Winslow and the Nightowl

De ersantana

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💜FINALISTA EN LOS WATTYS 2023💜 Winslow Parker-Báez tiene tres problemas: 1. Debe estudiar para un examen m... Mai multe

Nota de la autora
1. Zitti E Buoni (Måneskin)
2. Freakin' Out On the Interstate (Briston Maroney)
3. I Love You Like an Alcoholic (Six Steps In)
4. Should I Stay or Should I Go (Maialen)
5. Personal Jesus (Depeche Mode)
6. I'm addicted to you (Anna Tsuchiya)
7. You Really Got Me (The Kinks)
8. Wednesday Night Melody (Bleached)
9. Carry On My Wayward Son (Kansas)
10. When You Were Young (The Killers)
11. No One Sleeps When I'm Awake (The Sounds)
12. Black Sheep (Metric & Brie Larson)
13. That's What You Get (Paramore)
14. One More Hour (Sleater-Kinney)
15. Wait (M.A.G.S)
16. Cherry Bomb (The Runaways)
17. Always On The Run (Lenny Kravitz)
18. May the Odds Be In Your Favor (Meet Me @ The Altar)
Epílogo: This Life (Vampire Weekend)
Extra: You Make It Feel Like Christmas (Gwen Stefani & Blake Shelton)(Parte I)
Extra: You Make It Feel Like Christmas (Gwen Stefani & Blake Shelton)(Parte II)
Extra II: New Year's Day (Taylor Swift)(Parte I)

Extra II: New Year's Day (Taylor Swift)(Parte II)

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De ersantana

Charlie

En esos meses saliendo y conociéndonos más a fondo, había aprendido tres cosas sobre Winnie: era una persona bastante doméstica a la que le encantaba pasar los fines de semana en casa, su fuerte en la cocina era hacer recetas tradicionales de su mamá y año nuevo parecía ser la cúspide de su lado supersticioso.

—Ay por favor, no soy tan supersticioso —me contaba mientras paseaba por la sala de estar, moviendo con la mano derecha un pequeño ramo de hierbas secas que expedía algo de humo—. Ya sabes, solo las tradiciones normales... las que hace todo mundo.

Yo estaba sentado en el sofá de la sala, picando en cubitos las papas hervidas para la ensalada que prepararían y observando como Winnie corría por la casa como pollo sin cabeza haciendo lo que el denominaba como una limpieza energética con algo que llamaba sahumerio.

—Bueno Winnie, no todo mundo va por allí paseando por la casa quemando unas hierbas extrañas en año nuevo —le indiqué, aunque me daba algo de ternura cuando se concentraba mucho en algo. Fruncía el ceño y a veces se le inflaban las mejillas—. ¿Lo haces todos los años?

Él asintió mientras se movía a la esquina donde había un estante de madera con muchos cuadros con fotos familiares. En algunos podía reconocer su rostro, mucho más regordete y con su cabello castaño natural, junto a otros de sus familiares.

—Sí, ya te dije que lo normal —repitió, aun concentrado en su ritual—. Usar ropa de cierto color, quemar un muñeco con las cosas negativas del año, correr por la calle con maletas de viaje...

—¿Corres con maletas a medianoche?

—De hecho, hubo un año en el que no lo hice y no pude viajar dos años después de eso —respondió, golpeando el estante de metal y susurrando algo por lo bajo—. No me he vuelto a arriesgar desde ese día y mucho menos lo haré ahora.

Después de haber dicho eso último, el rostro de Winnie adquirió un gesto algo duro. Parecido al que tuvo cuando su mamá le empezó a besar las mejillas con mucha ternura o cuando sus padres estaban hablando en una esquina.

Estaba molesto por algo.

Me apresuré a cortar la última papa, limpiarme las manos con un trapo y centrar toda mi atención sobre él.

—A ver, dime que te pasa o me vas a obligar a...

Winnie detuvo su caminar por la sala y me observó.

—¿Me vas a obligar a...?

