Besos en Guerra ©

Door dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... Meer

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)

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Door dayzaccardi

Blair 

La brisa de la futura noche congela la punta de mi nariz. Eso es lo primero que siento al salir de caravana en busca de Zayn. Lo segundo podría decirse que es frío, mis manos se están congelando y, aunque suene algo extraño, todavía no puedo descifrar dónde está el capitán. Ladeo la cabeza hacia los lados y... nada. Lo único que se ve es pura arena oscura porque ya no hay nada que la alumbre más que la poca luz que da esa enorme luna cubierta de nubes que se haya detrás de la enorme montaña de —más arena— que tengo delante de mí.

Doy pasos absurdos hacia delante.

—¡Capitán! —grito esperando una respuesta—. ¿¡Zayn!? —ya no suena a grito, ahora es un chillido que expresa inquietud—. ¿Dónde carajos te metiste maldito rubio atracti...? —la frase se queda en la punta de mi lengua.

Me abrazo a mi misma.

—Te vas a coger un resfriado —escucho su voz, pero sigo sin verlo. Ojalá no haya oído lo último. Mi orgullo no me lo perdonaría jamás—, entra a la puta caravana, Blair.

Roto mi cuerpo sobre mis propios tobillos y lo veo, sentado, encima de la caravana, mirando a la nada misma. Su cabello luce descuidado, sus mejillas muestran que ya le está volviendo a salir un poco de barba rubia y su rostro... okey. Definitivamente no está de buen humor. Tiene el ceño fruncido, los labios sellados en dos líneas perpendiculares, la mandíbula tensa y sus ojos rasgados desbordando una mezcla de odio y furia.

—¿Qué hace allí arriba? —inquiero avanzando hacia él.

—He dicho que entres —retracta.

—Creí que ya había entendido lo de que no aceptaré órdenes suyas porque usted no es mi padre ni mi...

—No —se apresura a decir—, tú y yo no somos nada.

Eso suena tan crudo que duele. Trago saliva con dificultad y carraspeo mi garganta intentando disimular ese sentimiento que se esconde más allá de mi lenguaje corporal.

—Lo sé, no me refería a lo que usted cree —profundizo mi mirada aunque esté a más de un metro de distancia del rubio—, solo quería hablar a solas sobre lo que pasó en el viaje y...

Me quita la vista de encima y se truena los dedos, frío.

—No necesito que me digas explícitamente que quieres follar con otro tío, ¿vale? Hazlo, no estamos comprometidos ni nunca lo estaremos.

No entiendo que coño le pasa a este hombre ahora. Y luego dicen que las mujeres somos las difíciles de entender y todo ese rollo.

—No quiero follar con ningún tipo —mascullo con impotencia—, pero si quisiera hacerlo con uno, dos, cinco o diez, no tendría porque ponerse así de celoso porque usted lo dijo: no somos nada.

Tuerce el gesto como si algo de todo lo que le dije le hubiera afectado más de lo que le debería.

—No estoy celoso —ruge por lo bajo—. No lo estoy —murmura más para asegurárselo a él mismo que para decírmelo a mí.

Un trueno estalla en el cielo.

Evito pegar un salto del miedo para evitar que se pierda la esencia del momento y lo miro, perpleja ya que en el fondo sé que no es así. Lo he visto más de cinco veces mirándome mal cuando estaba con Pipa.

—¿No lo está? —inquiero.

Aprieta los dientes y mira al cielo como si mi presencia ya se le hiciera pesada.

—Vete a la caravana.

Cruzo los brazos.

—No.

—Vete a la puta caravana.

—No.

Inhala, exhala y... bueno, al parecer no le funciona eso de meditar con la respiración porque ya me está gritando:

—¡Que te vayas a la puta caravana!

—¡Que no me voy a ir a ningún maldito lado!

Otro trueno estalla en el cielo.

—¡Joder, eres insoportable!

¿¡ME HA DICHO INSOPORTABLE!?

—¡Si yo soy insoportable usted es...!

