Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]

srtaflequis által

64.6K 2.8K 298

«Nosotros Nunca» ya está disponible en PAPEL y puede ser vuestro 💫 esto es una primera versión de la histori... Több

Nota de autora
1
El monstruo de las pesadillas (1)
3
4
El monstruo de las pesadillas (2)
5
6
El monstruo de las pesadillas (3)
7
8
El monstruo de las pesadillas (4)
9
10
El monstruo de las pesadillas (5)
11
12
El monstruo de las pesadillas (6)
13
14
El monstruo de las pesadillas (7)
15
16
El monstruo de las pesadillas (8)
17
17. 1
18
El monstruo de las pesadillas (9)
19
20
El monstruo de las pesadillas (10)
21
22
23
El monstruo de las pesadillas (11)
24
25
26
27
El monstruo de las pesadillas (12)
28
29
El monstruo de las pesadillas (13)
30
31
El monstruo de las pesadillas (14)
32
33
34
FINAL

2

2.5K 120 10
srtaflequis által

Dylan.

Es guapa a rabiar.

Tengo que dejar de mirarla si no quiero que se dé cuenta.

No creo en las casualidades. No creo que el primer encuentro del príncipe del cuento con la princesa con la que se casará que tiene lugar en un bosque aleatorio sea fruto de la casualidad. Antes de que eso ocurra hay un escritor que ha construido una historia de manera premeditada, ha desarrollado la personalidad de los personajes y ha encontrado los factores perfectos que harán que su historia sea la más bonita que el niño de siete años haya leído en su vida.

Las expectativas que estos cuentos generan en los niños son tan altas que cuando llegas a la adolescencia y te encuentras a la que es tu novia enrollándose con uno de tus mejores amigos, empiezas a comprender el porqué de las acciones de algunos villanos. Hay quienes se lo llegan a creer tanto que, en ocasiones, no hay diferencias entre el personaje y la persona. Otros que, simplemente asienten con la cabeza, no se enfrentan a la situación y por culpa de personas sin corazón, tienden a creer que el amor es una mierda.

Porque sí, durante mucho tiempo he creído con los ojos vendados que el amor es una mierda para algunos, un lujo para otros, la condena de muchos y la suerte de pocos.

Todo cambió cuando encontré sus libros por casualidad. De un día para otro, trescientas páginas descuadraron todos mis esquemas. Como cuando el profesor arranca una hoja de tu cuaderno para que repitas el trabajo, aprendas la lección, mejores y entiendas que ese profesor era un capullo, pero que la segunda vez que hiciste el trabajo quedó mejor que la primera. Que cualquiera puede llegar a tu vida y cambiarlo todo. Poner tu puto mundo patas arriba sin necesidad de que la casualidad haga de las suyas, solos esa persona y tú, batallando con el destino.

Agus tenía los libros sobre la mesa del salón de su nueva casa. Se acababa de mudar. Dejaba una casa llena de lujos en uno de los barrios más ricos de Nueva York para vivir en un dúplex en el centro de la ciudad. La mudanza fue caótica. No creo que los cien dólares que me pagó compensaran el estrés con el que conviví día y noche durante una interminable semana. Si no hubiera sido por su mujer, Gia, hubiera acabado chiflado. A su lado, cualquiera lo parece. O mejor dicho, hace sentir a cualquiera un chiflado. Sus frases, las palabras que utiliza, los tonos de voz que pone... sabe cómo sacar de quicio hasta al más fuerte. Con Natalia ha comenzado a usar esa técnica que utiliza con todo aquel que prevé ser una amenaza para él. No creo que piense que pueda darle problemas, pero que ella tiene más fama que él es una obviedad y no le hace ninguna gracia.

Aquel día recuerdo que Agus y yo tuvimos una discusión muy fuerte. Yo me vengué. Coloqué el contenido de las cajas de la mudanza en forma de torres por todo el apartamento. Parecían pirámides construidas en el antiguo Egipto. Fue un trabajo cansado, pero gratificante. Valió la pena. A Gia le hizo gracia, pero a Agus... tuve que esquivar una puta enciclopedia que me lanzó con la intención de darme. Me planté. Dije que ese día no trabajaría más. Agarré el primer libro de esa trilogía y comencé a leerlo.

Ese título. ¿Quién en su sano juicio llama a un libro Nosotros Nunca?

