Una parada en Colonia Basilia

Da antoenletras

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Un desperfecto en su camión de carga lleva a Tadeo a pasar un fin de semana bastante peculiar. Nunca imaginó... Altro

Prólogo
1 - Bienvenidos a Colonia Basilia
2 - En medio de la ruta
3 - Un rincón lleno de vida
4 - Con más carisma que habitantes
5 - Una gran familia recibiendo visitas
6 - Con espíritu de turista recién llegado
7 - De rincones especiales
8 - Y una gran historia detrás
9 - Un lugar llamado hogar
10 - De conexiones inexplicables
11 - Y fuertes impulsos
12 - Un mundo por conocer
13 - Con pasados que son ruinas
14 - Y futuros que se encienden
15 - Un latido en común
16 - Un sentir desafiante
17 - Y confesiones que conectan
18 - Soltar el control
19 - Un antes y un después
20 - En el comienzo de un sueño
21 - Abriendo las puertas al futuro
22 - De la mano del amor
23 - Y de las nuevas oportunidades
24 - Un nuevo presente y un futuro que asoma
25 - El frío del mañana
26 - El quiebre del presente
27 - Y el refugio del ayer
28 - Una promesa
29 - Y una despedida
30 - Una lógica que duele
31 - Una decisión que acecha
32 - Y lo inesperado de la vida
33 - Amando a destiempo
34 - Latiendo a lágrimas
35 - El después del adiós
36 - Los nuevos comienzos
37 - La magia de la vida
38 - Apostar al latido
39 - Un lugar, un hogar
Agradecimientos
Nota de autor
Epílogo

40 - Colonia Basilia

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Da antoenletras

Olivia recibió la llamada de su madre justo cuando estaba por disponerse a dormir.

Había sido un día largo en el Café y necesitaba cerrar los ojos un rato. Pero esa llamada era innegable.

—Hola, má. ¿Cómo estás?

—Oli, muy bien cariño. Extrañándote como todos los días. Pero estamos todos bien.

—Yo también los extraño, todos los días. A ver si este fin de semana podemos hacer videollamada. Necesito verlos.

—Si, cuando puedas nos dices y acá estaremos. Pero te he llamado por otra cosa que creo que debes saber.

—No me asustes. ¿Qué ha pasado?

—Han pasado muchas cosas en el pueblo estos días. Y lo que ha sucedido hoy ha sido el broche final para que me decidiera a llamarte.

—Dime.

—Tadeo ha regresado al pueblo.

Ese nombre. Ese nombre una vez más. Su corazón no podía alejarse de él por más tiempo, historia y personas que pasasen en medio.

—Ha venido con un amigo turco que quería conocer el pueblo. Y Kerem, el amigo, se ha enamorado del lugar.

—Qué bueno —articuló sin poder procesar muy bien la información.

—Mañana se van.

—¿Tadeo también?

—Si, pero parece que luego volverá para quedarse.

—Qué bueno —siguió diciendo en modo monótono sin saber cómo tomarse aquella noticia.

—Pero espera. La información importante es que Kerem quiere invertir en el pueblo. Ha visitado cada rincón y dice que tiene mucho potencial para atraer más turistas. Lo que siempre hemos dicho todos.

—Si... Es que desde siempre se debió invertir en eso, pero bueno —Olivia intentaba concentrarse en lo que su madre le decía, pero seguía sin lograrlo por completo.

Su mente había quedado congelada en su nombre y en el hecho de que había vuelto cuando ella estaba tan lejos.

—Nos ha reunido a todos en el comedor de Waldo para informarlo. Parece que quiere hacer las cosas bien, quiere incluirnos en los planes. Hará un hotel en la isla, invertirá en mejorar las calles, cada lugar de acá... Y parece que dejará a Tadeo a cargo de todo.

—¿Tanto?

—Lo mismo nos ha parecido. Es demasiado. Pero parece ser alguien de confianza. Y si Tadeo está a cargo nos ha parecido más confiable. Aun no se lo hemos comunicado, pero vamos a aceptar la propuesta. Este pueblo merece crecer.

—Ojalá lo cuide mucho.

—Creemos que lo hará. Nos aseguraremos de eso.

—¿Y cuándo empezará todo?

—Nos ha dicho que apenas se lo confirmemos, comenzaría a mover todo. Tal vez cuando vuelvas ya tendremos otra imagen de Colonia Basilia.

