Un refugio en ti (#1)

De ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... Mais

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

50. ¿Cómo sucedió?

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De ladyy_zz

Flashback

El King's era su vida, al fin y al cabo, había dedicado mucho tiempo y ganas en sacar aquel negocio hacia adelante, y todo, ella sola. Se sentía orgullosa de si misma, de donde había llegado con su esfuerzo y de lo bien que le iba. Sin embargo, eso no evitaba que hubiera días realmente malos en aquel bar. Estaba tras la barra y había discutido con uno de los proveedores por dejarla sin existencias, el chico que iba aquel día a cantar en directo la había llamado para decirle que se había resfriado y no podía ir, y para colmo, Luisita estaba en la asociación y ella estaba falta de personal.

De verdad que adoraba su negocio, pero a veces la sobrepasaba, y a pesar de estar en silencio tras la barra fingiendo que todo iba bien, había alguien que sabía que no era así.

Marina estaba sentada en uno de los reservados con unas compañeras de trabajo, mientras no podía dejar de mirar a María. Cuando se reconcilió con Luisita, sintió que también debía disculparse con la hermana de esta, porque habían compartido muchas penas y se habían apoyado mucho mientras aún vivían juntas en ese piso, mientras escuchaban cómo Bea hablaba a Luisita. Sentía que también la había fallado a ella por haberla abandonado sola frente a aquella situación. Así que, cuando Luisita dejó a Bea y se convirtió en un fantasma andante mientras salía de aquella oscuridad, Marina quería dejarle espacio y no agobiarla, sin embargo, no podía evitar acercarse a la barra del King's cada vez que iba para preguntarle a María cómo iba la mejoría de su mejor amiga.

Después, María la llamó contándole la sextorsión de Bea, y en realidad, esa fue la primera vez que María acudió a Marina no tanto para pedir ayuda, sino porque le salió natural buscar desahogo en ella. Porque la entendía, ambas se entendían. Habían encontrado en la otra aquel consuelo que no sabían que necesitaban y cada vez era más frecuente sus encuentros. Poco a poco sus conversaciones dejaron de tener como tema principal a Luisita y se fueron conociendo.

Era extraño porque Marina no consideraba a María como una amiga, sin embargo, se había convertido en la primera persona que se le venía a la cabeza cuando estaba mal y necesitaba hablar, y ya no sólo eso, sino la primera persona en llamar cuando le pasaban cosas buenas, que es casi más importante. María también empezó a hacer lo mismo con ella, y esas llamadas se convirtieron en cafés que compartían de vez en cuando, risas y una sensación que se les quedaba en el pecho que ninguna sabía muy bien definir.

Por eso, ahora estando con sus amigas, no podía disfrutar de la noche mientras veía cómo María se ahogaba intentando dejar salir el estrés entre disimulados suspiros. La conocía, sabía que hacía eso cuando no quería dejar ver a los demás cómo se sentía. Se disculpó con sus amigas y se marchó, porque no podía seguir viendo aquello.

Y dos horas más tarde, cuando el King's cerró un poco después de medianoche, María salió de su local con unas ganas locas de mandar un poco todo a la mierda. Sin embargo, en cuanto levantó la cabeza al salir, su corazón dio un vuelco al verla ahí.

– ¿Marina? ¿Qué haces aún aquí?

– Bueno, es que no tenías muy buena cara ahí dentro y he pensado que te apetecería llenar el estómago un poco antes de irte a dormir. – dijo levantando la bolsa que llevaba en la mano, aunque por el logo, María sabía perfectamente qué era.

– ¿Es una hamburguesa?

– Si, con doble de queso y sin cebolla, y una cerveza fresca.

María se quedó mirándola a aquella chica que la miraba con una sonrisa dulce, aquella chica que parecía haber aprendido tanto de ella que hacía que empezara a despertar algo en ella, algo que no quería cuestionar.

– ¿No era así cómo te gusta? – preguntó algo insegura Marina al ver la expresión de María.

– Si, si. Es exactamente como me gusta, ¿cómo lo has sabido?

– Bueno, las has pedido más de una vez delante de mí, así que. – le dijo riéndose levemente algo avergonzada.

Era cierto, cuando María tenía que echar más horas de las que le tocaban en el King's, solía pedir comida a domicilio, y aquella hamburguesería solía ser su principal recurso, así que tampoco era de extrañar que se hubiera aprendido cómo le gustaba después de haberla escuchado tantas veces pedirla.

