Nunca digas nunca

Galing kay MichelleDuran__

32K 2K 488

COMPLETA Ivory Spencer tiene claras dos cosas en la vida. La primera, que estudiará Derecho en Columbia. La s... Higit pa

NOTA Y AGRADECIMIENTOS
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
TREINTA
TREINTA Y UNO

VEINTINUEVE

812 60 29
Galing kay MichelleDuran__


Después de la exposición vamos todos a cenar. Y, cuando digo todos, quiero decir todos: mis amigos, Paris, Violet y Hunter.

Es una situación de lo más extraña. Que esté sentada en la misma mesa que el capitán del equipo de fútbol, una animadora y el malote oficial del instituto, me refiero. Aunque supongo que después de la semana que viene estos títulos no significarán nada porque ya no seremos estudiantes.

Nos repartimos en los coches de Nil, Hunter y Paris y ocupamos una enorme mesa en una pizzería cerca de la galería de arte. Y... me lo paso bien. No es un hecho sorprendente, porque en este sitio se reúnen varias de las personas más importantes de mi vida, pero sí que es sorprendente que todos encajemos tan bien. Paris y Hunter hablan como si fueran colegas de toda la vida; Violet y Willow coquetean de forma abierta y descarada mientras Hazel suelta grititos de emoción y Nil y yo nos apostamos quién de los dos es capaz de comerse más trozos de pizza. Gano yo, porque a veces a Nil se le va la fuerza por la boca, pero acabo tan empachada y llena de gases que me tiro un eructo que me hace enrojecer hasta las orejas y los demás sueltan una sonora carcajada.

Tengo que admitirlo: me da un poco de pena haberme dado cuenta de que, en realidad, no hay tantas diferencias entre nosotros ahora que vamos a dejar el instituto.

—Menudo día —me dice Willow cuando sale del cubículo del baño—. Creo que todavía estoy en las nubes por la exposición.

De nuestro grupo de amigos, ella y yo somos las más meonas. Rara es la vez que no tenemos que ir juntas al baño mientras Nil y Hazel nos esperan fuera. Esta es la tercera vez que va ella y la segunda que voy yo. En fin, problemas de tener la vejiga del tamaño de un guisante. 

Willow se acerca al lavabo que hay junto al que estoy usando yo y se enjabona las manos.

—Normal —digo. Me seco las manos en el aire y sonrío a mi amiga a través del espejo—. Tus obras han gustado mucho. Y no me extraña.

—¿De verdad lo crees?

—Por supuesto que sí.

Esta vez es Willow es quien sonríe. Mi amiga, al contrario que yo, usa el secador. Durante unos segundos, ninguna dice nada. Y luego, cuando el silencio vuelve al cuarto de baño, Willow se gira para mirarme directamente y se lanza:

—Oye, sobre lo de Violet...

—¿Qué ocurre con ella?

—Siento mucho no haberte dicho nada, en serio.

—Willow, no pasa nada. Lo entiendo. Todos lo hacemos.

—Sí, pero... —Mi amiga toma aire—. Es que... a veces, incluso a mí me cuesta procesar que seamos novias. Es Violet. ¿De verdad no te parece raro?

—No. Tú misma lo has dicho: es Violet. Es adorable y hacéis muy buena pareja. —Hago una pausa, algo confusa—. ¿Por qué? ¿Te arrepientes de estar con ella? ¿No era como te lo esperabas?

—No es eso. Es incluso mejor. Estar con ella es... increíble, en serio. Me hace reír, ¡y me sorprende constantemente! Muchas veces quedamos para pintar y ni siquiera necesitamos hablar para estar bien juntas. Nos sirve con estar una al lado de otra. Me transmite una paz que nunca pensé que alguien como ella pudiera transmitirme. Es... difícil de explicar.

Creo que la entiendo. No, sé que la entiendo, porque es justo como me siento yo con Hunter. Con él los silencios no son incómodos. Podemos estar los dos en la misma habitación sin hacer nada y siempre será mi plan favorito.

