— (Nombre) no necesita una debilidad ahora — exclamó con odio —. Él representa una.

— Lo ama, Hizuru — declaró Jaek —. Acéptalo de una vez.

— Ella lo odia — rugió con ira —. ¡Decidió irse con los suyos en vez de pelear a su lado!

— ¿Por qué gritan? — preguntó la Gran Yume mientras salía de su hogar. La anciana lucía consternada y tanto Jaek como Hizuru decidieron calmarse para no alterar a la vieja. Él tragó saliva y ella guardó la daga en su lugar —. Deberían de estar esperando a que nuestra señora llegué.

— Si sabes lo que es lo correcto, Gran Yume...— habló Hizuru y añadió —. Mata a ese bastardo y probarás tu lealtad.

Jaek frunció las cejas, molesto por la declaración. Hizuru se dio media vuelta, atentando con regresar y terminar con su cometido, sin embargo, ella solo regresó caminando por dónde vino. Gran Yume escuchó un quejido adentro, lo que la obligó a volver a su casa. El muchacho soltó un suspiro. El aire caliente de sus pulmones hizo diferencia entre el invierno dentro de la Muralla. Era noviembre y el mundo debía de saberlo.

Dispuesto a entrar, Jaek se dio media vuelta, pero con tan solo dar el primer paso, supo que había un tercer invitado. Se quedó quieto y espero a que él hablará, pero no lo hizo.

— No irás a decirme que debí dejarla hacerlo — alegó y Naizen soltó un suspiro que se vio difuminado con la brisa del invierno.

— No dije nada — respondió.

— Eso dice mucho.

— Lo que yo piense no debería de ser importante — dijo el hombre —. Aquí lo único que importa es lo que decida hacer nuestra señora.

Jaek giró la cabeza hacia Naizen y él se encogió de hombros. Era imposible que fuera el único que pensará genuinamente en ti ¿Por qué los demás no podían dejar de lado el símbolo y empezaban a verte como una persona que siente y ama? ¿A que punto había llegado esta guerra?

— Ella no lo matará — aseguró —. Eres igual de Hizuru.

Naizen suspiro pesadamente.

— Cualquier decisión que tomé (Nombre), estaré de acuerdo — murmuró, tratando de calmar la ira palpable de su compañero.

— Eso lo veremos.

Jaek logró oír los murmullos de Gran Yume dentro de su hogar. Se escuchaba algo preocupada, por lo que decidió dejar de lado a Naizen y entrar. Hizo a un lado la cortina que servía de puerta, luego buscó a la anciana con su mirada hasta que logró dar con su larga trenza que se arrastraba por el suelo de madera. Él decidió seguirla hasta la habitación en dónde se asomaba su cabello recogido y la vio cuidando del incauto héroe moribundo. 

— No sé si pueda sobrevivir a la noche, Jae — murmuró angustiada la anciana y su nieto le colocó la mano sobre su espalda.

— No te preocupes, abuela — habló con suavidad —. Haz lo que tengas que hacer. 

Gran Yume observó a Shoto Todoroki sucumbir ante la fiebre que le presentó la herida en su abdomen. El joven de veintiún años temblaba de los escalofríos, el sudor frío escurría por su piel blancuzca y se removía de un lado a otro en la cama. Jaek sintió lástima por él, pero luego las manos de su abuela lo hicieron regresar a su presente.

— Déjame curarte eso, querido — pidió, preocupada. 

Y Jaek no pudo negarle eso a su abuela. 

Mientras el silencio reinaba en las paredes de la casa, Naizen decidió esperar un momento más. Algo le indicaba que no tardarías en llegar, algo te llamaba y a juzgar por las llamas iluminando el cielo, solo serían un par de segundos para que pusieras un pie ahí. Tu escuadrón había llegado a la Muralla, podía verlo desde su lugar y las antorchas encendidas alrededor del campamento que celebraban su victoria contra los héroes, tanto en Osaka como en Yamaguchi. 

El invierno llegaba.

Naizen era indiferente, pero la mayoría de los aliados le temían al frío. Quizás ya no, porque tú estabas ahí. Logró ver tu silueta cansada, sucia y ensangrentada entre los prados invernales de la montaña. Te veías tan diferente a como la primera vez y eso, comenzaba a asustarle. 

— ¿Qué haces aquí? — preguntaste con severidad —. Deberías de estar abajo con los otros...celebrando.

— Decidí quedarme — contestó.

— ¿Por qué? — alegaste, mientras caminabas hacia la cabaña. Naizen te siguió con sus ojos ambarinos.

— Te conozco mejor que tú — indicó, aún con los brazos cruzados. Te detuviste frente a la entrada, analizando tus palabras. — Viniste aquí, sabiendo de quién se trataba, ¿no es así?

Te quedaste callada, pero Naizen no era un hablador y supo interpretar tu silencio. Era cierto lo que decía, pero no ibas a darle el gusto a nadie de escucharlo de tu propia boca. 

— Ayuda a mis cadetes — indicaste mientras hacías la cortina a un lado —. A uno de ellos le mutilaron las dos piernas. 