Solo alguien que está dispuesto a vivir con lo que eso conlleva y asumiendo el riesgo de salir herido es capaz de llamar a su libro de esa forma. Después de leer el primer capítulo, devoré el segundo. Más tarde vino el tercero y cuando me quise dar cuenta estaba cenando mientras fingía escuchar a mi padre hablar, con todos los sentidos puestos en los protagonistas. Esa noche de sábado renuncié a salir de fiesta para leer las últimas cien páginas.

Esa escritora estaba completamente loca.

¿Quién demonios termina un libro así?

Salí de casa a las cuatro de la madrugada dando un portazo, ignorando que el resto de personas normales dormían. Fui hasta la casa de Agus y de la insistencia con la que pulsé el timbre, quemé el motor. Gia salió con un ojo cerrado y el otro a medio abrir, envuelta en una bata de estar por casa.

—Dylan ¿Qué haces aquí? ¿Ha ocurrido algo?

La posibilidad de que estuviera en peligro la hizo despertar de golpe. La posibilidad de que estuviera pasando lo mismo que años atrás la aterró, lo vi en el gesto de su cara.

Gia me obligó a entrar en casa y me dio un pantalón de pijama y una camiseta que pensaba regalarle a Agus como detalle por su aniversario de la vez que se conocieron y no me dejó ir de vuelta a mi casa.

—¿Dónde está Agus?

—Ha salido.

—Gia... —le digo, con amargura. Ella suspira y remueve la leche caliente en círculos con la cucharilla—. Agus es un cabrón. Deberías mandarle a la mierda.

Deberías, querido Dylan, es una palabra que debería de estar prohibida. Tú lo ves desde fuera tan fácil... Soy su mujer desde hace cinco años y su novia desde que teníamos dieciséis. No quiero vivir una vida que no conozco. No voy a obligar a Agus a que me quiera y yo tampoco me voy a obligar a tomar una decisión que no quiero tomar.

—Mereces alguien mejor.

—¿Tú me quieres, Dylan? —Su sonrisa siempre ha sido mágica.

—No imaginas cuánto.

—Con eso me basta —dijo, convencida—. Y ahora dime ¿Qué te trae por aquí?

—Necesito el segundo libro de una trilogía. Esta mañana tomé prestado y sin ningún permiso el primero y necesito saber cómo continúa la historia.

Gia no se lo pensó dos veces y me acercó los dos libros restantes. Me dejó a solas en el salón y me dieron las siete de la mañana leyendo. No sé a qué hora me dormí, pero la luz del Sol ya asomaba por el ventanal. Agus me despertó a las nueve tirándome un vaso de agua fría en la cara.

—Pero ¿Qué cojones? —grité nada más abrí los ojos. Cuando enfoqué la vista y lo vi a él, con rostro serio mirándome y con un vaso en la mano lo quise desintegrar—. ¡¿Qué te crees que estás haciendo?!

—Ayer te dije que no quería volver a verte en mucho tiempo.

—Mala suerte que sea adicto a ti —ironicé.

—No estoy para tonterías, Dylan.

—¿No te entiendes con tu amante en la cama? ¿Es eso? —presioné a conciencia, siguiéndole por las estancias de la casa. Agus se giró y tuve que frenar en seco. Casi me pisa. ¿Habría sido un motivo de peso para desintegrarle?—. ¡Oh, venga! ¿Enserio crees que no sé que has pasado la noche fuera follando con otra que no era tu mujer? Qué iluso eres...

Agus resopla y me mira con fijación. Está reprimiendo las ganas que tiene de mandarme a la mierda.

—Gia me ha dicho que me buscabas.

—Por desgracia, eso es verdad. Necesito que me hagas un favor.

—¿Acabas de llamarme infiel y pretendes que te haga un favor?

No sabía a quién se enfrentaba. O sí. Más bien sí lo sabía, por eso el transcurso de los acontecimientos hasta llegar a hoy se han producido de esta forma y no de otra.

—Me vas a hacer el favor que necesito porque de mí depende que Gia se entere que le pones los cuernos con la mujer que me dio la vida desde... ¿Hace cuánto tiempo, Agus? ¿tres? ¿diez? ¿doce años? —reí, con sarcasmo. Al instante neutralicé mi rostro. Agus frunció el ceño y arrugó la nariz. Esta vez estaba conteniendo las ganas de echarme del país—. Necesito que des uso a esos millones de euros que dices tener en la cuenta del banco y produzcas con Golden Films lo que puede ser la película o serie del año.