—Me vas a obligar a cargarte sobre mi hombro y darte vueltas como en una pirouette.

Una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Oh por favor, eso no suena tan mal —contestó, tomando un pequeño tazón de cerámica y colocando su sahumerio en el interior. El humo había disminuido, pero el agradable aroma a hierbas aún se sentía en el interior de la sala—. Tengo una pregunta... Viviste casi toda tu vida con tus padres ¿cierto?

Sin estar muy seguro de a dónde nos llevaría la pregunta, asentí.

—Desde que nací, somos muy unidos —Elevé una ceja—. ¿Es porque no te los he presentado todavía? ¿Te preocupa eso?

Winslow se quedó en silencio y caminó hacia mi hasta dejarse caer en el asiento vacío a mi lado. Sin pensarlo dos veces, estiré mi brazo para rodear sus hombros y crear ese ambiente de confianza entre ambos, algo que él solía hacer mucho conmigo cuando solo quería descansar después de una larga semana en la compañía de ballet.

—No es eso... —Apoyó su frente sobre mi hombro—. ¿Las cosas cambiaron mucho cuando ellos se mudaron a Londres y tú te quedaste aquí? Porque casi nunca los ves y tampoco tienes el tiempo de viajar para visitarlos, me imagino que debe ser muy difícil.

Encogí los hombros.

—Pues, no es como si nunca hablara con ellos —respondí, estirando mi mano libre hacia la suya y entrelazar nuestros dedos—. Los llamo cuando sé que están libres y con eso nos basta, también intentamos pasar todo el tiempo que podamos cuando están de visita... no me malentiendas, los extraño y mucho. Pero ahora estoy teniendo una vida de "adulto" con un trabajo, en un apartamento y...

Elevé su mano para poder darle un rápido beso en el dorso, el cual tenía un leve aroma a humo y hierbas. Él levantó la cabeza, dándome una mirada con unos labios que luchaban por contener una sonrisa.

—Te tengo a ti —Me incliné hacia él hasta que nuestras frentes se tocaron. El olor de sahumerio se había pegado a su cabello, pero ya no era tan molesto—. No sabes las ganas que tengo de...

—¿De besarme?

—De comer en realidad.

Winnie elevó una ceja.

—¿De comer...? —preguntó, acercando sus labios hacia mí. Su aliento chocaba con la parte superior de mi labio y rozaba mi mejilla, poniéndome los nervios de punta.

—Winnie... —susurré en tono de regaño, echando un vistazo a nuestro alrededor—. Estamos en la sala de tus padres, quienes podrían entrar en cualquier momento y no quiero que se lleven una mala impresión de mí... Además, esta es una pésima manera de evadir el tema de conversación.

Él hizo oído sordo a mis palabras y se inclinó más hacia mí, hasta un punto en el que casi no había espacio separando nuestros rostros y su mano se posó sobre mi muslo, con su pulgar dando lentas caricias sobre la tela de mi pantalón.

Me pregunté si eso contaba como forma de tortura, porque hacerlo en la sala de tus suegros sin la posibilidad de hacer algo lo hacía sentir como una.

—Mis padres se van a ir del país, así que esta es la manera perfecta de evadir un poco esa noticia —murmuró, casi sobre mis labios. Pude detectar ese deje de tristeza al pronunciarlo—. Y les caíste bien a mis padres. Créeme, mamá no saca sus cervezas especiales para todos los que vengan de visita.

—Creo que, si nos encuentran así, su opinión sobre mí podría cambiar mucho —logré murmurar, intentando ignorar el hecho de que esas "inocentes" caricias empezaban a tener efecto en mi o el cosquilleo que su cabello provocaba en mi frente—. ¿Cuándo se van?

—En el verano, al parecer —Apretó los labios por un segundo y apartó su mano de mi muslo—. No sé, me siento mal. Creo que tengo el síndrome del nido vacío a la inversa... Estoy exagerando ¿cierto?

—Bueno, es normal que te sientas de esa manera —respondí, utilizando un tono que lo hiciera sentir como en un lugar seguro—. En especial porque tienes una relación muy estrecha con tus padres.