Olivia temió. Esa frase logró devolverla de lleno a la charla que estaba manteniendo con su madre. Y por un segundo, volvió a sentir que estar lejos la estaba privando de esos pequeños detalles que tanto amaba.

—Intentaré ir lo antes posible. Ojalá que el pueblo me reciba bonito.

—Asi lo hará cariño. Nos aseguraremos de eso, ¿si? No te preocupes. Solo quería que estuvieras al tanto antes de que le confirmemos la aceptación.

—Gracias má. Es lindo que sigan pensando en los que ya nos hemos ido.

—Seguís siendo parte de esto, pequeña. Nunca dudes de eso.

—Te amo, má. Mucho —le dijo con la voz un poco quebrada.

Aquella llamada movilizó cada partícula de su ser. Su pueblo, su gente, Tadeo. Todo volvió a tomar color en su mente y le fue imposible huir de los sentimientos. Había logrado dominarlos con el correr del tiempo. Después de estar viviendo en Valedai todos esos años y después de haber sumado más de un año en Arladia, se había terminado acostumbrando. Pero había días en que era imposible callarlos. Ellos latían ahí, muy fuerte con cada recuerdo.

A pesar de eso, jamás se había arrepentido de viajar hasta allí. Tampoco lo había dudado después del viaje a buscar su diploma. Había regresado porque allí latía su sueño.

Todo había empezado a ser más claro cuando había llegado y había empezado a trabajar junto a Belmont. Su amor por la pastelería creció y el disfrute de su día a día lo confirmaba aún más. A pesar del cansancio, su presente tenía un color hermoso. Trabajar junto a aquel hombre con tanta experiencia le había ayudado a perfeccionarse y aprender platos mucho más elaborados y exóticos.

La confianza que había depositado Belmont en ella la había llevado a estar a cargo de uno de sus cafés en la ciudad. Hacía pocos meses que había iniciado en ese lugar y estaba encantada.

Pero desde la llamada de su madre, las ganas de poder hacer una visita al pueblo habían ido incrementando.

Su gente empezó a mantenerla al tanto de los avances de la construcción del hotel y de todas las mejoras y cambios que Kerem había comenzado a hacer. También recibió algunas fotos y en medio del paisaje que podía observar, pudo ver también a Tadeo.

Le parecía increíble como las vueltas de la vida los había llevado a aquel presente. Ella tan lejos de Colonia Basilia y él ahí, apostando todo por el pueblo.

Era algo extraño lo que sentía cuando lo veía en aquellas imágenes. Por un momento, parecía que el tiempo no había pasado para sus latidos. Pero, por otro lado, los recuerdos que habían en medio de su adiós y el presente llegaban para confirmarle que habían quedado muy lejos de ser lo que eran. Aun lo quería, de eso estaba segura. Pero también era consciente de que, en esos momentos, él era alguien que ella no conocía por completo. Sin querer, sin desearlo, habían terminado convirtiéndose en casi desconocidos.

Aquella palabra dolía cuando la asociaba a su nombre. Dolía mas de lo que podía aceptarlo.

Los meses pasaron. El hotel comenzó a tomar más forma de cara a estar terminado para el inicio de la temporada de verano. Y Olivia logró tomarse unos días para viajar hacia allí.

Después de tanta espera, de tanta incertidumbre y de tanta curiosidad, se encontró armando el bolso para regresar por unas semanas a su hogar. Y con la alegría del reencuentro con su gente, se mezclaba el temor por el reencuentro con Tadeo.

Llegó al aeropuerto de Valedai y su familia la esperaba con un cartel hermoso: su padre, su madre, Pato y su novia. Mas atrás, pudo ver a Griselda junto a Waldo y se le llenó el corazón de alegría. Su gente, su hogar.

Se fundieron en un abrazo mezclado con lágrimas y sonrisas.

Después de intentar ponerse al tanto, se subieron al vehículo y fueron rumbo a Colonia Basilia.

—Te vas a encontrar con un pueblo reluciente —le dijo Pato antes de despedirse y subirse a su auto. Ellas llevarían a Griselda y Waldo, y Oli viajaría junto a sus padres.

—¿Qué tan cambiado esta todo? Me preocupa.

—El pueblo sigue siendo el de siempre, cariño. No te asustes —rio su madre.

—Hasta ahora la construcción fue más que todo en la isla y mejoraron un poco el camping. Tadeo no permitió que toquen la postal de Lago norte.

—Parece que se ha tomado en serio lo de cuidar del pueblo.