No llego a terminar mi oración. Me quedo sorprendida cuando él pega un salto de la caravana y cae de pie a la arena. Se acerca a mi con prisa y furia. Tiene la respiración acelerada y los puños cerrados. Lo tengo a dos putos centímetros. No sé en qué momento llegó a estar tan cerca de mi rostro. 

—¿¡Qué!? ¿¡Qué soy!? —estalla intercalando su mirada desde mis ojos a mi boca con rapidez.

—Usted es un maldito idiota —digo agitada, sin darme cuenta que mi respiración posiblemente esté chocando con su rostro. Lo veo hacer un ademán de abrir la boca con enojo, pero también veo cuando la cierra al ver mis ojos cristalinos de la impotencia—. Me tiene cansada.

Me cuesta horrores salir de la cercanía de nuestros cuerpos. Suspiro de la furia que tengo e intento dar un paso hacia alguna parte que no me lleve otra vez hacia él, justo cuando la primera gota de agua golpea mi mejilla y un trueno estalla en el cielo con una fuerza que creía naturalmente anormal. Todo se entorpece cuando retraso mi escape pegando un salto hacia atrás del miedo que le tengo a los sonidos fuertes y la cago. Mi gorro se cae al suelo dejando mi pelo azul descubierto y yo también caigo. Bueno, en realidad no hubiera sido un problema si no fueran las manotas de él las que me acaban de atajar en el aire como si fuera una bolsa de patatas.

—Suélteme.

Aprieta más su agarre.

—No lo haré —me vacila.

—Que me sueltes maldito cretino de mier...

Me tapa la boca con la mano que tiene libre y hace el tipico ruido de silencio con su boca.

—Ahora que te tengo no pienso soltarte —susurra clavándome la mirada.

La poca distancia que hay entre nosotros me hace entrecortar la respiración tanto que solo le puedo contestar:

—Gilipollas.

Me mira la boca.

—Te ves guapa cuando te enojas.

Frunzo el ceño.

¿Este se piensa que soy más fácil que la tabla del uno o qué?

—Usted se vería mucho mejor con una cinta en la boca que lo esté ahogando y sin las manos sobre mi cintura, pero las fantasías lamentablemente no siempre se cumplen —escupo. Otra gota golpea mi mejilla. Bueno, una no, dos gotas—. Permiso.

Intento ganarle aplicando más fuerza y no lo consigo. Me pega más a su cuerpo, haciéndome débil ante su tacto. Reitero lo dicho, estando tan apretados sí que soy más fácil que la tabla del uno.

Estalla otro trueno en el cielo, pero esta vez no salto, solo cierro los ojos, nerviosa.

—¿Le tienes miedo a los truenos? —susurra resguardándome entre sus brazotes.

Niego con la cabeza aunque haya una gran posibilidad de que él ni si quiera lo note ya que —literalmente— estoy debajo de él.

—Le tengo miedo a usted —ironizo aunque en parte es verdad. Él lo sabe todo.

Comienza a llover y Zayn suelta una carcajada.

—Deberías enfrentarlo —dice y lame sus labios, tenso—, pero si no quieres hacerlo ahora, tienes la libertad de irte. No te obligaré a nada.

Su cabello rubio comienza a oscurecerse por la cantidad de agua con la que está haciendo contacto. No dudo que el mio ya debe estar empapado también. Se oye agitado y sus ojos ya no parecen transmitir algo negativo, de hecho, buscan a los míos y sus pupilas, difíciles de localizar, demuestran solo una cosa:

Deseo.

Mi boca se abre de forma involuntaria.

—Está lloviendo —termino diciendo, indefensa—. Tendríamos que entrar.

Algo me dice a la perfección que él sabe que me quiero quedar aquí, junto a su cuerpo, pero que la idea de estar debajo de una cantidad incontable de gotitas de agua me pone de malhumor y lo arruina  todo.

El cuerpo de Zayn ya no es para nada un obstaculo para que la lluvia no me alcanze. Mi rostro está lleno de gotas de agua. Él roza mis mejillas, haciendo que estas desaparezcan y baja su dedo pulgar hacia mi labio inferior. Se queda quieto ahí y suspira.