—¿Te has vuelto loco?

Tan loco no estaba cuando estamos a bastante distancia del suelo, sobrevolando California en dirección Vancouver. Me giro sobre el asiento del avión y lo veo al fondo en la zona business del avión, junto con Gia y algunos de sus abogados, gestores, asesores y mano derechas en lo que él llama «la vida».

Me pidió explicaciones y yo se las di. En el fondo, Agus siempre ha sido de la familia y por más idas y venidas, discusiones y reconciliaciones que tengamos, es una persona muy importante para mí.

Lo cierto es que no tengo ni puta idea de interpretación, pero desde ese mismo día en el que le pedí lo que podría ser la casualidad más grande de mi vida, no he dejado de prepararme con cursos y academias artísticas para dar lo mejor de mí delante de la cámara. Había nacido para ser Dylan. Era Dylan y no porque me llamara así, sino porque era el nombre que le dio Natalia al protagonista masculino.

Nunca me he sentido tan cercano a mí mismo como aquella vez mientras leía los libros. Sin conocernos, esa escritora que ahora sobrevuela el cielo a mi lado, hombro con hombro, compuso el desarrollo de un personaje que era tal y como yo soy, no sólo en forma física, que también, sino de mentalidad. Pero no voy a mentir. No fue por ese reflejo de mi persona por el que me quedé a leer la historia, sino por ella, su protagonista, Natalia.

En el libro no se hablaba de amor, sino de amar.

Entendí que por mucho amor que el ser humano sienta, si no amas, nunca conocerás la plenitud.

La miro por encima del hombro sin que se dé cuenta y cotilleo lo que hace en el móvil. Está viendo fotos. En casi todas sale con una chica pelirroja. Debe de ser su hermana o su mejor amiga, porque da la impresión de que están muy unidas. Me fijo en la forma de sus dedos, en la terminación de sus uñas, en las heridas de la palma de su mano. Contengo el aliento. No quiero que sepa que la estoy mirando más de la cuenta y que ha dejado al descubierto lo que antes ha tratado de esconder.

¿Por qué alguien decidiría llevar a la Luna clavada en su piel?

Cada vez que la miro de reojo no puedo sacarme de la cabeza las últimas páginas de cada libro. Natalia, mucho antes de ser la chica más bonita a la que por fin he puesto cara, voz y preciosa sonrisa, es la segunda mujer que me ha roto el corazón.

Aquel libro marcó un antes y después en mí.

Que el destino se encargue de decir si ha sido para bien o para mal.

Necesitaba ponerle cara a su protagonista, asegurarme de que la chica de la que me he enamorado en el proceso de lectura de más de novecientas páginas es real o fruto de mi puta imaginación. 

Aceptó. No se lo pensó dos veces. Y yo no tuve ocasión de dudar que estábamos haciendo lo correcto. Alguien que tiene su vida bajo control se lo piensa, aunque sea, una vez. Duda, pone en balanza los pros y los contras, lo consulta con un abogado, con su familia, amigos y entorno más cercano. Ella no necesitó hacer eso. Creo que la decisión de volar lejos fuera de su ciudad e interponer distancia de quienes le rodean estaba tomada de hace mucho tiempo atrás, pero que no podía suceder. Lo que de nuevo me lleva a pensar que las casualidades no existen y que ella y yo estamos en este avión porque así estaba escrito.

Lleva escuchando la discografía del mismo cantante desde que  . ¿Qué tiene de especial ese que no tenga otro? La curiosidad me mata. Le propino dos toquecitos de forma insistente en el brazo. Natalia se quita los auriculares y me mira con atención. Me quedaría mirándola todo el día así, con cara de pasmarote y en silencio, observando cada puto detalle de su piel.

—¿Me responderías a una pregunta?

—Sí, claro —responde con rapidez.

—¿Qué se siente al tener un cantante favorito?

—¿Lo preguntas en serio? —inquiere muy ofendida, con la mano en el pecho. ¿Por qué si no iba a hacer semejante pregunta? Levanto las cejas y echo la cabeza hacia delante con un gesto de obviedad—. Oh, mierda... Hablas en serio. Cada persona siente una emoción distinta, supongo que depende de la canción que escuches. La música es un lugar seguro en el que refugiarte cuando el mundo se desmorona —se pone los cascos sin dejar de mirarme—. Espero que haya respondido tu pregunta.

