Frontera de caza

De katiealone

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Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Da... Mais

Sinopsis
📜 Epígrafe 📜
🩸 Introducción 🩸
1. Los barrios altos
2. Preparativos
3. La caja
4. Sangre
5. En aprietos
6. Culpable
8. Frente a frente
9. Sangre nueva
10. Primera vez
11. Matamos a un Edevane
12. Bebe
13. S.O.S
14. Primero, las balas
15. Momentos de debilidad
16. La historia según Arabella
17. Nos preparamos
18. Dulce escape
19. Verdades sobre la mesa
20. Tuya
21. Tenemos visita
22. Enemigos
23. En nuestras venas
24. La escena de Jack
25. Sin esperanza
26. Sin lugar en el cielo
27. La cazadora
28. Lo que perdimos
29. Tal vez es tarde
30. Poder ancestral
31. Relish
32. Fugitivos
33. Sin culpa
34. Sombras
35. No me sigas
36. Sangre de mi sangre [Final]
🧛 Nota de la autora 🧛
🩸 Epílogo 🩸
Extra 1: Lover
Extra 2: Aquella niña perdida
Extra 3: Ternura
Especial de Halloween 2023 [Parte 1]
Especial de Halloween 2023 [Parte 2]
🎨 Ilustraciones para FDC 🎨
😜 Memes 😜
📚 Otras historias de la autora 📚

7. Pagar el precio

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De katiealone

Tal vez durmió una hora y de puro agotamiento.

Cuando Danielle subió a su cuarto pensó que correría a la ducha para quitarse esa sangre de encima. Pero lo que pasó fue que vio sobre su cama, tendido y lindo, el vestido que papá le regaló para su fiesta de cumpleaños. Se acercó despacio, y tocó los bordes. Recordó cuando él llegó con la caja del regalo, y una sonrisa resplandeciente, diciendo que el diseño era exclusivo para ella. "Yo sé que a los hombres no se les dan estas cosas, pero lo hice con cariño", le dijo con cierta timidez. Y lo amó, por supuesto.

No pudo evitarlo, cayó sobre su cama y apretó el vestido contra su pecho mientras lloraba. Estuvo así hasta que se cansó, y despertó apenas con los primeros rayos del sol bañando su rostro. Se puso de pie con prisa, y se fue directo al baño. Ya tenía la sangre seca en las manos y en el rostro. Sin siquiera pensarlo, se metió vestida a la ducha y empezó a restregarse la sangre de su padre. Lo hizo tan fuerte que acabó por lastimarse.

Cuando terminó, se quitó la ropa mojada y fue a buscar algo más cómodo para salir de cacería. O lo que se sea que se suponía iban a hacer.

Era una mañana nublada en El Sirada, de esas que no logras entender por qué en un país latino tan caluroso el resto del año, pasaban esas cosas en noviembre. Que los vientos de la sierra, que las corrientes de agua fría... En fin. Se puso algo de manga larga y los jeans más cómodos que tenía. Y justo cuando estuvo a punto de salir, los vio. Los guantes que le regaló Arabella. Sin pensárselo mucho, los tomó y se los puso en el camino.

Al salir, no encontró a nadie. No aún. Pero los jeeps y unas motos con guardaespaldas estaban esperando afuera, así que subió al que encontró más cerca. Quiso cerrar los ojos un momento, pero la puerta a su lado se abrió. Era Lanslet. Al menos su compañía no sería tan insoportable como la de su madre, o su tía. O cualquiera de los Montagny. Con razón su padre siempre ponía cara de aburrimiento cuando aparecían.

—¿Más tranquila? —Fue lo primero que preguntó.

—No me pidas eso todavía.

—Lo siento... —murmuró—. De verdad, lo siento. Tío Raimundo era genial, es una pena que se encontraran con esa cosa.

—Gracias —le dijo, pues en verdad fue el primero que le dio pésame.