—Me alegro mucho por vosotras, Willow, pero especialmente por ti. Me alegra que te hayas decidido a dar el paso con ella. Me imagino que tuvo que ser confuso y... no sé, vertiginoso.

Willow sonríe de manera tímida.

—Lo fue, pero no me arrepiento. —Se pasa un mechón de pelo detrás de la oreja. A lo largo de estos meses le ha crecido un poco el pelo, lo suficiente para que a veces tenga que apartárselo de la cara—. Quería hablar de esto contigo porque... Entiendo que pueda dar miedo y ser confuso, pero merece la pena, Ivory, te lo prometo.

Sé que ya no estamos hablando solo de Violet.

Sé que Willow tiene razón.

Sé que tarde o temprano llegará el momento en que no pueda seguir escondiendo lo que siento por Hunter.

Pero.

El problema es que siempre hay un «pero» y no sé si llegará el momento en el que la posibilidad de perder lo que tenemos para siempre me importe menos que la posibilidad de un futuro juntos.

Willow no insiste y yo se lo agradezco. Salimos del baño y volvemos a la mesa, donde se ha organizado un torneo de pulsos de pulgares para escoger el postre. Como yo quiero un helado me apunto sin dudar y, aunque gano a Nil, pierdo contra Hazel en la segunda ronda. Al final gana Paris, para sorpresa de nadie, aunque le cede el honor de decidir si tomamos el postre en la pizzería o buscamos otro sitio a Violet, que ha quedado en segunda posición. En resumen, que terminamos la noche en un local de estos que tan de moda están que hace cócteles temáticos de sabores sin alcohol y nos despluman más de veinte pavos por el espectáculo. Por lo menos me he tomado mi bebida en la cabeza abierta de Leonardo DiCaprio en Titanic, que eso siempre anima.

—¿Quién iba a pensar que Violet tenía esa fuerza? —pregunto, tal vez por tercera vez en lo que va de trayecto. Hunter suelta una risita—. En serio, de no ser por Paris creo que nadie hubiera tenido ninguna posibilidad contra ella.

—Eh, ¿te olvidas que yo no he jugado?

—Porque eres un gallina.

—O porque me daba igual donde tomar el postre porque a mí me gusta todo lo que contenga azúcar como ingrediente principal.

Simulo un ataque de tos.

—Gallina —repito.

Hunter me pincha el costado con el dedo índice y yo pego un brinco en el asiento del Chevrolet.

—Los ojos en la carretera, Brooks —le advierto.

—A sus órdenes, milady.

Bufo un poco y pongo los ojos en blanco. El resto del camino lo hacemos en un silencio cómodo. Hunter hace tiempo que se rindió a la evidencia de que, mientras yo esté en su coche, la radio es mía, así que escuchamos un recopilatorio de lo mejor de las divas del pop hasta que llegamos a casa y Hunter mete el Chevrolet en el garaje. Como tengo un mejor amigo que es idiota y se ha propuesto ser un caballero hasta el final se ofrece a llevarme hasta mi casa. Aunque me niego —«¿eres imbécil? Pero si solo tengo que cruzar el jardín»— no consigo convencerle de lo contrario.

La noche es cálida y corre un vientecito agradable que apenas me revuelve los cabellos. Me cruzo de brazos sobre el pecho y Hunter y yo avanzamos en plena noche, solo iluminados por las farolas de la calle. Sé que me está diciendo algo, pero no lo escucho. No puedo. Solo pienso en Willow y Violet y en que Hunter puede ser un poco tonto, pero es un tonto encantador.

Me detengo a pocos pasos de mi casa y me paso la lengua por el labio inferior.

—Hunter.

Mi mejor amigo se gira, con la sombra de su última broma en la sonrisa. Sin embargo, se pone serio en cuanto se percata de mi expresión.

—¿Iv? ¿Pasa algo?

Sí. No. Dios. No me puedo creer que esté a punto de hacerlo. Me he vuelto loca, sin duda.

—Sé lo que sientes —empiezo. Debería haberme preparado el discurso antes, maldición—. Sé que, para ti, lo que ocurrió entre nosotros no significó nada. Sé que te gusta Jessica. Y sé que seguramente esté a punto de estropear nuestra amistad. Sé que debería callarme, guardarme lo que siento y simplemente seguir hacia delante, pero... no puedo.