—¿Tú crees? —vacila—. Yo creo que podemos quedarnos aquí toda la noche.

—Pervertido —digo por lo bajo.

—No te he escuchado, dilo una vez más, por favor —susurra casi en una súplica.

Frunzo el ceño, enojada y ya sin saber que quiere por décima vez en el día, vuelvo a recitar:

—Perverti... —No me deja ni terminar.

—Al carajo.

Tironea con mucha fuerza de mi cadera y pega su boca a la mía como un animal desquiciado. Quisiera tener la fuerza y la voluntad de alejarme y dejarlo plantado por gilipollas, pero el maldito sí que sabe besar bien. 

Le respondo al beso.

Y puede que también como un animal desquiciado.

Yo no beso a sapos.

Pues quizás él era una rana.

Yo no beso a mentirosos.

Eso... eso ya lo veremos.

Nuestras lenguas se entrelazan con deseo, impotencia y odio. Gruño en su boca. Sus labios están húmedos a consecuencia de la lluvia y su lenguaje corporal me grita que necesita estar más cerca de mi aunque eso ya sea físicamente imposible.

Empuja mi cuerpo mientras me besa hasta que choca contra la parte trasera de la caravana, esa que no tiene ventanas. Sus manos aprietan mi trasero y me suben a su cadera. Zayn no deja de besarme. Cada vez lo hace con más deseo. No se deja ningún sitio. Me besa el cuello, la mandíbula, los labios. 

Todo. 

—Nadie más te besará así —gruñe mientras muerde mi labio inferior—. Nadie.

Su lengua se vuelve a juntar con la mía.

Mis manos se entrelazan alrededor de su cuello.

Lo pego más a mí.

No hay palabras para expresar la mezcla de emociones que estoy experimentando. No sé si son buenas o malas, pero lo único que sé es que quiero más. Quiero sentirlo por todo mi cuerpo.

—Nadie —repito, despacio.

Masajea mi trasero como si su vida dependiera de eso. Me aprieta tanto que el hecho de no jadear se me hace imposible.

—Esto pasará —hace una pausa, se nota agitado y excitado— cada vez que me pongas celoso.

Me baja de su cadera, me apoya sin ningún tipo de sutileza contra el vehículo y hace más fuerza contra mi cuerpo. Comienza a trazar líneas húmedas por todo mi cuello mientras que su miembro erecto golpea mi vientre.

Exhalo, profundo.

—De ser así, tendré que ponerlo celoso más seguido —le contesto, seductora, con la poca voz que me queda.

—Me parece que no soy el único al que le gustaron tus besos —La referencia me causa gracia, pero por culpa del calor que tengo, mi boca solo me permite reproducir jadeos—. Joder —suelta él, maldiciendo sobre mi cuello.

—¿Qué sucede? —cuestiono, divertida.

—Esto es peligroso —confiesa el rubio.

Vuelvo a besar su mandíbula.

—¿Por qué? —digo como puedo.

—Porque es inhumano dejar de besarte.

Mueve su rostro de tal forma que mis labios, hinchados por la manera en la que me los besa y me los muerde, vuelvan a hacer un contacto intenso con los suyos. Parece desesperado. Si no sabría que él solo me quiere para follar y para pasar el rato, podría decir muy segura que esto tiene sentimientos de por medio más allá del deseo.

Al pasar ese pensamiento por mi cabeza, me aparto un poco de su boca.

—Yo podría dejar de besarlo —miento— pero lo sigo haciendo solo porque prefiero estar encima de alguien debajo de la lluvia a que estar sola. Hay muchas más posibilidades de morir y...

Sus labios vuelven a juntarse con los míos, callándome.

—Me caes peor si hablas —me recuerda— procura no hacerlo.

Le patearía las pelotas si estuviera de pie y no enredada en su cadera contra una caravana. En su lugar, recurro al único recurso accesible que tengo en este momento, que es nada más y nada menos que el verbal:

—Maldito rubio gilipollas que eres.