—Si. Era de esperarse. Se ha encariñado mucho con todos y con el lugar. También ha estado cuidando mucho tu rincón en la playa.

Olivia sonrió y congeló su mirada en el cielo estrellado que la ventana le regalaba.

¿Era posible que el sentimiento se hubiera guardado de igual modo para ambos después de tantos años? Sentía que lo descubriría cuando volviera a verlo. Solo en ese instante su pregunta sería respondida.

***

Llegaron al pueblo a altas horas de la madrugada así que Olivia se dispuso a descansar en su amada habitación. Sus padres se habían negado a desarmarla porque querían que su hija siempre tuviera un lugar al cual regresar.

A pesar de la paz y la seguridad que sentía Olivia en aquel lugar, se despertó un poco temprano. El sol apenas comenzaba a iluminar su habitación, pero aun así decidió levantarse.

Abrió su armario y se encontró con esos vestidos que hacía tiempo no usaba. Se alegró al ver que aún le quedaban.

Calzó sus zapatillas, una campera y salió.

Ver el pueblo dormido le generó otro tipo de paz; la de saber que en cada casa estaban esas personas que tanto recordaba y que tanto quería... Su gente.

Sus pasos la fueron guiando a la playa. Estaba un tanto diferente. Mas cuidada. Pero su único objetivo era su rincón. Avanzó a paso más apresurado y cuando logró mover las hojas para entrar, sonrió. Todo estaba intacto.

Se permitió respirar y sentarse un rato en silencio. Escuchó cada sonido que le regalaba la naturaleza, cada sonido que le indicaba que estaba en Colonia Basilia. Se permitió dejarse abrazar por la paz, por el amor que todo aquello le generaba en su interior. Estaba en su hogar.

Se quedó unos minutos así, en silencio, hasta que el hambre la movilizó.

Se puso de pie, limpió su vestido y salió de allí. Empezó a caminar hacia la salida, con intenciones de ir al comedor a desayunar, pero algo a lo lejos la frenó. Una silueta avanzando lentamente por la costa del río.

No lo veía, pero lo sentía.

Era Tadeo.

Cada rincón de su propio cuerpo lo sabía. Sobre todo, su corazón que se aceleró apenas sus ojos se dirigieron hacia él.

Quedó congelada en donde estaba viendo como él se acercaba y comenzaba a hacerse menos difuso.

No podía entenderlo. Su mente parecía no poder creer lo que observaba.

Lo que había deseado durante tanto tiempo, lo que finalmente había decidido soltar, estaba allí. Acercándose a ella con una sonrisa.

—Olivia —le dijo a pocos pasos de ella.

Esa voz. Su voz. La de siempre.

—Tadeo.

La sonrisa fue compartida.

—Qué bueno verla por acá, chef.

—Que sorpresa que tu estés por acá —corrigió ella.

Sus ojos no dejaban de observarse. Parecía ser un intento mutuo de confirmar que realmente estaban frente a frente.

—Las vueltas de la vida —dijo él.

—Que lindas, ¿no?

—Todavía no logro confirmar si son lindas. Me han dicho que estas en Arladia —la sonrisa de él se apagó un poco.

Ella asintió.

—Una locura.

—Me alegré mucho cuando me enteré. Estas cumpliendo tu sueño.

—Si... Costó, pero me animé. Y no puedo negar que fue gracias a ti. Incluso en el último momento te tuve presente.

—Yo te he tenido presente siempre, Oli.

El corazón de ella se aceleró y sintió como un imán atrayéndola hacia él.

Intentó pararse con más firmeza en la arena, pero algo la arrastraba. Una fuerza invisible que parecía haberse reactivado después de tantos años de lucha por apagarla.

Entendió que nunca se había apagado. Solo había desistido y esperado paciente el momento de regresar. Y con más fuerzas.

Y allí estaba. Gozando del momento que tanto había esperado para poder reaparecer, para poder volver a fluir como lo había hecho desde un principio.

—Nunca dejé de amarte.

Las palabras salieron solas. No hubo milímetro de posibilidad de detenerlas.

Y tampoco hubo momento para procesar lo que pasaría después.

Tadeo se acercó a ella y cuando estaba a nada de sus labios, susurró.

—Te amé y te amo, Olivia. No te das una idea de cuánto.

Sus labios se unieron en un beso que sabía a victoria, a reencuentro y a permanencia.

Se observaron en silencio, se sonrieron, volvieron a besarse para después fundirse en un abrazo que había estado pendiente desde aquel adiós en el aeropuerto, hacía ya tres años.