"Esa cosa", repitió Dani en su mente. Lanslet dijo lo último con desprecio, y ella también empezaba a sentirlo. Solo pensar que tal vez tuvo algo con esa cosa asesina la asqueaba.

—Ahora queda tranquila, vamos a terminar con esto hoy mismo. Solo quédate detrás de mí, los demás se encargarán de cercar a esa criatura.

—¿Tengo que ir? Acaban de matar a mi padre, ¿en serio crees que quiero verle la cara a Aliz Drak?

—Tampoco es que tengas alternativa. No sé hace cuantos años que nuestras familias rompen la maldición la primera noche de sus dieciocho años, nadie sabe cuánto tiempo más durarás con vida. Y no creas que es fácil conseguir vampiros, no es como si estuvieran por todos lados. A veces tardamos semanas, y no puedes esperar tanto. Al menos ya sabemos donde está esa cosa, y además la acompaña un tipo que se encuentra débil, podrás matarlo sin problemas.

—No sé si quiera hacerlo...

—Te entiendo, la primera vez es difícil. También me pasó, ¿sabes? Al principio sientes que estás matando personas, y todos sabemos que eso no está bien. Pero luego te das cuenta de que esos monstruos no merecen piedad, porque no la tienen. Cuando te enteras lo que hacen, cuando los ves atacar... No sé, solo lo aprendes. Te das cuenta de que no puedes quedarte tranquilo en un mundo donde existan los vampiros, que necesitas destruir a cualquiera que se cruce en tu camino.

—Ay, Lanslet. Yo solo quiero que todo acabe... —se dijo, sintiendo que los ojos se le empapaban por las lágrimas. ¿Solo mataría a José Alonso y adiós? ¿O seguían más asesinatos? Dios, ¿la dejarían siquiera enterrar a papá y llorarlo con calma?

—Y acabará hoy. Ahora, tengo algo para ti...

Aun sin ánimos, Danielle miró de lado lo que Lanslet le llevó. En el estuche había anillos de garra dorados, quizá oro. Considerando la riqueza de los Montagny, tenía que serlo.

—¿Y eso?

—Lo heredé de la abuela, se suponía que sería para una hija. Quise dártelos anoche, ahora son tuyos.

—Son lindos, pero... —Pero a esas alturas las joyas eran lo menos importante.

—Al menos úsalos en tu mano izquierda. No creas que solo son bonitos, solían ser un arma maldita, y les dieron esta forma. Eso quiere decir, que el vampiro que hieras con esto morirá. O al menos quedará lo suficiente enfermo para que puedas acabar con él.

—No me veo capaz de hundir mi mano en nadie.

—Con que arañes será suficiente.

La calma se rompió cuando la puerta del copiloto se abrió, era Almeric. Sin decir nada, Lanslet puso el estuche sobre sus piernas, y ella lo escondió, luego se pondría esos anillos. Su primo mayor ni siquiera saludó, solo los miró por el espejo retrovisor.

—¿Tienes tu daga? —preguntó Almeric, y ella asintió—. Bien, ahora espero que no la sueltes. Recuerda que no estás preparada para esto, pero es tu única oportunidad. Haremos lo posible por retenerlos, puede que se nos escapen. Vas a estar atenta y solo cuando te demos la señal, atacarás. ¿Quedó claro?

—Si, pero... No sé... pensé que iban a matar a Aliz.

—Lo intentaremos. Solo presta atención por el momento —asintió otra vez. La verdad, toda la situación parecía cada vez más a una fantasía, el peor delirio que jamás tuvo.

El auto siguió el mismo recorrido que hizo con Milla la primera vez, o bueno, así fue hasta cierto punto. Luego tomaron un desvío y avisaron que irían a pie, con los motorizados cerca. Le sorprendió ver a su madre, y los demás Montagny. Al menos los que siempre frecuentaban. Eran unos diez, y se dividieron para cercar la zona.

Casi se pone a protestar cuando la separaron de Lanslet. Los dos se miraron sorprendidos cuando mamá dio la orden, pero tampoco pudieron oponerse. Lanslet se fue con otros primos, ella se quedó con mamá, Almeric y tía Florence.

