𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
El evento y aquel día terminaron siendo exitosos al fin y al cabo. Habían recibido buenas cosas, y todo pudo tener solución.
Los días siguientes también trajeron buenas noticias.
Bruno, se recuperó por completo. Y se pegó al pequeño Emperador como su mejor amigo a pesar del corto tiempo. El gato consiguió un collar con su nombre y dormiría en la habitación de Lauren por un tiempo, hasta que sea más grande. O tal vez siempre. Lauren disfrutaba tenerlo en su habitación. Lo estaba cuidando muy bien.
La Reina tuvo prohibido pasar por la casa de Bruno y hasta le restringieron paso a ciertas partes de su propio jardín, para que no se pueda acercar al perro. Ni a nada que lo rodee. Y a pesar de todos sus berrinches, se lo buscó. Que no vaya a recibir castigo no significaba que no podían buscar alguna forma de que al menos pueda sentir algo de conciencia.
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Pero lamentablemente, aunque era algo que de todas formas se veía a pasar. Thomas tuvo un viaje de imprevisto. Lejos, en Japón. Había un tratado comercial demasiado importante en esos momentos. Al fin Japón parecía acceder a aquel trato, y no podían perder la oportunidad. Thomas solo tendría que viajar.
Pero era un país extremadamente lejano. Estaría fuera por mucho tiempo.
Aun así, dijo que no chocaba con la boda, que llegaría mucho antes.
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Estaban aún en febrero, y como si no fuera peor Thomas se iba justo en San Valentin. Lauren se sintió triste, pero no podía hacer nada al respecto, él tenía deberes mucho más grandes que él, deberes que desde el matrimonio empezarían a compartir cada vez más. Era lo que tenía que pasar, aquello era muchísimo más importante que cualquier cosa. Thomas no podía salir perjudicado en nada, el Rey siempre había de quedarse, él era el Rey, estaba para su pueblo siempre. Sólo podía mandar a su hijo en representación.
Estaría meses fuera, hasta inicios de Junio, o fines de Mayo con suerte. Se iría con Dylan, obviamente. Lamentablemente no estaría para su propio cumpleaños, ni el de su hermana, ni el de Lauren.
Y no, Lauren no estaba molesta. No podría estarlo. Solo estaba algo triste. Había pasado tiempo desde que sus viajes duraban tanto. Justo en esos momentos. Lo entendía, pero lo iba a extrañar bastante, a pesar de que por un lado positivo, solo sean un par de meses.
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Posiblemente algo que afectaba su ánimo, era que literalmente se iba el mismo 14, el mismo San Valentin antes de medio día. Era una tradición tradición que cambió con los siglos para celebrar el amor de las parejas comprometidas y casadas.
Pero tenía que reponerse, no podía ser la gran cosa. Todo estaba bien. Solamente eran un par de meses.
Los días iban a pasar rápido. Tenían que pasar rápido.
Posiblemente el bajo ánimo de Lauren era lo mejor para la Reina. Y quien sabía si durante la ausencia de su hijo ya se daba la oportunidad de cometer sus barbaridades.
Otra preocupación más. Pero tenía que ser otro tema. Uno con el que podría lidiar después. Y que también prefería pensar después. Pero con el que siempre tendría que tener cuidado.
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La familia Real acompañó al príncipe y su consejero al puerto. Junto al séquito de guardias que también irían con ellos. Mucha gente también se reunió ahí, a despedir a su príncipe por supuesto.
Lauren estaba muy callada, y Frizzy podía notarlo. Le decía que no se desanime, que San Valentin también era para los amigos, que podían pasear en el jardín un momento. Tomar el sol en un picnic improvisado. Visitar a Octavia, ir a la biblioteca, escaparse de los instructores un momento.
Sonaba divertido.
Ava propuso ir a la Opera. Tal vez la dejen salir. Podían pasear, caminar, salir y hacer cosas para que Lauren no se concentre en ese bajo ánimo. Thomas iba a estar bien. El viaje también, y por su puesto que su regreso igual.
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Llenaron de regalos al príncipe para llevar, bendiciones y padres de la iglesia bendiciendo al capitán y su gente. Un buen viaje. Largo. Que no solo se daría en barco, por lo lejos que estaba el lugar, habían de alternar terrenos en tierra y agua.