Sus caminos se habían alejado tanto, pero sus latidos nunca habían tomado otro camino que no fuera el corazón del otro.

—Gracias por cuidar tanto de Colonia Basilia —le dijo ella después del abrazo.

—Es mi hogar. Aquí está todo lo que amo. Solo faltas tú.

Olivia se limitó a sonreír. Por primera vez, todas las personas que amaba se habían reunido a hacer sus vidas en el pueblo que también amaba. Y ella, junto en ese momento, había anclado su vida a kilómetros de allí.

—¿Me llevarás a ver cómo está quedando la isla? —le preguntó ella—. Me han dicho que estás a cargo.

Él sonrió.

Y ella se encontró con una nueva realidad. Había extrañado esa sonrisa y cada gesto de él. Lo había extrañado mucho mas de lo que había pensado.

—Todo ha sido una locura —le dijo mientras caminaban hacia el comedor.

—¿Cómo fue que has decidido renunciar a tus viajes por este pueblo?

—Lo sentí. Simplemente, eso. Y una vez que lo sentí no pude tomar otra decisión.

—Kerem es de confiar, ¿verdad?

Él asintió.

—Es una persona increíble. Ama mucho la vida, el mundo y sabe respetar lo que es de cada sitio.

Mientras caminaban al comedor para desayunar juntos, Tadeo le contó cómo había sucedido todo. Cómo conoció a Kerem, quien era él y cómo fue que terminó tomando la decisión de quedarse en Colonia Basilia.

—Y no me he arrepentido ni un solo día —le dijo justo antes de entrar.

—No me lo creo. —Fue lo primero que escucharon al entrar. —No me lo creo.

La voz de Griselda era inevitable de reconocer.

—No pensé que podría ver esto de nuevo y mucho menos tan pronto. Los he extrañado tanto —les dijo acercándose a ellos y envolviéndolos en un abrazo a los dos juntos.

Ellos se limitaron a reír.

Desayunaron mientras se ponían al tanto de todo lo que podían resumir en esos pocos minutos.

Olivia le contó cómo había terminado viviendo en Arladia y lo que ese lugar había terminado significando para su vida y para su profesión.

—He descubierto el verdadero mundo de la pastelería y estoy fascinada.

—Se nota. En tus ojos —le dijo observándola fijamente—. Se te ve muy feliz.

—Lo estoy. Aunque sigue siendo difícil estar lejos.

—Lo sé. Me imagino.

Terminaron el desayuno y fueron hacia el puerto para finalmente, ir a la isla.

—Cuando vine me he enterado del fallecimiento del padre de Igor —le dijo Tadeo metros antes de llegar a la costa.

—Si. Ha sido bastante difícil para él, siendo que años antes ha perdido a su madre —le dijo Oli rememorando el dolor de ambas pérdidas—. Pero ha logrado salir adelante. Me he enterado hace poco que está por ser padre.

Tadeo asintió.

—Las noticias corren rápido en el pueblo.

Ambos rieron.

Finalmente, subieron al yate y emprendieron el viaje a la isla. Olivia se encontró un tanto nerviosa. Temía encontrarse con un rincón cambiado, con una imagen muy diferente a la que había sido siempre la de Colonia Basilia. Pero se permitió confiar. El pueblo estaba bien. Quería creer que la isla también lo estaría.

Metros antes de llegar, comenzó a ver la construcción. Y se llevó una sorpresa hermosa. Todo parecía amoldarse a cada rincón del espacio que ocupaba. Era un edificio, era cemento y material, pero se acoplaba tan bien a la naturaleza que parecía no romper nada de ella.

Notó la mirada de Tadeo clavada en su reacción y se permitió sonreírle.

—Me encanta —se limitó a mascullar para volver a observar lo que tenía enfrente.

La isla estaba cambiada. No lo podía negar. Pero había sufrido un cambio positivo.

Bajaron del yate y caminaron hacia la playa en silencio. Olivia no dejaba de observar cada rincón.

—Acá se harán unas escaleras para llegar a la parte superior. Allá habrá ascensores también. Y se hará una piscina con vistas al río. La idea es que cada cosa que se construya se amolde a la naturaleza.

Olivia lo escuchaba, pero sus ojos habían quedado clavados en un rincón específico. Cuando Tadeo logró ver lo que observaba, sonrió.

—Oli...

—¿Qué pasará con ese lugar?

Temió por la respuesta. Temió por el destino de su mayor sueño en Colonia Basilia.