Hunter alza una ceja.

—¿Qué quieres dec...?

—Me gustas —interrumpo. La voz me sale mucho más clara y alta de lo que me esperaba—. Me gustas mucho. No solo como amigo. Me gustas.

Mi mejor amigo no contesta, pero yo no me lo tomo como algo personal. Sabía desde un primer momento que Hunter no siente nada por mí. Me lo dejó muy claro aquel día.

No puedo más. Si sigo guardando estos sentimientos bajo la piel terminarán emponzoñándome.

Espero y espero, sin bajar el rostro y retirar la mirada. Me mantengo firme como un soldadito de madera, dispuesta a recibir la estocada final, dispuesta a asumir las consecuencias de mi declaración, dispuesta a recibir el rechazo que me marcará para siempre.

Pero no llega.

Hunter avanza despacio y acorta la distancia que nos separa. No me toca; se detiene a escasos centímetros de mi cuerpo.

—¿Y Miguel? —pregunta, finalmente.

—Miguel es increíble. Es un chico maravilloso y un gran amigo. Me hubiera gustado que me gustara —confieso—. Hubiera sido perfecto, eso seguro. Pero Miguel no es... tú.

—¿Por qué no me dijiste...?

—Porque no importa. —Bajo la voz. No sé por qué está alargando tanto este momento—. Porque a ti te gusta Jessica. Porque me lo dejaste claro. Porque para ti solo fue una noche. Porque para ti lo que pasó solamente fue producto de la confusión. Porque eres mi mejor amigo y nunca te enamoras y a mí me da igual que no me quieras, siempre que permanezcas a mi lado. Porque...

No puedo continuar. Hunter no me deja continuar. Tira de mí por la cadera y me besa. Un choque de labios mucho más suave de lo que me esperaba por la brusquedad de su gesto, pero no menos impactante. Y, aunque al principio me pilla por sorpresa, no tardo en tomar las riendas de la situación. Alzo los talones, le paso las manos por detrás del cuello y le acerco más a mí. No tengo suficiente. No de él. Nunca me sacio. Así que vuelvo a besarle otra vez. Contengo un gemido quedo cuando Hunter se aferra con más fuerza a mis caderas y su pelvis choca contra la mía. Me derrito cuando su lengua me acaricia el labio inferior y se cuela dentro de mi boca. Me tiemblan las piernas cuando juego con su pelo, cuando le acaricio la nuca, cuando, de nuevo, es él quien me vuelve a besar.

He besado a gente antes, e incluso he besado a Hunter antes. Pero nada se compara a este momento, a este maldito beso que se ha convertido en el mejor beso de la Historia con mayúsculas.

Separarme de él me obliga a cometer el mayor acto de fuerza de voluntad de mi vida. Y ni siquiera lo consigo del todo, porque cuando retiro el rostro Hunter gruñe y no me suelta.

—Espera, Hunter —susurro. Es difícil concentrarse cuando me mira así. A estas horas de la noche, sus ojos parecen negros, pero brillan con tanto deseo como seguramente lo hacen los míos—. ¿Por qué...? —me aclaro la voz—. ¿Y Jessica? ¿Por qué me besas? Pensé que... No lo entiendo. ¿No me dijiste que...? Me dijiste que lo nuestro fue por la confusión...

—Joder, Iv —pregunta, con una voz ronca que me hace cosquillas en la tripa y la unión entre mis piernas—. Mentí. Mentí porque tú te fuiste. Porque me colgaste. Porque tú siempre decías que esas situaciones en las que me moría de ganas de besarte eran solo producto de la confusión. Porque no quería asustarte con lo que siento por ti. Porque no quería perderte. Porque...

Me late el corazón tan fuerte que estoy segura de que él puede oírlo.

No me lo puedo creer.

Es que no puedo.

Siento que me falta el aire, como si me hubiera olvidado de cómo respirar.