Joder. Quiero seguir hablando con ella. Tengo que decir algo antes de que quite la pausa de la canción que aparece en la pantalla del teléfono. Natalia mira con detenimiento el móvil y hace una especie de baile con su dedo pulgar sobre la pantalla. Se quita los cascos y sin mirarme, añade:

—Harry Styles es ese tipo de refugio.

—Qué poético.

Respondo lo primero que se me viene a la cabeza. Natalia resopla y niega con la cabeza, pero no reproduce la canción. ¿Quiere seguir hablando conmigo? Joder, Dylan... piensa algo. Como no deje de mirarla va a pensar que soy un psicópata. Comienzo a mover mi pierna de forma insistente mientras que con la mano me golpeo el muslo, pero de tanto pensar la acción se esfuma en el silencio. Natalia coge aire profundamente y al fin pulsa la pantalla para iniciar la reproducción de la pista. Sube el volumen al máximo y se echa hacia atrás sobre el respaldo del asiento.

Yo imito el gesto. Al ser más alto que ella mi cabeza sobresale del reposacabezas. Como diría Gia... tanta cabeza para tan poco cerebro...

Algo se acciona dentro de mí.

Eso es. ¡Gia!

Le doy un toque en la pierna a Natalia para que me deje pasar y salgo al pasillo del avión. Recorro el camino hasta llegar a la zona business y me peleo con una azafata para que me deje pasar. Hemos acordado cinco minutos. Me estará observando. Avanzo entre pijos, ricos y estafadores y me pongo de cuclillas a la cabeza de Gia, que permanece tumbada muy tranquilamente con un antifaz cubriendo sus ojos. La despierto agitando el brazo que más cerca me pilla. Sin quitarse el antifaz pero con una sonrisa dice:

—¿Qué necesitas ahora, Dylan?

—¿Cómo has sabido que soy yo? —mascullo en un susurro. Gia se levanta una parte del antifaz para guiñar el ojo y pongo los ojos en blanco. ¿Tan previsible soy?—. Sí. Necesito ayuda con Natalia. ¿Puedes fingir que no es obvio? Solo necesito un consejo de mujer... Algo de lo que pueda hablar con ella... —me froto la cara con desesperación ante su absoluto silencio y añado—: Gia, necesito seguir hablando con ella. Nunca he ansiado algo tanto como escucharla hablar durante horas.

Gia me regala una sonrisa y busca mi mano con la suya. La agarro y entrelaza nuestros dedos. Comienza a trazar círculos con el dedo índice de la mano contraria sobre el dorso de mi mano. Me quedo embobado mirando los perfectos movimientos.

—Sé tú, cariño.

—¿Qué?

—Has leído su libro. Cómo habla de ella, qué le gusta y qué no... Habrá partes que serán ficción, pero otras tantas... ¡Ay, Dylan! Lo poco que conozco a esa chica ha delatado ser una de esas personas que se dejan el alma en todo lo que hacen. Y creo que en esas páginas ha dejado un cachito de su alma mucho más grande de lo que ella cree.

—Y... ¿si no le gusta como soy?

Gia se quita el antifaz con un movimiento rápido, pero conciso. Me mira con ternura y me acaricia la mejilla. Odio que haga eso. No soporto que me mire de la misma forma que lo hacía ella, la mujer con la que Agus comparte noche de secretos, sexo y traición cuando le hacía saber que me sentía inferior al resto.

—Una miradita más y salto al vacío sin paracaídas —le advierto. Gia ríe.

—Dylan, eres un chico espectacular.

—¿Pero...?

—No hay peros. El único que los pone eres tú. Échale valor, cariño. Habla con ella, sé sincero. No hace falta que le digas que te mueres de ganas por escuchar su voz durante horas, al ser el primer día que os conocéis a lo mejor se asusta... —ríe por lo bajo y pongo los ojos en blanco—. Demuéstrale que puede hablar contigo cuanto quiera, cuando necesite. Su protagonista ansiaba ser escuchada. No creo que eso sea solo ficción, Dylan.

—¡Los cinco minutos! —masculla la azafata, que me saca de la zona business cogiéndome por el cuello de la camiseta. Me libero con mala cara al llegar a la clase turista.

