El Innombrable | Bruno Madrig...

By XUnaEscritoraMasAlvX

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❝ ¿Quién fue el primero que lo estigmatizó? ❞ En donde echamos un vistazo a las consecuencias de las visiones... More

━━✦Introducción
Culpa
Maldición
Mal entendido
Ayudar
Innombrable
━━✦Nota final.

Condenado

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La aparición de una nueva puerta en Casita sólo indicaba que una de las hermanas estaba embarazada. Ni siquiera Pepa se había percatado que habría un nuevo integrante hasta ese momento. Nueve meses después, su segundo hijo, Camilo Madrigal, había llegado al mundo.

Julieta también había tenido descendientes. Dos hermosas niñas, Isabela y Luisa. Meses después de encontrar la primera puerta en Casita, otra había hecho acto de presencia, indicando que ella estaría esperando a su tercer hijo. Quien resultó ser otra niña, Mirabel Madrigal.

En cuanto a Bruno, con todas las controversias alrededor de su nombre, ni siquiera se había atrevido a salir con alguien. Y nadie se acercaba a él por la misma razón. A Bruno no le importaba envejecer sin dejar herederos para el milagro, sólo ansiaba el amor de su familia, quien ha estado deteriorándose cada vez más conforme pasaban los años.

—Tío Bruno.

El hombre detuvo su caminar hacia su habitación al oír la vocecita de una de sus sobrinas. Isabela dio saltos de alegría hasta llegar a él, dejando mecer su lacio cabello oscuro con el aire, robándole una sonrisa a Bruno ante su agraciada inocencia.

La niña alzó la mirada hasta su rostro, su tío resultaba bastante alto para una niña tan pequeña como ella. Bruno dobló las rodillas hasta quedar a su altura.

—Hola, Isa. ¿Qué pasa?

Isabela observó a los lados, en busca de alguna persona por los pasillos, siendo cuidadosa a que nadie la viera en ese instante. Bruno imitó su acción de manera juguetona, causando una risa en la contraria. Ahuecó su manita sobre su boca, susurrando de manera confidente hacia el adulto.

—¿Puedes ver mi futuro?

Bruno se tensó.

—¿Quieres que use mi don? —soltó de manera estúpida. Isabela había sido muy clara en su pregunta.

—¡Sí! Ay, perdón. Sí. —volvió a susurrar sin contener la emoción.

—Eh, no sé si sea buena idea. A veces, a las personas no les agrada lo que veo.

—¿Y si llegas a ver algo que sí me gusta? Mamá dijo que tus visiones no siempre son de algo malo.

—Ay, tu mamá. —resopló.

Por supuesto que Julieta le diría aquello, tenía razón, pero no estaba seguro si arriesgarse con ella sería lo correcto. Hizo una pausa antes de responder:

—¿Estás segura de esto? Puedes llamar a tu mamá o papá para que lo vea primero y...

—¡No! Quiero verlo primero. —interrumpió, sonriendo a la par. Bruno se rindió.

—Está bien. Sígueme, Isa.

No subirían todas las escaleras sólo por una visión, no esta vez. Bruno frunció el ceño al ver que su cuarto de visiones quedaba cada vez más alejado de la entrada, así que, sin más, decidió que lo realizaría en ese mismo lugar. Tenía arena y espacio suficiente para dicha acción. Además, no tardarían nada e Isabela podría retirarse de su habitación lo antes posible.

El ritual que hacía con las hojas secas y el fuego, sólo servía para calmar su atormentada mente y no precisamente para las visiones. Tantas predicciones mal recibidas le había pasado factura psicológicamente.

Pensar en intentarlo otra vez le causaba tanto pánico, que rogaba de manera interna no decepcionar a la pequeña en frente suyo.

Soltó un pesado suspiro antes de iniciar, deseando de todo corazón que su sobrina no le odiara después de esto.

El remolino de arena con destellos verdosos los rodeó, empezando a formar entre ellas figuras de plantas que Bruno no reconocía a simple vista.

—¿Qué es lo que ves?

Los brillantes ojos del adulto recorrieron las figuras en la arena, hasta distinguir una silueta femenina. Danzando entre las plantas.

—Creo que eres tú.

—¿Dónde?