La parte racional de mi cabeza me dice que lo aclare todo cuanto antes. Que deje de pensar con las entrañas y me centre para poder mantener una conversación de adultos. Pero a la mierda la parte racional. Me pongo una vez más de puntillas y lo beso. Total, estoy tan impactada que no me salen las palabras.

Y qué importancia tiene dejarse llevar por una vez.

Tan ensimismada estoy que no me doy cuenta de la repentina claridad que nos envuelve. Tardo varios segundos en escuchar el carraspeo, y aún un poco más en girar el rostro y mirar a mi padre, que se encuentra paralizado en el umbral de mi casa, con una bolsa de basura en alto y cara de no entender qué narices está pasando.

Mierda.

Esta vez, cuando me alejo un par de pasos de Hunter, él no pone ningún impedimento. De hecho, parece tan cortado como yo por la interrupción. Puede que incluso un poco más, porque él no puede disimular el deseo por culpa del bulto que tiene entre las piernas.

—Papá —digo. Me peino un poco con los dedos, sin mucho éxito—. Hola. Eh... Hunter me estaba acompañando a casa y, eh...

—Hola —saluda Hunter de manera torpe. Si no estuviéramos en esta situación, me habría echado a reír. Mi padre lleva unas zapatillas con la forma de la cabeza de Alf y unos pantalones de pijama de lagartos. Venga ya.

—Iba a tirar la basura y... —empieza mi progenitor, pero enmudece. Alterna la mirada entre Hunter y yo—. No pretendía...

—Ya —interrumpo. Me pica la piel del rostro por la vergüenza. Por suerte, mi padre es mucho más tranquilo que mi madre y no monta un numerito.

—Creo que deberías entrar. Es tarde y... b-bueno.

—Sí. Tienes razón. Sí —repito. Me giro y encaro a Hunter. Qué forma de cortar el rollo—. ¿Nos vemos mañana?

—Claro —dice él.

—Bien.

—Maravilloso —contesta mi padre. Nos mira una vez más y luego dirige su atención a la bolsa de basura, como si no supiera qué hacer con ella.

—Puedo tirarla yo —se ofrece mi mejor amigo.

Mi padre duda. Dios, ¿cuándo se acabará esta tortura?

—Pues... está bien. Gracias, Hunter. —El hombre más inoportuno del mundo le tiende la bolsa a un Hunter que la acepta con movimientos robóticos y poco propios de él.

No puedo soportar más la situación. Echo a andar y entro en casa cuando mi padre se aparta para dejarme hueco. Por suerte, mi madre no se ha enterado de nada. Está en el salón, viendo la televisión. Me suelta un «hola, cariño» que contesto rápido y subo las escaleras de dos en dos.

Una vez en mi habitación, aguzo el oído. Tal y como sospechaba, mi padre tarda menos de cinco minutos en contarle todo a mi madre. Lo sé porque la mujer que me dio la vida exclama un «¡lo sabía!» que se escucha en todo el vecindario.

Genial.

Algo me dice que me espera una conversación sobre sexo de lo más desagradable.

♥︎ ♥︎ ♥︎

Acierto.

Cuando bajo a desayunar al día siguiente hay una caja de condones esperándome encima de la mesa. De nada sirve que les diga que ya tengo —escondidos dentro de unos calcetines en el último cajón de mi mesita de noche— o que entre Hunter y yo no hay nada —técnicamente, no miento, porque ayer no terminamos de aclarar la situación—; mis padres se muestran implacables. Hablan de la importancia de la prevención de embarazos y ITS y del consentimiento mientras yo asiento y trato de pasar el trago de la mejor forma posible.

Por suerte, el claxon del Chevrolet me da una buena excusa para irme.

—Y no te olvides de... —continúa mi madre. Me ha seguido hasta el descansillo y me observa mientras me guardo las llaves y el móvil en el bolso.

¿No me va a dejar ir nunca?

—Mamá, te prometo que...

—Nos alegramos de lo tuyo con Hunter —finaliza, y me deja sin palabras. Mi madre sonríe—. Es un buen chico y sabemos que te quiere mucho. ¿Sabes? Siempre supe que esto pasaría tarde o temprano.