Conforme se acercaban al lugar que Danielle indicó, empezaron a andar con cautela, incluso se subieron la capucha para cubrirse el rostro. "Mierda, debí pensar en esto también, ¿por qué no me dicen nada? Me odia, quiere que muera", pensó mirando de reojo a su madre.

Fue así, mirando con discreción a una muy concentrada Annette Montagny, que vio a alguien. Se detuvo en seco, y solo Almeric lo advirtió.

—¿Qué pasa?

—Él... es él... Diego. Es un humano, o eso creo. Estaba con Aliz.

—Quédense aquí —les pidió su primo, y las demás se prepararon.

Desde que salieron de La Planicie que la garua había empeorado, y como en esa ciudad todos eran unos exagerados, apenas se asomaban de sus casas cuando el clima era anti-latino. Tampoco había mucha gente en la calle, lo que en verdad sí era peligroso, cualquier ladrón podía aparecer en cualquier momento. Diego parecía saberlo, pues andaba con cautela y siempre con un ojo a los lados. Aun así, Almeric fue tan rápido que ni el chico de los barrios altos pudo con él.

"Eso no es normal", se dijo. Recordó que papá también fue rápido y fuerte, como un súper-héroe o algo así. Su primo corrió, y cogió a Diego por la espalda, luego lo empujó contra una de las paredes. El chico hizo un gesto adolorido, pero no se transformó. Solo se quedó quieto cuando Almeric le puso una daga al cuello. Levantó las manos, y no hizo ningún esfuerzo en atacar.

—Bien, ya perdí —dijo este. Almeric hizo un gesto ladeando la cabeza, y ellas se acercaron. Diego las miró, la reconoció, pero no dijo nada—. No puedes amenazarme con esa cosa, quiero decir, voy a morir de la forma natural, pero...

—No es de ellos, está en preparación —concluyó su madre—. Habla de una vez, ¿dónde se refugian?

El chico no dijo nada al inicio, pero Almeric presionó. Le dio con la rodilla justo en la entrepierna, y a juzgar por el gesto de dolor y sus lamentos, Dani diría que lo dejó sin descendencia.

—¿Por qué me preguntan a mí? Ella sabe —dijo mirándola de lado.

—Así que no se movieron —murmuró tía Florence.

—Que esté nublado no significa que no haya sol, ¿saben? —se burló Diego.

Por supuesto, y con lo herido que quedó José Alonso, era imposible un traslado. "Pero debieron irse a otro lado, Aliz sabía que vendríamos, ¿no? ¿O acaso no le importa?", se dijo, pero no se atrevió a compartir esos pensamientos.

—Nadie te preguntó —le dijo Almeric.

Apenas dijo eso, le dio con el puño a la altura del vientre, logrando que se retorciera. Su primo se hizo a un lado para dejarlo caer de rodillas. Danielle contuvo la respiración cuando lo vio escupir sangre.

—Entonces sí era cierto... —dijo Diego. ¿Qué cosa? ¿Qué era cierta?

—Vamos, Danielle. Dinos donde —ordenó su madre, y ella asintió.

—Es a la vuelta.

Almeric levantó a Diego del piso y lo puso por delante. Lo tenía cogido del cuello con un brazo, y la daga se la puso en la espalda para obligarlo a avanzar. Danielle, que de verdad quería que todo eso terminara de una vez, les dijo que había escaleras traseras, que podían entrar por la cocina. A todos les pareció buena idea, y allí se dirigieron.

Cuando Danielle levantó la vista hacia el piso cinco fue casi como revivir esa tarde. Se podía ver allí, intentando encender un cigarrillo. A Aliz, saliendo con su copa de vino, mirándola seductora, esperando arrastrarla a ella. Y de alguna forma lo logró, claro. ¿Cómo pudo? Cierto que en ese momento no mató a su padre, pero luego, esos labios que besó con fervor se cubrieron de la sangre de la persona que más amó en el mundo. Tuvo náuseas, y apartó la mirada.