Y no estaba exagerando. Se notaba mucho en la manera en la que interactuaron en la cocina durante la preparación de la comida, como se movían en total sincronía para cumplir con sus labores, las miradas que intercambiaban de vez en cuando y en el lenguaje corporal de cada uno.

Esos pequeños toques en el hombro, besos en la mejilla y movimiento de los pies al ritmo de la música que sonaba en el altavoz.

Me gustó mucho aquel ambiente. Provocaba en mí una sensación de calidez en el pecho. Por lo que me costaba imaginarme lo difícil que debía ser para Winnie intentar aceptar que ya no tendría eso tan a diario.

—Mhmmmmm —lo oí decir por lo bajo, acercándose más a mí—. No quiero pensar en eso, mejor te lanzo sobre el sofá y te como... la boca, no lo vayas a malpensar.

—Estás tentando mucho al destino, Winslow Ernesto —le advertí, observando como humedecía intencionadamente sus labios mientras me miraba los míos o sintiendo como subía una pierna al sofá y tocaba mi rodilla con la otra.

—Tentarte es mi estilo de vida —respondió con una sonrisa para nada inocente, subiendo su mano un poco más. Casi tocaba las costuras del bolsillo de mi pantalón—. Bien que te gusta esto...

Me encanta, eso estuvo a punto de salir de mis labios.

Pero antes de que pudiera decirlo, unos pasos empezaron a resonar desde el pasillo trasero. Chris se asomó por la sala con cautela y por un segundo temí que hubiese escuchado nuestra conversación.

—¿Ya terminaste con tu humarada? —le preguntó directamente a su hijo y luego me observó—. Bueno Charlie, como ya habrás visto tenemos muchas tradiciones de año nuevo en esta casa, así que venía a preguntarte si querías participar en una de ellas.

Le di una mirada a Winnie, quien había esbozado una sonrisa.

—Ve, yo estaré terminando de limpiar las malas energías que de seguro dejó la mamá de Loretta por aquí —dijo, acompañando de una palmadita en la rodilla.

Pronto me vi caminando detrás de su padre hacia el garaje, donde un muñeco hecho de tela y papel crepé descansaba en una silla con lo que parecía ser ropa vieja puesta y en el bolsillo de la camisa vieja que tenía puesta había páginas dobladas con el nombre Winnie y su madre escritos en una esquina.

Me senté sobre una de las sillas de jardín que estaban allí mientras observaba al hombre rebuscando entre los gabinetes de un escritorio rodeado de piezas de auto y herramientas.

—Es algo simple en realidad, la tradicional quema del muñeco de año viejo para quemar lo negativo de este año. —Sacó una página y un bolígrafo azul—. Pero aquí junto al muñeco también escribimos algunas cosas negativas que nos sucedieron este año y dejamos que se queme con él.

—Gracias, por la cálida recibida que me han dado —dije mientras tomaba la página—. Si le soy sincero, me la pasé todo el camino nervioso por lo que pensarían de mí y la manera en la que nos conocimos.

Lo escuché reír por lo bajo mientras tomaba asiento sobre el escritorio y peinaba su cabello rubio hacia atrás. A pesar que Winnie se parecía físicamente a su mamá, podía notar mucha de su personalidad de su padre en él. Ambos se sentían como personas cercanas y cálidas.

—Una historia poco convencional, a decir verdad —admitió, pero parecía divertido más que nada—. Pero al final lo único que cuenta es que haya un amor sincero entre ambos... Supongo que ya te contó sobre nuestra mudanza.

Empecé a escribir en la página la primera cosa negativa que se me vino a la mente. Aunque siendo sincero, ese había sido uno de los mejores años que había tenido en mucho tiempo.

Un rol estelar en la compañía de ballet, mi rostro en los carteles que empapelaban la ciudad y un chico que me abrazaba por las noches mientras tarareaba cerca de mi oído las canciones que había escrito pensado en mí.