Parpadeo. No sé por qué, pero me entran ganas de llorar.

—Gracias —digo, finalmente. El claxon vuelve a sonar, pero me permito unos segundos para darle un fuerte abrazo a mi madre antes de salir de casa.

Odio admitirlo, pero me he pasado gran parte de la noche despierta, esperando este momento. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿Finjo que no pasó nada o sigo con este arrebato de valor que me dio anoche y me lanzo y lo beso? ¡Es todo tan difícil! Ojalá mi padre no nos hubiera interrumpido ayer. Ojalá las cosas no fueran tan complicadas. Ojalá existiera un manual con instrucciones detalladas de qué hacer cuando te pillas de tu mejor amigo. Por eso me gustan los contratos, las leyes y las normas, porque no varían y ya sabes a qué atenerte cuando te enfrentas a ellas.

Hunter me sonríe cuando me subo en el Chevrolet, pero no hace el amago de acercarse a mí.

—Hola —saludo. Le observo unos segundos, algo atolondrada, pero cuando me doy cuenta de lo creepy que resulto retiro el rostro y me abrocho el cinturón. Me duele el estómago por culpa de los nervios. Calma, me digo. Es Hunter. Solo tengo que actuar como siempre con él—. ¿A que no sabes qué ha pasado?

—A ver si adivino... Tus padres te han matriculado en un campamento militar.

—Casi. He desayunado con una caja de condones enfrente del tazón de cereales.

—Vaya. ¿Eran de sabores?

—¿Los cereales? —me hago la tonta—. Sí; son esos de colores, los de chispitas de azúcar.

—¿Te gusta vacilarme, Iv?

—Mucho. Oh, no me digas que te referías a los condones. Eran de los normalitos. Ya sabes, tamaño estándar y todo eso.

—Pues vaya. Entonces no puedo usarlos.

No puedo evitarlo. Suelto una pequeña carcajada.

—No seas fantasma.

Hunter sonríe de medio lado y yo agradezco lo que ha hecho. Aunque parezca una persona despistada, en realidad es muy atento. Me pregunto si él también se ha pasado la noche despierto, planeando qué decir y cómo comportarse conmigo y ha llegado a la conclusión de que lo mejor es bromear como siempre hacemos entre nosotros.

Mi mejor amigo arranca y yo me acomodo mejor en el asiento. Echo la espalda hacia atrás y jugueteo con el móvil hasta que encuentro la lista de reproducción que busco y Taylor Swift canta you would break your back to make me break a smile.

La mitad del camino lo hacemos en silencio y la otra mitad desafinando y destrozando las canciones de la artista más talentosa del siglo. Ver que nada ha cambiado entre nosotros me alivia hasta un punto que no soy capaz de describir. Pero, al mismo tiempo... no todo es igual. Las miradas que Hunter me lanza de soslayo no son como las de siempre. Las sonrisas que yo le dedico y que luego escondo con la palma de mi mano tampoco lo son.

Me siento como una adolescente que se enamora por primera vez.

No llegamos hasta el instituto. Hunter detiene el Chevrolet un poco antes.

—¿Qué pasa? —pregunto, confusa—. ¿Se ha roto el coche?

—No. Es que si no hago esto reviento, Iv.

—¿El q...?

Hunter se desabrocha el cinturón de seguridad con una mano y la otra tira de mi nuca para acercarme a él. Cuando me besa dejo escapar aire en un gemido sorprendido. Y, aunque a mí me encantaría dejarme llevar, creo que esta vez es importante que hablemos antes.

—Espera, espera —susurro. Me retiro lo suficiente para poder mirarle a los ojos, pero no tanto como para que su mano deje de jugar con el pelo de mi nuca—. Creo que deberíamos... hablar.

Hunter alza una ceja.

—¿Hablar?

—Sí. Es que... —De repente, dudo. ¿Y si solo me besa porque sabe que estoy dispuesta a besarle de vuelta y no porque...? No. Descarto el pensamiento y tomo una bocanada de aire—. ¿Te gusto?