Después de aquello, entraste y te dirigiste a través de la casa. Buscaste alguna señal de la abuela de Jaek o al mismo, pero para tu sorpresa, Gran Yume estaba curando las heridas de su nieto en otra habitación diferente. Era tarde cuando te diste cuenta y tu cuerpo se encontraba frente al cuarto donde yacía el triste héroe convaleciente.  Shoto respiraba, podías apreciar las cobijas de la cama moviéndose de arriba hacia abajo. 

Ni siquiera lo pensaste mucho, te acercaste a la cama con cautela. Realmente, estabas tan exhausta de pensar cada mínima situación, que te fue  indiferente. Tomaste asiento a su lado y tus ojos lo miraron. Su rostro se veía afligido y la sangre seca de sus facciones le hacía parecer un cadáver. Le acariciaste el rostro con ternura y una sonrisa débil te adorno el rostro.

¿Cuándo fue la última vez que lo viste sonreír? ¿Hace tres o cuatro años?

No había cambiado mucho. Su cabello había crecido un poco. Incluso lograste ver algo de vello facial en su piel, pero seguía siendo el mismo Shoto de antes. Estabas segura. Aquel que estaba dispuesto a darte de su soba para hacerte feliz, el mismo que decidió arriesgar su vida para protegerte del ataque de un villano y el hombre que te hizo sentir amada más de una vez. Sin embargo, tú ya no eras la misma de antes.

Dejaste salir un suspiro antes de alejarte del cuerpo de Shoto, casi como si el mismo quemará. Cerraste los ojos, permitiéndote escuchar el sonido de tu corazón. Tenías que tomar una decisión sobre él y de Monoma. Tu gente no estaba dispuesta a tolerar una excepción y tampoco aceptarían tu sosa aceptación. No obstante, era crucial hacerlo de una vez. 

Una lágrima resbaló por tus ojos. Odiabas el camino que habías escogido, lleno de sacrificios y de dolor, pero sabías que sería por un bien mayor. Algún día, cuando murieras con vejez o luchando, te encontrarías a Shoto en el cielo y le explicarías. Él sabría entender y vivirían dentro de la existencia del infinito para siempre, uno a lado del otro. 

Te levantaste de tu asiento, dispuesta a hacer lo correcto para tu gente y tu causa. Te inclinaste un poco. Presinaste tus labios contra la cabeza de Shoto para plantarle un beso, finalmente abandonaste la habitación y no te sorprendió estar sola dentro de la casa. Hiciste a un lado la cortina de la entrada y el frío del exterior se coló a la vivienda. Saliste de ahí, pero la heladez permaneció dentro, escabulliendose hasta los confines de la habitación del héroe. Le acarició la nariz, no se la congeló, pero le sucedió algo.

La fiebre desapareció junto con los temblores y el dolor físico. Pudo respirar con más calma, su diafragma ya no punzaba y de la nada, despertó.

A fuera, Gran Yume hablaba mientras que Jaek escuchaba detenidamente. Parecía ser parte de un pequeño complot, puesto que al acercarte, sus murmullos se desvanecieron.

— ¿Cómo está, querida? — preguntó la anciana.

— No parece que esté mejorando — hablaste y Jaek te miró preocupado —. Si no muere al amanecer, lo mataremos mañana en la plaza principal.

Gran Yume se cubrió la boca con sus propias manos mientras ahogaba un grito. Su nieto apretó los labios, evitando que cualquier palabra desagradable saliera de su boca. No obstante, no pudo lograrlo.

— No lo dices en serio — alegó.

Lo miraste, desafiante y Jaek te miró de la misma forma.

— ¿De qué hablas? — interrogaste.

— Tú no quieres esto — dijo, convencido.

— Esto es lo que quiero, Jaek.

— No, no, no — negó —. Tú lo quieres a él.

— No — afirmaste.

— Por favor, niños ... — intervino Gran Yume.

— Lo amas.

Casi como una invocación, una gran pared de llamas rojas y calientes emergió desde la nada de las montañas. Te hizo retroceder, lo mismo sucedió con Gran Yume y Jaek. Las llamas se encargaron de separarlos, luego de destruir la modesta casa en dónde se resguardaba el héroe herido. El fuego se elevó más y más hasta que fue imposible de ver más allá en el interior.  Un círculo de gran magnitud repleta de calor.

Te diste la vuelta con lentitud, observando como la nieve de la montaña se convertía en agua y la evaporación hacia que tu visión no fuer a del todo clara. No te sorprendió lo que viste, ni tampoco estabas asustada.

— Oh, así que así son las cosas — dijiste.

Shoto a penas lograba mantenerse de pie, aún más con las heridas en su cuerpo, pero estaba ahí. Frente a ti y con los puños listos para un combate. De su cuerpo, se desprendía el vapor y escurría sangre de su abdomen.

— ¿A qué has venido, Todoroki? — preguntaste.

— A matarte — contestó.


















































¡Me ha fascinado escribir este primer capítulo! Estoy muy emocionada por esta novela. Siempre quise escribir algo en dónde la villana y el héroe son pareja. Tenía pensado escribirlo con Bakugo, pero al final me decidí con Todoroki ^^

¿Qué les pareció? ¿Eh? ¿Alguna teoría?
¡Los leo!

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