– Gracias, de verdad. Realmente me estás alegrando el día.

– Es lo único que quería.

Ambas sonrieron y tenían que reconocer que aquellas miradas estaban durando más de lo normal, pero es que parecía como si los ojos de la otra fueran un imán. Una vez que hacían contacto, les costaba apartar los ojos de la otra. Sin embargo, María se dio cuenta de un dato.

– Pero te has ido hace casi dos horas, ¿has estado todo el rato esperándome?

– ¿Te has fijado cuando me he ido?

La pregunta le salió sola, porque realmente le sorprendía que con la cantidad de trabajo que tenía y lo saturada que estaba se hubiera fijado si quiera que ella estaba ahí.

– Si, es que quería acercarme a saludarte. Bueno, que ya sé que nos saludamos cuando llegaste, pero ya me entiendes. – dijo atropelladamente haciendo reír a Marina.

– Entiendo. He ido a la hamburguesería y luego si, he estado aquí esperándote, así que quizás la hamburguesa no esté tan caliente ni la cerveza tan fría, lo siento.

– No te preocupes, es perfecto igualmente.

Volvieron a perderse momentáneamente en los ojos de la otra antes de emprender el camino hasta el parque más cercano y sentarse en el banco a cenar. Hablaron un poco de todo, rieron bastante y María sintió cómo se iba desvaneciendo su mal día gracias a ella. Marina siempre conseguía sacarle una sonrisa, pero ahora estaba consiguiendo mucho más, estaba consiguiendo que tras un día duro, prefiriera mucho más estar sentada de madrugada en un banco muerta de frio a dormir y descansar en su cómoda cama.

– Que buena estaba. – comentó Marina dándole el último bocado. – Tenía ganas de probarla de una vez.

– Pues no será porque no te la he recomendado veces.

– Ya, pero bueno, sabes que soy más de pizza.

– Ah, hablando de pizzas, el otro día me acordé de ti porque han abierto una nueva pizzería cerca del Asturiano y tenía super buena pinta, y pensé que seguro que te gustaría ir.

– ¿Ah sí? Qué bien, buena pizza cerca. Podemos ir el próximo día.

– Claro. – le respondió María con una sonrisa que no pudo retener.

Cuando María sonreía, a Marina le daba la sensación que todo se iluminaba un poco más, aunque esa sonrisa estaba acompañada de algo de salsa que se escapaba un poco por la comisura de su boca.

– Tienes un poco de salsa.

María cogió una servilleta e intentó limpiarse sin acertar.

– A ver, déjame.

Sin pensarlo mucho, Marina pasó su pulgar por sus labios para retirarle la salsa, y María sintió cómo le recorría una corriente eléctrica por todo su cuerpo. La delicadeza que estaba usando le hizo suspirar. La miró y se permitió estudiarla unos segundos. Nunca se había dado cuenta de lo guapa que era, pero ahora tan cerca, era inevitable fijarse en sus facciones. Sin darse cuenta, se mordió los labios y aquel gesto también hizo que algo despertara en el interior de Marina, algo que en realidad, ya había despertado hace tiempo, pero que ella sólo se estaba dando cuenta de la presencia de aquel sentimiento ahora. Volvió a pasar una vez más suavemente su pulgar sobre los labios de María y notó como esta tembló bruscamente.

– ¿Tienes frío?

– Un poco. – mintió.

– Toma. – se quitó su chaqueta y se la puso a María sobre los hombros. – Anda, vámonos ya que tienes que estar muerta de cansancio.

Marina sonrió y se levantó del banco dejando a María sola durante unos segundos con aquel sentimiento de ausencia que ahora sentía tras dejar de sentir a Marina sentada a su lado. Nunca había sentido tan claro las ganas de tenerla junto a ella.

Caminaron hasta el portal de María en un silencio cómodo que les dejaba disfrutar de la noche y de la compañía. La Gómez no podía evitar aquella tormenta que estaba creciendo en su interior porque el olor de la chaqueta de Marina sobre sus hombros no la estaba ayudando. Se estaba dando cuenta de lo bien que se sentía su compañía, su manera de hacerla reír, de animar hasta sus peores días, de estar en los malos momentos. Su cabeza iba a muchas revoluciones, pero no a tantas como estaba yendo su corazón, porque cada vez que sus manos se rozaban, sus latidos aumentaban.