Mueve su cabeza hacia los lados, salpicándome apropósito.

—Estás muy mojada —murmura con esa voz grave, despacio, con tacto, sin saber lo que eso provoca en mi— por la lluvia.

Suspiro.

Y vuelve a besarme.

—¿Cómo haremos para entrar a la caravana así sin que parezca que...? —procedo a cuestionar lo obvio aún pegada a sus labios.

—Ya se me ocurrirá algo.

Estoy más preocupada por el hecho de sentir eso suyo, duro, en mi vientre y no poder hacer absolutamente nada más que besarlo que por la maldita tormenta que nos está empapando y que próximamente nos va a dar un buen resfriado.

—Creo que ya deberíamos volver.

Eso parece herir a su orgullo.

—Terminaremos esto en algún otro momento.

—Sí.

—Sí.

—Se supone que debo darte algo para que te abrigues, ¿o cómo va el rollo?

Niego con la cabeza.

—Tus prendas están más mojadas que las mías. Sería absurdo.

Río.

—Bien —su voz resulta un poco incómoda y tensa. Me preocupa eso. Aún me tiene encima suyo. Lo nota rápido, sacude un poco su cabello y me baja como si se estuviera desquitando de algo. Levanta del piso mi gorro, que se salvó de la lluvia gracias a que cayó debajo de la caravana, y me lo lanza al pecho—. Ve y diles que la puerta de la caravana no abría. No te harán más preguntas. —No me salen las palabras para contestarle, me le quedo mirando, confundida—. ¿Me has oído, Blair? He dicho que...

Me pongo mi gorro y asiento, débil. Camino hacia la puerta y al ver mis alrededores, me da la impresión de que todo el mundo se pausa y va a baja velocidad. Las gotas se toman su tiempo en caer, los truenos dejan de estallar y la brisa impacta contra mí, despacio. Solo estoy yo, caminando con mi gorro bajo la lluvia. Cada paso es más pesado, dificil y lento, a pesar de que mi objetivo esté a menos de dos metros, se me dificulta alcanzarlo. Nunca sentí algo así. Nunca me sentí tan frágil ante las palabras de un hombre.

Siento algo quebrarse dentro de mí.

Me siento usada.

Pero yo fui la que lo permitió.

Y eso es aún más mierda.

La sensación de percibirme vulnerable me intoxica. El corazón me late fuerte y ya no hay insulto que valga. Me jode la maldita idea de que estoy perdiendo el juego, nuestro juego, ese que trata de solo follar y ser algo pasajero para no aburrirnos. Me jode que la que esté equivocada y confundida sea yo a pesar de que él me lo haya aclarado todo desde un principio. Me jode haberla cagado.

Pero lo que más me jode es estar sintiendo algo por él aún sabiendo que es un gilipollas y que solo me quiere cuando le conviene.

Al fin consigo abrir la puerta.

Mushu está detrás de ella.

—La puerta de la caravana no abría —susurro con la voz entrecortada al solo ver preguntas en su mirada.

Veo como abre la boca para contestarme, pero no le permito decir ni una sola palabra.

Me tiro a sus brazos.

Y lloro.

Lloro como si una bala hubiera atravesado todo mi pecho.

Porque fingir que todo te importa una mierda sí se puede tapar con una sonrisa, pero fingir que todo está bien todo el rato cuando tú sabes que no lo está, te mata por dentro.

Y eso siento.

Siento que me estoy muriendo.

Zayn

Siento que dejo de respirar.

Mis rodillas golpean contra la arena, húmeda. Ya casi parece un cascote. No dudo ni dos veces en que me hice daño en ellas, pero el dolor físico es superficial cuando sientes culpa por dentro.

Miro al cielo.

—Lo siento —suelto en un hilo de voz—. Lo siento mucho.

Un relámpago estrella, mi rostro desborda de las gotas de agua mezcladas con lágrimas que descansan en su superficie y solo siento...

¿Siento?

¿Acaso siento algo?

Grito y golpeo la arena.

Una.

Dos.

Tres veces.

Luego de eso, todo es silencio.



















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