—Por ahí. ¿Logras verlo? —apuntó por encima de la cabeza de la menor.

Ella llevó la mirada hacia lo indicado, captando a una chica de larga cabellera, sonriente entre las rosas. Al menos, las rosas sí eran reconocibles.

—¿Y eso qué significa, tío Bruno?

—Creo que el poder de tu don va a madurar contigo. —él no pudo evitar sonreír, sintiendo el peso abrumador abandonar sus hombros. Por fin, una visión agradable.— Hay mucha vegetación alrededor tuyo, no puedo distinguir qué tipo de plantas son. Pero no importa, tu futuro se ve de ensueño, un perfecto paraíso para una niña de buen corazón como tú.

Revolvió la cabellera de la menor, sacando una energética risa de sus labios. La visión plasmó la imagen de Isabela en un reluciente cuadro de esmeralda, donde se hayaba columpiándose en el aire con lianas y flores. Bruno lo tomó entre sus manos, admirando la chispa de felicidad genuina en la niña en frente suyo.

—Y algún día esto se hará realidad. —aseguró él.

La arena volvió a tocar la superficie, uniéndose a las demás partículas del lugar y los ojos de Bruno dejaron de brillar. Isabela sostuvo el cristal entre sus delicadas y pequeñas manos.

—Un perfecto paraíso. Y será mío. —repitió ella.

—Así parece.

—¡Le mostraré a mamá! —chilló dirigiéndose a la puerta. Frenó sus pasos para volverse y abrazar al adulto, logrando llegar apenas hasta su cintura.

Bruno se sobresaltó ante el repentino contacto físico, viéndola correr nuevamente eufórica hacia la puerta.

—¡Gracias, tío Bruno!

Él sonrió. Una sonrisa sincera después de tanto tiempo.

- - - - - - - - - - 「🔮⏳」- - - - - - - - - -

Los destellos de visiones al azar resultaban ser más frecuentes de lo que al trillizo varón le gustaría que fueran.

Cuando apenas era un niño y su don comenzaba a manifestarse, era una total pesadilla controlarlo. Ahora, siendo adulto, éstos aparecían al más mínimo estrés acumulado. Siempre causaban migrañas y/o mareos intensos, obligándolo a ir en busca de Julieta y sus comestibles para hacerlo desaparecer de una buena vez.

Recibir el rechazo de la mayoría del pueblo y su familia ya era una tortura, añadir esto a la lista sólo lo hacía desear desaparecer por un largo tiempo. A veces, para siempre. Era demasiado para su débil cuerpo.

Uno de esos destellos inoportunos probablemente había llegado a traumar a su sobrinito Camilo, logrando verlo con los ojos brillantes en la oscuridad de la cocina cuando el niño iba por un bocadillo nocturno fingiendo ser Dolores para no ser descubierto despierto a altas horas de la noche. Pepa por poco lo mata al encontrar a su hijo de apenas cinco años desmayado entre las baldosas de la cocina.

A veces creo que lo haces a propósito. —había regañado la pelirroja con nubes y rayos luego de consolar también a Dolores por una de sus visiones.

Cuando la pequeña Isabela había anunciado sobre el perfecto paraíso que le aguardaba en el futuro, Dolores sintió curiosidad por saber el suyo. Bruno se había negado rotundamente por varias semanas, la niña siguió insistiendo hasta hartarlo, consiguiendo lo que había pedido. Sólo que no era lo que esperaba.

El hombre había hecho lo posible para explicarle a la pequeña Dolores que su intención nunca fue lastimarla y que él no controlaba los sucesos en las visiones.

Ella no comprendía nada de eso, era una niña, fue inevitable que se pusiera a llorar, siendo aturdida con sus propios sollozos. Y taparse los oídos no le fue suficiente.

Pepa le había pedido en su arranque de ira que se mantuviera alejado de sus hijos, a Bruno se le partió el corazón al oírle decir aquello. Amaba a sus sobrinitos, eran los únicos que lo hacía sonreír con total honestidad entre tantos prejuicios en contra de su persona.

Culpaba a su don de tantas malas experiencias y a la vez a sí mismo por ser alguien tan débil e inservible.

Bruno Madrigal estaba condenado a vivir en soledad.

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