Había que subir equipajes y verificar el buen estado de todo. Recibir miles de indicaciones de su padre, de Dylan y hasta ensayar que decir al llegar junto al traductor que también iría con ellos. También era una cultura totalmente diferente, habían de ser todos lo suficientemente respetuosos para evitar algún choque. Inglaterra era la invitada.
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—Te prometo que traeré algo muy lindo para tí. —Decía Thomas al despedirse de Lauren en el puerto, cerca al barco con una ventisca notable. Moviendo su cabello. Ambos quisieron despedirse del otro al final.
—Con que regreses bien, es suficiente para mí. —Le respondió Lauren, sintiendo como el viento amenazaba con sacarle el sombrero volando.
—Va a pasar rápido. Te lo prometo. —Dijo tomando las manos de Lauren. —Ahora que no estaré un tiempo, tú también tienes que estar muy bien. Todo estará bien, Emperador estará contigo siempre, tienes a mi hermana y a Frizzy contigo todo el tiempo. Evelyn vendrá tan seguido a visitarte que no tendrás tiempo de pensar que no estoy aquí. De mi madre no hablemos ahora. Se amarga la situación ¿Sí? A penas regrese correré a tus brazos.
Lauren sintió su rostro arder en aquel frío viento. Y se quedó sin que decir, no había mucha voz, y no quería ponerse muy sensible. Lauren llevó las manos a su propio cuello, y buscando de forma tranquila sacó de dentro su reloj a forma de collar, se retiró el sombrero para poder sacar el reloj por encima de su cabeza. Estaban alejados de los demás, por privacidad claramente.
Lauren encontró la forma de sostener su sombrero con los brazos para dejar sus manos libres. Y haciendo su mejor intento, se estiró para colocarse aquel collar a Thomas. Que quedó clara y notoriamente sorprendido por el gesto.
—Puedes llevártelo. Al regreso podrás devolvérmelo. —Dijo Lauren por fin. Poniendo una mano en el pecho del muchacho. —Así me recuerdas.
—Recordarte implica la posibilidad de poder olvidarte. —Le respondió Thomas. —No puedo hacer eso.
Lauren sintió que no tuvo aire por unos segundos y en aquel descuido, el sombrero salió volando. Sin remedio a poder atraparlo por cuanto se intentó. Liviano y ligero desapareció en el horizonte. La muchacha estaba avergonzada. La había tomado de sorpresa con esas palabras, más porque ella recordaba haber usado las mismas con él hace bastante tiempo. Estaba nerviosa.
Thomas rió, al final fue divertido ver volar aquel sombrero en el momento que Lauren pareció entrar en un pequeño pánico. La misma se iba a disculpar, pero Thomas interrumpió al acomodar el cabello de Lauren para ordenarlo por el viento y agacharse para poder darle un beso. Siendo correspondido claramente.
La vergüenza y el nerviosismo aturdieron a Lauren un poco. Hacía mucho frío, y en el puerto siempre el viento era fuerte. Pero parecía haber desaparecido unos segundos. Sentía sus manos heladas, agradecía estar con guantes, sino hubiera hecho saltar a Thomas del frío con su tacto al acercar su rostro.
Los estaban viendo, aunque sea a distancia. Era obvio ¿Quién no quería curiosear? Eso también era algo vergonzoso. Pero podía dejar de importar por unos segundos.
De todas formas solo un beso pequeño y suave. Después del cual hubo un abrazo. Lauren apoyó la cabeza en el pecho del muchacho. Sintió el latir de su corazón y las manos del mismo apretándola suavemente contra sí.
Ahí se quiso quedar un tiempo y así fue.
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—Feliz San Valentin, mi amor. Te prometo que el próximo será mejor. —Dijo Thomas cariñosamente.
Lauren solo se sintió a sí misma acurrucarse un poco más. —No te preocupes. Que te vaya muy bien, se que lo hará, pero te lo deseo de todas formas.
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Hubieran deseado seguir alargando la despedida. Pero no se podía más. Thomas intento devolverle el reloj a Lauren. Pero la muchacha se negó. Estaba segura de su decisión.
Y después de volver a decir hasta pronto.
Solamente se fue.
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La Reina se había ido desde antes. Como si despedirse de su hijo no fuera nada. Pero no estaban en mejores términos con ella, ninguno de los miembros de la familia Real, así que quedarse con todos hasta el final no hubiera sido una buena idea de todos modos para la mujer.