Llegaron finalmente a su portal y se pararon una frente a la otra, sonrientes.

– Muchas gracias por esto, Marina. No te haces ni idea de lo bien que me ha sentado.

– Todo sea por verte sonreír de nuevo, no soportaba ver cómo estabas en el King's.

– No sabía que se me notaba tanto la saturación.

– Y no se te nota, pero creo que ya te conozco. Siempre haces que nada te afecta y que María Gómez no necesita a nadie que la cuide ni que se preocupe por ella, y con eso sólo consigues que nadie piense en cómo te sientes. Pero yo lo veo y yo pienso en ti. Te has convertido en alguien importante para mí, María, y me da igual que te hagas la dura. Siempre que vea que lo necesitas, voy a intentar animarte.

Se miraron y ninguna estaba siendo consciente de lo realmente cerca que estaban de la otra, tanto que sus alientos se enredaban entre si.

– Tu también eres importante para mí, mucho. – murmuró y, sin darse cuenta, su mirada había bajado hasta los labios de Marina.

No pudo evitarlo, porque los ojos de Marina ya no eran lo único que la atraían como un imán, ahora también sentía una necesidad sobrecogedora de besarla. Y no se lo pensó, se acercó a ella y dejó que ganara poder aquel torbellino de sentimientos que había cobrado fuerza durante toda la noche.

Y en cuantos sus labios hicieron contacto. Dios... tantas piezas encajaron. Volvió aquella corriente eléctrica que había sentido cuando Marina le tocó los labios con su pulgar, aquella sensación que no había sentido nunca ni con el mejor polvo de su vida. No sabía que estaba pasando, pero quería más.

Marina estaba correspondiendo aquel beso, pero en cuanto notó la lengua de María entrando en su boca, despertó de lo que parecía estar siendo todo un sueño. Se separó de ella y, en cuanto María la miró a la cara, se dio cuenta de lo que acababa de hacer, de lo que acababa de romper.

– Perdóname, Marina. No sé qué me ha pasado.

Se pasó la mano por el pelo como si de ese modo pudiera ordenar sus ideas, y Marina, que se había quedado algo conmocionada, carraspeó un poco para recobrar la compostura.

– No te preocupes, no pasa nada. Es sólo que... yo no soy así.

– ¿Así cómo? – preguntó confusa.

– Pues como tú, que yo no hago estas cosas. No me beso así con cualquiera.

Una bofetada hubiera dolido mucho menos, y hasta que no vio cómo le cambió la mirada a María, Marina no se dio cuenta de su metedura de pata.

– Ya claro, porque yo me tiro a todo lo que se mueve, ¿no es eso?

Marina cerró los ojos maldiciéndose y María miró al suelo intentando no romperse, porque por primera vez en su vida, había sido vulnerable y se había dejado llevar por sus sentimientos, pero sólo había servido para descubrir cómo se sentía que te hicieran añicos la esperanza.

– Oye, no me refiera...

– No te disculpes, Marina, si es que tienes razón. Yo nunca quiero nada más que no sea un polvo rápido y adiós.

No sabía cómo volver en el tiempo y tragarse sus palabras, porque si, ya conocía a María, y sabía perfectamente lo que estaría pasando ahora en su interior.

– María no...

– De verdad, está todo bien. – le dijo con una fingida sonrisa que ninguna de las dos se creyó. – Me tengo que ir.

Se quitó rápidamente su chaqueta, se la devolvió y entró en el portal intentando volver a alzar esa coraza que siempre llevaba puesta, aquella que había abierto de par en par por ella. Sin embargo, Marina se quedó ahí en pie, con su chaqueta en la mano, esa que ahora olía a ella, y un sentimiento totalmente confuso la invadió cuando sintió unas ganas enormes de perseguirla y decirle que ella también quería aquel beso.