Mi mejor amigo no contesta. Cuando me suelta y se aleja, yo siento una punzada en el corazón.

—¿De verdad me lo preguntas?

—Hasta ayer yo pensaba que estabas pillado por Jessica. Sé que te gusto como tu mejor amiga, pero no sé si... ¿Me besas porque no quieres romperme el corazón? Porque si me estás siguiendo el rollo déjame decirte que estoy bien. Vamos, que no tienes por qué forzarte a hacer algo para que yo no me sienta mal.

Otra vez, silencio. Segundos en los que solo nos miramos mientras la voz de Taylor Swift sigue sonando de fondo.

Hunter niega con la cabeza y sonríe con incredulidad.

—Esto es... La madre que me parió, Iv.

—¿Qué? Tiene sentido pensarlo, ¿no crees?

—Abre la guantera.

—¿Perdona?

—Abre la guantera —repite, no con tono de voz autoritario, sino... ¿tierno?

No sé qué narices pretende, pero obedezco. Rebusco un poco a ciegas. No ha cambiado nada desde la última vez que estuve en esta misma situación. Ni siquiera los prismáticos.

—¿Qué tengo que...?

—¿Ves esos papeles de ahí? —pregunta. Señalo lo que indica y él asiente—. Sácalos.

—Esto es rarísimo —digo cuando extiendo los papeles sobre mi regazo y me doy cuenta de que es un crucigrama—. ¿Qué quieres que haga?

—Lo que mejor se te da: resolverlo.

Arqueo las cejas.

—Estás de broma.

Hunter se acomoda y apoya el codo el volante con cierta parsimonia. Por lo menos, uno de los dos está tranquilo.

—No. Adelante. Resuélvelo. ¿O es que no puedes?

Me está picando, pero no me importa caer en su juego. Suelto un bufido y saco un bolígrafo del interior de mi bolso. Es ridículo. Un crucigrama. Lo que me faltaba por ver. Esta es, sin duda, la forma más extraña que ha tenido un tío de darme largas en toda mi vida.

Ni siquiera es uno de los crucigramas del New York Times. De hecho, aunque las casillas están hechas por ordenador, las definiciones están escritas a mano por Hunter. Reconocería su letra en cualquier sitio: temblorosa, diminuta y apretada.

Primera horizontal, cuatro letras: vehículo constituido por varios vagones arrastrados por una locomotora, que circula sobre raíles y se utiliza para el transporte de personas o de mercancías. Tren. Cuarta vertical, siete letras: hacer fuerza contra una cosa o persona para moverla. Empujar.

Tardo menos de diez minutos en resolver el crucigrama, aunque sigo sin saber qué quiere Hunter.

—¿Y bien? —pregunto. Alzo los papeles y los muevo en el aire—. Ya está terminado. ¿Y ahora qué?

—Ahora... une la inicial de cada palabra.

—Claro, por qué no —mascullo, pero le hago caso. T, E, Q, U... Alzo la cabeza y miro a Hunter. Mi mejor amigo me sonríe y yo vuelvo a dirigir toda mi atención al crucigrama.

No puede ser.

T.

E.

Q.

U.

I.

E.

R.

O.

I.

V.

Dejo caer el papel sobre mi regazo y cierro las manos en dos puños para que me dejen de temblar. Hunter sigue sonriendo cuando se acerca a mí. Me agarra de la muñeca y acaricia mi piel con el pulgar.

—Me tiré más de una semana haciendo esa maldita cosa —me confiesa entre susurros—. Llevaba el crucigrama en la guantera con la esperanza de reunir alguna vez el valor suficiente para dártelo, pero... Luego llegó Miguel y pensé que no merecía la pena, que jamás te darías cuenta de lo que siento por ti porque tú eres increíble y yo solo soy... yo.

—¿Qué? —pregunto, la voz estrangulada—. ¿Cómo puedes pensar...?

Hunter encoge uno de los hombros.

—Eres mágica, Iv, la chica más increíble que conozco. Mereces a alguien como Miguel, tal inteligente como tú, alguien con quien tengas mucho más en común y que no esté tan perdido como yo.