Mientras más lejos, mejor. Pero no podían dejar de temerle. En ningún momento se había disculpado, ni mostrado arrepentimiento. Y lo podía volver a hacer, solo que esta vez no con un animal.
Tal vez lo hizo hasta solo para crear ese miedo. Que Lauren deje de comer por eso o algo por el estilo. De todas formas, tenerla vigilada era importante.
Ahora Thomas no estaba. Eso podía hacer que la Reina haga cosas a sus anchas con confianza de no pelear con su hijo.
Pero si Lauren tenía que tenerle miedo a la mujer, se iba a asegurar que ella también le tenga miedo a ella.
Lo había prometido antes. Y solo hacía falta algo que lleve al máximo ese propósito. Iban a traerla abajo.
Dejaría de ser Reina en algún punto, pasando a ser madre del Rey solamente. Pero no era ningún título tan enorme como el que tuvo alguna vez. Lauren iba a tomar su lugar en algún momento, y lo haría mejor que cualquier persona, dejándola humillada, atrás y olvidada.
Porque no habría mejor Reina. Que Lauren Harris.
No iba a dejar que la nostalgia de aquel San Valentin reduzca el ímpetu de sus propósitos.
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Pero por ese lado el día no terminó tan triste.
Al regresar al castillo. Lauren fue a su habitación un momento para revisar la caja de arena de Emperador, tenía qué, porque ella la limpiaba, era su responsabilidad. Era su gato.
Pero al entrar, en su cama terminó encontrando una corona de rosas rojas en forma de un corazón. Con una nota escrita a puño y letra. Cerca a su almohada.
Sonrió emocionada, se acercó tomó el regalo. Era un adorno muy lindo, tomó la nota, sintió a Emperador subirse a la cama curioseando, o técnicamente confirmando que él había guardado el secreto.
Lauren se sentó en la cama para leer la nota con calma y Emperador fue a su regazo a acurrucarse.
"¿Creíste que no dejaría nada?
Feliz día de San Valentin,
ojos de buho"
Suspiró sin remedio. Ojos de búho. Qué bromista. Se rió, no le molestaba el apodo, ni que estuviera mintiendo.
Le daba tranquilidad haberle dado su reloj. Quería que lo tenga durante ese viaje. Seguramente a Sam Harris le hubiera gustado también. Ese reloj significa a mucho, y tal vez de una manera inconsiente hasta representaba protección. Y era lo que ella deseaba que acompañe a Thomas todo ese tiempo.
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—Oye. Búho enamorado. Te dije que nos teníamos que distraer, salgan tú y el gato de ahí y vamos a caminar. —Sintió a Frizzy apoyándose en el marco de la puerta de la habitación. Y ahí estaba.
—¿Se te pegó decirme búho también? —Lauren bromeó. Frizzy se echó a reír.
—Algo ¿a quién crees que tu adorado tormento le pidió ayuda para ese pequeño detalle? —Preguntó divertidamente haciendo alusión a sí misma.
—Muchas gracias.
—No me las des a mi, yo feliz de estar en todo esto. Además, así al menos te animas más en tu San Valentin. Pero vamos, vamos. Salgamos a respirar aire puro. A mirar desde al balcón, a pedir unas trufas de chocolate de Octavia. Vamos a visitar al abuelito de Louis, y a su abuela, ella hizo el adorno.
Lauren sonrió, era cierto. Ambos ancianos estaban en el castillo. Sería lindo verlos un momento, darles las gracias. Y claro, por qué no gozar la ternura de ver como una pareja tan duradera también celebraba su San Valentin. Emperador se levantó de su regazo, como apurándola. Algo tenían que hacer. Lauren también se levantó y empezó a salir de la habitación para estar con Frizzy.
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—Sabías que cuando en esa niebla y en ese viento la gente curiosear su despedida. Se juntaron un buen grupo de muchachitas y se pusieron a gritar cuando los vieron besarse. —Comentó Frizzy mientras ahora ambas estaban por el pasillo. —Fue divertido. Como si estuvieran viendo una obra romántica de teatro, con las manos en sus pechos como si les fuera a dar un ataque al corazón.
—No puedo juzgarlas, me siento igual. —Confesó Lauren algo avergonzada. —Sólo que en primera persona.