—De eso quería hablarte —le dijo buscando su mirada.

—Dime.

—Le hablé a Kerem sobre tu sueño, espero que no te moleste. Pero debía mencionarlo a la hora de hacer los planos.

—¿Y qué harán?

—Nada sin tu consentimiento.

Esa respuesta no fue la que esperaba. Definitivamente, esperaba escuchar cualquier cosa menos aquello.

—Ese lugar te pertenece, Oli. Es tuyo.

—¿Y quedará... vacío?

Él negó con una sonrisa.

—Kerem invertirá allí, pero las decisiones sobre el sitio las tendrás tú. Si es lo que quieres, claro.

—No entiendo.

—Está dispuesto a invertir en el café que soñaste siempre para ese rincón. Cada forma del lugar se la darás tu. Estás al mando. —El silencio ocupó espacio por unos segundos, hasta que Tadeo agregó la información faltante. —Y luego está dispuesto a venderlo, si quieres que sea tuyo.

—¿Hablas en serio?

—Por supuesto. No bromearía con algo así. Puedes hablar con él si lo deseas.

Olivia se sintió abrumada por la información que recibió. Su corazón estaba latiendo sin control y necesitó alejarse un poco para poder respirar.

Sus pasos la acercaron lentamente a la costa donde se dejó caer. Cerró los ojos y permitió que la brisa del lugar la abrazara.

No entendía. No entendía cómo las vueltas de la vida la habían llevado a aquel presente tan enredado. Toda su gente allí, todo lo que amaba, incluso la posibilidad de hacer realidad uno de sus sueños mas profundos. Todas las piezas del rompecabezas se habían agrupado y la única que faltaba era la suya... Esa pieza que ahora estaba en Arladia.

¿Cómo era que aquello había pasado? Y la pregunta mas importante. ¿Qué haría?

Respiró profundo. Muy profundo.

Imaginó mil futuros posibles. Se vio a ella en Arladia, después de la experiencia vivida allí. También se vio abandonando Arladia para quedarse en su hogar. Y su corazón latió. Latió mucho mas en ese momento.

Abrió los ojos como queriendo huir del futuro y se encontró con Tadeo a su lado.

Sus ojos conectaron al instante y ella sonrió.

Definitivamente, el futuro le daba miedo. Porque en ese momento, todo lo que quería estaba en el presente. En ese pequeño instante.

—Lo que te he dicho, todo depende de ti. ¿Si? Si no quieres...

—Gracias por cuidar mi sueño, Teo —le dijo ella entre lágrimas de felicidad.

Él la miró con una sonrisa.

—¿Cómo no iba a hacerlo? Aún recuerdo el día que me lo contaste... No podía pasarlo por alto.

—Acepto la propuesta —le dijo sin dudarlo y desde el fondo de su corazón, con el latido mas potente como firma—. Quiero ser parte de esto.

—Lo imaginé. Bienvenida... supongo. Después veremos como se lleva adelante la atención y demás.

Oli se puso de pie para mirar el lugar vacío donde comenzaría a levantarse el edificio de sus sueños. Tadeo se paró a su lado y sintió su cercanía, su calor, todo lo que lo hacía ser él. Y se sintió completa.

Ese rompecabezas merecía estar armado. Y ella no podía seguir negándose aquel presente tan hermoso que la vida le había regalado. Merecía aceptarlo y hacerlo suyo, con todo el amor que sentía por él.

—Yo atenderé ese lugar —le dijo sin dudarlo—. Es mi sueño. No podría abandonarlo.

Tadeo la miró sin entender.

—¿Te quedarás?

Olivia sonrió.

—Solo si tú también te quedas.

Tadeo se acercó a ella.

—Siempre. A partir de ahora y siempre.

Se abrazaron entre lágrimas y con un beso sellaron la promesa.

El pueblo que había visto nacer su amor sería testigo de su elección de permanecer uno junto al otro. Un nuevo camino empezó a formarse a partir de aquella promesa. Un nuevo latido, uno mucho más poderoso, comenzó a unirlos con hilos invisibles; por todo el tiempo que los había hecho esperar, por todas las vueltas que habían dado hasta llegar a estar frente a frente.

Una vez más se eligieron. Una vez más se permitieron latir en Colonia Basilia. Porque, al fin y al cabo, aquel lugar era el punto de partida de todo lo que habían vivido y compartido juntos. Porque su historia fue posible gracias a aquella sorpresiva parada en Colonia Basilia.


FIN

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