***


Había pasado una semana desde aquello y había sido una semana horrible. Había intentado olvidarse de ella y volver a su normal ritmo de ligues. Pero no pudo. No pudo porque con el único chico que había intentado acostarse, al besarle, sólo pensó en que no eran los labios de Marina. Ni cuando le miraba, hacia que su interior temblara como lo hacía ella. Con Marina había experimentado un deseo que nunca había sentido, porque no sólo se trataba de algo físico, con ella encajaba en otro sentido. Así que no, ahora no podía enrollarse con cualquiera, porque el tacto de su beso aún duraba en sus labios. No entendía que le estaba pasando, porque nunca se había sentido así por ningún chico, y desde luego, nunca por una chica. No era tanto el género lo que la tenía descolocada, sino el vuelco que le daba al corazón. Ella tampoco calificaba a Marina como una amiga, porque era algo diferente, era algo que nunca había experimentado, y desde luego, era un sentimiento que la hacía morirse de miedo.

No habían vuelto a hablar y tenía que admitir que cada día estaba más insoportable y de peor humor. Sabía que Amelia se había dado cuenta, pero le estaba dejando su espacio, y con Luisita estaba discutiendo más que nunca, siendo consciente de que ella era la que estaba susceptible.

Así que, aquel día en el King's, cuando la vio en la barra hablando con Luisita, su pecho se hundió de esa manera que le pasaba tanto últimamente, de esa manera que sólo le pasaba cuando se trataba de Marina. Pero ahora, su pecho se estaba hundiendo más de lo normal porque Marina realmente tenía mal aspecto. Parecía estar pasándolo mal y en otras circunstancias, se habría acercado a ella a darle un abrazo y a escuchar todo lo que le estuviera recorriendo por dentro. Sin embargo, ahora sólo miraba cómo tenía una caja de cartón a su lado, una mirada triste, y una mejor amiga frente a ella algo alterada. No pudo evitarlo, se acercó a ellas disimuladamente para escuchar aquella conversación.

– Enserio, Marina. Nacho es un imbécil, yo le hubiera dejado sus cosas para que las recogiera en el contenedor de la basura.

María miró la caja y se dio cuenta de que todo era ropa de hombre y una sensación extraña la invadió.

– Ya bueno, supongo que prefiero quedarme con los buenos momentos de la relación.

– Si haces bien, pero yo que sé, joder. Estás siendo muy valiente, no me quiero ni imaginar cómo te sientes al tenerlo enfrente. Tiene que ser difícil, ¿no Mary?

– Pues no sé Luisi, no sé cómo se siente, ¿no sabes que yo solo sé follar sin sentimientos? – dijo como una clara pulla antes de alejarse nuevamente de ellas.

Marina suspiró mientras aquella sensación de tristeza que llevaba toda la semana arrastrando la invadía. Se sentía tan culpable respecto a María, a su elección de palabras y a lo mal que había sabido tratar con ella. Estaba siendo una semana realmente dura porque después de tanto tiempo, Nacho había decidido volver a irrumpir en su vida para reclamarle sus cosas y ahora no tenía a su lado a María, aquella persona que había empezado a ser su principal apoyo. Cómo deseaba tenerla a su lado en esos momentos.

– Og, de verdad, que insoportable está. Vaya semanita me está dando. – dijo Luisita con asco mirando a su hermana que limpiaba las botellas de malas formas al otro lado de la barra.

– ¿Lleva toda la semana así?

– Si hija, yo creo que lo que está es falta de sexo, porque lleva toda la semana sin salir ni una noche.

Cuánto deseaba levantarse de ahí y pedirle que escuchara sus disculpas, pero sabía que no era el momento. María aún estaba demasiado dolida y ella tenía que mantenerse firme para enfrentarse a Nacho.

Y cuando media hora después llegó el y se sentaron en una de las mesas, sólo sentía dos cosas, las ganas enormes de salir de ahí corriendo y la mirada de María sobre ella. Le daban ganas de volverse, pero sabía que María retiraría inmediatamente su mirada, y no le apetecía volver a sentir aquella punzada que le atravesaba cada vez que la Gómez hacía eso.

Pero no era la única que se estaba dando cuenta de que la mirada de María estaba sobre ellos, porque Luisita también veía como su hermana no le quitaba ojo a esos dos, aunque ella pensaba que eran celos hacia Marina debido al pequeño historial que tenía María con Nacho. Y si, eran celos, pero no hacia ella, eran celos al saber que él la había tocado, la había besado y la había hecho gemir, cosas que ella estaba descubriendo que se moría por hacer. Pero no, Marina la acusó de usarla para un simple polvo y en realidad no era difícil de imaginar cómo había llegado a esa conclusión, al fin y al cabo, era todo lo que María conocía y lo que todos conocían de ella.