Ni siquiera en mis mejores sueños lo hubiera visto venir y a pesar de querer mantener los pies en la tierra cuando pensaba en lo que sería nuestro futuro, solo quería que esas noches se hicieran eternas.

—Bueno, sí —respondí sin mirarlo. No quería que pensara que era un metiche—. Creo que solo está un poco impactado por la noticia, lo... agarró con los mangos bajitos como diría.

El hombre observó un cuadro frente a su escritorio, era una foto de él y Winnie junto al que parecía ser un jugador de beisbol con el uniforme de los Yankees de Nueva York.

—Sí, estuvimos pensando mucho en eso cuando empezamos a planearlo —confesó y eso me hizo pensar en que de allí Winnie había heredado esa costumbre de compartir demasiada información personal—. Y al principio no estábamos seguros porque él estaba en un momento un poco sensible de su vida, pero después de ver cómo ha crecido en estos últimos meses. Con un posible contrato discográfico, a casi nada de titularse y... tiene a una persona en la cual apoyarse cuando lo necesite.

Lo observé por unos segundos, preguntándome como una persona que había conocido un par de horas atrás tenía ese nivel de confianza en mí. Luego recordé que era el papá de Winnie y eso tenía mucho sentido.

—Lo haré —respondí sin poder evitar sonreír—. Supongo que este es el momento en el que prometo cuidar a su hijo y hacerlo feliz ¿No?

El hombre soltó una fuerte carcajada y asintió con una serenidad que me recordó un poco a mi padre durante sus ensayos.

—No, mejor lo guardamos si ambos llegan al alta —comentó entre risas, aunque creo que una parte de él ya nos estaba viendo casados y con hijos—Bien, ahora que dejamos salir nuestros sentimientos de esta forma hay algo muy importante que debemos.

Elevé una ceja.

—¿Importante?

Los ojos del hombre fueron hacia la calle, justo donde había dejado estacionado el auto de Ricardo.

—Winslow me dijo que tienes un Volkswagen Beetle de los setenta en tus manos y que lo traes con el máximo descuido. —Se veía mucho más serio que cuando estaba hablando sobre su hijo—. Y como mecánico y aficionado de los autos clásicos, no lo puedo permitir. Así que explícame con lujo de detalle lo que le sucedió a tu auto esa noche y yo me encargo de hacer que no vuelva a pasar. 

Winslow

A veces podía ser muy bueno expresando sentimientos que muchas veces ni yo entendía, muchas de esas ocasiones lo hacía sin querer o cuando agarraba demasiada confianza con personas a las que nunca pensaba volver a ver.

Pero otras, cuando las emociones tocaban una parte muy personal nunca encontraba las palabras correctas para hacerlo. En momentos como ese, me sentaba frente a mi deshojado cuaderno de canciones y repasaba mis primeras letras.

Horribles, por supuesto.

Canciones comparando cabello de una chica morena que vi en el autobús con la Coca-Cola solo porque rimaba, otras escritas durante ese fuerte crush que tuve con Ashton Irwin y aquella vez que intenté hacer un musical sobre todo el drama que se formó en el quinceaños de Solangel.

Si bien aún seguía un poco molesto (con mi mamá y conmigo mismo por sentirme de esa forma) necesitaba encontrar una forma de contarle como me sentía sin tener que decirlo directamente y volverme un desastre inminente a nada de tocar Lamento Boliviano.

Por eso creí que una de mis viejas canciones sería perfecta para ello. Algo nostálgico y que le comunicara que estaba feliz con su decisión.

—¿Qué traes entre manos, Ernesto?

Mamá estaba en la entrada de la habitación, parada con uno precioso vestido de lentejuelas dorado que resaltaba el bronceado de su piel y el cabello oscuro en el que era imposible detectar alguna cana caía por ondas sobre sus hombros. Incluso se había hecho su maquillaje y de repente me sentí atrasado porque aún estaba en pijama.

Aunque me imaginé que papá también estaba de la misma forma.