De vuelta a los asientos y con el ego subido después de haber hecho una parada en el baño para mojarme el pelo y lavarme la cara, Natalia vuelve a encender la pantalla de su móvil para cambiar de canción. Se lleva la botella de agua a los labios y le da un trago.

Quiero ser esa maldita botella.

Le vuelvo a propinar dos golpecitos en el brazo. Esta vez le pilla de sorpresa, tanto que da un brinco del susto. Se quita los auriculares y me mira con las cejas en alto, muy expectante.

—¿Va todo bien? —me intereso. Ella frunce el ceño. No sabe a qué me refiero. ¡Ni yo tampoco! Sólo queda improvisar. Señalo su teléfono móvil—. Llevas una hora escuchando la misma canción. Teniendo en cuenta que cada pista musical tiene una duración media de cuatro minutos... Has escuchado más de quince veces la misma canción. Eso no es digno de una persona... normal. —Intenta rebatir, pero me adelanto—. Por si te lo preguntas, no he visto semejante obsesión con algo desde que descubrí que hay una persona en el mundo a la que le pagan cien dólares diarios por ver las películas de Harry Potter sin descanso.

—Am... Yo no he dicho, en ningún momento, que sea normal —se limita a decir.

—Bien. ¿Y la explicación?

—No la hay —se encoge de hombros—. Cuando te sientes identificado con una canción... Siempre serán pocas las veces que la escuches. —Baja la cabeza hasta sus auriculares y mordisquea su labio inferior. Parece dudar ¿Qué piensa? Por fin se decide. Me tiende los auriculares—. ¿Quieres probar?

Niego con la cabeza y aunque quiero ponerme esos auriculares y formar parte de la banda sonora de su vida, sé que no es lo correcto. Ella se encoge de hombros. Finge no importarle, pero en algún lugar de su interior me está odiando con todas sus fuerzas. Siento esa mala energía azotar mi aura. Lo entiendo. Yo también lo haría, pero la lucha que mantengo en mi cabeza es jodidamente insufrible. Una parte de mí quiere confesar, decir la verdad y gritar que me encantaría besarla, aunque eso signifique despertar a la gente que está durmiendo a nuestro alrededor. Quiero besarla aquí y ahora. Aun conociéndonos desde hace unas horas. Me da igual. Otra parte de mí... sólo quiere intentarlo. Intentar hacerlo bien, desde el principio.

Pero ¿Qué cojones? ¿Dónde están escritas las normas del bien y el mal? Solo quiero sentir. Querer de verdad. Y que me quieran. No sé si eso es intentar hacerlo bien o... me estoy colando en un agujero muy oscuro de esos que hay esparcidos por el universo. De ser así, sería el primer agujero negro de la historia de la humanidad que brille en la oscuridad, porque, aunque las luces del avión están apagadas y las ventanillas bajadas, ella tiene luz propia. ¿Estoy ante una constelación?

A la mierda. Voy a hacerlo.

Vuelvo a darle dos toques en el brazo y esbozo una sonrisa.

—No prometo que me vaya a gustar, pero me gustaría intentarlo —le digo. Natalia enarca una ceja. Puedo leer su mente, así como si mantuviera una lucha de egos con su orgullo, pero finalmente me los coloca en los oídos y, sin decir palabra, le da al play. La canción dura más de lo normal y me paro a entender cada palabra que la forma. Cuando termina le devuelvo los auriculares y regresa a su mundo. Pero no le da al play, la música no traspasa las almohadillas. Es mi momento—. ¿Cómo descubriste su música?

—Casualidad, supongo.

—¿Cómo se llama la canción que me has puesto?

—Matilda.

—¿Es tu favorita? ¿Habla sobre ti?

—¿No crees que haces demasiadas preguntas?

—Me gusta saber, aprender cosas nuevas.

—A mí no me gusta hablar —dice, con ojos tristes.

Tras unos segundos en silencio, añado:

—Ser tú ha tenido que ser difícil.

Olvasás folytatása

You'll Also Like

41.6K 545 61
❝i'd go back to december all the time.❞
346K 8.5K 46
(F/N) (L/N) is said to be old as Remnant itself, that is if you believe him and look passed his ten-year-old appearance. Truth is, he had his powers...
5.7M 303K 125
Falling into the fiery hell she created must've been the perfect way for her to die. The other woman would then become the heroine that saved the tow...
22.1K 354 6
Lets see uh so its about hfjone characters but they're children, this takes place in where bryce used to live in the original series, which is the su...