Al volver la vista a aquel lugar, la reconoció. Aliz los sintió de alguna forma, y allí estaba.

Ya no sostenía una copa, ni siquiera iba vestida como esa noche. Pero amaba tanto el color negro que este parecía hecho para ella. Jeans y corsé negros, el cabello suelto, y los labios rojos. ¿Era labial o sangre que acababa de beber? No importaba, igual la rabia la invadió. Ojalá hubiera tenido la fuerza para enfrentarla, o siquiera la valentía. Solo pudo quedarse quieta, observándola, mientras lo que antes fue deseo se hacía un lado. Lo que su corazón parecía bombear por todas las venas de su cuerpo era odio puro.

—Suéltenlo —pidió Aliz con total tranquilidad. Notó que estaba bajo la protección del techo, lo que le daba protección del sol. Así que después de todo su familia tuvo razón.

—Eso ni hablar —respondió Almeric. Para demostrar que iba en serio, volvió a golpear a Diego.

—Dejen al pobre humano, no me hagan bajar a resolver este asunto —dijo ella con la voz tan calmada que no se la podía creer.

—Inténtalo —le retó tía Florence—. Ven, te esperamos.

Danielle pensó que la tenían acorralada, tal vez todos pensaron lo mismo. Pero Aliz ni se inmutó. De un salto, llegó frente a ellos. Y caminó como si nada a la luz del día. Solo eso bastó para que todas retrocedieran, hasta Almeric lo hizo. Sin siquiera dudarlo, su primo soltó a Diego.

—Bien, ya entendimos —dijo este. ¿Acaso escuchó temblor en su voz?

—¿Es una ancestral? —preguntó tía Florence por lo bajo.

—No lo sé, tal vez es una convertida inicial. O una de las hijas.

—Entonces...

—Nos vamos —habló Almeric en voz alta—. Y no molestaremos, por ahora.

No lo podría creer, ¿en serio se estaban rindiendo? Tan rápido, tan fácil. Cosa que dejó satisfecha a Aliz, quien mostró una sonrisa radiante.

—Supongo que son conscientes que no puedo armar un baño de sangre aquí y ahora —dijo Aliz—. Así que váyanse, que aún estoy enojada. No crean que no me voy a cobrar lo que le hicieron a mi pupilo, y a este. Van a tener que pagar el precio, saben a qué me refiero.

Ninguno de los Montagny le respondió, pero mamá se llevó una mano a la altura del oído. Tenía un comunicador que nunca vio.

—Motorizados —ordenó.

Todos retrocedían a paso lento, Aliz seguía avanzando amenazante, con esa sonrisa macabra en el rostro. Tenía la misma seguridad de la noche, no le importaba que hubiera cuatro personas con dagas malditas allí. ¿Por qué? ¿Qué demonios la hacía tan importante?

Segundos después, se escuchó el ruido de motos acercándose. Danielle las vio llegar. Contó, eran cuatro. "Falta una para mí..."

—Largo, tienen diez segundos —amenazó Aliz.

No perdieron el tiempo. Almeric, quien parecía contener la rabia, fue el primero en ir con uno de los motorizados y subir. Tía Florence hizo lo mismo, y Danielle caminó hacia uno de ellos.

Llegó frente a uno de esos hombres con casco, dispuesta a subirse. Pero antes de que siquiera levantara una pierna, alguien la empujó a un lado. Era mamá. Fue ella la que se subió.

—Mamá, pero...

—Lo siento, Danielle. Tenemos que pagar el precio.

—¡Mamá! —gritó horrorizada.

La moto arrancó, y Danielle apenas pudo correr detrás del vehículo, como si fueran a detenerse por ella, como si fueran a rescatarla. No, su familia acababa de abandonarla para morir, para pagar el precio. La dejaron a merced de los vampiros.


**********

Porque si hay que arruinarle la vida a tu personaje, que sea con todo



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