—¿Una guitarra?

Ella dio unos pasos al interior de mi habitación y observó el lugar. Los posters de bandas y anime colgados en las paredes, las polaroids que coleccionaba en ese viejo tablero de corcho, las decoraciones que solía hacer para ocasiones especiales y uno que otro premio escolar.

—Hazte el payaso, Ernesto. —Taconeó hasta quedar al frente de mi cama y se dejó caer sobre el colchón—. Ni siquiera te tengo que preguntar si tu papá te contó sobre nuestra idea, cuando me asomé por el garaje me lo confesó con la mirada.

Dejé la guitarra en el suelo y la observé.

—Sí, ya sé que tu sabes que yo sé y que nosotros sabemos —dije, casi seguro de que estaba inventando un trabalenguas—. Y en serio estoy muy feliz por ustedes, porque sé lo mucho que significa para ti regresar a tu país y papá es feliz con el simple hecho de hacerte feliz... Es solo que, me va a tomar un poco acostumbrarme al hecho de que estoy tomando un camino separado y que tendré una vida propia. Algo muy duro para un cáncer con luna en libra como yo.

Mamá no dijo ni una sola palabra, solo se inclinó hacia mí y me envolvió con sus brazos. Mi familia solía molestarme diciendo que era un niño de mami y consentido, pero no me importaba. Amaba a mis padres y no me avergonzaba de tener una buena relación con ellos.

—Ay, mi chichi consentido —La oí decir mientras me estrujaba contra su pecho—. No es como si nos fuéramos del planeta a una galaxia muy lejana, por allá donde el diablo dejó la chancleta.

Reí y elevé la mirada.

—Ya sé, ya sé.

Ella rodó los ojos y me revolvió el cabello.

—Ya sabes, ya sabes —Su mirada fue hacia la puerta, desde la que podían escucharse las voces agolpadas de Charlie y papá conversando—. Sé que puede parecer aterrador, pero creo que ya estás listo para tener una vida de adulto. Pronto estarás grabando canciones con tu banda, yendo de ciudad en ciudad y tal vez viviendo con tu asombroso novio.

—¿Te cayó bien?

—¿Cómo no me iba a caer bien? —respondió, casi indignada—. Es caballeroso, es apuesto, tiene una fuente de ingresos estable y se nota que es del tipo que se compromete hasta con el alma con otras personas... creo que es el mejor partido que has tenido en muchos años.

—Pensé que te caía bien Loretta.

—Loretta estaba bien, pero para ser sincera nunca los vi casándose ni nada parecido —confesó, aunque siempre tuve la leve sospecha de ello—. Y bueno, también el tal Mario...

Sentí mis mejillas sonrojarse al recordar ese momento que pasé cuando tenía catorce años.

—Dios, mamá que solo fue un beso para confirmar que estaba enamorado de Loretta...

—Con más razón, no era buen partido —insistió—. Mira que lo veo con claridad, Winslow Parker-Báez de Méndez... porque poner Charlie Parker suena muy genérico, como típico chico blanco de una mala comedia de Adam Sandler.

Reí por su comentario, pero luego me puse a pensar que no sonaba tan mal después de todo. Tanto mi apellido y el suyo juntos como la idea de estar casados. Aunque tal vez era un poco exagerado pensar en el matrimonio a esas alturas, cuando apenas llevábamos unos meses como novios oficiales.

Pero aun así...

Podía verme con él, en una situación así.

Podía verme intercambiando anillos mientas nos mirábamos para ver la seguridad en la mirada del otro. Podía vernos entrando en una casa vacía en la que se respiraba un futuro prometedor, acurrucándonos en una cama con suaves sábanas y despertando cada mañana a su lado sin tener que preocuparnos por los ruidos mañaneros de nuestros roomies.

Ugh, a veces era demasiado cáncer para mi gusto.

—Pues, hay que ver que se da —respondí, para poner los pies de ambos en la tierra—. Apenas llevamos algunas semanas como novios... ni siquiera vivimos juntos.