– Pobre Marina.

La voz de Luisita a su lado la sobresaltó. No sabía si la había pillado mirándola o no, pero des de luego, a María le interesaba seguir aquella conversación. Cualquier conversación que fuera sobre Marina le interesaba.

– ¿Por qué lo dices?

– Bueno Mary, porque no tiene que ser fácil quedar con tu ex que te puso los cuernos después de años de relación, además en tu propia cama y que sólo te ha vuelto a llamar para pedirte sus cosas. Ni una disculpa ni nada, y encima Marina, que de buena es tonta, va y queda con él para dárselas, cuando debería ser Nacho el que tendría que haber ido hasta ahí a recogerlas si las quería.

María volvió a mirarlos y esta vez dejó de mirar a Nacho para mirarla a ella, y le pareció tan pequeña, tan vulnerable, y la conocía, sabía que se moría de ganas de huir de ahí. Ahora se arrepentía de haber dejado ganar a su orgullo, cuando debería estar a su lado apoyándola y echando a Nacho de patadas de su local.

– Tienes razón, Luisi. Pobre Marina.

Luisita pareció sincera tras la sinceridad de sus palabras y el alivio la invadió. La rubia siguió con su trabajo, pero María siguió mirando hacia aquella mesa, porque sólo quería que acabara aquella conversación para acercarse a ella. Sin embargo, en cuanto Nacho se fue, María volvió a mirarla y la vio más cabizbaja que nunca, pero antes de que pudiera incluso salir de la barra para ir hacia ella, Marina se levantó de la mesa y salió del King's, dejándola ahí con toda la culpa de su mal comportamiento.


***


Aquella noche, Marina sólo quería encerrarse en su casa y no salir más. La conversación con Nacho le había afectado más de lo que le gustaría admitir, pero al menos le había servido para cerrar una puerta. No es que ella sospechase de que siguiera teniendo sentimientos por él, pero al menos ahora sabía que definitivamente, ya no había lugar en su corazón para Nacho. En realidad, ahora su corazón era simplemente un lio.

No entendía por qué latía tan rápido cuando María la miraba, ni por qué se preocupaba tanto por ella, ni por qué lo único que ahora mismo quería era tenerla a su lado. No tenía sentido, de verdad que no, porque ella sólo había tenido esas ganas de estar junto a alguien cuando tenía una pareja, pero nunca por una amiga, nunca por una mujer.

Había tanta confusión dentro de ella y no sabía que hacer, porque obviamente no podría ir a Luisita. Ella no sabía mentirle y acabaría contándole todo. En realidad ni si quiera tenía que hablar sobre María, podrían hablar de la conversación con Nacho o de cualquier tontería, simplemente teniendo a su mejor amiga a su lado animándola. Sin embargo, por mucho que adorara a Luisita, seguía sin ser la persona que quería que estuviera junto a ella en ese momento, ni la que la refugiara en sus brazos.

El timbre de su piso sonó y le extrañó mucho, porque no esperaba a nadie, pero sobre todo, porque eran ya las doce de la noche. Miró por la mirilla y su corazón dio un vuelco. No sabía si podría soportar más reproches suyos en esos momentos, pero sinceramente, sólo quería que estuviera allí, así que cogió aire y abrió la puerta.

– Hola. – dijo María con una timidez impropia de ella.

– Hola

– ¿Puedo pasar?

– Claro.

María entró y fue directamente hacia el salón. Conocía aquel apartamento, no era la primera vez que estaba allí, pero esta vez se sentía diferente, había una tensión en el ambiente que odiaba.

Marina la siguió, pero no dijo ni una palabra, al fin y al cabo, era María la que tenía algo que decirle tan urgente como para presentarse a esas horas en su casa.

– ¿Cómo estás?

Marina se la quedó mirando sin saber muy bien si venía en son de paz o no, así que simplemente se encogió de hombros.

– Cuando Luisi y tú os distanciasteis no pude estar a tu lado para apoyarte con lo de Nacho, y ahora no quiero volver a cometer el mismo error. Si quieres después me echas de aquí y hacemos como si nada, volveré a ser la hermana de tu amiga si es lo que quieres y te prometo que te dejaré en paz. Pero ahora quiero estar aquí, así que dime, ¿cómo estás?