Niego con la cabeza.

—Mira que eres estúpido. —El cuerpo de Hunter vibra por la risa—. Lo mismo podría decir yo. Tú eres guapo y popular y alegre y yo soy un poco como el enanito de Blancanieves, Gruñón.

—No digas tonterías. —Hunter se pone tan serio que me eriza la piel. Deja de acariciarme—. No sabes el efecto que tienes en mí. Ojalá pudieras verte a través de mis ojos. Casi siento pena por ti, porque jamás sabrás lo que es tenerte de mejor amiga, Iv.

Desde que Hunter ha pillado la costumbre de dejarme sin palabras me siento más tonta que nunca. ¿Qué respondes cuando un tío te piropea de esa forma? No lo sé, pero seguro que algo más recurrente que «eeeeeh...»

Y el muy capullo sonríe.

—Hunter... —empiezo. Tengo tanto que decir que no sé ni por dónde empezar. Mierda, prometo que sé comunicarme como un adulto y no como un bebé—. ¿Desde cuándo...? ¿Por eso me pediste salir en esa fiesta? ¿Para ti no fue falso?

—No. Nunca me hubiera aprovechado de esa forma. De haber tenido claro que te quería, nunca hubiera propuesto ser tu novio falso. ¿Crees que me habría conformado con eso? No —repite—. En ese momento no lo sabía. O puede que sí, pero no me lo quería admitir a mí mismo porque me daba miedo que fuera real. No me quedó más remedio que aceptarlo cuando me besaste por primera vez.

—¿¡Desde el primer día?! ¿Y por qué no me dijiste nada?

—Porque tú no parecías sentir lo mismo, Brody estaba demasiado reciente y luego te pillaste por Miguel. Y antes de que la vuelvas a nombrar, entre Jessica y yo nunca ha habido nada. Ella me gustaba, pero ya está. Aquella noche en esa fiesta, cuando nos viste en el pasillo... estaba celoso, joder. Celoso porque te vi con Miguel y sabía que lo nuestro no podía ser. Jessica era mi tapadera. Ya no sabía qué hacer, qué decir, para que no te dieras cuenta de lo loco que estoy por ti.

Me muerdo el labio inferior.

Qué tonta he sido. ¿Qué me daba tanto miedo? Si lo hubiera hablado antes con él quizás hubiéramos tenido más tiempo, algo más que unas semanas antes de irme a la universidad. «No», me freno. No merece la pena lamentarse por lo que pudo ser y no fue. Lo importante es el ahora. Así que esta vez soy yo quien tira de él y lo besa. No tengo ninguna intención de separarme. Es evidente que hoy no llegaremos a primera hora y me da igual.

Un beso y luego otro. Manos que se lanzan a explorar el cuerpo contrario, caricias bajo la ropa y respiraciones aceleradas.

—Iv —susurra Hunter. Me muerde el lóbulo de la oreja y un escalofrío me recorre de arriba abajo—, mi madre tiene turno de mañana.

Nunca he hecho pellas. Ni una sola vez. Pero ya no voy a ser valedictorian y solo quedan dos días de instituto.

—¿Qué insinúas?

—No sé. ¿Te apetece ver una película?

Apenas tengo tiempo de soltar una carcajada antes de que Hunter vuelva a hacerse con mis labios.

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

250 67 9
La portada la hicimos con una amikitaaa ...... "𝘌𝘯 𝘭𝘢 𝘰𝘴𝘤𝘶𝘳𝘢 𝘰́𝘳𝘣𝘪𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘰𝘣𝘴𝘦𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘶𝘯 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘴𝘦 𝘷𝘶𝘦𝘭𝘷𝘦...
4.9M 245K 47
[COMPLETADA] ¿Qué pensaríais de tener una persona que cuida de ti y de tus hermanos durante un mes? ¿Y si esa persona es el chico más guapo que has v...
1.9M 132K 89
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
19.8K 552 12
Me encantan las celebridades y sus extravagancias de por medio, pero no me encanta la idea de mi siendo una. Aun así estoy aquí en Tv nacional con l...