—Bueno, a veces no es cuestión de tiempo —dijo, peinando mi cabello hacia atrás—. Y de sentirse listo para dar ese paso.

Pensé en sus palabras por el resto de la noche. Mientras acomodábamos la mesa para la cena, servíamos los platos de comida, descorchábamos la botella de burbujeante champaña rosa en medio de risas y el sonido de la música desde el estéreo de la cocina.

En la mesa la cena fue bastante tranquila. Anécdotas divertidas de mamá sobre nuestra infancia, chistes malos de papá que involucraban partes del auto y la presencia de Charlie se sentía tan natural en la mesa. Casi como si siempre hubiera estado destinado a estar en esa silla, con su energía cálida mezclándose de forma tan familiar con las nuestras.

Luego, unos diez minutos antes de la medianoche, cada uno fue a preparar sus artefactos para los rituales tradicionales de la familia.

Mamá fue a buscar nuestras maletas de viaje, porque no pensaba correr el riesgo de no poder viajar. Papá se puso una corbata verde porque según él podían traer la buena suerte y yo me dediqué a acomodar el muñeco de año nuevo sobre la silla metálica del patio trasero.

Y Charlie estaba sentado en una esquina, observándome con si fuera la cosa más interesante del lugar. 

—¿Solo harás lo del muñeco? —preguntó con curiosidad—. ¿O te veré correr con las maletas por una calle vacía para poder ver a tus padres una vez que se muden?

Rodé los ojos y amarré al muñeco con una pequeña cuerda para que se mantuviera recto.

—No lo sé, tendría que investigar para ver si hay algún ritual que sirva para tener una buena oferta en una discográfica y ser una banda exitosa.

Charlie elevó las cejas.

—Creo que eso suena más al trabajo de un ritual satánico de los setenta —señaló, intentando contener su sonrisa—. ¿Qué ritual me recomendarías hacer para recibir el año nuevo?

—Pensé que no creías en estas cosas.

Encogió los hombros y se levantó de la silla. La camisa de seda plateada tenía tenues destellos bajo los bombillos fluorescentes del patio trasero, sus pantalones de vestir estaban tan lisos que parecían casi irreales y su cabello estaba cubierto por algunos copos de nieve producto de la tenue nevada que había empezado a caer.

Parecía un príncipe. No, era un príncipe.

—Bueno, son importantes para ti —confesó, observándome de una forma en la que nunca antes lo habían hecho—. Y tú eres importante para mí.

Apreté los labios para no soltar una boba sonrisa en ese momento, pero eso no evitó que todo en mi cuerpo se sintiera arrullado por sus palabras y la seguridad que había en ellas. Solté el muñeco y caminé hasta que solo había unos cuantos centímetros separándonos.

Admiré por un segundo su rostro, sus pestañas y el brillo de sus ojos oscuros.

—Bueno, eso depende de lo que quieras tener —Empecé a acomodar el cuello de su camisa, aunque en realidad fue una excusa para sentir el aroma de su colonia más de cerca—. Suerte, dinero, éxito en tu carrera profesional, amor...

Pareció pensárselo por unos segundos.

—Pues creo que ya tengo todas esas cosas, en especial amor —señaló, mordiéndose el labio—. Así que... ¿Cuál me recomendarías?

Mis dedos se detuvieron sobre la suave tela de la camisa y pensé en las palabras de mi mamá. Sabía que solo era una propuesta normal que las parejas hacían, no estaba pidiéndole matrimonio ni algo parecido y en todo caso sabía que no me daría una respuesta que no fuera muy virgo y realista de su parte.

Así que hice lo que todo cáncer con luna en libra hacer, tomar decisiones impulsivas.

—Mira que casualmente hay uno que puedes hacer ahora mismo —comenté, pasando mis brazos por encima de sus hombros e inclinándome hacia él—. Involucra responder una propuesta que te voy a hacer, aunque no tiene que ser ahora mismo.