Marina se quedó unos segundos estudiándola intentando deducir si sus intenciones eran sinceras, pero tampoco duró mucho porque realmente aquella conversación era todo lo que necesitaba. Pero entonces, Marina se sentó en el sofá y María lo entendió como una invitación a sentarse junto a ella, y así lo hizo.

– Me gustaría decirte mejor de lo que realmente estoy. No ha sido una conversación fácil, básicamente porque según él, el haberme engañado ha sido culpa mía por haber dejado que la llama se apagara, por centrarme tanto en mi trabajo y no satisfacerlo lo suficiente como para tener que haberlo buscado fuera de casa.

– ¡Pero será capullo! – estalló María sorprendiéndola. – No te lo habrás creído, ¿verdad? Porque no es culpa tuya que te engañara, y mucho menos, que no supiera valorarte, porque ye aseguro que se arrepentirá toda su vida de haberte perdido.

– No te preocupes, sé que no fue culpa mía. Esta conversación sólo me ha servido para ayudarme a terminar de cerrar el pasado.

Hubo un breve silencio incómodo, aunque dejó de serlo cuando en la cara de Marina apareció una sonrisa sincera, haciendo que María también sonriera. Había vuelto a su interior aquel terremoto que la sacudía cada vez que María parecía preocuparse por ella, y seguía in entender bien lo que estaba sucediendo, sólo sabía que no quería perderla.

– María, siento mucho lo que te dije. – María bajó la mirada algo avergonzada por el tema, pero sabía que debían hablarlo. – No pretendía llamarte guarra ni nada de eso, es sólo... ¿Alguna vez habías besado a otra chica?

María se quedó unos segundos en silencio antes de hablar, porque total, ella nunca le había mentido a Marina y tampoco empezaría a hacerlo ahora.

– Algún beso tonto borracha si.

– A eso me refiero, es que yo no he dado besos tontos borracha, ni a chicos ni a chicas y te juro que te admiro, porque yo lo he intentado y no me ha salido, simplemente no puedo besar a una persona por la que no siento algo, aunque sea mínimo. Sé que para ti el sexo tiene otro significado y no tiene nada de malo, pero sólo me refería a eso. No sabía si me habías besado porque a veces lo haces con tus amigas o porque significaba algo más. Solo quería que supieras que, si te correspondía el beso, para mi si tendría significado, ni yo sé cuál exactamente, pero... sólo quería saber si las dos lo hacíamos por el mismo motivo. Nunca quise llamarte ligera de cascos ni nada por el estilo.

Aquel incómodo silencio volvió mientras Marina esperaba a que la chica que tenía enfrente organizara sus ideas, porque la cabeza de María también iba a mil por horas, porque ella tampoco entendía bien lo que pasaba en su interior.

– No te besé porque estuviera buscando un polvo fácil. Sinceramente, no sé porqué te besé. Sólo me dejé llevar por mis impulsos.

– No te preocupes no tienes que disculparte, me conozco bien los impulsos de los Gómez. – le contestó Marina con una sonrisa.

María se rio pensando en las miles de meteduras de pata de su hermana cuando se dejaba llevar por sus impulsos, siempre sin comprender cómo podía dejarse llevar de esa manera.

– Ya... supongo que al final nos parecemos más de lo que creía.

Sin embargo, dejó de sonreír cuando la cara de Marina volvió de nuevo a ser algo seria, aunque en realidad, lo que podía leer en aquellos ojos era confusión y algo de miedo.

– María... yo no sé que me está pasando, sólo sé que Luisita es mi mejor amiga y aún así no ha sido ella la que he necesitado hoy a mi lado, sino a ti y no sé qué significa, porque si fueses un chico creo que hace tiempo que habría sabido definir lo que siento, pero no lo eres, eres una chica y... esto es muy confuso.

Ahora se sentía culpable porque se daba cuenta de que no era la única cuya cabeza estaba apunto de explotar, porque ambas tenían nuevos sentimientos despertados a los que no sabían ponerle nombre.

– Tranquila, a mí me está pasando lo mismo y no porque seas una chica, sino simplemente porque eres alguien. – se rio. – Nunca he tenido tantas ganas de quedarme junto a alguien y tampoco sé que significa. También estoy confundida y algo asustada, pero sólo sé que me gusta la sensación y no me quiero alejar.

Marina bajó la mirada y vio la mano que María tenía apoyada sobre su propio regazo, y se atrevió a cogérsela y a entrelazar sus dedos, haciendo que aquel gesto aturdiera a ambas.

– A mí también me gusta la sensación y tampoco quiero que te alejes. – murmuró.

Se quedaron unos segundos mirándose como si nunca lo hubieran hecho, y en cierto modo era así, porque nunca se habían mirado de la manera con la que lo hacían ahora, al menos no conscientemente. Era difícil de explicar, porque de repente, delante suya tenían a alguien a quien ahora veían con otros ojos, pero sin embargo, no dejaban de ser las de siempre, aquella persona en la que ambas habían encontrado un refugio.

– Sé que es difícil creerme por mi historial de ligues, pero te juro que en esta semana no ha habido nadie, y no porque no lo haya intentado. Simplemente... creo que ya no es para mí, ya no es lo que busco.

– ¿Y qué es lo que buscas? – preguntó Marina con inocente curiosidad.

María miró sus labios y se mordió los suyos, aguantándose las ganas de lanzarse a ellos mientras algo de pánico le cundía al darse cuenta de lo mucho que quería aquel tacto. Y Marina lo vio, vio todo aquello, porque vio que en María también había una lucha interna. Quizás ella no era la única a la que la confusión de los sentimientos la estaba matando, y quizás, las dos necesitasen ayuda de la otra para poder avanzar. Y sin más la besó, se inclinó hacia María y terminó de juntar sus labios en un beso mucho más dulce de lo que fue el primero. Ambas encontraron algo que nunca lo habían hecho besando otros labios, y fue una sensación de confianza y comodidad y, aunque ellas no lo supieran, era esa sensación que se nos enciende cuando sabemos que estamos con la persona indicada.

Quizás ninguna sabría lo que buscaban ni lo que querían, pero mientras lo averiguaban, no se alejarían de la otra.

Fin del flashback


Y tras aquel relato, la cabeza de Luisita seguía a las mismas revoluciones intentando imaginar aquella relación. Porque eso no era lo único que había desvelado Marina, porque aquello no era lo que más había dejado descolocada a la rubia.

– ¿Me estás diciendo que os habéis tirado todo ese tiempo durmiendo juntas cada noche sin que pasara nada?

– La gran parte del tiempo, si. – admitió algo ruborizada sabiendo el gran significado que eso conllevaba

– Joder con María, de pasar a tirarse un chico diferente cada noche a sólo dormir abrazada a una persona durante un mes. – dijo riéndose un poco del cambio en su hermana.

– Gracias Luisita por recordarme la vida sexual tan activa de tu hermana.

Luisita la miró y vio como la expresión de Marina era totalmente seria.

– Mujer, que celosa.

– No son celos.

– ¿Entonces?

Marina suspiró y se sentó en la cama junto a su amiga. Luisita pudo ver como en su interior había demasiadas luchas. Demasiadas inseguridades.

– ¿Y si no soy suficiente para ella? Ya sabes, sexualmente hablando.

– Pero, ¿qué dices Marina?

– Joder, pues no sé. Igual se aburre de mí porque se dé cuenta de que echa de menos algo de la anatomía masculina que yo no tengo.

– A ver, no digas tonterías porque por esas ella podría pensar lo mismo de ti, ¿no? Al fin y al cabo, tú también has estado sólo con chicos hasta ella.

– No sé – murmuró mientras bajaba la mirada.

– Dime una cosa, ¿ya habéis...?

Marina asintió ruborizada.

– ¿Y qué tal? La experiencia digo, no me des detalles de cómo folla mi hermana por favor te lo pido.

Daba igual lo que respondiera, la sonrisa la delató y Luisita tenía que admitir que nunca había visto esa reacción en su amiga.

– Perfecto. Supongo que al fin y al cabo es cuestión de la persona, no de su cuerpo.

– ¿Ves? Estoy segura de que ella piensa lo mismo y si en algún momento echáis de menos eso, existen juguetes fantásticos que lo imita a la perfección. Pero vaya, por la cara que tenía antes, te puedo decir que no parece que te haga falta nada de eso para hacer disfrutar a mi hermana.

Luisita cerró los ojos maldiciendo la imagen que acababa de aparecer en su cabeza. Tardaría un tiempo en que desapareciera de su mente lo que había visto en el sofá. Marina se rio de la cara de asco de su amiga sabiendo que en su cabeza había vuelto aquella imagen.