—¿Y en qué me ayudaría ese ritual? —preguntó con tono juguetón, pero atrapando mi cintura entre sus brazos.

—A que tengas mi boba cara a tu lado todas las mañanas, me escuches cantando en la ducha letras sin sentido y que desayunemos patacones y hojaldra todas las mañanas —contesté, sintiendo como mis latidos empezaban a acelerarse por el nerviosismo.

Charlie me observó por unos segundos y para mi sorpresa estaba sorprendido por mi propuesta.

No sabía si eso era algo bueno, malo o muy terrible.

—¿Estás hablando en serio?

Parpadeé un par de veces, preparándome mentalmente para uno de sus rants de virgo sobre ser realistas y no apresurarnos a hacer las cosas para poder llevar una relación estable.

—Sabes, creo que fue una idea...

—Sí —me interrumpió con una gran sonrisa—. Me gustaría vivir contigo, Winnie.

Sonreí como bobo al escucharlo y solté un suspiro de alivio por su respuesta. También quería ponerme a chillar, pero pensé que sería demasiadas emociones en año nuevo.

—Dios, por un segundo creí que saldrías con un comentario muy virgo de tu parte...

—Aunque tal vez deberíamos tomarnos algo de tiempo antes de hacerlo —soltó con aire pensativo—. Tengo que terminar mi contrato de renta, luego habría que hacer una caza de apartamentos que fuera conveniente para ambos, evaluar la zona y su composición geográfica y armar una tabla de presupuestos en base a las comodidades...

—Y allí está —señalé, rodando los ojos—. Tu lado virgo saliendo a flote.

Charlie afianzó el agarre alrededor de mi cintura, haciendo que no hubiera un espacio entre ambos. Como si fuéramos una sola persona y creo que hasta cierto punto lo éramos desde que nos conocimos en esa noche loca.

—Sí, debería compensarlo ¿no? —Charlie empezó a mecerse, como si estuviera siguiendo los pasos de un baile lento—. ¿Qué dices si hacemos una nueva tradición ritualista para año nuevo?

—A ver, soy todo oídos —respondí, meciéndome a su ritmo.

—Yo digo que bailemos lentos al ritmo de una canción para recibir el año nuevo —Aferró las manos a mi cintura de una forma tan delicada y cuidadosa que por un segundo me sentí tan ligero como una bailarina de ballet—. Al ritmo de una canción de Taylor, tal vez New Year's Day para ambientar un poco el día.

—¿Y de qué nos serviría este ritual?

—No lo sé, para bailar y divertirnos —respondió, dejando caer su frente sobre la mía. O, mejor dicho, sobre la parte superior de mi cabeza debido a la diferencia de altura.

Levanté la cabeza para que pudiera ver mi tonta sonrisa de cáncer.

—¿Y qué tal si guías el baile y yo canto? —pregunté dejándome llevar por su ritmo—. Please don't ever become a stranger whose laugh I could recognize anywhere...

No sé por cuanto tiempo estuvimos así, bailando con el ritmo de la canción en nuestras cabezas y mi voz repitiendo esa línea de mi canción una y otra vez. Casi como si fuera algún tipo de mantra, o más bien una promesa por parte de ambos.

No me importó que el reloj marcara las doce y perdiera la oportunidad de correr con mamá en la calle o quemar a tiempo el muñeco de año nuevo que nos veía con sus ojos saltones.

Porque lo único que quería y necesitaba en ese momento era que nuestra nueva tradición fuera eterna. 

Sé que tenía que estar listo para año nuevo, pero mi computadora no cooperaba así que ni modo, semi especial de San Valentín. 

Extrañaba mucho escribir sobre estos dos porque son demasiado lindos y se merecen todo lo bueno del mundo. 

Y de paso les recuerdo que pueden encontrar más de Winnie en el spin-off de Las últimas flores del verano donde tiene una participación especial (tiene cartoce añitos). 

Espero que lo hayan disfrutado y espero que tal vez nos veamos de nuevo en otro extra.

Amor y paz, 

E.R. Santana.  

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