– Luisita, las dos sabemos que María no es precisamente una romántica.

– Bueno, eso es que va de dura. Los Gómez somos todos unos románticos. ¿Pero sabes qué? Todo esto se lo tienes que decir a ella, porque conozco a mi hermana y tiene que estar muy confundida también y no por el género, sino por los sentimientos. Hablar las cosas y aclararlo por vosotras.

– Tengo miedo. – admitió.

Luisita la miró bien y sonrió, sabiendo que ahora podía devolverle el gran consejo que le había dado Marina para lanzarse a ser feliz.

– ¿Sabes lo que me dijo una vez mi mejor amiga que había que hacer cuando se tenia miedo a dar el paso?

– ¿El qué?

– Coger carrerilla, cerrar los ojos y saltar.

Marina se rio maldiciendo sus propias palabras.

– Tu mejor amiga dice muchas tonterías.

– Marina, salta.

Miró a su mejor amiga y Marina sólo vio apoyo, así que no le quedó más remedio que asentir, lo que hizo que Luisita se lanzara a abrazarla con fuerza.

– Ay que alegría, ahora podemos ir al Orgullo juntas. – dijo la rubia cuando se separó del abrazo.

– Ya íbamos juntas.

– Si, pero ahora irás como parte del colectivo.

– Ya, supongo que ahora lo soy.

Y ahí estaba otra vez en su cara. Más confusión.

– Bueno, ahora mismo no te preocupes por las etiquetas, primero céntrate en terminar de aceptarte a ti misma lo que sientes.

– Pues si, creo que ya no puedo negar lo mucho que me gusta. – dijo con una pequeña sonrisa tímida.

– Es que todavía no me lo creo, mi mejor amiga con una mujer... por fin puedo enseñarte alguno de mis trucos.

– ¿Te acuerdas de que esa mujer es tu hermana no?

La cara de Luisita volvió a cambiar a la misma que tenía en el salón.

– Joder, Marina, ¿por qué me lo recuerdas?

Marina se rio y le dejó un beso en la mejilla como despedida. Necesitaba salir de esa casa y recapacitar sobre todo lo que habían hablado.

Luisita la vio salir de su habitación y una vez sumida en su silencio, se dejó caer de espaldas sobre la cama y cerró los ojos.

Tenía tantos sentimientos encontrados y tan contradictorios que no sabía cómo sentirse.

Sin embargo, tampoco tuvo mucho tiempo para recapacitar, pues apenas un minuto después de que Marina saliera de su habitación, alguien se tumbó a su lado y no le hizo falta mas que su olor para reconocerla.

– Tú lo sabías, ¿verdad?

Luisita abrió los ojos para encontrarse aquella mirada miel tan dulce que siempre la calmaba.

– Sabia que la persona misteriosa era una chica, pero no sabía que era Marina.

Luisita suspiró y miró el techo en silencio.

– ¿Cómo estás?

– Traumatizada. – dijo riéndose.

Amelia sonrió levemente antes de volver a sacar su lado protector.

– Enserio, pitufa, ¿estás bien?

Luisita la miró sin saber muy bien qué decir.

– No lo sé. Son dos de las personas más importantes de mi vida y no quiero perderlas, pero sobre todo no quiero que se hagan daño.

– Son mayorcitas, cariño. Saben cuidarse, además, ¿crees que tu hermana no tiene el mismo miedo sobre nosotras, que lo nuestro se vaya a la mierda y nada sea lo mismo en la familia? Es normal sentirse así, pero hay que confiar en ellas.

La rubia miró al techo de nuevo. Realmente ese día le estaba sobrepasando.

– Quiero mi masaje. – le dijo a su novia recordándole la oferta que le había hecho al salir de la asociación.

– Eso está hecho.

Le dejó un último beso en los labios antes de levantarse e ir a por el aceite de masajes.

Sabía que Amelia tenía razón, ya sólo quedaba esperar y confiar en ellas para ser capaces de resolver aquel lio que tenían en sus interiores.


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Capítulo adelante cumpliendo mi parte del trato con RoLuimelia
Espero que os haya gustado su historia✨
Pd: no os preocupéis, el domingo seguirá habiendo capítulo✌🏼

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